- Una acción otorgada por la Corte Constitucional de Ecuador a favor de la empresa estatal de petróleos anuló el juicio por reparación, que había sido ganado por la población afectada en 2013.
- Distintos informes dan cuenta de la contaminación del ambiente en la parroquia Pacayacu, provincia de Sucumbío, ubicada dentro del área Libertador y el bloque petrolero 57.
- Petroamazonas ejecuta a través de su filial Amazonía Viva un programa de remediación de pasivos ambientales en Pacayacu, donde ha contratado a 242 habitantes de la zona.
- Dirigentes que representan a la población afectada e investigadores de la ONG Acción Ecológica consideran que la remediación estatal en Pacayacu es superficial y busca limpiar la imagen del Estado tras la campaña “La Mano Sucia de Petroamazonas”.
Para Gladys Hurtado cada día es una encrucijada. Un dilema permanente sobre cómo abastecer su hogar de líquido vital. Su comunidad San Juan del Pozo de la parroquia Pacayacu, provincia de Sucumbío, no tiene ningún sistema de agua y cavar un pozo subterráneo –como han hecho algunos de sus vecinos– no es una opción para ella. Lo intentó en dos ocasiones, varios años atrás, pero el resultado fue el mismo: un líquido aceitoso, maloliente e inservible para el consumo humano. Asegura que estaba contaminado con los desechos petroleros que desde hace más de dos décadas reposan en fosas ubicadas en su propiedad. Con tan escasas opciones, a Hurtado y a su familia no les quedó otra salida que tomar el agua de un arroyo ubicado a pocos metros de su vivienda, que venía medianamente limpia y usaban para ingerir (una vez hervida), asearse y lavar la ropa. Pero, desde hace un año, esa única fuente de agua llega turbia y contaminada. El motivo, según sostiene la mujer de 51 años, es que los residuos provenientes de la remoción de pasivos petroleros que realiza el Estado en esa zona se filtran y llegan al riachuelo. “Cuántas veces no les hemos parado el trabajo”, comenta Hurtado. Añade que está desesperada y que su clamor, como el de otros afectados, es por una solución inmediata. “Que al menos haya un tanquero (camión con agua) que venga una vez por semana”, atina a decir. Ha intentado abastecerse con agua de lluvia pero esta llega cargada de una especie de ceniza, “que se asienta como tierra y huele a petróleo”.