- Desde 1987, Lúcio Flávio Pinto ha publicado su propio periódico bimensual unipersonal en el estado brasileño de Pará, el cual se llama Jornal Pessoal.
- Su cobertura independiente sobre el saqueo de la Amazonía, los negocios sospechosos realizados por familias prominentes y la corrupción del gobierno le han generado el elogio nacional e internacional durante años, así como muchos enemigos prominentes.
- Pinto ha continuado su trabajo a pesar de las numerosas amenazas de muerte, y decenas de demandas que le han dejado en circunstancias precarias.
El 22 de enero de 2005 un gran titular llenaba la primera plana del periódico Diário do Pará, el segundo mayor periódico del norteño estado brasileño de Pará. “El periodista Lúcio Flávio Pinto ha sido golpeado y amenazado por el director ejecutivo del periódico O liberal, Rolando Maiorana y por sus guardaespaldas”, resonó en el titular.
Cuatro días antes, Pinto, periodista independiente quien tenazmente escribe acerca del saqueo de la Amazonía, los negocios sospechosos de familias y funcionarios prominentes, y la corrupción del gobierno, había publicado una historia sobre las finanzas turbias dentro del grupo de medios de comunicación Organizações Rômulo Maiorana, quien era dueño de O Liberal.
Como era de esperar, O Liberal, la publicación más leída de la región, no publicó nada sobre la golpiza.
Pinto, que es dueño de un periódico pequeño alternativo en Belém, la capital del estado de Pará, en el corazón del bosque húmedo brasileño, se ha ganado muchos enemigos en su carrera. Ellos ya habían intentado de todo para callarlo. Lo demandaron, le enviaron amenazas de muerte, y ahora, finalmente, le dieron una golpiza. Solo la muerte podría silenciarlo de forma efectiva, pero para 2005 se había vuelto demasiado notorio para ser asesinado. Pinto era entonces considerado, y actualmente lo es también, como el periodista más importante del norte de Brasil.
Fue la primera vez que fue atacado físicamente, pero no la primera que su trabajo como periodista le trajo problemas con la poderosa familia Maiorana. Y no sería la última.
Entre 1992 y 2005 Pinto recibió 33 demandas. Quince de ellas fueron de los Maioranas, las otras de empresarios, jueces y políticos. Algunos alegaron daño moral, otros, pérdidas materiales, y una de ellas fue una demanda de crimen. Aun así, él continuó escribiendo sobre deforestación, traficantes de tierras, tráfico de drogas y corrupción. Pinto informó a Mongabay en una de las seis recientes conversaciones telefónicas que el plan era silenciarlo haciendo su vida difícil y forzándolo a gastar todo su tiempo defendiéndose.
Pero el tiro les salió por la culata. Ganó la mayor parte de las demandas, algunas veces escribiendo sus propias defensas, y su abogado simplemente firmaba el documento que él había redactado. Aunque la golpiza lo dejó con moretones en la cara, en la espalda, en el torso cerca del hígado y los riñones, finalmente sirvió como un punto de inflexión. El caso atrajo mucho la atención nacional e internacional y puso presión sobre sus acusadores. No ha recibido tantas demandas desde entonces.
“No pudieron probar que yo estaba equivocado. Ahora han cambiado su estrategia y están intentando ignorarme”, ha dicho Pinto.
No obstante, cuatro de las demandas están todavía pendientes del lentísimo paso del sistema judicial de Brasil –una de un juez y las otras tres de la familia Maiorana. Si Pinto perdiera todas estas demandas, tendría que pagar casi $350 000 en indemnizaciones –una suma que no posee.
“Puedo ser sorprendido por un fallo judicial en cualquier momento. Sería mortal para mi trabajo”, ha afirmado.
El periódico personal de Pinto
Desde 1987, Pinto ha publicado su propio periódico unipersonal cada dos meses, el cual se llama Jornal Pessoal, que se traduce como “Periódico Personal”. Es una pequeña pero valiente empresa que vende alrededor de 2000 copias, la cual molesta regularmente a la élite local de Belém. Él es una especie de I.F. Stone ecologista, el legendario periodista norteamericano.
“Yo nunca pensé que duraría tanto tiempo. Al principio planeé escribirlo por tres años, no más que eso. Ahora, luego de veintinueve años me ha arruinado, estoy en bancarrota, me ha mantenido lejos de mis proyectos a largo plazo, pero sigo escribiéndolo”, ha dicho Pinto. “La única forma de detenerme es matándome”.
Lo que le mantiene en curso es lo mismo que le hizo comenzar, ha dicho: publicar lo que nadie más quiere imprimir.
Cuando comenzó el Jornal Pessoal él ya era un periodista consumado. Había ganado un premio Esso en 1985, el equivalente brasileño al Pulitzer, y había recibido una mención honrosa poco tiempo antes. Había sido comentarista de TV y había trabajado para casi todas las publicaciones nacionales importantes de Brasil. Sin embargo, en esos roles descubrió que no podía ser completamente independiente, y eso era lo que necesitaba para estar en un lugar dominado por los grupos de medios de comunicación propiedad de las dos familias que tienen fuertes relaciones personales con los funcionarios del gobierno.
