Silvino González es guardaparque hace más de 40 años del PNDCH. Fue el primero en ocupar este cargo cuando se inauguró en 1975. Desde entonces, recorre los senderos, conoce cada picada —los caminos abiertos en medio del bosque, que los soldados paraguayos utilizaban en la Guerra del Chaco con Bolivia— y a cada estanciero de los alrededores.

Con tantos años trabajando en un mismo lugar, González es un enamorado de su función. Dice que, si bien gran parte de los ganaderos cumple con la normativa de mantener un porcentaje de bosques, la situación le resulta preocupante, ya que en cualquier momento estas estancias pueden tener tener nuevos dueños que no tengan la intención de mantener las reservas boscosas.

El Parque Nacional Defensores del Chaco contiene uno de los últimos Paisajes Forestales Intactos de Paraguay, que son áreas de bosque primario inalteradas y lo suficientemente conectadas como para conservar su biodiversidad original. Si bien el parque ha escapado a gran parte de la limpieza que se ha realizado a su alrededor, los datos satelitales de la Universidad de Maryland en los Estados Unidos indican que ha habido eventos recientes de deforestación cerca de una carretera que ingresa al parque.

La zona del Parque Nacional es considerada por especialistas ambientales como una de las más ricas en biodiversidad. Adentro está ubicado el cerro León, un territorio de formaciones montañosas que se eleva unos 630 metros. Estudios revelados en 2017 indican que debajo tiene una mina de diamantes y piedra preciosas. La fauna del parque está compuesta por animales increíbles, como el tapir amazónico, los jaguaretés (jaguar), el gran lagarto, pumas, guacamayos, etc. Además, todo el Chaco paraguayo es dueño de maderas muy preciadas, como el trébol o el palo santo. Esta última es muy buscada para el tráfico ilegal hacia diferentes regiones del mundo.

Según el MADES, el promedio de tierras deforestadas en los últimos cuatro años en el Chaco llega a las 264 mil hectáreas por año. Esta situación se agravó con el Decreto Presidencial 7.702 promulgado en septiembre de 2017 con el anterior gobierno de Horacio Cartes, muy cuestionado por ambientalistas.

La ley forestal 422 de 1973 y el posterior decreto 18 831 de 1986 establecen mantener el 25 % de la masa boscosa de cada establecimiento ganadero del país. Además, la ley 4.241 del 2010 y su decreto reglamentario —del 2012— obliga a mantener hasta 50 % de bosque en caso de que el establecimiento esté dentro de la zona de influencia del parque.

Cuando el expresidente Horacio Cartes promulgó el decreto de 2017, autorizó a los estancieros y ganaderos del Chaco a desmontar el 100 % de sus tierras, obviando las leyes ambientales existentes. Dicha normativa fue finalmente derogada por el actual jefe de Estado Mario Abdo Benítez, apenas asumió su cargo, en agosto pasado pero, entre tanto, algunos establecimientos ganaderos desmontaron la totalidad de sus predios.

 

Las nuevas áreas deforestadas, alertadas por GFW, repiten una constante. El Parque Defensores está hoy rodeado de estancias ganaderas que lo han ido aislando cada vez más “poniendo en riesgo los corredores biológicos”, dice el ingeniero Luis Recalde.

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Sin licencia ambiental

 

Uno de los establecimientos ganaderos que está en la zona de amortiguamiento del Parque Defensores, pertenece al conocido empresario brasileño, Benjamín Pivetta. Para el Servicio Nacional de Salud y Calidad Animal (SENACSA), Pivetta “es un ganadero ejemplar que trabaja de forma ordenada”, según afirma uno de los funcionarios de la institución que trabaja en los campos del Chaco. Sin embargo, Mongabay Latam comprobó que los predios del empresario no tienen licencia ambiental para operar.

Según el registro oficial del Ministerio del Ambiente, el ganadero brasileño tiene al menos 40 000 hectáreas y, gran parte de las que están dentro de la zona de amortiguamiento del parque, no tienen licencia ambiental habilitada.

 

En el MADES, la última licencia del empresario es del 2011. Posterior a ese año, el ganadero no tuvo otra habilitación ambiental para seguir con su producción ganadera. La ley 294 de 1993 obliga a que las estancias ganaderas, sobre todo aquellas que están dentro de la zona de influencia del Parque, tengan un permiso ambiental que les permita trabajar en un plan de uso de suelo. Dicha obligación rige para todos los predios, incluso para aquellos habilitados antes de 1993, ya que mediante ese plan se puede controlar si las normativas establecidas están siendo cumplidas.

La propiedad de Pivetta está al norte del parque hacia la zona conocida como Agua Dulce. Mongabay Latam recorrió gran parte del área y comprobó que las grandes parcelas se mantienen activas. Sin embargo, ninguna denuncia está registrada ni es fiscalía, ni en el MADES. Por otro lado, Mongabay Latam se comunicó con el empresario quien, a través de un empleado, se comprometió a tramitar los permisos necesarios.

