- En 1984 un acuerdo entre zoológicos, conservacionistas y funcionarios gubernamentales marcó el comienzo formal de un programa internacional que colocó 40 rinocerontes de Sumatra en cautiverio en un intento por evitar su extinción. En once años, el programa colapsó.
- Por largo tiempo, se consideró que el programa fue un fracaso épico debido a las tasas altas de mortalidad y a la falta de nacimientos durante una década; también allanó el camino para posteriores crías exitosas.
- Mientras los conservacionistas consideran un nuevo plan para capturar más rinocerontes, ¿qué lecciones nos ofrecen los esfuerzos del pasado?
No es el lugar más probable para ver un rinoceronte de Sumatra. Pero, al entrar a Zimmer Hall, en la Universidad de Cincinnati, en el corazón del medioeste de Estados Unidos, allí está: Ipuh. Un mastodonte de una tonelada embalsamado; una reliquia prehistórica que recién murió en el 2013.
En vida —bueno, en realidad, en su muerte—, se parece a un cerdo antidiluviano de pelaje grueso y tonalidad morada: le quitaron los cuernos y ya no tiene su flequillo grueso y rojizo. Su expresión podría considerarse sombría, incluso lúgubre. Pero tuve la fortuna de haber conocido suficientes rinocerontes de Sumatra para saber que son criaturas dóciles, divertidas y cantarinas. Entonces, intento no tomármelo muy en serio mientras él descansa entre las máquinas expendedoras y las salas para estudiantes.
Ipuh no es famoso. Pero debería serlo: Ipuh es el primer rinoceronte de Sumatra en engendrar una cría en cautiverio en 112 años.
La cría, un macho llamado Andalas, nació en el 2001; fue el resultado directo y muy esperado de una reunión histórica 17 años antes, en Singapur. La reunión había impulsado un programa mundial de cría en cautiverio para las especies; un programa que enfrentaría un fracaso trágico y mucha locura hasta que, finalmente, se dio la primera prueba de éxito con Andalas. Desde entonces, nacieron cuatro crías más.
Pero es un programa con el que los conservacionistas aún luchan por conciliar: ¿fue una mala estrategia que terminó en un fracaso total, o nos dio una segunda oportunidad para salvar la especie?
En la actualidad, se podría decir que el rinoceronte de Sumatra es el mamífero terrestre más raro del planeta. Oficialmente, los expertos afirman que unos 100 animales sobreviven en estado silvestre pero, extraoficialmente, el número podría bajar a unos 30. Tenemos nueve rinocerontes más en cautiverio, pero solo dos se han reproducido: una hembra llamada Ratu y Andalas. Sí, el primer hijo de Ipuh y Emi, su pareja nacida en estado silvestre.
Ahora los conservacionistas están pensando en un nuevo programa de captura para agregar rinocerontes al grupo pequeño de rinocerontes en cautiverio en un último intento por asegurar que la especie sobreviva el Antropoceno.
La reunión de 1984
Tom Foose, de 39 años, coordinador de conservación de la Asociación de Zoológicos y Acuarios (AZA), llegó a Singapur en octubre de 1984 con un plan nuevo y audaz para salvar al rinoceronte de Sumatra de la extinción. Ya había hecho un trabajo preliminar con Sabah, uno de los estados malasios de Borneo, por una propuesta para capturar varias parejas de rinocerontes de Sumatra y repartirlas entre varias instalaciones locales y zoológicos estadounidenses, que pagarían todos los gastos.
Ahora necesitaba convencer a un grupo de expertos en rinocerontes y de conservacionistas, reunidos por el Grupo de Especialistas en Rinocerontes Asiáticos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), de que ese era el mejor camino por seguir.
