- La lora Amazona lilacina vive en los bosques secos de la costa ecuatoriana y se encuentra En Peligro según la lista roja de la UICN. Una nueva reserva, creada entre una fundación y una comunidad, busca salvarla de la extinción.
- Los bosques de algarrobo de la comunidad de Las Balsas en la provincia de Santa Elena sirven de dormidero a cerca del 40 % de la población de esta ave y son claves para su protección.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
Quedan menos de 2500 amazonas lilacinas (Amazona lilacina) en Ecuador. Existen seis grandes poblaciones pero la más grande está en la comunidad de Las Balsas, en la provincia de Santa Elena, donde se estima que hay entre 800 y 1200 de estas aves.
Esta lora, endémica de este país sudamericano, se encuentra actualmente En Peligro según la Lista Roja de especies de la UICN y por eso la comunidad de Las Balsas y la Fundación Jocotoco crearon una reserva para protegerla. “Más del 40 % de las loras viven en esta área, por eso decidimos trabajar aquí y crear esta reserva de 85 hectáreas”, dice Michael Moens, director de Conservación de la Fundación.
El objetivo es proteger los bosques de algarrobos (Prosopis pallida) que sirven como dormitorios para estas aves. Durante el día, las loras se distribuyen en diversas áreas de la provincia de Santa Elena para alimentarse, pero en las noches llegan a un valle donde hay un gran bosque de algarrobos. Allí duermen y por eso el objetivo principal para conservar a la especie es proteger este lugar.

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Cuidando la cama de los loros
De acuerdo con Michael Moens, la Amazona lilacina tiene una ecología muy interesante. Hacen migraciones diarias, durante el día viajan a la cordillera Chongón-Colonche —cadena montañosa en la costa ecuatoriana que abarca parte de las provincias de Santa Elena, Guayas y Manabí— para alimentarse y a las 18:00 se juntan todas en el valle, en Las Balsas, y ahí duermen en bosques de algarrobo al lado del río.
“Llevamos dos años trabajando en el área. Como estas son tierras comunales y ancestrales no se pueden traspasar los títulos a terceros, lo que hicimos fue pagar un usufructo [posibilidad de utilizar los bienes de otra persona y disfrutar de sus beneficios, con la obligación de conservarlos y cuidarlos como si fueran propios] a la comunidad por 99 años para proteger los bosques de algarrobos. Ellos han sido muy colaboradores y gracias a eso hoy tenemos una reserva en conjunto”, asegura Moens.
El establecimiento de la reserva garantizará que los árboles de algarrobo, cruciales para la supervivencia de la Amazona lilacina, no sean talados para la producción de carbón o para la expansión de la frontera agrícola. Estas son dos de las mayores amenazas que sufren los bosques secos en el oeste del Ecuador.
Patricio Reyes es inspector honorífico de la comuna y es el guardaparque de esta nueva reserva. Conoce como pocos los bosques de algarrobos y ha vivido en contacto permanente con el ave. “Aceptamos la reserva porque acá habita la lora desde hace mucho tiempo y veíamos que se estaba extinguiendo. Nos cayó como anillo al dedo que la Fundación [Jocotoco] viniera a hacer el seguimiento al dormitorio de las aves. Nos hicieron la propuesta para conservar los algarrobos y la aceptamos 100 por ciento”, le dice a Mongabay Latam.

