- Un nuevo estudio ha utilizado registros de 60 años de investigación sobre plancton para documentar el aumento de la cantidad de plástico en el océano.
Durante décadas, los científicos han estado preocupados por el aumento de las cantidades de plástico en el océano. La mayoría ha sido testigo de este fenómeno y, sin embargo, los conjuntos de datos disponibles generalmente no se remontan lo suficientemente atrás como para reflejar la evolución.
Todo eso ha cambiado con un nuevo estudio, publicado el 16 de abril en la revista Nature Communications, que analiza 60 años de plástico recogido por un dispositivo de muestreo de plancton. La investigación confirma, por primera vez, un aumento significativo del plástico en mar abierto.
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“Aunque es exactamente lo que esperábamos, realmente nos ha impactado, se ha convertido en algo real”, dijo en una entrevista Clare Ostle, biogeoquímica marina de la Asociación de Biología Marina de Plymouth, Inglaterra.
Desde los grandes giros oceánicos que acumulan enormes “islas de basura” marinas hasta la ubicuidad de los microplásticos —diminutos fragmentos que se quedan cuando nuestros desechos se astillan a la luz del sol o en agua salada— en las últimas décadas se ha investigado “mucho sobre desechos marinos”, afirmó a Mongabay Lars Gutow, ecologista marino del Instituto Alfred Wegener, Centro Helmholtz de Investigación Polar y Marina, en Bremerhaven (Alemania).

“Observamos cómo la cantidad de plásticos que se producen cada año está aumentando exponencialmente, pero no tenemos datos que muestren esta acumulación real de residuos marinos en el medio ambiente”, dijo Gutow, quien estudia los desechos marinos, pero no ha participado en el estudio actual.
Es difícil retroceder en el tiempo hasta antes de que la gran cantidad de basura flotante se considerase un problema, y rastrear la acumulación de basura en el océano. Difícil, pero no imposible, al menos en cierto sentido, según descubrió Ostle. La Asociación de Biología Marina tiene una flota de 53 registradores continuos de plancton, o CPR, que son remolcados por barcos comerciales para recoger muestras de plancton, principalmente en el Océano Atlántico Norte. En estos 60 años de estudio, esos barcos han recorrido alrededor de 12 millones de kilómetros (5 millones de millas náuticas).
El zoólogo británico Alister Hardy inventó los CPR para controlar sistemáticamente el plancton. Desde el primer remolque en 1931, su diseño, que empleaba una banda móvil de seda para atrapar el plancton a grandes distancias, ha cambiado poco y ha demostrado ser un caballo de batalla, recogiendo muestras de manera fiable, ya que se remolca a velocidades de hasta 25 nudos (29 millas por hora), y a veces en mares agitados.
Hace unos años, el equipo a cargo de mantener los CPR en funcionamiento comenzó a evidenciar que una mayor cantidad de basura estaba atascando las bandas de seda.

“Ahí es donde realmente pensé: ‘bueno, miremos retrospectivamente en los registros históricos y veamos cómo han sido rastreados a través del tiempo’”, dijo Ostle.
Encontró lo que buscaba en una entrada de 1957: el primer enredo registrado del CPR con una longitud de hilo utilizado por los pesqueros de arrastre. El periodo de tiempo tenía sentido porque fue en ese momento cuando los pescadores comenzaron a cambiar a redes y líneas sintéticas como alternativas más baratas y eficientes a los materiales naturales que habían estado utilizando durante siglos.
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Posteriormente, en 1965, el CPR atrapó una segunda pieza de plástico, una bolsa en la costa de Irlanda. A partir de ese momento, los cuadernos de bitácora de la investigación en curso sobre el plancton catalogan primero casos aislados y luego una avalancha de enredos con el CPR.
Ostle y sus coautores señalan que el CPR se desplaza por el agua de manera similar a como se mueven los animales marinos, enfrentándose a amenazas similares de enredos. De hecho, dijo, las aves marinas y las tortugas comienzan a aparecer en la bibliografía científica en la década de 1960. En su análisis de los enredos registrados, encontraron que gran parte de ese plástico provenía de equipo de pesca viejo o desechado, especialmente después del año 2000. Las bolsas de plástico, por otro lado, han aparecido con menos frecuencia desde el cambio de siglo.

Los autores afirman que la mezcla de los distintos tipos de plástico podría deberse a que los aparejos de pesca están diseñados para enganchar cosas que se mueven a través del agua, por lo que es más propenso a quedar atrapado en el CPR. También podría ser que aparezcan menos bolsas de un solo uso porque las leyes y las normas sociales que desalientan su uso podrían estar teniendo un impacto, señaló Ostle.
“Los humanos están empezando a darse cuenta y a concientizarse sobre el uso de los plásticos”, dijo.
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Se apresuró a advertir que estos datos de los encuentros fortuitos no son cuantitativos, lo que significa que no pueden evaluar con precisión la cantidad de plástico que flota en el océano. En cambio, lo describe como “semicuantitativo”, ya que representa una muestra de un tipo de basura que es posible que se acumule en el CPR en un área relativamente pequeña del Océano Atlántico.
“Están informando de alguna manera sobre accidentes”, afirmó Gutow. Aun así, dijo de la investigación que “es magnífica. Hace falta que haya más”.

También comentó que es un “claro ejemplo” del aumento de la basura plástica que contamina el océano con el paso del tiempo. “Lo encuentro concluyente”, dijo Gutow. “Me lo esperaba. Creo que todo el mundo lo esperaba, pero no habíamos podido mostrarlo antes”.
Tanto él como Ostle señalan la importancia de deshacerse de las “redes fantasma” y otros aparejos de pesca que resultan mortíferos para las ballenas, las tortugas y otras especies marinas. Gutow dijo que cree que el tema del plástico en el océano está relacionado con otras formas en que los seres humanos influimos en el océano.
“Está estrechamente relacionado con otros factores estresantes antropogénicos”, dijo. “Creo que es importante ver esto, tener un enfoque integral sobre el efecto de los humanos en los ecosistemas marinos”. Sin ese enfoque, agregó, es poco probable que seamos capaces de resolver los problemas que los asolan.
Imagen de una ballena jorobada enredada en un aparejo de pesca por E. Lyman/HWS y NOAA (permiso MMHSRP # 932-1905) (Dominio Público).
John Cannon es redactor de Mongabay residente en Medio Oriente. Encuéntralo en Twitter: @johnccannon
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Referencias
Ostle, C., Thompson, R. C., Broughton, D., Gregory, L., Wootton, M., & Johns, D. G. (2019). The rise in ocean plastics evidenced from a 60-year time series. Nature Communications, 10(1), 1622. doi:10.1038/s41467-019-09506-1
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