“Es un verdadero cerebrito. Está fuera de forma, es corto de vista, adicto a la Coca-Cola… No es para nada una persona para trabajo de campo —plantea John Payne quien, en ese momento, era líder de proyecto para WWF-Malasia y representante del ministerio de silvicultura de Sabah—. Él es el verdadero cerebro de esto. De alguna manera se dio cuenta… de que el rinoceronte de Sumatra se extinguiría. Y la razón era que había muy pocos y que no estaban reproduciéndose. En ese momento, quedó muy claro para él. Así que lo tenía metido en la cabeza, ¿verdad?”.
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Al otro lado del océano, alguien más parecía tenerlo metido en la cabeza. John Aspinall, un excéntrico dueño de zoológico del Reino Unido, que había hecho su fortuna como corredor de apuestas para la clase alta británica, había ideado un plan similar para capturar rinocerontes salvajes y dividirlos entre el país anfitrión y el financiero, en este caso, el zoológico de Indonesia y el de Aspinall en el Reino Unido, respectivamente.
“Varias de las personalidades de la historia humana fueron incomprendidas, criticadas o hasta condenadas en un principio; recién mucho más tarde, se reconoció su genialidad. Colocaría al conservacionista John Aspinall entre ellas —opinó Francesco Nardelli, director ejecutivo del Proyecto Rinoceronte de Sumatra, sobre el hombre con el que trabajó durante 12 años—. Un hombre de principios”.
También estaba Nico Van Strien, con solo 38 años y ya un experto indiscutible en todo lo relacionado con el rinoceronte de Sumatra. Después de haber publicado, recientemente, una tesis trascendental de 211 páginas sobre la conducta del rinoceronte de Sumatra y la ecología, Van Strien podría describirse como el único académico vivo experto en los rinocerontes salvajes de Sumatra.
Van Strien llegó con sus últimos cálculos sobre cuántos animales quedaban en decenas de poblaciones potenciales. La especie ya era una de las que estaba en mayor peligro de extinción entre los grandes mamíferos de la Tierra. Se creía que estaba extinguida en la mayoría de su zona de distribución, desde el noreste de India hasta Vietnam, y que solo sobrevivía en Sumatra, Borneo y la península malasia, aunque se pensaba que podían quedar algunos en Tailandia y Birmania.
Las cifras de 1984 de Van Strien planteaban una población entre 481 y 873 (en 1986 la UICN estimaría que quedaban entre 425 y 800). Pero muchas de las cifras de él eran solo estimaciones fundamentadas. Van Strien notó que, en varios lugares, se desconocían las cantidades o se basaban en “informes sin confirmar” o en “huellas”. Es muy probable que los números verdaderos estuviesen más cerca del cálculo menor de Van Strien y, tal vez, incluso muy por debajo de este. Muchas de las poblaciones grandes que él había citado desaparecieron en las décadas siguientes o nunca tuvieron semejante cantidad. Por ejemplo, se suponía que el Parque Nacional Kerinci Seblat en Sumatra tenía entre 250 y 500 animales; los funcionarios anunciaron que el rinoceronte se extinguió allí veinte años más tarde.
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La reunión también incluyó a varios directores de zoológicos estadounidenses interesados en el proyecto, así como también a algunos funcionarios gubernamentales de Malasia y de Indonesia. De los 23 asistentes, solo dos eran mujeres. Ocho de los participantes eran del Sudeste Asiático, en representación de Malasia, Indonesia y Singapur, donde se llevó a cabo la reunión.
La reunión, descrita en el informe sumario como “Reunión ad hoc por el rinoceronte de Sumatra”, cambiaría para siempre la naturaleza caótica de la captura y cautiverio del rinoceronte de Sumatra. Y pondría en marcha un programa que, por mucho tiempo, sería recordado como un fracaso total y absoluto, una debacle de proporciones épicas: una catástrofe que tardaría décadas en producir algo real, pero que ahora requiere una revisión.
