- Un estudio del gobierno señala que el 70 % de las 133 toneladas de mercurio que Bolivia libera al año proviene de la minería de oro.
- En 2016 un estudio científico realizado en diez ríos de la Amazonía boliviana confirmó que varias especies de peces están contaminadas con mercurio.
- Las especies como el bentón (Hoplias malabaricus), el surubís (Pseudoplatystoma) y la piraña roja (Pygocentrus nattereri) son las que presentan mayores concentraciones de mercurio.
El pescado es la base de la alimentación de las comunidades indígenas y campesinas que habitan la Amazonía. Y en la última década, no solo ha disminuido la cantidad de peces en los ríos y lagos de Beni y Pando, como en las comunidades Santacrucito y Loma Alta, sino que también se han elevado los niveles de mercurio por la creciente extracción de oro en la región.
Este problema, además, ha sido confirmado por diversos estudios realizados a lo largo de tres décadas en los ríos Beni y Madre de Dios. Los resultados de estas investigaciones han establecido, por ejemplo, que existen rastros de ese metal pesado en indígenas ese ejas que viven en las riberas del río Beni, entre San Buenaventura (La Paz) y Rurrenabaque (Beni), y que los niveles de toxicidad están por encima de los considerados tolerables por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Y esto preocupa a los expertos, porque se plantea la urgencia de volver a realizar nuevos análisis en las poblaciones que están expuestas al mercurio, considerando que los últimos se hicieron en el 2007 y que la presencia de este metal pesado se ha incrementado de dos toneladas (2010) a cerca de 40 toneladas (2015), debido al auge del precio del oro.
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Menos peces y mayor contaminación
En la comunidad Santacrucito (Pando), en el arroyo Aguarenga, hace algunos años la pesca era abundante, contó Elvira Tibubay Ynuma. “Ahora, cuando van a pescar los compañeros sacan dos o tres, y son chiquitos no más los pescaditos”, dijo.
En la comunidad campesina Loma Alta, del municipio Gonzalo Moreno (Pando), el pescador Melvin Chipunavia Oquita dijo que la disminución es del 40 %, sobre todo de pacú. Sospecha que los peces están migrando por la presencia de las balsas de los mineros. “Se fueron a otro lugar. Cuando ellos (los mineros) no estaban, acá había mucho pescado. Se pescaba con cualquier material, con espinel o con malla. Ahora es difícil”, lamentó.
Un estudio realizado por el Cedib en 2014, estimó que había entre 600 y 800 balsas de mineros explotando oro en el río Madre de Dios, aunque solo 413 contaban con autorización. Cada balsero usaba entre 500 a 1000 gramos de mercurio al día.
Chipunavia no olvida la vez que toda su familia se enfermó tras comer pescado del río Beni, que confluye con el río Madre de Dios. Piensa que estaba contaminado por todos los desperdicios que echan los mineros al agua, incluyendo el mercurio. “Aceite, grasa, el mismo azogue tiran al agua. Todo eso el pescado lo consume y, al comerlo, nos hace daño”, señaló.
José Barba Palomeque, representante de la Federación Regional de Campesinos de Pando, le contó a Mongabay Latam que fueron ellos quienes desalojaron, el año pasado, las dragas peruanas y brasileras que explotaban oro en los ríos amazónicos de Bolivia. Llegaron hasta la sede de gobierno (en La Paz) y en el Ministerio de Minería les informaron que los balseros no tenían autorización para operar.
“Hemos hecho una revuelta porque ninguno de los balseros de acá (Bolivia) tenía ficha ambiental. Hemos hecho que el Estado le ponga la mirada al tema del oro aluvial. Nos han dicho que la mitad ya ha sacado. Pero siguen envenenando las aguas con el mercurio”, explicó.
Barba dijo que la mayoría de las dragas están sobre el río Madre de Dios y que espera que el gobierno haga cumplir las normas a los mineros, para que no sigan contaminando.
Pero el dirigente añadió que el problema no era solo por el pescado contaminado. Los grandes balseros derrumban paredes y sacan montañas de árboles, perturbando el curso de los ríos. José Barba cuenta que las más afectadas han sido siempre las comunidades que viven en la orilla del río, porque la actividad minera daña “sus chacos y todo lo que está cerca de la orilla”. En algunas zonas del río Madre de Dios aún existe el problema, por eso los pescadores vigilan el área y esperan que las autoridades actúen en la zona.