En 1987, Pinto investigó el asesinato del joven abogado Paulo Fontaneles en manos de dos hombres armados. Fontaneles fue un antiguo congresista del gobierno quien defendió a los posseiros (pequeños agricultores) de los grileiros (usurpadores de tierras). Luego de tres meses de investigaciones, Pinto intentó publicar en O Liberal, pero la historia generó sospechas de que algunas familias de la élite podrían estar involucradas en el asesinato, y el periódico rechazó publicar la historia.
Sin ningún lugar donde publicar su historia, Pinto decidió crear su propio medio. Paradójicamente, la primera edición del Jornal Pessoal fue realizada como un favor en la imprenta de la compañía de los Maioranas.
En ese tiempo, Pinto estaba en paz con la poderosa familia. Por más de 20 años, escribió para O Liberal y cultivó una fuerte relación con Rômulo Maiorana, el fundador del grupo de medios de comunicación de la familia, y padre de Ronaldo, con quien se enredaría posteriormente. Era una relación de ida y vuelta. El mayor de los Maiorana daba libertad periodística a Pinto a cambio de la credibilidad y la acreditación que su nombre daba a O Liberal. Todo cambiaría dos años después de la muerte del magnate de los medios regionales en 1989.
Maria do Socorro Furtado Veloso, profesora de la Universidade Federal do Rio Grande do Norte, quien escribió su tesis doctoral sobre el Jornal Pessoal, dijo a Mongabay: “Cuando comencé a trabajar para O Liberal, en 1989, Lúcio ya lo había dejado. Su nombre no era mencionado en la sala de redacción después que comenzaron las demandas, pero todos leían su periódico en secreto”.
La Amazonía: una Sicilia verde
Pinto a menudo cita a Euclides da Cunha, escritor brasileño de principios del siglo XX, que estaba abrumado por la magnificencia de la Amazonía. Él describía a la Amazonía como la página final no escrita del Génesis que Dios había dejado para que la escribieran los hombres.
Sin embargo, lo que los hombres crearon es un lugar que Pinto una vez llamó “la Sicilia Verde”, donde los periodistas independientes no pueden trabajar sin ser hostigados. A Pinto le gusta decir que él no provoca los problemas; él sólo reporta los hechos sin considerar las consecuencias. Y en Pará, las consecuencias pueden incluir no solamente arrestos sino también amenazas de muerte, asesinato, o si uno es demasiado importante para ser asesinado, demandas. Según el Comité de Protección a los Periodistas (CPJ, por sus siglas en portugués), seis periodistas fueron asesinados en Brasil el año pasado. Fue el tercer país más peligroso en 2015, después de Siria y Francia.
“Ya perdí la cuenta de cuantas demandas he tenido”, dijo a Mongabay Augusto Barata, un bloguero de política con base en Belém. “Han institucionalizado la censura judicial”.
Barata se considera a sí mismo un blanco fácil porque trabaja sólo y no tiene conexiones políticas. “Me han prohibido mediante fallo judicial escribir sobre algunos nombres en mi blog”, dijo.
Cree que Pinto ha roto el monopolio regional de la información tomada anteriormente por los dos grandes medios de comunicación de Pará. “Su periódico ayuda a que la democracia respire”, ha dicho Barata.
En muchos casos, sin embargo, las reglas de la democracia han sido utilizadas contra Pinto.
Desde que las demandas comenzaron en 1992, solo perdió una de ellas, presentada por un hombre a quien acusó en la prensa de ser el mayor traficante de tierras de Brasil, e “incluso quizás del mundo”. En 2012, después de doce años de batallas judiciales, un juez lo declaró culpable de daño moral por llamar al empresario Cecílio do Rego Almeida “pirata de tierras” en un artículo de 1999 sobre una declaración de Almeida acerca de una extensión forestal del tamaño de Bélgica en el valle del Xingú, en Pará. El artículo de Pinto decía que la tierra pertenecía al Estado y que los documentos que probaban la propiedad de Almeida estaban fraguados.
En 2013, Pinto fue forzado a pagar una compensación legal de $7000 a la familia del empresario, quien había muerto cinco años antes. Él no tenía el dinero en ese momento. El periódico de Pinto tiene una reducida circulación y no acepta publicidad porque piensa que esto podría socavar su libertad editorial absoluta. Por lo tanto Pinto se dirigió a Internet en busca de ayuda.
En una ola de solidaridad, varios periodistas y antiguos compañeros de aulas compartieron el manifiesto de Pinto sobre el asunto. Pudo reunir suficiente dinero para cubrir la compensación, y finalmente tuvo pedir que se detuvieran las donaciones. Posteriormente, en un proceso legal diferente, las cortes de Brasil emitieron un fallo contra las demandas de tierras de Almeida, validando el planteamiento de Pinto.
“Podría ser un hombre rico hoy en día”, dijo Manuel Dutra a Mongabay, profesor de periodismo de la Universidade Federal do Pará, en Belém, y antiguo colega de Pinto. “En vez de eso, escogió no hacer ningún tipo de concesión”.
