- Una nueva comunidad en línea llamada Lonely Conservationists creada por una australiana de 26 años está uniendo a conservacionistas jóvenes y con dificultades.
- Los miembros comparten su experiencia y hablan de temas como trabajos en los que no les pagan, problemas económicos, salud mental y, por supuesto, la soledad.
El año pasado, Jessie Panazzolo, como muchos jóvenes conservacionistas (y algunos de mediana edad también), sentía, no tanto que su carrera estuviera estancada, sino que la habían arrancado de raíz y le habían prendido fuego.
Sobre el papel, la australiana de 26 años parecía una triunfadora: tenía una carrera con matrícula de honor de la Universidad de Adelaide y más de una década de experiencia (llevaba siendo voluntaria en el mundo de la conservación desde los 14 años). Había trabajado en un proyecto de investigación que estudiaba los efectos del turismo sobre los lémures negros de Madagascar, había evaluado un bosque restaurado recientemente en Sumatra, había trabajado con organizaciones centradas en la vida silvestre en Tailandia, Sudáfrica y Sri Lanka. Además, había ganado premios y participado en congresos con sus presentaciones.
Sin embargo, para ella, la realidad era diferente. Muchos de los trabajos no eran remunerados. Algunas de esas cosas las pagó ella misma de su bolsillo, algo habitual para muchos jóvenes conservacionistas, y en algunas se encontró con condiciones laborales angustiosas y precarias.
“O pagaba para trabajar o mis jefes me trataban [mal], y cada vez tenía que dejarlo por alguna razón y después había un periodo vacío para buscar trabajo”, dice. “Después tenía que pasar por todo una y otra vez”.
A finales de enero de 2019, tuvo un momento de crisis. Panazzolo llevaba seis meses como voluntaria en un grupo conservacionista con la esperanza de que la posición se convirtiera en un trabajo remunerado.
Una noche, tomando algo, sus amigas le hicieron una “intervención”. Le dijeron que “mientras siguiera trabajando [para el grupo de conservación] gratis, nunca iba a conseguir un trabajo remunerado. Me fui a casa […] derrotada”, cuenta para Mongabay.
Es un momento con el que muchos conservacionistas se identifican. De hecho, la mañana siguiente, Panazzolo habló con una amiga de España que estaba pasando por algo parecido.
“Pensé que, si yo era una conservacionista que se sentía sola y ella era una conservacionista que se sentía sola, ¿cuántos más habría en el mundo? Y ahí es cuando empecé el blog. Contaba mi historia y mis frustraciones”, dice Panazzolo.
Con esa primera entrada en el blog Panazzolo creó la comunidad en línea Lonely Conservationists (Conservacionistas aislados). En el último año ha explotado. Ha atraído a más de 2500 miembros y 55 publicaciones de conservacionistas igual de frustrados, exhaustos, poco valorados y que antes estaban aislados y ahora han encontrado una comunidad.
“Es como un grupo mundial de terapia al que siempre puedes acceder […] Compartimos anuncios de trabajos, memes, publicaciones sobre salud mental y apoyo”, dice Sean Washington, conservacionista estadounidense de 21 años que fue uno de los primeros miembros. “Siempre hay alguien disponible para hablar, y todo el mundo tiene una historia que compartir y orejas para escuchar”.
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Ya no están solos
Louise Cordery fue una de las primeras, después de Panazzolo, en escribir un texto muy personal sobre su carrera como conservacionista aislada. En él describía que había sufrido una crisis emocional en una zona remota de Indonesia.
“Me sentía totalmente sola, una fracasada, y que estaba atascada en este campo”, dice Cordery, de 29 años y residente en Reino Unido. “Esa experiencia había sido otra más sin remunerar y me sentía tan desmotivada al ir de trabajo voluntario en trabajo voluntario […] Prácticamente había renunciado a una carrera en el mundo de la conservación”.
Pero no lo hizo. Cordery dice que la comunidad de Lonely Conservationists la ayudó a creer en sí misma otra vez, y ahora está lejos de ser la única con dificultades en este campo.
“Me ha dado la confianza para volver a adentrarme en mis pasiones”, dice. Cordery ha empezado un podcast, Turn on the Light, que se centra en historias positivas de la recuperación de especies.
“Todavía es un proyecto bebé por el momento, pero si no fuera por Lonely Conservationists ni existiría”, dice.
Este tipo de historias abunda. Los miembros no solo han encontrado confianza y camaradería, también generosidad y, en ocasiones, oportunidades.
Lonely Conservationists “pretende encontrarnos a todos en nuestro supuesto aislamiento”, dice Washington, que escribió sobre aspirar a ser conservacionista siendo parte de la comunidad afroamericana, que “creemos que estamos demasiado solos en esta batalla para hablar de ello con alguien o que hemos elegido este plato así que tenemos que comérnoslo todo. Y tenemos multitud de gente que ha pasado […] por lo peor de la industria”.
Obstáculos similares
Al encabezar la comunidad, Panazzolo ha visto que muchos conservacionistas comparten dificultades similares: profunda inseguridad económica, jefes y mentores abusivos, condiciones laborales precarias, y problemas de salud mental, como el síndrome del impostor.
