- El bosque seco tropical es uno de los ecosistemas más amenazados en Colombia. Solo queda el 8 % de las 9 millones de hectáreas que originalmente cubría.
- Las actividades agropecuarias y las obras de infraestructura son las principales causas de la destrucción y fragmentación del bosque seco tropical en el país.
El característico sonido del machete estrellándose contra la madera se hace más notorio a medida que se divisan unos jornaleros durante el proceso de desmonte de un potrero, en una finca ubicada en la vereda Perico de Honda, en Tolima. Cada machetazo espanta a especies de aves como el trepatroncos pardo (Dendrocincla fuliginosa) y a una docena de garrapateros (Crotophaga ani) que habitan este bosque seco tropical de Colombia, situado a orillas del río Magdalena, y hasta donde ha llegado Mongabay Latam para conocer el estado de conservación de este ecosistema.
Numerosos palos de guásimo (Guazima ulmifolia) y de iguá (Albizia guachapele), que salen del desmonte, son utilizados para levantar cercas y el material vegetal restante es picado y arrumado para luego ser quemado. Luego de este proceso, todos los tocones (sobrante del tronco luego de cortar el árbol por el pie) y remanentes son impregnados generosamente con agroquímicos para evitar la recuperación del bosque. Una vez que comiencen las lluvias, la semilla de Angleton (gramínea introducida para alimentar al ganado) se esparcirá por el potrero y se fumigará la maleza que asome entre la naciente pastura. La parcela a orillas del río Magdalena va a utilizarse para cebar no más de seis novillos de 300 kilogramos que representarán para su propietario una ganancia neta de 1000 dólares durante los próximos seis meses.
Para Helena García, investigadora de Fedesarrollo, organización dedicada a la investigación en temas de política económica y social en Colombia, el costo de oportunidad de la tierra determina el uso que se le dará. “Por ejemplo, a medida que aumenta el tamaño de los centros poblacionales y su demanda de alimentos, aumenta el costo de oportunidad de los bosques cercanos. Es más rentable transformarlos para llevar a cabo actividades agrícolas o ganaderas que mantenerlos en pie”. En otras palabras, como los bienes y servicios de los bosques no representan un valor económico dentro de los mercados tradicionales, los propietarios de los terrenos donde aún prosperan remanentes de bosque tropical, optan por la tala en búsqueda de desarrollar actividades económicas como la ganadería y la agricultura.
Javier González, experto en sistemas silvopastoriles, le explicó a Mongabay Latam que la mayoría de los ganaderos ven el bosque seco tropical como un terreno enmalezado dentro de sus fincas que se debe limpiar para dar paso a gramíneas introducidas como la Brachiaria sp., el Angleton y el Puntero, y así lograr criar y cebar más cabezas de ganado en menos tiempo. No resulta extraño entonces que en tiendas agropecuarias como La Hormiga (ubicada en el centro de Honda, Tolima) y Agromundo (localizada en La Dorada, Caldas), los agroquímicos herbicidas como glifosato y picloram, sean de los productos más vendidos a los ganaderos de la región.
Si bien el grueso de los ganaderos se empeña en toconear los arbustos, enredaderas y leguminosas arbustivas, desconocen en la mayoría de los casos los enormes beneficios que estos representan. Según González, el componente leñoso del bosque seco tropical cumple un papel muy importante en la productividad de las fincas ganaderas, ya que proveen múltiples bienes, como la madera y alimento para el ganado y servicios como la sombra, la fijación de carbono y la conservación de la biodiversidad.
Además, el alto endemismo y la diversidad biológica que caracteriza al bosque seco tropical hace que la conservación de este ecosistema sea prioritaria, no solo en Colombia sino a lo largo de toda su distribución geográfica, como lo explicó Rodolfo Dirzo, investigador asociado en ecología de ecosistemas tropicales de la Universidad de Stanford.
Pero hay quienes entienden la función ambiental del bosque seco tropical dentro de sus explotaciones agropecuarias. Así lo considera Ernesto Albornoz, propietario con su familia desde hace una generación de una finca ganadera en la vereda Arrancaplumas en Honda, Tolima (centro del país), conformada por al menos 500 hectáreas, de las cuales quizá el 60 % corresponden a remanentes de bosque seco tropical en zona de ladera. “El monte es clave para poder levantar las crías de las vacas y defendernos en los intensos veranos”, aseguró. En esto coincide Manuel Carvajal, dueño de una hacienda ganadera ubicada en Suárez, Tolima (centro del país), “el bosque es el alma de mi finca”, sostuvo.