La decisión fue costosa. Ahora tiene 66 años y está lejos de retirarse porque ha dejado de pagar el seguro social desde hace más de una década (algo de lo que pequeños empresarios independientes pueden autoexcluirse en Brasil). Pinto no gana más de $300 al mes gracias a su periódico, y rara vez cobra por dar clases. Dice que él hace la limpieza en su casa y que ha dado su carro a su hermano.
Su humilde condición no es la que uno esperaría en un hombre reconocido internacionalmente por su trabajo. Además del premio Esso, ha ganado el premio Colombe d’Oro per la Pace de la ONG Archivio Disarmo en 1997, y el Premio Internacional a Libertad de Prensa del Comité para la Protección de los Periodistas en 2005. En 2014, fue llamado “héroe de la información” por la ONG francesa Reporteros sin Fronteras.
Pero no puede recibir el CPJ en los Estados Unidos. “Otra persona que no estará presente en la ceremonia de premiación de esta noche será Lúcio Flávio Pinto, de 56 años, un editor de prensa de la región Amazónica de Brasil. No se encuentra en prisión, pero los empresarios y los funcionarios corruptos locales sobre los que escribe han presentado tantas demandas abusivas contra él, que no se atreve a salir de su casa: faltar a una de las comparecencias daría una excusa a las autoridades para llevarlo preso”, afirmó sobre él un editorial del Washington Post, titulado “Endangered Journalists” (periodistas amenazados).
Aun así, los honores le han servido mucho para protegerlo de la peor suerte de los periodistas brasileños. “Todos los premios nacionales e internacionales han contribuido a crear un escudo simbólico a su alrededor y le dan mayor protección. Cualquier crimen contra él tendría mucha repercusión”, dice Dutra.
La Amazonía ignorada
Pinto piensa que los medios de Brasil ignoran a la Amazonía enormemente. Durante mucho tiempo, los medios solamente han cubierto lo exótico, como un animal salvaje matando un ser humano. Incluso hoy en día, los lazos entre la economía nacional y el bosque permanecen sin ser reportados.
“A 50 kilómetros de aquí [Belém] hay una fábrica de aluminio que es el mayor consumidor de energía de Brasil”, dijo Pinto. “Nadie habla sobre eso”.
Preparado como sociólogo en la Universidade de São Paulo, observa la región a través de cierto lente marxista. Afirma que Brasil tiene una relación colonial con la Amazonía, y señala la ganadería de ranchos como ejemplo. Tradicionalmente, la ranchería fue usada en Brasil para ocupar nuevos territorios. También es una forma barata de hacer dinero, porque los costos son muy bajos, y no requiere de muchos empleados. Los rancheros desmontan el bosque, introducen el ganado y hacen que la tierra ingrese a la economía nacional. No hay desarrollo regional, y el dinero no se queda en Pará porque la mayoría de productores son foráneos.
De modo similar, como muchos observadores han remarcado, las enormes inversiones en presas, exploración minera y otras industrias extractivas en la Amazonía han sido realizadas en gran medida para satisfacer la demanda internacional o del sudeste de Brasil –nunca para la demanda local.
“El siglo XXI comenzó en 1978, no en 2001”, dice Pinto, refiriéndose a la crisis energética mundial. “Comenzó con la escasez de energía, con la conciencia de que es cara y escasa, y la Amazonía es la reserva de energía más grande del mundo”.
Esta visión del mundo a veces ha llevado a Pinto a una comprensión poco convencional de los acontecimientos. Por ejemplo, aprecia el principal problema con Belo Monte, la tercera presa hidroeléctrica más grande del mundo en el río Xingú, como un problema económico, no ecológico. “Los ambientalistas rompieron conmigo por esto, pero es la verdad”, dice.
En 2001, durante la fase controversial de planeamiento de la presa, después de varias disputas en el campo ecológico, los constructores redujeron el tamaño del reservorio hídrico de Belo Monte. Esto hizo que el reservorio fuera demasiado pequeño para producir suficiente energía para sustentar las dimensiones y el costo de la presa. Todo el proyecto se tornó antieconómico, según Pinto, y Belo Monte ahora requerirá subsidios del gobierno o tendrá que construir otro lago aguas arriba del río. Básicamente, Pinto cree que el error económico conducirá a más daño ambiental, y su reporte probó que Belo Monte es simplemente un mal proyecto.
“La discusión económica no atrae a ninguna ONG ni tampoco demasiada simpatía, pero los lineamientos editoriales del Jornal Pessoal son los hechos. Me tiene sin cuidado a quién incomodaré. Quiero saber si esto es verdad o no”, ha dicho Pinto.
Eso es lo que ha estado haciendo en toda su carrera, pero después de 29 años de periodista, admite que está cansado.
“Me gustaría que el periódico se hubiera tornado innecesario. Cuando tienes 66 años comienzas a imaginarte aquello que no tendrás tiempo de hacer”, ha dicho Pinto. “Sigo haciéndolo porque la dinámica del bosque es rápida y hay tantas omisiones que me veo forzado a escribir”.