- El sábado 22 de abril, decenas de miles de manifestantes desafiaron a la lluvia helada para marchar en Washington D.C. a la vez que otros protestantes celebraban eventos de la Marcha por la Ciencia en otras partes de Estados Unidos y por todo el mundo.
- La manifestación, a la que asistieron importantes científicos y defensores de la ciencia, se celebró en oposición a las políticas anticiencia del Congreso y la administración Trump, que ha propuesto recortes severos para la Agencia de Protección Ambiental y un parón virtual en la investigación climática de Estados Unidos.
- Michael Mann, director del Earth System Science Center en la Universidad Estatal de Penn, resumió el propósito de la marcha: “asegurar que las políticas estén informadas por una evaluación objetiva de la evidencia científica”.
- Caroline Weinberg, cofundadora de la Marcha por la Ciencia de Estados Unidos, apuntó que: “La ciencia alarga nuestra vida, protege nuestro planeta, pone comida en nuestra mesa [y] contribuye a la economía… Los legisladores amenazan nuestro presente y nuestro futuro al ignorar la evidencia científica”.
Los manifestantes no se detuvieron en todo el día, desafiando al frío y la lluvia, a la administración de Trump y al Congreso:
“¡Somos empollones, estamos empapados y muy, muy enfadados!”
“¡Lo que digan nos da igual, necesitamos la E.P.A!”
“¿Qué queremos? ¡Ciencia! ¿Cuándo la queremos? ¡Después de la revisión por pares!”
“¡Construyamos laboratorios, no muros!”
Estos cánticos, entre otros, resonaron por las calles de Washington D.C. durante la primera ““Marcha por la Ciencia” el sábado. A pesar del frío y las lluvias torrenciales, miles de científicos y defensores de la ciencia se manifestaron para apoyar la financiación para investigación científica y para defender el papel clave que tiene la ciencia en la salud y seguridad humanas, y en la conservación de un ambiente y una economía saludables. El acto, celebrado en el 47 aniversario del Día de la Tierra, concentró a gente de todo el país.
Había una característica particular en esta multitud: muchos de los manifestantes vestían batas blancas de laboratorio. Más de 200 organizaciones sanitarias, científicas y ambientales apoyaron la manifestación, con muchos de sus representantes llegados desde muy lejos. Debra Akin, científica biológica en la Universidad de Florida, viajó a Washington para expresar su oposición a la agenda anticiencia de la administración Trump, que incluye miles de millones de dólares de recortes propuestos para iniciativas de investigación científica y sanitaria.
“Llevo en ciencia 44 años”, dijo, y es la primera vez que siento que tengo que defender la ciencia”. Fue una de las muchas personas que enfatizó que aunque la manifestación era política, la ciencia no es partidista. “Cuando los legisladores basan sus decisiones en la mejor investigación basada en la ciencia, todos nos beneficiamos”, afirmó.
Los manifestantes llevaban pancartas que mostraban de todo, desde osos polares ahogándose y bosques parlantes a vasos de precipitación, tubos de ensayo, microscopios y científicos famosos: Albert Einstein, Louis Pasteur, Sally Ride y Neil de Grasse Tyson fueron algunos de los representados.
Las pancartas trataban un espectro de temas relacionados con la ciencia y la sanidad: “Al cáncer no le importa a quién hayas votado”, “Make America Smart Again”, “El lugar de una mujer es el laboratorio”, “Make America Green Again” y “La ciencia es verdad creas en ella o no”.
Había muchas, como la que rezaba “Los dinosaurios no vieron venir al asteroide, ¿cuál es nuestra excusa?”, que hacían referencia a la necesidad de actuar ante el cambio climático. Otras tenían un carácter más político: “Mantén tus diminutas manos alejadas de la EPA”. Una simplemente decía: “Me gustan las tortugas”.