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El impacto de la explotación de oro
La familia de Melvin Chipunavia es una de las tantas que viven cerca a uno de los puntos en los que se desarrolla la minería ilegal en Bolivia, justo en la cuenca del Río Beni, en la unión con el río Madre de Dios, a la altura de la población de Riberalta (frontera entre los departamentos de Beni y Pando).
La situación de estas comunidades se agrava, si tomamos en cuenta que a este escenario hay que sumarle la contaminación que llega desde las poblaciones mineras de Guanay, Tipuani, Coroico, La Asunta y Acaupata, en el departamento de La Paz, donde se explota oro en veta desechando el mercurio a las fuentes de agua que luego confluyen con el río Beni, impactan a las poblaciones de Rurrenabaque y San Buenaventura. Según el estudio de Laurence Maurice, solo el 20 % del mercurio usado es recuperado, el 30 % es desechado en las orillas de los ríos y el 50 % emitido a la atmósfera durante el proceso de amalgamación del oro.
Según el Servicio Nacional de Registro y Control de Comercialización de Minerales y Metales de Bolivia, en 2015, las cooperativas de Tipuani, Guanay, Coroico, La Asunta y Acaupata produjeron 224 kilogramos de oro. Esto significa que usaron 448 kilos de mercurio. Según el investigador Agustín Cárdenas, para obtener un kilo de oro los mineros usan dos de mercurio.
El gobierno boliviano estima que la producción de oro es responsable del 47 % de las emisiones de mercurio, según el libro “Mercurio en Bolivia: Línea Base de Usos Emisiones y Contaminación”, trabajado por la Cancillería y el Ministerio de Medio y Agua como parte de su compromiso con el Convenio de Minamata. Para el efecto, revisaron más de 90 investigaciones realizadas hasta el 2013. La mayoría estaban enfocadas en estudiar los efectos de este metal pesado en los ríos Beni, Iténez y Madre de Dios. Y uno de los resultados más saltantes de estos estudios es que los peces grandes son los que concentran mayores niveles de mercurio.
Entre esas investigaciones está la realizada por la investigadora del IRD en 2001, en el cual resalta que el 78 % de las especies piscívoras (que se alimentan solo de peces) como la Brachyplarystomaflavicans (dorado de piel), Pseudoplarysroma fasciatum (pintado), Leiarius mannoratus (bagre pintado) y Paulicea Lutkini (bagre común), colectadas en los ríos Beni y en Puerto Salinas, presentaban mercurio por encima del límite recomendado por la OMS.
En 2016, el biólogo Danny Rejas confirmó el mismo escenario tras estudiar el problema en diez ríos de la Amazonía boliviana (en los departamentos de Beni, Pando y Cochabamba). Este investigador concluyó que las concentraciones de mercurio en peces de esos cuerpos de agua son frecuentemente superiores a los niveles máximos recomendadas por la OMS.
Las especies piscívoras como el bentón (Hoplias malabaricus), el surubís (Pseudoplatystoma) y la piraña roja (Pygocentrus nattereri), son las que concentran mayores cantidades de mercurio. Su estudio se centró en 13 especies nativas de peces y abarcó los ríos Beni, Madre de Dios, Mamoré, Iténez, Manuripi, Tahuamanu, Yata, Blanco, San Martín e Ichilo.
El experto explicó que el mercurio llega a los peces cuando este es liberado por la actividad minera, entra a un cuerpo de agua y los microorganismos se encargan de convertirlo en metilmercurio, un compuesto neurotóxico que se acumula rápidamente en el ecosistema.
A partir de ahí, entra en la cadena alimenticia pasando de microorganismos a peces detritívoros (se alimentan de materia orgánica en descomposición), luegos a herbívoros (comen mayormente frutas y plantas), invertívoros (su dieta está basada en invertebrados), piscívoros (se alimentan principalmente de peces) y finalmente al humano.
Dos procesos naturales favorecen el incremento de las concentraciones de mercurio en los peces: la bioacumulación y la biomagnificación. El primero es un proceso de depósito gradual de una sustancia química en el organismo de un ser vivo, debido a que el producto es absorbido más rápidamente de lo que puede ser expulsado del cuerpo. Y el segundo, la biomagnificación, es un proceso de acumulación de algunos productos químicos a lo largo de la cadena trófica. “Cuanto más grande es el pez, mayor cantidad de mercurio tiene, porque se comió a otro pez y ese a otro más pequeño”, explicó el médico Guido Condarco, director de Plagbol, ONG que trabaja en el campo de los agrotóxicos.
