- Los Estados Unidos probaron su bomba termonuclear más grande en 1954 sobre el atolón de Bikini, en las islas Marshall. A más de 60 años de esa prueba atómica, un grupo de científicos inspeccionó los arrecifes de Rongelap y Ailinginae.
En la mañana del primero de marzo de 1954, los Estados Unidos probaron su bomba termonuclear más grande sobre el atolón de Bikini, en las islas Marshall. Con el nombre código “Castle Bravo”, la explosión fue 1000 veces más poderosa que las bombas de Hiroshima y Nagasaki, que habían terminado con la Segunda Guerra Mundial una década atrás.
La prueba Castle Bravo sorprendió a los ingenieros al producir el doble de potencia de la que se había previsto y una bola de fuego que destruyó tres de las islas vecinas y contaminó con lluvia radiactiva 18 000 kilómetros cuadrados de océano al este de Bikini. En el camino directo de la lluvia radiactiva de Castle Bravo se encontraba el atolón de Rongelap, donde hasta 2.5 centímetros de escombros radiactivos se depositaron sobre las pequeñas islas y los vastos arrecifes de coral. El trágico impacto de la ceniza radiactiva en el pueblo de Rongelap está bien documentado e incluye cientos de muertes por cáncer y envenenamiento por radiación y efectos duraderos en la salud que plagaron a muchas generaciones de sobrevivientes. Al cabo, la gente de Rongelap fue evacuada al atolón de Kwajalein, al sur, pero el daño a la comunidad y el ambiente circundante había sido devastador y no pudo ser borrado.
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Visitar el atolón de Rongelap no es cosa de hacer un viaje de un día. Son pocas las embarcaciones que llegan tan al norte de las islas Marshall; hacerlo requiere realizar tránsito en un mar abierto cargado de mareas potencialmente escabrosas. Nosotros entramos al país a través de la base de la Armada de los Estados Unidos que está en el atolón Kwajalein, y luego, para hacer el viaje al norte, abordamos un arrastrero modificado para operaciones de buceo remoto. Llegamos al borde exterior de Rongelap al tiempo que la salida del sol echaba luz en la vegetación verde iridiscente y en la arena blanca de las playas. No vimos botes ni tampoco una sola estela de avión durante todo el viaje de 10 días. La lejanía total de la región se había robado la atención de nuestro equipo de buceo.