La desidia estatal

 

La sede administrativa del Parque Nacional está ubicada en el acceso principal. Cuenta con apenas dos sillas y tres pabellones, de los cuales, dos funcionan a medias. Uno de ellos, está habilitado con un par de habitaciones en donde hay colchones para las visitas. En el otro, que tiene el único baño con agua, viven los guardaparques. Tener una computadora parece un sueño lejano para estos trabajadores, a pesar de que la zona cuenta con buena señal de internet, gracias a que una operadora instaló antenas en las inmediaciones. Para hacer el recorrido por el perímetro del parque, hay dos camionetas y una motocicleta a disposición.

Como no tienen energía eléctrica, los guardaparques hacen funcionar el generador eléctrico del local cuando se oculta el sol, pero solamente hasta la medianoche, para no gastar mucho combustible. El presupuesto que tiene el MADES alcanza para pagar sueldos y proveer un lugar donde dormir a tan solo tres guardaparques.

Miles de estrellas dibujan el cielo durante la noche. Al amanecer, antes de que empiece a castigar el sol, se puede ver rastros de pisadas de mboreví (Tapir), taguá o incluso algún jaguareté curioso que estuvo merodeando el patio. Según Jorge Sosa, uno de los guardaparques, los jaguaretés suelen salir de la zona boscosa en época de mucha sequía o en la madrugada cuando los mosquitos se vuelven insoportables.

“Yo estoy hace un año y ya me tocó encontrarme con un jaguareté y otros animales, acá hay de todo, este lugar es muy lindo, pero hay que saber aguantar”, dice Sosa, que tiene 23 años y hace dos que trabaja como guardaparque en este lugar.

De día, el patio del local de la sede administrativa es un concierto constante de pájaros, entre ellos las cotorra que se mueven en bandadas por todo el lugar. Más al fondo del parque, todavía se puede ver guacamayos azules, amarillos y muchos tucanes.

“Se necesitan al menos 120 guardaparques para tratar de controlar nuestros parques y reservas nacionales. Ahora tenemos 64. A los contratados solo podemos pagarles el sueldo mínimo (US$ 365), pero los que ya son permanentes tienen un salario más importante”, expone Carmelo Rodríguez, director de Parques Nacionales del Ministerio del Ambiente.

Esta institución, que es la encargada de atender todas las denuncias ambientales a nivel nacional, tiene apenas 12 fiscalizadores en todo el país para cumplir esa función.

Rodríguez dice que están trabajando en un plan para reestructurar la institución y ver cómo administrar mejor los recursos financieros y humanos. El presupuesto anual del MADES es de unos 12,8 millones de dólares. Lo que se pretende es aumentar ese monto para mejorar el salario de guardaparques, los sistemas de control y contratar más fiscalizadores.

Por otro lado, Paraguay no tiene catastro rural, por lo que no hay forma de determinar si las estancias cumplen con el porcentaje de bosque que la ley les obliga a preservar.

“El catastro rural implica que el control se haga con topógrafos en campo, además de la cuestión satelital y de los procesos normales que se hacen para controlar una propiedad y sobre todo determinar cuál es el plan de manejo que tiene cada una de estas propiedades, saber si cumplen”, explica Gustavo Casco Verna, jefe del Departamento de Análisis y Evaluación Ambiental del MADES.

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La transformación del Chaco

 

Entre los años 80 y 90, el Chaco Paraguayo era inaccesible. No había caminos y eran pocos los estancieros que se animaban a ingresar. Apenas los amantes del Transchaco Rally iban una vez al año, por lo que el lugar se volvió un escondite perfecto para narcotraficantes, traficantes de armas y de pieles de animales.

De hecho, los grandes líderes de los carteles de la droga de Brasil de los 90 tenían sus estancias en la zona alta del Chaco paraguayo, en el departamento de Alto Paraguay. Luis Carlos Da Rocha, alias “Cabeza Branca”, conocido como “el embajador de la droga” paraguaya en Brasil, fue uno de los que tenían su estancia por estos lugares en esos tiempos. A él se sumaron después Fernandinho Beira Mar, nada menos que el líder de uno de los carteles más grandes y peligrosos de Brasil, el Comando Vermelho. El mismo Jarvis Chimenes Pavao, conocido capo mafioso de la frontera con Brasil, extraditado a ese país, también era dueño de otro inmueble en la zona.

Estos narcos utilizaban sus estancias como pistas de aterrizaje para transportar la marihuana —producto estrella de los 90— así como para una actividad que, tras ser descubierta, fue un escándalo hasta hoy recordado: el tráfico de armas, desde las propias fuerzas armadas bolivianas, hasta los grupos delictivos de Río de Janeiro. Las armas salían de Bolivia, por la frontera con Paraguay, y atravesaban el Chaco para llegar hasta las favelas de Río de Janeiro.