Un bosque fragmentado
Desde el puente La Libertad, en los límites de los departamentos de Cundinamarca y Tolima (centro de Colombia), por la vía que comunica Bogotá con Manizales, no solo se siente la fuerte brisa que acompaña el paso del río Magdalena, también se pueden divisar los últimos remanentes de bosque seco tropical que quedan en la región.
Fincas ganaderas y arroceras establecidas desde hace décadas son grandes generadoras de empleo en la región. Empresas agropecuarias como Pajonales y ganaderías tradicionales como La Plata y El Puente son un referente en la zona y, han contribuido al desarrollo económico y social de esta parte del país, pero para lograr establecer estos sistemas productivos fue necesario fragmentar y casi eliminar el bosque seco tropical.
El bosque seco tropical se caracteriza por distribuirse por debajo de los 1000 m.s.n.m., con precipitaciones inferiores a 1500 mm. Este tipo de ecosistemas está conformado por especies caducifolias con ciclos estacionales bien definidos, asociados con los periodos de lluvia y estiaje: ciclos de floración y fructificación sincronizados, altas tasas de natalidad y crecimiento para aprovechar periodos favorables, formas de estiaje para tolerar periodos secos. Cuentan además con elevada diversidad, suelos fértiles y aptos para actividades agropecuarias, abundantes maderas de importancia económica. Para Germán Márquez, investigador experto en transformación de ecosistemas, su potencial económico y las condiciones secas propician su tala y quema, lo que explica su virtual extinción en el país. Se estima que al menos un 40 % de la cobertura original del territorio continental de Colombia se ha perdido, y el bosque seco tropical es uno de los ecosistemas en mayor riesgo de desaparición. Para el Instituto de Investigaciones Biológicas Alexander von Humboldt (IAvH) en el país solo queda el 8 % del bosque seco, de los 9 millones de hectáreas estimadas en los años 80. Esto ha sido consecuencia directa de la fragmentación, que se reconoce como uno de los eventos más importantes en la pérdida de la biodiversidad en zonas tropicales, debido a que modifican las condiciones ambientales, el tamaño poblacional de las especies y el flujo genético de las poblaciones, produciendo cambios en la distribución, estructura y funcionamiento de las comunidades y la extinción.
En Colombia el bosque seco tropical está presente en la región Caribe, los valles interandinos de los ríos Cauca y Magdalena, la región NorAndina en Santander y Norte de Santander, el valle del Patía, Arauca y Vichada en los Llanos orientales. Según un estudio del IAvH, el bosque seco tropical en el valle del río Magdalena está distribuido principalmente en los departamentos del Huila, Tolima y Cundinamarca (centro del país) y su extensión no supera las 130 000 hectáreas. Está aislado de la región Caribe por los bosques húmedos del valle medio del Magdalena y de las demás regiones de bosque seco en Colombia por la cordillera Central de los Andes.
Un territorio por conocer
Una tayra (Eira barbara), mustélido del tamaño de un perro, se deja ver con su pesada cabeza a plena luz del día saliendo de un remanente de bosque seco en la Hacienda San Miguel, finca ganadera ubicada a escasos tres kilómetros del casco urbano de Honda, Tolima (centro del país). “La vez pasada me encontré con un grupo de al menos veinte zaínos (Tayassu tajacu) mientras buscaba un becerro que se me había perdido en el monte”, le dijo a Mongabay Latam Carlos Marulanda, mayordomo de una finca ganadera de más de 400 hectáreas que aún conserva fragmentos de bosque seco tropical que es hábitat de varias especies de fauna silvestre.
En efecto, el bosque seco tropical se constituye en sí mismo como un importante refugio para la fauna silvestre en el valle del río Magdalena. Precisamente, un estudio realizado en el 2014 para establecer la diversidad de mamíferos en un remanente de este tipo de bosque ubicado en la vereda Chorrillos del municipio de Ambalema, Tolima (centro del país), registró 8 órdenes, 16 familias, 35 géneros y 39 especies de mamíferos en menos de 4 hectáreas de terreno, así como la presencia de especies que requieren importantes acciones para su conservación como lo son la nutria (Lontra longicaudis) y el mono nocturno (Aotus griseimembra).
Según un estudio del Instituto Humboldt, aparte de ser uno de los ecosistemas más amenazados de Colombia, no se cuentan con datos biológicos, ecológicos y sociales que permitan diseñar herramientas para garantizar la sostenibilidad del bosque seco tropical.
