- La Corona es el último de los glaciares venezolanos que queda y tiene los días contados. Está ubicado sobre el pico Humboldt y solo conserva 0,2 kilómetros cuadrados de nieve.
- Los científicos venezolanos solo pueden monitorear este fenómeno con fotos satelitales y sensores remotos, pues no cuentan con fondos para realizar expediciones y recolectar muestras. La última visita pudieron hacerla en el 2014.
El cantante uruguayo Jorge Drexler hizo una pausa en uno de sus conciertos en Colombia, a comienzos de año, para honrar al último de los glaciares venezolanos, a esas montañas que se creían eternas que se han ido quedando sin hielo en la Cordillera de Mérida. Drexler cantó entonces “Despedir a los glaciares”, que escribió con la física venezolana Alejandra Melfo, científica que lidera a un equipo de investigadores que batalla en medio de la crisis del país para estudiar, precisamente, la desaparición de esas inmensas masas de hielo, todas ellas formadas durante siglos de acumulación de nieve a miles de metros de altura.
El artista contó ese día –y lo repitió durante la ceremonia de los Premios Grammy– que parte de su familia vive en Mérida, ahí donde resiste el último de estos hielos eternos: el glaciar La Corona. Años atrás, este solía cubrir una gran extensión de los picos Humboldt y Bonpland, pero hoy solo una capa de 200 mil metros cuadrados se posa sobre el primero de ellos. Una tragedia.
Venezuela será el primer país en perder sus glaciares, es lo que repiten los expertos, es lo que está sucediendo. El responsable es el mismo de siempre: el cambio climático. Drexler dice que hay que encontrar la manera de despedirlos y los científicos venezolanos dicen que hay que encontrar antes los fondos para estudiarlos, antes de que desaparezcan para siempre.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
Tres investigadores del Instituto de Ciencias Ambientales de la Universidad de Los Andes (ULA), ubicado en la ciudad de Mérida, le contaron a Mongabay Latam que no han podido organizar una sola expedición científica hacia los glaciares de Mérida desde el 2014. Y esto no solo significa que no pueden estudiar la desaparición del último de sus glaciares, sino que no podrán continuar analizando los microorganismos que llevan siglos atrapados bajo la masa glaciar, un mundo fascinante y complejo que puede dar luces, sin exagerar, de la variabilidad climática y los orígenes de la vida en el planeta.