- A menudo, las especies amenazadas de extinción no llaman la atención del público hasta que ya no existen. En este artículo de opinión, el zoólogo Sam Turvey argumenta que es necesario prestar más atención a estos casos críticos.
A todo el mundo le encantan las historias de la vida silvestre. Ver la última serie destacada sobre historia natural con narración parsimoniosa sobre la grandeza de la naturaleza —o leer en línea lo más novedoso en ciencia sobre la evolución o el comportamiento peculiar de nuestros animales salvajes favoritos— puede ofrecer un respiro de las novedades cada vez más sombrías sobre la política mundial o los temas sociales con los que nos bombardean.
Sin embargo, las historias ambientales de las últimas semanas no han sido nada alentadoras. Recientemente, la muerte de Sudán, el último macho de rinoceronte blanco del norte del mundo (Ceratotherium simum cottoni), fue ampliamente cubierta en los medios. La muerte de Sudán deja solo dos rinocerontes blancos del norte vivos. A pesar de que su esperma congelado ofrece alguna esperanza de que Sudán todavía pueda reproducirse post mortem, y otros rinocerontes blancos todavía sobreviven en el sur de África, su muerte lleva a esta subespecie única un paso más cerca de la extinción.
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Otra historia reciente es aún más grave: el destino de la vaquita (Phocoena sinus), una pequeña especie de marsopa única en el golfo de California en México. Se ha intentado prohibir la pesca con redes de enmalle, que enreda y ahoga a las vaquitas. Sin embargo, la demanda china de la vejiga natatoria de totoaba —que se vende a precios tan altos que se denomina “cocaína acuática”, a pesar de no tener beneficios médicos reconocidos— ha llevado a la pesca ilegal desenfrenada en el Golfo de California, que aún no ha sido eliminada.
Las consecuencias para la vaquita han resultado catastróficas. El otoño pasado, un gran esfuerzo de conservación que suscitó mucho interés, dirigido a capturar vaquitas para establecer una población reproductora, finalizó tras la muerte de uno de los animales. Las acciones de conservación intensivas como esta tienen riesgos inherentes, pero la alternativa es aún peor. Recientemente, se informó que podrían quedar solo 12 vaquitas. Después de ese anuncio se ha encontrado una vaquita muerta por redes de enmalle.
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Estas noticias describen tragedias deprimentes y desalentadoras. Aunque ninguno de los animales está extinto, ambos se encuentran peligrosamente cerca; parece que hace falta un milagro. Para mí, sin embargo, estas historias también conjuran una terrible sensación de déjà vu.
A principios de la década de 2000, me involucré con los esfuerzos para tratar de salvar al delfín del río Yangtze, o baiji (Lipotes vexillifer). Su población había disminuido de 400 en la década de 1980 a solo 13 a fines de la década de 1990; se pensaba que solo unos pocos sobrevivían. Luego, recién comenzada mi carrera de conservación, pensé que el peligroso estado del baiji aseguraría publicidad y atención, un foco internacional para generar respuestas efectivas e inmediatas para salvar a la especie.
En cambio, se dio una alarmante falta de interés de los medios. Nos dijeron que los documentales de naturaleza están destinados a entretener, no a informar, y los responsables evitan hablar de conservación como si fuera una enfermedad. Nuestro mayor éxito en la promoción de baiji se limitó a una reunión casual en un pub de Londres con el presentador de radio Chris Moyles, quien lo mencionó brevemente en su programa de desayuno a la mañana siguiente. Finalmente, logramos llevar a cabo un estudio de seis semanas en 2006. Descubrimos que el baiji, el único representante de toda una familia de mamíferos acababa de extinguirse.
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La respuesta internacional al declive del baiji tuvo muchas deficiencias, entre ellas la fijación de prioridades equivocadas, la autocomplacencia y la falta de responsabilidad institucional. Una de las lecciones más conmovedoras, sin embargo, fue que sí que conseguimos que los medios de comunicación del mundo se interesaran, pero el baiji solo fue noticia de primera plana una vez se hubo extinguido.
Vídeo del Museo de Historia Natural de Londres.
Los rinocerontes blancos del norte y las vaquitas tienen una ventaja: reciben atención de los medios antes de que desaparezcan gracias a grupos dedicados a la conservación (aunque todavía falta conocimiento de los medios, un informe reciente describe a la vaquita como “el pez más lindo del mundo”). Sin embargo, parecen haberse vuelto “interesantes” a última hora; las oportunidades de publicidad y apoyo parecen haberse perdido. La reciente serie de la BBC “Blue Planet II” provocó protestas sobre la contaminación del plástico marino. Imagina la creciente presión internacional para hacer cumplir las prohibiciones de pesca en el golfo de California si también se hubiera mencionado la situación de la vaquita.
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Soy totalmente consciente de la necesidad de un punto de vista especial, un “gancho” único, que puede faltar cuando se publicita “solo otra especie en peligro de extinción”. La fatiga de la conservación es comprensible y la comunidad conservacionista intenta equilibrar “malas noticias”, aparentemente constantes, con buenas historias sobre recuperaciones exitosas. Sin embargo, el incremento de las especies en declive es la cruda realidad abrumadora. Las poblaciones de animales en todo el mundo han caído en un 58 por ciento desde 1970. Estas tendencias continúan.
¿Recibirá el rinoceronte de Sumatra (Dicerorhinus sumatrensis) —una especie de la que quedan menos de 100 individuos— sus 15 minutos de fama cuando ya sea demasiado tarde? ¿Qué hay del gibón de Hainan (Nomascus hainanus), el saola (Pseudoryx nghetinhensis) o el fantásticamente llamado eslizón del terror de Nueva Caledonia (Phoboscincus bocourti)? Estas especies juntas podrían sumar menos de 100 supervivientes en total; ¿Por qué no son tan conocidos como los pandas o los tigres? Elegir mostrar solo parcelas seleccionadas de hábitat intacto en documentales lustrosos sobre naturaleza y hacer ver que son la norma en lugar de la excepción es falso y engañoso. ¿Cómo juzgarán las generaciones futuras a las instituciones mediáticas de hoy en día y su responsabilidad social cuando se trata de informes ambientales? Eso sí que es una buena historia.
Imagen de cabecera: vaquitas en el Golfo de California por Paula Olson, NOAA, vía Wikimedia Commons (Dominio público).
Sam Turvey es profesor en el Instituto de Zoología, un departamento de la Sociedad Zoológica de Londres. Estuvo profundamente involucrado en los esfuerzos de conservación que rodean al delfín del río Yangtze. Es el autor de “Witness to Extinction: How We Failed to Save the Yangtze River Dolphin”. Oxford University Press, 2008.
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Referencias
Hildebrandt, T. B., Hermes, R., Colleoni, S., Diecke, S., Holtze, S., Renfree, M. B., … Galli, C. (2018). Embryos and embryonic stem cells from the white rhinoceros. Nature Communications, 9(1), 2589.
Turvey, S. T., Pitman, R. L., Taylor, B. L., Barlow, J., Akamatsu, T., Barrett, L. A., … & Wei, Z. (2007). First human-caused extinction of a cetacean species? Biology letters, 3(5), 537-540.