- Durante 13 años, investigadores analizaron el comportamiento, dinámica social y variación genética de la población de islas Punta de Choros y Chañaral.
- Estudio revela que a esta zona arriban delfines foráneos que intervienen en la reproducción de la especie.
El delfín nariz de botella es uno de los cetáceos más conocidos en el planeta y habita en los mares cálidos y templados de todo el mundo. Su presencia nos es familiar porque han sido protagonistas de filmes y forman parte de espectáculos en acuarios y otras formas de exhibición. Pero posiblemente es muy poco lo que realmente sabemos de ellos, de su forma de vida y de la situación de esta especie.
En Chile, un grupo de científicos se ha dedicado, durante más de 13 años, a seguir de cerca la vida de del Tursiops truncatus que vive entre Chañaral y Punta de Choros, islas que forman parte de la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt, zona protegida que no incluye el mar y que se ubica en el centro de Chile.
El interés surgió porque se trata de la única población de delfines residentes reportada en el país. Es decir, son individuos que habitan de manera permanente en este sector del mar. Por ello, los investigadores se dedicaron a analizar el comportamiento, dinámica social y variación genética de esta población. Así, se pudo observar que a esta zona marina llegan, cada cierto tiempo, grupos foráneos de la misma especie, a los que se denomina transientes, es decir, que están de paso.
En la investigación Hogar dulce hogar: estudio reconstruye la historia familiar de los delfines que viven entre Chañaral y Punta de Choros, publicada recientemente en la revista científica Animal Behavior, se demuestra que los machos de los grupos de transientes, cuando llegan a la zona, se cruzan con las hembras residentes, aportando así al mantenimiento de la población local y a la reducción de la endogamia, es decir, del cruce entre parientes, que constituye una causa para la reducción y extinción de las especies, explica el científico Yerko Vilina, científico chileno de la Universidad Santo Tomás que desde hace más de 30 años se dedica a investigar a esta especie.
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Cuestión de supervivencia
“Lo que estamos encontrando es que los delfines que habitan en las costas de las islas Punta de Choros y Chañaral tienen una forma de vida y una genética muy distinta de aquellos que están mar afuera y de vez en cuando aparecen por esta zona”, señala el académico. “Son como culturas distintas —continúa— y los diferenciamos, por ejemplo, porque los transientes saltan mucho y aparecen en grupos grandes, de 40, 60 y hasta 100 individuos; mientras que los locales son más lentos, tranquilos, más grandes y más oscuros”.
Por su parte, María José Pérez-Alvarez, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), otra de las autoras del estudio, se refiere a los detalles genéticos de la investigación. “Uno de nuestros principales hallazgos es que los residentes y no residentes presentan una estructura genética diferenciada. El análisis reveló que las hembras locales comparten información genética con la mayoría de machos locales, que probablemente sean sus hijos. Por el contrario, los machos que provienen de otros lugares tienen otra estructura genética. Creemos que esta dinámica permite que se mantengan las características únicas de la población local”, explica
La bióloga comenta que continuarán con las investigaciones en este sector marino y que ahora se enfocarán en evaluar si los machos foráneos son padres o parientes de los delfines locales. Esto nos permitirá tener más información sobre un posible mecanismo para evitar la endogamia que aplica la población residente para mantenerse en el tiempo.
El principio mas importante en terminos evolutivos de sobrevivencia de las especies es que al interior de la misma exista gran diversidad. “Puede ser genética, cultural, morfológica, pero esa variedad permitirá que algunos individuos sobrevivan ante factores ambientales que los pongan en riesgo”, agrega el biólogo Vilina.
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Una cultura de delfines
“Los seres humanos no son los únicos en el planeta con la capacidad de desarrollar culturas”, dice convencido Vilina a Mongabay Latam al referirse a las investigaciones que están en curso en esta parte del mar Pacífico.
El académico esplica que actualmente están analizando la forma de vida de los delfines nariz de botella. “Al parecer, hay una población muy grande, de muchos individuos, que vive en mar abierto, en aguas afuera. Pero también hay poblaciones que viven en las costas”, explica el científico.
Vilina hace referencia a los grupos de residentes que ya han sido identificados en el Golfo de Guayaquil, en Ecuador; en la Bahía de California, en Estados Unidos; así como en la costa de Perú; además de los mencionados en Chile.
En todos estos casos, la genética de los que viven cerca de las costas es diferente, lo que significa que las poblaciones de Perú, Ecuador y Estados Unidos no comparten los mismos genes. En cambio, los de mar abierto de estas mismas zonas sí tienen similitud. “Los transientes de California se parecen más a los no residentes de Chile, Ecuador y Perú que a sus parientes costeños. Es como si fuesen culturas diferentes en cada caleta, pero también está la gran cultura que son los foráneos que visitan, cada cierto tiempo, estas costas”, explica.
Pero las diferencias no solo están en los genes, el comportamiento de cada grupo local también varía entre sí. “Queremos demostrar que los cetáceos y particularmente los delfines desarrollan su propia cultura. Decirle, además, a las autoridades chilenas que, si bien hay Tursiops truncatus en todo el planeta, los nuestros son particulares y deben preocuparse por su conservación”.
Para inicio del 2019, comenta Vilina, empezará un nuevo estudio, esta vez centrado en sus cantos. “Estamos apostando a que el lenguaje será distinto. Lo hemos encontrado en orcas y creemos que esto también sucede en los delfines nariz de botella. Así como tienen culturas diferentes, también deben tener ‘idiomas’ diversos”, precisa.
El Tursiops truncatus es probablemente una de las especies más abundantes de delfines del planeta. Sin embargo, diversas investigaciones dan cuenta de que la población se está reduciendo. “La contaminación, el tráfico de botes, el turismo son algunas de las causas de su disminución”, señala Vilina.
El experto sostiene que la presión turística en las islas Choros y Chañaral, por ejemplo, está afectando a esta población. “Se hacen visitas turísticas para verlos y a veces encuentras unos diez barcos persiguiendo a una hembra y su cría. Todos aplauden, pero la mamá y su hijo terminan extenuados”, comenta el biólogo con relación al turismo en la reserva.
También se refirió a un estudio realizado en el Golfo de Guayaquil, que fue publicado el año pasado, en el que se demostraba que la población de delfines nariz de botella de esta zona se había reducido a la mistad en los últimos 20 años.
Es necesario trabajar más en la educación y poner límites de carga para el turismo. También regular o evitar cualquier actividad que pueda afectar su hábitat. “Los humanos debemos dejar de pensar que somos los únicos que tenemos culturas, pues cada uno de los grupos de estos delfines representan una cultura que podría ser exterminada si no se trabaja en su conservación”, finaliza el investigador.
Foto portada: Guido Pavez / Eutropía.