Los recursos para crear esta reserva privada vinieron de las organizaciones estadounidenses American Bird Conservancy (ABC) y Rainforest Trust. Donantes como Loro Parque Fundación, Parrot Wildlife Foundation, Auckland Zoo y Zgap financiaron los estudios de monitoreo de la población de la lora, los cuales demostraron que los bosques de algarrobo de la comunidad de Las Balsas eran el dormidero más importante del país, por lo que su protección era una de las mejores estrategias de conservación para la especie y evitar así su extinción.
Fue a partir de 2017 que la Fundación Jocotoco empezó a preocuparse por la conservación de la Amazona lilacina. Empezaron buscándola en la provincia de Manabí, en los bosques de manglares donde suelen dormir. “Ahí se estimaba una población de 150 individuos pero cuando fuimos vimos muy pocos, muchos las tenían y vendían como mascotas”, dice Moens. Al indagar en la región les comentaron que había una gran concentración de estas aves en la provincia de Santa Elena, en la comunidad de Las Balsas. “La primera noche vimos más de 400 loras”, dice.
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Salvarlas del tráfico de fauna
La vigilancia de la comunidad, que trabaja como guardiana del bosque, ayudará a atacar otra amenaza crítica para esta ave: el tráfico ilegal de fauna. Pobladores locales capturan los pichones para venderlos en el mercado negro o incluso para tenerlos de mascota. “Estamos evitando que se deforesten los bosques de algarrobo, pero también hay un programa de educación ambiental contra el tráfico de especies”, dice Moens.
“Esta reserva es un gran primer paso, pero necesitamos hacer más si vamos a salvar a la Amazona lilacina. La gente de estas comunidades necesita oportunidades económicas reales como incentivo para conservar su tierra”, asegura Wendy Willis, subdirectora de Programas Internacionales de ABC.

La falta de oportunidades es un problema en la comuna de Las Balsas y esa era una de las razones por las que anteriormente algunos de los pobladores de la comunidad traficaban con las crías de estas aves. “Antes venía mucha gente de la ciudad y les ponían trampas para llevárselas, incluso de noche. También había comuneros que extraían los pichones porque no había muchas alternativas económicas, sin embargo eso nos preocupó y nos unimos y derrotamos a los compañeros que hacían eso”, cuenta Patricio Reyes.
La comunidad y la Fundación Jocotoco trabajan en la viabilidad de proyectos productivos sostenibles que sean compatibles con la conservación de la lora. Saben que si no hay oportunidades de trabajo, una estrategia como esta podría fracasar.
Reyes asegura que han pensado en emprender proyectos productivos como la algarrobina, una especie de sirope elaborado con los frutos maduros del algarrobo, y tener criaderos de cabra. Por su parte, Michael Moens, director de Conservación de la Fundación Jocotoco, también plantea como opción la extracción de aceite de palo santo y de la lana de ceibo para hacer colchones y almohadas.
“También estamos apuntando a que esta sea el ave emblemática de la comunidad, que sea un orgullo local”, dice Moens. Además de la conservación, Jocotoco es conocida por su trabajo en ecoturismo y creen que esa puede ser otra buena alternativa para la comunidad. “Queremos traer turistas para que vengan a ver este espectáculo [la llegada de las bandadas de loras al atardecer]. Al traer turistas también se generan recursos para la comunidad y se potencia el orgullo de que sean los mismos habitantes de la zona los que protegen el ave”, comenta.

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Un ecosistema más protegido
“Estamos apuntando a la conservación, lo que más se pueda”, dice con orgullo Patricio Reyes, guardaparques de la reserva y poblador de Las Balsas. Y es que además de esta reserva, la comunidad tiene 10 000 hectáreas de su territorio en conservación con el programa estatal Socio Bosque.
En la región pasa el río Piedras, que es el único que existe en la zona y que también ayuda a los comuneros a regar sus cultivos. Si la deforestación sigue, el río se secará. Por eso, dicen los expertos de la Fundación Jocotoco, cuidar los algarrobos les permitirá tener una mejor calidad de agua y evitar la erosión.
Moens afirma que el siguiente paso es seguir trabajando con la comunidad para garantizar la conservación de las 85 hectáreas de la reserva para Amazona lilacina y las 10 000 hectáreas del programa Socio Bosque que están en la montaña. “Este bosque seco de la cordillera Chongón-Colonche es muy importante porque ahí también están los últimos 30 guacamayos verdes mayores o guacamayos de Guayaquil (Ara ambiguus guayaquilensis)”, comenta.

Además, las tierras de la comunidad son un área importante para la vida del capuchino ecuatoriano (Cebus aequatorialis), un primate endémico amenazado, y para los últimos jaguares que habitan en la cordillera.
Hace poco la comunidad y la fundación instalaron varias cámaras trampa. En unos meses esperan confirmar la presencia del jaguar y sorprenderse con la biodiversidad que aún sobrevive en el bosque seco tropical del centro-sur del Ecuador.
*Imagen principal: Amazona lilacina. Foto: Fundación Jocotoco.
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