- Para resolver el doble desafío de la malnutrición y la pérdida de la biodiversidad en Madagascar, nuevos esfuerzos fomentan el consumo de insectos comestibles como manera de aliviar la presión sobre la vida salvaje cuando los alimentos escasean.
- Los insectos son ampliamente consumidos en Madagascar. También son increíblemente nutritivos y respetuosas con el ambiente. Un programa está evaluando la cría de sakondry, un pequeño insecto saltador que tiene un sabor muy parecido al tocino.
PENÍNSULA DE MASOALA, Madagascar — Es un hermoso paseo desde la aldea de Ambodifohara al campo de BeNoel Razafindrapaoly. Ubicado a los pies de las montañas del Parque Nacional Masoala en el noreste de Madagascar, el bosque tropical cae hacia el mar, una franja de parcelas de pequeños propietarios rodea la única barrera entre estos dos elementos. Todo parece crecer aquí: árboles frutales (mango, papaya, guava), cultivos comerciales (clavo de olor, café, vainilla), cultivos básicos (arroz, boniato, batata). Todo es verde luminiscente, cortesía de la abundante lluvia y la incluso más abundante luz solar.
Aquí, Razafindrapaoly ha plantado tsidimy, una planta nativa de frijoles, para atraer a un pequeño insecto saltador llamado sakondry. Se conoce muy poco sobre este insecto, excepto que es comestible y, lo más importante, delicioso.

Eso fue suficiente para llamar la atención de Cortni Borgerson, una antropóloga de la Universidad Estatal de Montclair en Nueva Jersey, quien ha estado estudiando las interacciones entre los ecosistemas y la salud humana en Madagascar durante 15 años. Su trabajo ha incluido el interrogante de por qué la gente caza especies en peligro de extinción, lo cual los conservacionistas han luchado por remediar. Ahora lidera un programa de tres años llamado Sakondry para observar si criar el insecto, y por lo tanto aumentar su consumo, podría solucionar el doble desafío de la malnutrición y la pérdida de la biodiversidad.
A pesar de la apariencia de abundancia y los imponentes paisajes prístinos, Madagascar enfrenta graves problemas humanos y ambientales. Tres cuartos de la población vive con menos de $1,90 por día y casi la mitad de los niños menores de cinco años sufren de retraso del crecimiento debido a la malnutrición, una de las tasas más altas del mundo. En tiempos de desesperación, “la gente usa lo que tiene, que es el bosque”, afirmó Borgerson. Sus estudios muestran que en algunas aldeas, el 75 por ciento de los alimentos de origen animal vienen de los animales del bosque incluidos los lémures. El 94 por ciento de las especies de lémures están en peligro de extinción y hace que esto sea insostenible.
Borgerson también descubrió que la malnutrición infantil era más alta en hogares cuyos miembros cazan lémures, un fuerte indicador de que la carne de animales salvajes es el último recurso para las familias que tienen muy poco para comer. Otro estudio de Christopher Golden, profesor asistente de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, muestra que eliminar el acceso a la vida salvaje provocaría un 29 por ciento de aumento en la cantidad de niños que sufren de anemia y se triplicarían los casos de anemia en los niños de los hogares más pobres.

“Puedes ver que hay una correlación clara entre la malnutrición, la inseguridad alimentaria y la caza de lémures”, explicó Borgerson. “Pero eso también hace que el problema sea fácil de solucionar: solo necesitamos resolver lo que pones encima del arroz. Si podemos resolver esto, la gente hará cambios”, indicó.
Las personas locales también están tomando conciencia del valor de la protección de la vida salvaje para el turismo: “Es importante conservar a los lémures para los turistas”, afirmó Lorien, una residente de Ambodifohara. La aldea es la puerta de entrada al Parque Nacional Masoala. Por lo tanto la mayoría de los aproximadamente 3000 turistas que van a Masoala cada año pasan por la aldea. Hay un puñado de alojamientos en las cercanías y la aldea se ha beneficiado de las oportunidades laborales, el apoyo financiero para la escuela e incluso la instalación de una microturbina hidráulica, que ofrece electricidad gratuita.
Los insectos son ampliamente consumidos en Madagascar, las langostas y los escarabajos son los más populares. En Masoala, Borgerson descubrió que en el 60 por ciento de los hogares se han consumido insectos en el último año y el sakondry es el favorito. Los insectos también son increíblemente nutritivos, contienen niveles altos de proteínas, minerales y vitaminas (ver gráfico).
Por lo tanto, el proyecto de Borgerson, financiado por la iniciativa Salvemos Nuestras Especies de la UICN, cultivará tsidimy, la planta huésped del sakondry, perfeccionará las técnicas de cría y controlará los indicadores de nutrición, así como la caza de vida salvaje en tres lugares de pruebas en la península de Masoala. El objetivo planteado es mejorar la nutrición rural y la seguridad alimentaria en maneras que reduzcan la caza del lémur en al menos un 50 por ciento. El proyecto comenzó en diciembre y los habitantes de los sitios de pruebas plantaron más de 4200 ejemplares de tsidimy. Las estimaciones tempranas indican que más de 52 000 sakondry se han alojado entre sus hojas.
Borgerson indicó que las prioridades durante los próximos meses son entender las limitaciones del actual sistema de cría tradicional y estudiar el insecto. “Es increíble lo mucho que no sabemos”, indicó. “Hemos determinado el género, un saltahojas de la familia Fulgoridae, pero no podemos diferenciar machos de hembras; no sabemos cuándo ponen huevos las hembras. Queremos observar su ciclo de vida, sus parásitos, enfermedades, etc.”.
Ni siquiera saben qué come: aunque el sakondry vive en la planta nativa de frijoles, no se alimenta de ella. Toda esta información ayudará a Borgerson y su equipo a crear y evaluar técnicas de cría mejoradas.