“Con base en la cantidad de mercurio presente en cada especie de pez (que además depende del río que habita), es posible estimar cuántas porciones se puede ingerir de manera segura en un período de tiempo determinado (por ejemplo, un mes)”, explicó el biólogo Danny Rejas.
Si una persona que no vive en el área consume pescados con concentraciones ligeramente por encima de las recomendadas, luego irá eliminando lentamente el mercurio. Pero en el caso de los indígenas o campesinos que consumen de manera constante peces como la piraña y el bentón, el riesgo de acumulación es muy alto. “Con seguridad, un estudio demostraría que los niveles de mercurio en humanos ya han alcanzado niveles de riesgo”, alertó Rejas, investigador de la Universidad Mayor de San Simón (Cochabamba).
Al biólogo e investigador del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), Vincent Vos, le preocupa la cantidad de mercurio hallado con el trabajo de Rejas, sobre todo si se compara con los volúmenes de pescado que consume la población.
“En el pacú (pez fructífero) no se acumula mucho mercurio, entonces se puede comer un poco más. Lo que no sucede con los carnívoros grandes como el bagre o el paiche que tienen elevados niveles”, manifestó
Datos de la FAO señalan que en Riberalta una persona consume en promedio más de 3000 gramos por año, más del límite considerado seguro. “Estamos en un nivel de alto riesgo, sobre todo las familias de indígenas y campesinos que viven en las orillas de los ríos, porque el pescado es su principal fuente de proteína (en su desayuno, almuerzo y cena) y también de comercio”, indicó.
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El mercurio en indígenas del río Beni
El año 2001, la investigadora Laurence Maurice-Bourgoin comparó las concentraciones de mercurio en 80 personas (entre mineros, indígenas y pobladores ribereños) de diferentes regiones de la cuenca alta del río Beni.
Encontró que las concentraciones de mercurio en los indígenas ese ejas eran mayores al de grupo de mineros. Atribuyó esa diferencia a que los mineros consumen pescado dos veces al mes, mientras que los indígenas —en su mayoría pescadores— lo hacen diariamente durante la época de aguas bajas.
Maurice publicó entonces los resultados de su estudio en el libro “El mercurio en la amazonía boliviana”, en el cual incluso llegó a confirmar que un bebé de 9 meses y un niño de dos años, de una familia de pescadores, tenían tres veces más mercurio del nivel establecido como tolerable por la OMS. La investigadora concluyó que el bebé fue contaminado por la madre durante el embarazo.
La mayor preocupación se centra en las familias de indígenas ese ejas, que viven a orillas del río Beni (entre Rurrenabaque y San Buenaventura), quienes consumen sobre todo pescado, porque no cultivan la tierra para obtener otros alimentos. En los cabellos de esa población la concentración máxima de mercurio sobrepasaba casi cuatro veces el límite establecido por la OMS, según Maurice.
Ocho años más tarde, en el 2009, un grupo de científicos, entre ellos Laure Laffort, publicaron los resultados de un estudio que realizaron en el río Beni con el fin de establecer las concentraciones de mercurio en pobladores y peces de las regiones de Rurrenabaque y San Buenaventura.
Los resultados, citados en el libro La Amenaza del mercurio de Ricardo Calla, demostraron que las concentraciones de mercurio en el cabello de la población indígena ese eja —que tiene una dieta basada en el consumo de pescado— seguían siendo elevadas.
La compilación de investigaciones sobre el tema realizada por el gobierno hasta 2013, desveló también que no hay estudios posteriores a 2009 sobre la presencia de metales pesados en las poblaciones indígenas y campesinas que viven en las riberas del río Beni. Esto preocupa a investigadores como Calla, considerando que el uso de mercurio subió luego del año 2005 con el auge aurífero.
Además, porque los resultados del estudio realizado en el 2016 por Danny Rejas en diez ríos de la Amazonía Boliviana confirmaron la presencia de mercurio en peces, y algunas de estas especies son la base de la dieta de las comunidades campesinas e indígenas.
Estos hallazgos llevaron al investigador de la Universidad Mayor de San Simón, Danny Rejas, a elaborar unas cartillas con los resultados de su investigación, en las que señala que la exposición al mercurio antes del nacimiento y en la infancia puede causar retraso mental, parálisis cerebral, sordera y ceguera. La evidencia científica establece que pequeñas dosis pueden causar déficit de atención y problemas de aprendizaje.