Rinocerontes de Sumatra capturados entre 1641 y 1984
Según el libro titulado con acierto The Rhinoceros in Captivity: A List of 2439 Rhinoceroses Kept from Roman Times to 1994 (Los rinocerontes en cautiverio: una lista de 2439 rinocerontes capturados desde la época romana hasta 1994), el primer rinoceronte de Sumatra del que se conoce que fue mantenido en cautiverio fue en 1641. Fue alojada en Aceh, en el extremo norte de Sumatra, cuando la región era un sultanato poderoso. Pasarían doscientos años antes de que se registrara otro rinoceronte de Sumatra en cautiverio.
Durante el siglo XIX, 37 animales fueron puestos en cautiverio, incluidos dos que fueron enviados al circo Barnum & Bailey en Estados Unidos; uno de ellos murió en menos de un año, y el otro sobrevivió solo cinco.
En 1889 sucedió algo aún más notable: un rinoceronte de Sumatra que había estado viviendo en el zoológico de Calcuta desde hacía varios años logró procrear en cautiverio; es el primero del que tenemos conocimiento. En aquel momento, el zoológico de Calcuta, el más antiguo de la India, estaba dirigido por un biólogo adelantado a su época, Ram Brahma Sanyal, quien escribió un manual de suma importancia sobre cuidado y cría en cautiverio. La cría, un macho, vivió hasta los 14 años.
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Las cosas parecieron ralentizarse de manera considerable en los siguientes cincuenta años, probablemente, debido a las dos guerras mundiales y a una población cada vez más pequeña de animales (aunque un rinoceronte acabó, de alguna manera, en Osaka, Japón).
El siguiente esfuerzo coordinado de importancia para capturar rinocerontes de Sumatra fue una expedición a Sumatra en 1959, dirigida por el zoológico de Basilea, Suiza, y por el zoológico de Copenhague, Dinamarca. Según el libro de 1964 Rhino Country, de Hakon Skafte, la expedición fue idea de Svend Andersen, el entonces director del zoológico de Copenhague. Andersen le dijo a Skafte que lo que más quería era un espécimen del “rinoceronte de Sumatra peludo”.
Se organizó una expedición a un bosque desprotegido, cerca del río Siak, en la provincia de Riau. Skafte la describió en un artículo de 1962 como “uno de los safaris de caza mayor más fascinantes que se pueda imaginar”. Skafte y Arne Dyhrberg, también del zoológico de Copenhague, hicieron que hombres de la zona rodearan las rutas de los rinocerontes con una empalizada de diez metros por diez (treinta pies por treinta).
Sorprendentemente, la primera rinoceronta llegó con un invitado inesperado: un tigre de Sumatra, que logró escapar de la trampa sin daño alguno. Pero la rinoceronta no sobrevivió. En su libro, Skafte culpa a trabajadores locales por haberla envenenado debido a una disputa por el pago, aunque no ofrece verdaderas pruebas. Sin embargo, el equipo pronto logró capturar otra hembra, a la que llamaron Subur. La enviaron a la fría Copenhague, donde vivió a base de heno, zanahorias, manzanas y papas. (Durante el viaje solo comió arroz). Milagrosamente, a pesar de la dieta extraña, ella sobrevivió 13 años en Dinamarca.
La expedición capturó tres hembras más después de Subur. Una murió antes de que pudiera ser transportada. Las otras dos murieron en 1961, una en Basilea y la otra en Bogor, Indonesia. La expedición logró atrapar un macho, pero este escapó de la trampa, lo que hizo imposible cualquier intento de reproducción.
En más de 300 años, entre 1641 y 1984, solo se tiene registro de 56 rinocerontes de Sumatra en cautiverio. Y para 1980, todos estaban muertos.
Dos días en Singapur
“En la UICN consideramos que es una ocasión de lo más importante, donde se deben establecer precedentes para otras especies en otras regiones del mundo”, sostiene Robert F. Scott, segundo al mando en la Comisión de Supervivencia de Especies, en la apertura de la reunión de 1984, según las actas cuidadosamente documentadas.
