• La belleza y biodiversidad del Parque Nacional del Manu es apreciada por el mundo entero. Sin embargo, distintas situaciones han hecho que las poblaciones que viven en él, tengan una lucha constante e injusta para sobrevivir.

Reportaje fotográfico / Thomas J. Müller.

Texto: Jack Lo Lau.

 

Cuando escuchamos hablar del Parque Nacional del Manu, nos imaginamos el mundo ideal. Árboles inmensos con cientos de años, ríos sin contaminación y animales libres, como monos brincando sobre los árboles o decenas de caimanes descansando a un lado de los ríos. Una fantasía que en la vida real se cumple a medias en esta área natural protegida creada en 1973 y administrada por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas del Perú (Sernanp). Es una de las principales joyas de toda la Amazonía y las cifras que se manejan son sorprendentes. Desde su creación se han registrado 160 especies de mamíferos, 1000 de aves, más de 140 de anfibios, 50 especies de serpientes, 40 de lagartijas, 6 de tortugas, 3 de caimanes, 210 de peces y más de 30 millones de especies de insectos. Ha sido reconocido por la UNESCO como Reserva de Biósfera y Patrimonio Natural de la Humanidad. “El parque es una de las áreas más grandes en el Perú y tiene más del 99 % de su superficie en buen estado. Hemos reducido a cero todas las amenazas que teníamos, como la tala ilegal y la minería”, declaró para Mongabay Latam, Jhon Florez, jefe del Parque Nacional del Manu, rincón del Perú que protege más de un millón setecientas mil hectáreas que van desde los 300 hasta los 3800 metros sobre el nivel del mar. Sin embargo, no ocurre lo mismo cuando se habla de la gente que vive dentro.

“En el Manu no tenemos mucha intervención. Pero somos conscientes de que podríamos apoyar un poco más, junto con Sernanp que es el que administra el parque, para la atención de esta población. No podemos separar a la gente de la conservación, ya que esta debe ser de provecho para ellos”, dijo Lorena Prieto, Directora de la Dirección de los Pueblos en Situación de Aislamiento y Contacto Inicial del Ministerio de Cultura.

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En el interior del Manu viven dos comunidades machiguengas: Tayakome y Yomibato, llamadas en contacto inicial o aislamiento por el Ministerio de Cultura del Perú. “El drama es que esta área natural protegida se creó sin consulta alguna a los pueblos machiguengas que viven allí desde hace miles de años, y hasta ahora no existe ningún plan para buscarles una mejor calidad de vida siempre respetando su cultura y costumbres”, contó para Mongabay Latam, Julio Cusurichi, Premio Goldman 2007 y Presidente de la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad), ente encargado de velar por los pueblos nativos en Madre de Dios.

“Necesitamos ayuda, somos peruanos también. No podemos hacer mucho. Solo cazar y pescar. Cada vez hay menos comida, porque cada vez hay más gente y los animales se van. ¿Cómo podemos ganar dinero? No tenemos alternativas para tener plata”, dijo Martín Mambiro, Presidente de Cacaotal, anexo de Yomibato.

Si llegar es complicado, la vida lo es aún más en uno de los rincones más biodiversos del planeta. No tienen mayores ingresos económicos. No pueden cazar para vender o trabajar la madera que está tirada a los lados de los ríos. No tienen la posibilidad de acceder a una educación de calidad. Como comprenderán, son pocos los profesores que se quieren quedar desconectados en un lugar donde solo llega el teléfono satelital. En temas de salud, el 70 % de los niños menores de 5 años tienen desnutrición. Y tres de cada diez personas, tienen anemia. Unos estudios de Carnegie Amazon Mercury Project (Proyecto CAMEP) y el Centro de Innovación Científica Amazónica (CINCIA), mostraron que las 65 personas que viven en Maizal, anexo de Tayakome, tienen mercurio en el cuerpo. La principal hipótesis es que este mineral llega en los peces que viajan desde las zonas críticas de minería ilegal de Madre de Dios hasta el Manu, donde son cazados por estas comunidades machiguengas.

Ingresar al Parque Nacional del Manu es un privilegio. Un honor conocer la milenaria y rica cultura machiguenga, y estar en contacto con una naturaleza tan prístina. Un lugar biodiverso que se contrapone con una difícil realidad donde los resfriados y la deshidratación a causa de las diarreas pueden ser mortales.