Esta realidad cambió en el Chaco. A finales de los 90, los ganaderos que ya tenían tierras en la región oriental empezaron a ver al Alto Paraguay como una zona que podía ser rentable. De a poco, las estancias fueron adquiridas por familias con tradición ganadera y se fue creando una zona productiva importante. En el 2005, el gobierno publicó un decreto que prohibió a cualquier extranjero ser dueño de tierras a menos de 50 kilómetros de las fronteras paraguayas.

La medida incitó a que los propietarios brasileños vendieran sus tierras en la zona fronteriza, acelerándose así el proceso de hacer del Chaco una tierra dedicada casi enteramente a la ganadería.

Si bien todavía hay estancias vinculadas al narcotráfico —vale recordar que en el 2014 se descubrió un laboratorio de cocaína en un distrito conocido como Toro Pochy, a unos seis kilómetros de la frontera con Bolivia— lo cierto es que hoy, gran parte de estas estancias volvieron a ser un lugar de trabajo de campo.

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Ganadería sostenible

 

La Asociación de Productores Agua Dulce (APAD) reúne a 34 productores de los 122 que trabajan en el distrito de Agua Dulce, en la zona de amortiguamiento y alrededores del PNDCH.

Celso Muxfeldt es ingeniero agrónomo, actual presidente de la APAD y es muy claro sobre las ideas que tiene la organización sobre el cuidado de los bosques y principalmente del Parque Defensores. “Nosotros somos los primeros interesados en que se cuide el Parque Nacional, porque se trata de un patrimonio para el país y para la humanidad”, expone.

Muxfeldt asegura que se puede trabajar respetando las leyes ambientales actuales. “En la APAD todos los miembros mantenemos el 50 % —de bosque— que pide la Ley en nuestros establecimientos. Entendemos que el valor de esta tierra está en su flora, fauna y la forma correcta de trabajarla” dice.

La APAD empezó a funcionar formalmente desde 2017, pero ya antes hacían reuniones. La idea de la Asociación es llevar el mensaje de trabajar en una ganadería sostenible, respetando los bosques nativos e incentivando la reforestación y promoviendo el cuidado del Parque. En ese sentido, la APAD paga el sueldo de uno de los guardaparques del Defensores que opera en el puesto de control del punto de Agua Dulce. El local, justamente, fue reinaugurado gracias a un convenio con el MANES y la APAD en noviembre pasado.

El gremio forma parte de otros proyectos chaqueños, como el Plan Ara Chaco, que se encarga del cuidado de las rutas del Alto Chaco. Es miembro de la Comisión Proelectrificación del Chaco, un proyecto que para finales de 2019 tendrá a la zona de Agua Dulce con energía eléctrica.

“Siempre que se habla de deforestación se nos mete a todos en la misma bolsa. Nosotros demostramos que desde la Asociación hacemos un trabajo diferente”, asegura Muxfeld. Añade que en la actualidad, con todos los miembros de la APAD, se tiene asegurado que unas 175 mil hectáreas de bosques se mantendrán intactas en la zona de influencia del parque.

“Nuestra proyección entre los miembros de la Asociación es llegar de aquí a 10 años a un millón de hectáreas, de las cuales 500 mil quedarán protegidas”, enfatiza Muxfeld.

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Necesidad de voluntad política y jueces especializados

 

Lucy Aquino, directora del Fondo Mundial Para la Naturaleza WWF Paraguay, dice que “urge tener desde el gobierno una voluntad política real en hacer bien las cosas”.

Sobre la situación particular del Chaco, Aquino asegura que “es preocupante”. Señala que la iniciativa de corregir este tema “tiene que ser promovida desde el propio Estado paraguayo”, y apunta a que uno de los principales problemas es la inexistencia de una base de datos fidedigna que compartan todas las instituciones del Estado que trabajan en el sector.

“Lo que uno ve en las imágenes satelitales es mucha deforestación. Pero no se puede determinar cuál es legal o no, o inclusive quién es el verdadero dueño”, expone.

El Fiscal adjunto de la Unidad especializada de lucha contra delitos ambientales, Augusto Zayas, coincide con Aquino en que falta una unificación de criterios de trabajo y de datos, y agrega que “los jueces hacen malas interpretaciones de las leyes ambientales”.

En este sentido, Zayas dice que es necesario tener jueces capacitados en el área ambiental, algo de lo que, actualmente, el sistema judicial carece. Según Zayas, la falta de criterio especializado hace que muchas veces las decisiones del Poder Judicial no tengan un sentido de “justicia” en el ámbito del medio ambiente.

Como muestra de la impunidad, 12 000 hectáreas se deforestan al año, según la propia MADES, en la región oriental del Paraguay en donde existe una ley de deforestación Cero, implementada en 2005. De acuerdo a esta ley, la deforestación ilegal es penada hasta con ocho años de cárcel. Sin embargo, hasta el año pasado, nadie vio pasar un día tras las rejas.

Foto Portada: Camino al Cerro León, dentro del Parque Defensores. Foto: Andrea Ferreira. 

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