“Lo que estamos pidiendo es un acuerdo que sea jurídicamente vinculante, que sea justo y verdaderamente transformativo”, dijo el Cardenal Oswald Gracias, presidente de la Federación de Conferencias de Obispos en Asia, y Arzobispo de Bombay, India. “Si no somos cuidadosos y prudentes, seguiremos al borde del desastre”.
“Yo sé que esta es una decisión política”, añadió Gracias durante una conferencia de prensa en el Vaticano. “Los políticos piensan estratégicamente, en términos breves; ‘¿Por cuántos años seguiré en el poder?’ Nuestra preocupación es hacia las generaciones que faltan por venir en los próximos cientos de años; esa es la labor de la iglesia”.
Desde el 30 de noviembre al 11 de diciembre en 2015, París será la anfitriona de COP21, la conferencia climática durante la cual líderes de 196 naciones intentarán una vez más llegar a un acuerdo global para reducir drásticamente la quema de combustibles fósiles — una reunión que muchos consideran el último chance para evitar un desastre a lo largo del planeta.
Esas emisiones de carbono causadas por la generación de energía son responsables por gran parte del calentamiento global de 1 grado Celsius (1,8 grados Fahrenheit) desde el comienzo de la era industrial durante el siglo XIX. Si no se toman medidas drásticas este siglo, se espera un incremento de 3 grados C más (5,4 grados F), lo que sería catastrófico para la vida en la Tierra.
La conferencia de prensa fue un evento histórico. Representó la primera vez que cardenales y obispos de cada continente escribieron y firmaron un estatuto de diez puntos sobre algo que no fuera un tema religioso. Cada uno de los cinco presentadores hizo referencia a la encíclica del Papa sobre el medio ambiente — Laudato Si, Sobre el Cuidado de la Casa Común — como una inspiración para su llamado a la acción que no tiene precedentes en la iglesia.
“En Oceanía, nuestra supervivencia y nuestra existencia se encuentran en juego”, dijo Monseñor John Ribat, presidente de la Federación de Conferencias de Obispos en Oceanía y Arzobispo de Port Moresby, Papúa Nueva Guinea. Muchas islas y atolones del Pacífico desaparecerán si los glaciares del mundo y la hoja de hielo de Greenland siguen derritiéndose. “Dios nos dió la misma dignidad que los otros países y continentes del planeta. Pero pertenecemos a aquellos grupos más afectados por el cambio climático y el aumento del nivel del mar”.
Ribat explicó que las inundaciones y sequías en algunos países-islas ya estan reduciendo sus habilidades de cultivo y están obligando a comunidades locales a huír. Esto ha provocado una crisis migratoria sobre la cual pocos saben — más grave aún que la que está ocurriendo en Europa. Sin embargo, explicó, muchas personas son reacias a abandonar sus hogares por temor de lo que les puede esperar como eco-refugiados — entre ellos, la discriminación, xenofobia, y el aislamiento cultural.
“Esta es una llamada urgente”, les dijo Ribat a quienes tomarán parte en las negociaciones en París: “Garanticenos el futuro de Oceanía. Cambiemos la sociedad a un estilo de vida de bajo carbono”.
De muchas formas, los argumentos de los obispos hicieron eco al pedido apasionado del Papa Francisco, quien escribió en su encíclica, “debemos integrar preguntas sobre la justicia en los debates sobre el medio ambiente, para poder escuchar el sufrimiento del planeta Tierra y de los pobres”.
El profesor Jean-Pascal van Ypersele de Strihou, de la Universidad Católica de Louvain en Bélgica y un ex-participante de las cumbres climáticas de la Naciones Unidas, fue el único líder no-religioso en la conferencia de prensa. De Strihou enfatizó que una tonelada de carbón en Roma o Nueva York o un pueblo africano tienen el mismo impacto en el calentamiento global de todo el mundo.
“No importa de donde venga”, dijo. “Cada tonelada espesa la superficie aislante alrededor del planeta y calienta la tierra”.
Luego mencionó cuales son los impactos actuales del aumento de sólo 1 grado C (1,8 grado F): niveles crecientes de mar, sequías más largas y más severas, huracanes y ciclones más intensos, y creciente seguridad alimentaria.
“Los cambios en el clima ya están afectando a las personas en todos los continentes y a lo largo de nuestros océanos”, dijo de Strihou. “Sin embargo, la gente pobre es más vulnerable y menos responsable por las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto es lo que yo llamo la doble injusticia del cambio climático”.
Evan Berry, profesor asociado de filosofía y religión en American University en Washington, D.C., cree que este es un buen momento para que los líderes religiosos se enfoquen en la complejidad de las políticas del cambio climático.
“En la conversación global, la comunidad de organizaciones que presionan para que se den acciones políticas se están agotando de hacerlo”, dijo Berry, el autor de Dedicados a la Naturaleza: las Raíces Religiosas del Ambientalismo Norteamericano. “En los últimos dos o tres años, fue obvio que un mayor número de coaliciones eran necesarias para hacerle presión a los gobiernos. En muchas partes del mundo, los líderes religiosos han estado participando en estos espacios”.
Sin embargo, Berry estableció una diferencia entre lo que pueden hacer los gobiernos — medidas reglamentarias, si así lo desean — versus el trabajo a largo plazo de la iglesia católica, de parroquia a parroquia.
“Necesitamos cambios culturales a nivel comunitario, y eso es algo que no sucederá antes de diciembre”, dijo. “Eso va a tomar décadas. La iglesia tiene que desempeñar un papel, pero es un papel muy diferente”.
Los líderes de la iglesia en el Vaticano mostraron su intención de jugar ese papel, luchando vigorosamente y abiertamente por una acción frente al cambio climático. En su apelación de diez puntos, le exigieron a los negociadores y líderes en COP21 que:
- Mantengan en mente no sólo las dimensiones técnicas, sino también las éticas y morales del cambio climático.
- Adopten un acuerdo justo, transformativo y jurídicamente vinculante que reconozca la necesidad de vivir en armonía con la naturaleza, y que garantice el respeto a los derechos humanos.
- Desarrollen nuevos modelos de desarrollo y de estilos de vida que sean compatibles con el medio ambiente, para ayudar a las personas a superar altos niveles de pobreza.
Cuando alguien le preguntó si el acuerdo global que aún es elusivo pueda ser finalizado en París, de Strihou dijo: “Me siento optimista de que se llegará a un acuerdo. Pero soy menos optimista de que el acuerdo sea lo suficiente. Sin embargo, es mejor tener un acuerdo que se pueda mejorar, a no tener un acuerdo para nada”.
Justin Catanoso es director del programa de periodismo en Wake Forest University en Winston-Salem, Carolina del Norte. El será el corresponsal de mongabay.com en COP21 en París en diciembre.