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La aventura extrema de los “chipi chipis” en la Amazonía de Bolivia

por Yvette Sierra Praeli en 21 agosto 2018 |
  • Esta especie de bagre recorre 370 kilómetros del río Beni, desde la llanura hasta la cabecera de la cuenca.
  • Los “chipi chipis” no se alimentan mientras viajan, pero acumulan gran cantidad de grasa antes de iniciar su aventura.

“Los más pequeños”, eso significa “chipi chipi”, el nombre que dieron las comunidades del pueblo indígena Tacana a un pequeño bagre que migra alrededor de 370 kilómetros a lo largo del río Beni.

Es una especie conocida desde siempre por las comunidades indígenas pero que recién desde el año 2011 ha sido estudiada de manera científica. Fue ese año cuando un equipo liderado por Guido Miranda, investigador de Wildlife Conservation Society (WCS) de Bolivia, observó, por primera vez, cardúmenes de cientos de miles de estos peces migrando río arriba en el Beni, en la Amazonía de Bolivia.

 

 

“Este caso de estudio que hemos podido documentar ha sido muy gratificante”, dice Miranda sobre la investigación científica del “chipi chipi” (Trichomycterus barbouri), publicada en la revista Environmental Fish Biology, bajo el título Primeras observaciones sobre la migración ascendente masiva anual del bagre juvenil Trichomycterus en un río amazónico.

La investigación documenta la aventura migratoria de estos pequeños bagres al nadar contra corriente por el río Beni, aferrándose a las rocas para no ser arrastrados por el río. “Recién en el 2011, después de una gran inundación, encontramos un cardumen migrando. Era impresionante, estaba fuera de cualquier teoría ecológica”.

Los chipi chipis se aferran a las rocas para continuar su viaje contra la corriente. Foto: Guido Miranda / WCS
Los chipi chipis se aferran a las rocas para continuar su viaje contra la corriente. Foto: Guido Miranda / WCS
“Chipi chipis” significa los más pequeños, un nombre que le ha dado el pueblo Tacano. Foto: Mileniusz Spanowicz / WCS.
“Chipi chipis” significa los más pequeños, un nombre que le ha dado el pueblo Tacana. Foto: Mileniusz Spanowicz / WCS.

Así, decidieron descubrir cómo era este proceso migratorio de estos pequeños peces que no medían más de cuatro centímetros y que apenas pesaban 0.3 gramos. La sorpresa fue mayor al descubrir que no se trataba de alevinos de bagres grandes como creían las comunidades, sino de una especie completamente diferente cuyo máximo tamaño no excede los 12 centímetros. “En esa ocasión logramos recolectar unos cuantos individuos para ver qué eran y decidimos hacer un seguimiento para saber de dónde vienen y hasta dónde van”.

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Persiguiendo al “chipi chipi”

 

Tras esta experiencia, se estableció una red de observación en el río Beni integrada por comuneros tacanas y por personas de la ciudad de Rurrenabaque. El objetivo era que informaran a los científicos cuando aparecían los cardúmenes de estos peces y los observaran durante su migración.

Los dos años siguientes, 2012 y 2013, el fenómeno no se repitió en igual magnitud, hasta el 2014, que nuevamente se presentó una gran inundación y apareció el gigantesco cardumen de “chipi chipis”. “Nos llamaban de todos lados, desde las comunidades y desde Rurrenabaque. Viajamos de inmediato. Esta vez, no solo vimos a los peces, sino a las comunidades pescando a los chipi chipis”, cuenta el científico.

Las comunidades tacanas pescan a los chipi chipis mientras los pequeños peces viajan por el río Benni. Foto: Guido Miranda / WCS.
Las comunidades tacanas pescan a los chipi chipis mientras los pequeños peces viajan por el río Benni. Foto: Guido Miranda / WCS.

En esta segunda oportunidad se hizo un seguimiento a los peces. Primero, surcaron el río con dirección a las llanuras. Detectaron varios cardúmenes hasta que llegaron a un lugar donde se forman varios lagos por las inundaciones. Más allá de esta zona ya no encontraron a los “chipi chipis” y las comunidades ya no los conocían. Dedujeron, entonces, que luego de las inundaciones, los pequeños bagres salían de los lagos y empezaban su camino de ascenso hasta la localidad conocida como Palos Blancos, en la provincia de Sud Yungas, en el departamento de La Paz. Más allá de esta zona, tampoco conocen a los “chipi chipis”.

De esta forma, los científicos establecieron la longitud del recorrido de este pequeño bagre. De acuerdo a la publicación científica, los “chipi chipis” viajan aproximadamente 370 kilómetros durante aproximadamente 32 días, entre febrero y marzo, con una velocidad promedio de 12 kilómetros por día.