Por esas mismas actas, queda claro que muchos participantes creían que las decisiones tomadas con respecto al rinoceronte de Sumatra podrían tener impactos trascendentales para otras especies. Si los zoológicos y los conservacionistas podían tener éxito en criar en cautiverio esta especie, también podrían hacerlo con otras especies casi extintas. Era una época fascinante para los zoológicos que, en aquel momento, pasaban por una transformación importante de instalaciones consideradas como un divertimento para las personas a instituciones que podían hacer una contribución valiosa a la conservación. Ya existían programas de cría en cautiverio para especies como el órice de Arabia y el tamarino león dorado; estos programas resultarían exitosos en las siguientes décadas. Los zoológicos esperaban que el programa de cría en cautiverio del rinoceronte de Sumatra pudiera ayudar a probar el valor conservacionista de estos.
Pero no todos estaban a favor de un programa de cría en cautiverio del rinoceronte de Sumatra.
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“Había más gente en contra de la cría en cautiverio, pero un grupo pequeño decidió seguir adelante”, explica Mohammed Khan bin Momin Khan, el entonces director del Grupo de Especialistas en Rinocerontes Asiáticos y director del Departamento de Vida Silvestre de Malasia, quien participó de la reunión.
El crítico más abierto de la cría en cautiverio resultó ser Rudolf Schenkel, un experto en rinocerontes del zoológico de Basilea, aunque tal vez sea más conocido por su investigación sobre lobos en cautiverio. Según las actas, Schenkel se pronunció en repetidas ocasiones y con efusión en contra de la cría en cautiverio. Afirmó que un animal en cautiverio “pierde su significado y dignidad” debido a la desconexión con el ecosistema donde se desarrollaba.
“Se oponía a muerte a la captura. Es como un mantra para él —sostiene Payne, quien notó que Schenkel ponía obstáculos en algunas partes de la reunión—. Pero todos lo desautorizaron con amabilidad”.
También hubo un debate considerable sobre si la cría en cautiverio debía restringirse a Malasia y a Indonesia, que aún tenían rinocerontes de Sumatra, o si Estados Unidos y el Reino Unido deberían intentarlo también. Mantener a los animales en un ambiente al que ya estuvieran acostumbrados era, sin duda, un argumento clave. Pero el orgullo nacional también jugó su papel.
De todas formas, el argumento de enviar al menos algunas parejas al extranjero ganaría parcialmente, y lamentablemente, tal como resultó ser. La razón para hacerlo, enunciada por Foose (de la Asociación de Zoológicos y Acuarios), incluía la experiencia de algunos zoológicos estadounidenses y europeos en el cuidado de otras especies de rinocerontes y en su dominio general de la cría en cautiverio y la administración, así como también la investigación innovadora sobre “tecnología reproductiva, que incluía inseminación artificial, transferencia de embriones y criopreservación”. Los zoológicos interesados incluían algunos de los mejores del mundo, desde el de San Diego, pasando por el de Cincinnati hasta el del Bronx.
Llevar rinocerontes de Sumatra a Estados Unidos también “le daría mayor reconocimiento y apoyo a la especie”, según afirmó Foose.
En un momento del debate, según las actas, Warren D. Thomas, director del zoológico de Los Ángeles, “profundizó en razones y realidades respecto de por qué debía considerarse el egoísmo de los zoológicos”.
El tema quedó allí, sin más discusión, con la tentación de saber más al respecto, pero uno puede imaginarse que Thomas debió haber señalado que, si los zoológicos involucrados iban a invertir grandes sumas de dinero en el programa, querrían algo a cambio de esa inversión, es decir, rinocerontes de Sumatra vivos en sus instituciones. Los zoológicos no solo estaban dispuestos a pagar por la captura y el traslado, sino también a patrocinar mayores esfuerzos de conservación en el campo. Mucho de todo esto ya se había trabajado tanto en acuerdos previos entre la Asociación de Zoológicos y Acuarios, Sabah y el zoológico Howletts de Aspinall como en la asistencia técnica y financiera de Indonesia.