Algunos pobladores de Pando, como Jorge Cartagena, de la comunidad Santacrucito, tienen claro que el río Beni está contaminado con el mercurio que proviene del río Madre de Dios y del río que pasa por las Yungas de La Paz, donde están las poblaciones como Guanay, que explotan oro.
“Esa contaminación viene también de más lejos como el cerro San Simón, que está en Beni en la frontera con Santa Cruz. Nos llega todo lo que generan en otros lados. La gente sospecha que hasta al plátano ha afectado”, puntualizó Cartagena.
Con esa apreciación no está de acuerdo el presidente de la Federación Regional de Cooperativas (Ferreco), Reemberto Chávez Díaz, quien afirma que en los 24 años que trabaja en ese rubro no vio problemas en la salud. “Conozco el manejo del mercurio. Muchas veces, hasta satanizan a las cooperativas. Dicen que nosotros somos los contaminadores, que el pescado está fregado con el mercurio. No, no es tan así. Nosotros hemos trabajado tantos años en el río Tipuani y hasta ahora no hemos visto nacer un niño con labio leporino, o que haya estas cosas”, se defendió.
Pero un estudio realizado por la ONG Plagbol, evidencia que explotación artesanal de oro es altamente contaminante para los propios mineros, sus familias y las poblaciones que se exponen al mercurio. En 2014, identificó en diez zonas del municipio de Sorata (ubicado a 140 kilómetros de La Paz) alta contaminación con mercurio. “No solamente hemos encontrado mercurio en las áreas laborales (de la cooperativa minera), sino también en las viviendas, en las calles, enla cancha de fútbol. Hasta en el mismo hospital encontramos mercurio”, afirmó.
Con el apoyo de la universidad de Nueva York y la ONG Playheart realizaron un estudio en la población. Hallaron que el 25 % de los niños tenían problemas serios de salud producto de la eliminación del mercurio y con probabilidad de sufrir efectos neurotóxicos, el 28 % de las mujeres y un 18 % de los trabajadores tenía presencia de mercurio en la sangre. “Podemos afirmar con seguridad que hay efectos negativos evaluados en toda esta población”, dijo el director de Plagbol y lamentó que no se haya proseguido con más estudios por el constante cambio de autoridades.
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Las acciones
En 2013, Bolivia firmó y ratificó su adhesión al Convenio de Minamata, al cual están adscritos 128 países, que entró en vigencia en agosto pasado y que busca eliminar el uso de mercurio y evitar tragedias como la que sucedió en la población que lleva su nombre.
En 2016, los ministerios de Medio Ambiente y de Relaciones Exteriores presentaron el libro “Mercurio en Bolivia: Línea de base de usos, emisiones y contaminación”, en el cual se sistematizan los resultados de más de 90 investigaciones realizadas sobre emisiones y contaminación de mercurio en el territorio nacional. Esta publicación oficial destaca que Bolivia libera por año alrededor de 133 toneladas de mercurio y que el sector minero aporta cerca del 70 % de la contaminación producto del uso de este metal pesado.
No se conoce qué otras acciones realiza el gobierno para cumplir con el Convenio de Minamata o para abordar el problema que afecta la salud de la población que está expuesta al consumo de pescado contaminado con mercurio. Mongabay Latam solicitó información sobre el tema en los ministerios de Medio Ambiente, de Salud y de Minería, pero no recibió respuesta alguna.
El presidente de los cooperativistas Reemberto Chávez no acepta que su sector libera el mayor porcentaje de mercurio en el país, acusa a las grandes empresas de esa situación. Aunque adelantó que su sector está dispuesto a cambiar de tecnología.
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Lo que recomiendan los expertos
Entre las tareas pendientes y urgentes, según los entrevistados, está la implementación de una campaña de información para que la población conozca la cantidad de pescado que puede consumir al mes para no bioacumular.
Recomiendan seguir con atención la tecnología alternativa al mercurio que podrían empezar a implementar los mineros. “Se tiene que evitar el uso del cianuro, porque es otro producto también nocivo para la salud. Existen otras alternativas como el bórax”, recomendó Condarco, director de la ONG Plagbol.
El gobierno reconoce que no tienen normativas específicas para el mercurio y que la información es aún limitada en el país, por lo que identificaron vacíos y necesidades que deberán ser atendidas para contar con instrumentos legales, técnicos, administrativos de control y seguimiento de la problemática.
El desafío del gobierno ahora pasa por regular de manera integral el transporte, manejo, uso y disposición del mercurio a nivel nacional.