Desarrollo vs. Conservación
Por la carretera que conduce de la población de Cambao, Cundinamarca (a 117 kilómetros de Bogotá) a La Dorada, Caldas (centro del país), en un trayecto que en promedio puede tomar 2 horas de recorrido, se pueden ver fincas ganaderas a ambos lados de la vía. Praderas conformadas principalmente por gramíneas introducidas para la actividad pecuaria y cultivos de cereales son el común denominador de este territorio. Escasean los remanentes de bosque seco tropical en este paisaje que ha sido intervenido por más de un siglo por actividades agropecuarias. Pero no son solo las actividades agropecuarias las que han puesto en jaque al bosque seco tropical en el valle del Magdalena.
En efecto, desde el siglo XIX el bosque seco tropical del valle del Magdalena medio se ha visto afectado por el crecimiento de la población humana y la construcción de vías férreas y carreteras. Así mismo, el inicio de la exploración y la explotación petrolera, y la consecuente construcción de oleoductos, contribuyó a la fragmentación de este tipo de ecosistema.
A mediados del siglo pasado se dio inicio a la construcción de importantes obras de infraestructura como la carretera a la costa vía Bucaramanga (oriente del país), la autopista Bogotá-Medellín y la troncal de la Paz (centro del país).
En la actualidad se desarrolla la concesión vial Girardot-Honda-Puerto Salgar, paralela al río Magdalena, para disminuir el trayecto entre estas poblaciones ubicadas a 3 horas de viaje y conectar el sur y el norte del país. Se trata de una importante obra de infraestructura que generará desarrollo a lo largo de su zona de influencia, pero que de acuerdo al trazado establecido por la Agencia Nacional de Infraestructura impactará los remanentes de bosque seco tropical.
Si bien es cierto que este proyecto vial realizó una evaluación previa para establecer los impactos ambientales generados por la obra, y estimó problemas reversibles y fácilmente abordables a través de medidas de mitigación, investigadores como Germán Márquez de la Universidad Nacional de Colombia consideran que la recuperación del bosque seco tropical luego de perturbaciones es lenta, además que resulta inevitable la fragmentación de la cobertura boscosa por este corredor vial.
¿Qué se está haciendo?
El estado colombiano considera el uso sostenible de los bosques. A su vez, la política forestal del país está enmarcada en el Consejo Nacional de Política Económica y Social (CONPES) 2834 de 1996 y en el Plan Nacional de Desarrollo Forestal.
De acuerdo con un estudio reciente del Instituto Humboldt, este ecosistema, considerado uno de los más estratégicos pero más amenazados del país, se podrá conservar gracias a una estrategia desarrollada por el gobierno, en coordinación con instituciones aliadas, que permitirá la protección y el uso sostenible de más de 18 000 hectáreas de este bosque en la región Caribe y el valle interandino del río Magdalena. Este ecosistema se encuentra en proceso de deterioro, debido a la deforestación y el uso extensivo de las áreas boscosas para dar paso a la agricultura de pastos y cultivos migratorios. La degradación de los ecosistemas afecta negativamente estos cuerpos de agua; entre las amenazas más graves se encuentra la expansión de la actividad ganadera, el reemplazo de zonas de bosque por cultivos como arroz y algodón, y la tala de bosque para la extracción de madera.
Dentro de las acciones institucionales que se han implementado para conservar el bosque seco tropical se encuentra también el proyecto GEF (Global Environmental Facilities) para el bosque seco, el fondo Naturalmente Colombia y la oferta de becas de investigación financiadas por Ecopetrol (la empresa estatal petrolera de Colombia). Adicional a esto, según la resolución 0705 de 2013 del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, las autoridades ambientales nacionales y regionales deben promover la investigación y el monitoreo sobre el bosque seco tropical remanente en el país.
Recientemente se reglamentó el decreto 870 de 2017 que establece el pago por servicios ambientales y que promueve la conservación de áreas forestales dentro de las cuales está incluido el bosque seco tropical del valle del río Magdalena.
Pero más allá de estos esfuerzos, algunos expertos señalan que resulta determinante que los usuarios directos del bosque seco tropical (ganaderos, agricultores, hacendados y campesinos) implementen sistemas de producción sostenibles que contribuyan a la conservación del bosque seco tropical y a la conectividad de los fragmentos a nivel de paisaje.
Como concluye un estudio liderado por Hernando García del IAvH, “estos esfuerzos en torno al bosque seco desde el marco político, normativo e incluso desde la responsabilidad social empresarial, generan una esperanza para este ecosistema si logramos actuar como estado unitario para que estas estirpes, sometidas a más de 500 años de explotación, tengan una segunda oportunidad sobre la tierra”.