 

Miranda y su equipo también observaron cómo estos pececitos de apenas 33 milímetros atravesaban los estrechos del Suse y el Bala, a la altura de Rurrenabaque. Para hacerlo se valían de unos dientes especiales que se encuentran en los bordes de las branquias para no ser arrastrados por la corriente. En un video grabado por el equipo de investigación se observa a estos diminutos bagres nadando a contracorriente y aferrándose a las rocas mientras el río los golpea.

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Radiografía de un pez pequeño pero de gustos extremos

 

Todos los peces capturados para el análisis eran juveniles, con un peso promedio de 0.38 gramos y habían nacido ese mismo año, explica Miranda. “Considerando la longitud del cuerpo, el peso corporal y la distancia recorrida, se trata de uno de los mayores esfuerzos de migración de cualquier pez de agua dulce”, se indica en el artículo de la investigación.

Miranda explica que el “chipi chipi” pertenece a un género de especies extremas. “Algunos viven en aguas termales, a 38 grados centígrados; otros en cavernas. Efectivamente, el único pez cavernícola registrado en Bolivia forma parte del género Trichomycterus y habita a casi cuatro kilómetros de profundidad. También están los que tienen el récord de mayor altura, por encima de los cuatro mil metros de altura. Es un grupo extremo. Son peces a los que les encanta los retos”.

Los chipi chipis miden entre tres y cuatro centímetros y pesan aproximadamente 38 gramos. Foto: Mileniusz Spanowicz / WCS.
Los chipi chipis miden entre tres y cuatro centímetros y pesan aproximadamente 0.38 gramos. Foto: Mileniusz Spanowicz / WCS.

Todavía quedan muchas preguntas por resolver, dice Miranda, por ejemplo, no se sabe aún lo que sucede cuando llegan a la cabecera de la cuenca del Beni. Sobre su reproducción, se cree que el desove se produce aguas arriba, durante la época de lluvia y que los huevos son arrastrados por la corriente hasta la planicie de inundación. “Cuando las aguas comienzan a bajar estos peces salen de los cuerpos de agua antes de quedar desconectados del cauce principal del río, en ese momento los juveniles inician su migración río arriba. Todo este esfuerzo es desarrollado como una estrategia para evitar su depredación”, se lee en el documento.

“A la llanura llegan las pequeñas larvas y encuentran en las inundaciones un hábitat propicio para su alimentación. Cuando alcanzan los tres centímetros, inician su navegación contra la corriente. Considerando este camino de retorno, los “chipi chipi” migran una distancia de casi 800 kilómetros”, explica Miranda.

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Una relación especial con el pueblo tacana

 

Los “chipi chipis” son muy demandados por las comunidades tacanas, quienes los pescan mientras están en su ruta de migración. Eddy Ocampo, quien vive en Rurrenabaque y ha participado en el equipo de monitoreo en el río Beni, cuenta que es común comer estos peces durante la temporada de migración.

Grandes cardúmenes de chipi chipis se desplazan desde las llanuras hasta la cabecera de cuenca del río Beni. Foto: Guido Miranda / WCS.
Grandes cardúmenes de chipi chipis se desplazan desde las llanuras hasta la cabecera de cuenca del río Beni. Foto: Guido Miranda / WCS.

“Los conozco desde que era pequeño y cada año, entre enero y marzo, vemos los cardúmenes muy grandes. La última vez que estuvo aquí el profesor Guido, eran demasiados”, comenta.

Explica también que son las comunidades nativas quienes los pescan. Para ello, utilizan una especie de mallas con una red de espacios muy finos. Entran al río mientras los pequeños bagres están nadando contra la corriente y los atrapan en estas grandes telas, como se ve en el video de WCS. “Aquí en Rurrenabaque también, algunas veces, entramos a pescarlos, es muy fácil con esa tela. Aunque a veces nos da miedo porque en medio del cardumen se esconden los “chupa chupa”, unos peces que se pegan a la piel y absorben la sangre”, cuenta Ocampo, quien ha sido el conductor de la embarcación que ha navegado el Beni durante la investigación.

Boletín de noticias y alertas

El “chipi chipi” es parte de la alimentación de las comunidades a orillas del río Beni, que los consume fritos. También son comercializados durante la temporada de pesca en el mercado regional de Rurrenabaque, aportando así a la economía y a la seguridad alimentaria local. Estos peces no se alimentan mientras viajan, pero acumulan gran cantidad de grasa antes de partir de las llanuras, por eso, cuando los preparan, no se requiere aceite para su cocción. “Inician el viaje gorditos y cuando llegan río arriba son muy delgados. Es un desgaste terrible de energía.” comenta Miranda.

“Que estos peces hayan sido nombrados por los tacanas significa que son importantes para ellos, pues los peces pequeñitos no tienen un nombre individual en su cultura. Sin embargo, que tengan una denominación tacana demuestra que es un alimento ancestral y que forma parte de su cultura”, concluye el científico.

Foto portada: Mileniusz Spanowicz / WCS.

Artículo publicado por Yvette
Amazonia, Biodiversidad, Investigación científica, Medio ambiente, Ríos

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