La ciencia nunca había estado en peligro como ahora, según declaró Michael Mann, uno de los muchos científicos y expertos que hablaron en el escenario junto al Monumento a Washington. Mann, director del Earth System Science Center en la Universidad Estatal de Penn, enfatizó la necesidad urgente de “asegurar que las políticas estén informadas por una evaluación objetiva de la evidencia científica”.
Bill Nye “el Científico” también se dirigió a la multitud y compartió críticas mordaces sobre los legisladores estadounidenses y mundiales: “Hoy en día tenemos muchísimos políticos, no solo aquí, sino en todo el mundo, que ignoran deliberadamente la ciencia y la evitan activamente”, dijo a los manifestantes. “Sus inclinaciones son erróneas y no benefician a nadie”.
Nye estuvo a la cabeza de la manifestación en Washington D. C. Durante todo el día lo trataron como a una gran estrella.
La manifestación fue parte de un acto mundial más grande en el que se incluyeron más de 600 manifestaciones satélite en los siete continentes; en la Antártida los investigadores la estación de investigación Neumayer agitaron una pancarta y tuitearon su apoyo.
Los organizadores ven estas concentraciones como el primer paso en lo que llaman “movimiento global” hacia la defensa de las políticas públicas que se basan en evidencia científica sólida.
En Washington y en todo el país, los protestantes salieron a oponerse a la desregularización y los recortes propuestos en la financiación por parte del presidente Trump, que suprimirían programas científicos, sanitarios y ambientales —e incluso acabarían con algunas agencias por completo.
Dennis Hayes, coordinador del primer Día de la Tierra en 1970, destacó algunos asuntos clave con preguntas para la multitud: ¿Votó Estados Unidos para derretir los casquetes polares, matar arrecifes de coral y acidificar los océanos? ¿Votamos para reducir el presupuesto de investigación de la EPA en un enorme 31 por ciento? ¿Votamos para retirar un tercio de la financiación de agua potable? Pues eso es lo que tenemos”. Dijo que el presidente Trump está “básicamente intentando echar atrás todo lo que hemos intentado hacer en el último medio siglo”.
Con el presupuesto propuesto por el presidente, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) perdería una cuarta parte de los 15 000 empleados que tiene. Cincuenta programas de la EPA están en la lista de recortes, entre ellos el de supervisión del agua potable (que dificultará la capacidad de las ciudades de afrontar una crisis que afecta a todo el país), las imposiciones para las empresas contaminantes, programas regionales de limpieza para la bahía de Chesapeake, los Grandes Lagos y otras regiones, e investigación y pruebas sobre sustancias químicas tóxicas que afectan a la salud.
Los recortes propuestos para las iniciativas contra el cambio climático —y la eliminación de la información sobre el cambio climático de las webs de gobierno— llegan en un momento crucial, cuando el mundo cuenta con que Estados Unidos cumpla sus compromisos del Acuerdo de París y lidere el camino de la investigación climática.
El Instituto Nacional de Salud, que lleva a cabo investigaciones sanitarias y las financia, perdería el 18 por ciento de su presupuesto con la propuesta de Trump.
El Congreso cuenta con un largo historial bipartidista que ha protegido la inversión del país en investigación sanitaria y científica. Caroline Weinberg, cofundadora de la Marcha por la Ciencia en Estados Unidos, señala el porqué: las innovaciones y los descubrimientos científicos son críticos. “La ciencia alarga nuestra vida, protege nuestro planeta, pone comida en nuestra mesa [y] contribuye a la economía”.
No obstante, añadió: “Los legisladores amenazan nuestro presente y nuestro futuro al ignorar la evidencia científica cuando diseñan políticas, amenazando los avances científicos con recortes de presupuesto y limitando el conocimiento de los ciudadanos al silenciar a los científicos”.
Mann apunta que con el cambio climático avanzando rápidamente, estamos en un momento precario en la historia. “Todos los que nos preocupamos por la ciencia y nuestro planeta debemos hacer que se oiga nuestra voz”, dijo. “Y hoy el mundo entero está escuchando”.
Una pancarta popular en la manifestación del sábado lo resumía: “No hay Planeta B”.