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“El debate… fue mucho menos del esperado —afirmó Nardelli del Proyecto Rinoceronte de Sumatra—. Los representantes gubernamentales de Indonesia y Sabah ya estaban convencidos de proceder con el proyecto de cría en cautiverio”.
Durante la reunión, Aspinall mencionó el caso del kouprey como una historia aleccionadora. Sostuvo que, si bien hubo “muchas” conferencias sobre el buey de bosque en el sudeste asiático continental, todas terminaron en una acción nula.
“El kouprey quedó reducido a unos 10 o 20 ejemplares, y solo un milagro puede salvarlo”, explicó en la reunión.
Era un comentario acertado. El último avistamiento confirmado de un kouprey fue en 1983, un año antes de la reunión por el rinoceronte. En la actualidad, se cree que está extinguido.
Durante la reunión de dos días, los participantes parecieron tomarse en serio el comentario de Aspinall. Aunque podían no estar de acuerdo (y muchas veces era así), no salieron de allí sin ningún resultado tangible.
“En realidad, fue un muy buen debate”, afirmó Payne.
Al final, el grupo acordó que la cría en cautiverio de rinocerontes de Sumatra, tanto en el país como en el extranjero, fuera para animales “sin esperanza de sobrevivir en lo salvaje”, lo que solían llamar animales “condenados”. Eso significaba solo sacar animales de poblaciones demasiado pequeñas para sobrevivir a largo plazo o en hábitats ya programados para una tala indiscriminada.
Era una elección que tendría un impacto duradero en el éxito del programa.
En la reunión también se acordó no mezclar las tres subespecies conocidas de rinoceronte de Sumatra hasta que se llevara a cabo más trabajo taxonómico con el fin de comprender la diferencia entre estas. Esa era otra decisión que tendría un impacto considerable. Hasta la fecha, las subespecies no se mezclaron, aunque ahora los científicos dicen que debería hacerse si fuera posible.
El grupo también acordó crear un organismo nuevo para supervisar los esfuerzos y coordinar entre los distintos países e instituciones. Con el tiempo, este se convertiría en el Sumatran Rhino Trust, un organismo que solo subsistiría hasta 1993.
La reunión duró dos días, y cualquiera que haya participado de dicho evento podría preguntarse si las conversaciones más importantes se dieron durante el almuerzo, la hora del té o mientras bebían por la noche. No obstante, salieron de allí con un plan consensuado.
Foose debió haber estado eufórico.
Cinco meses antes de la reunión en Singapur, sucedió algo increíble en Malasia Peninsular: una rinoceronta de Sumatra medio ciega había entrado a una plantación de aceite de palma. Unos trabajadores la atraparon, la ataron y quedó rodeada por cientos de locales. Khan explica que tuvo que correr al lugar para ganarles a los “traficantes de animales” que ya estaban en camino.
“No podía creer que realmente fuera un rinoceronte de Sumatra —comentó Khan a los medios en aquel momento—. Me preocupaba que el animal pudiera morir del miedo y me preocupaba mucho más que lo descuartizaran y lo exportaran antes de nuestra llegada”.
Increíblemente, Khan llegó primero, y Jeram (como se conoció al animal) sobrevivió al calvario. Khan y su equipo construyeron una caja con rapidez y, para la medianoche, ya estaban transportándola hasta el zoológico de Malacca.
Para el momento de la reunión, Malasia Peninsular ya tenía un rinoceronte en cautiverio, el primero capturado en un cuarto de siglo. Y los conservacionistas estaban seguros de que podrían atrapar más animales y conseguir muchas crías.
Pero todo resultó mucho más complicado de lo que jamás habían imaginado. En tan solo diez años, la reunión de Singapur se podría comparar con un conductor ebrio que se sube a su automóvil: apenas puede ver el camino que tiene por delante, pero está seguro de que llegará bien a casa.
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El artículo original fue publicado en Mongabay News. Puedes leerlo aquí.