Aunque hay pocos datos, los conservacionistas llevan tiempo señalando que hay pocos trabajos y que pasa mucho tiempo entre uno y otro, una tendencia que solo parece empeorar.
“El mercado laboral, que apenas existe, está al límite”, dice Rachael Lowe, también miembro de la comunidad Lonely Conservationists que escribió sobre superar dificultades cuando se sufre una enfermedad mental.
Muchos jóvenes conservacionistas, que ya están cargados de deudas de los créditos estudiantiles, pasan años trabajando en prácticas no remuneradas, voluntariados o incluso pagando por trabajar. Todo para ganar experiencia o mantener el currículum actualizado mientras trabajan de camareros, niñeras o en una tienda. O se pasan a hacer un doctorado como única forma de avanzar.
“Estoy haciendo un doctorado porque es un requisito mínimo para conseguir cualquier trabajo remunerado en África en estos momentos”, dice Lowe. “Es un regalo cobrar bastante menos del salario mínimo para investigar los elefantes a diario”.
“Y no va a durar mucho”, añade.
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La escasez de trabajos remunerados se debe en parte a la ausencia de financiación mundial para el trabajo de conservación, el cual proviene principalmente de organizaciones no lucrativas. Pero también es el resultado de que los gobiernos de todo el mundo recorten en conservación y protecciones ambientales a pesar de que la Tierra se esté calentando, las especies estén desapareciendo y los ecosistemas estén dañados.
El mercado laboral no solo es diminuto, también es increíblemente inestable.
Panazzolo dice que muchos conservacionistas temen hablar honestamente sobre sus problemas reales, y comprensibles, incluso con compañeros, porque su opinión podría llegar a otros oídos y hacer más difícil que les contraten.
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Entonces, ¿cómo superó el miedo de que crear Lonely Conservationists y hacer públicas sus experiencias sin sabotear sus posibilidades de conseguir trabajo?
“No tenía nada que perder”, dice. “Estaba muy contenta de poder iniciar la conversación y expresar mis frustraciones porque sentía que algo tenía que cambiar”.
Hasta la fecha, todas las personas que han escrito una publicación para Lonely Conservationists lo han hecho con su nombre real. En muchos sentidos es una comunidad de valor.
Conservar la salud mental
Panazzolo dice que sufrió lo mismo que tantos otros en el sector: el síndrome del impostor.
El síndrome del impostor sucede cuando alguien duda de sus éxitos y siente que no tiene derecho de estar en esa carrera. Quienes lo sufren suelen sentir que son un fraude a pesar de sus logros.
“Voy a un congreso y siento que no encajo porque no creo que merezca estar aquí ni merezca esta oportunidad”, dice Panazzolo, para explicar qué se siente con el síndrome del impostor.
Aunque es una experiencia habitual para muchos profesionales y académicos, no se habla mucho del síndrome del impostor en la conservación, aunque aquí también esté presente, según dice Panazzolo.
“Ha llegado hasta el punto en que le pido a gente que escriba entradas sobre los problemas que tienen en la industria y muchos piensan que no son lo suficientemente buenos para escribir sobre sus problemas”, dice.
Además, a diferencia de, por ejemplo, los médicos, muchos conservacionistas siguen sin recibir una remuneración justa —o remuneración en general— por su experiencia, lo cual reduce su sensación de valía.
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“Es un ciclo de voluntariado, prácticas y búsqueda de trabajo para acabar con trabajos mal pagados […] que puede ser dañino para la autoestima, la confianza y la salud mental e incluso física”, dice Washington.
Los problemas de salud mental van mucho más allá del síndrome del impostor. Muchas de las publicaciones en Lonely Conservationists describen situaciones de crisis emocionales, desgaste, ansiedad y depresión. Este sector no solo pone grandes expectativas en los candidatos con poca recompensa económica, también incluye enfrentarse a la realidad diaria de la catástrofe climática y la extinción masiva.
“Nosotros —en particular la gente de mi edad, los millenials— vamos a tener que trabajar la mayor parte de nuestra vida, así que tendría que ser en un entorno que por lo menos no sea dañino para nuestra salud mental”, declara Cordery.
Además de todo eso, como indica el nombre del grupo, está la soledad. Los conservacionistas suelen viajar y vivir solos mientras trabajan en un proyecto.
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Panazzolo dice que un trabajo en Australia, de donde procede, era tan malo que pasaba todo su tiempo libre sola.
“Fue entonces cuando descubrí mi pasión por la observación de aves”, dice, haciendo limonada con los limones que le da la vida, “porque lo único que podía hacer era salir a mirar los pájaros”.
Los conservacionistas también afirman que sus familiares y amigos no comprenden del todo lo difícil que puede ser intentar hacerse un hueco en el sector.
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“Mucha gente te dice que nunca has tenido un trabajo de verdad o [te preguntan] cuando vas a centrarte en algo por fin”, dice Panazzolo.
Pero la soledad, y la vulnerabilidad a las enfermedades mentales que conlleva, podrían ser lo peor durante el trabajo en el campo. En esas situaciones, los conservacionistas no solo están aislados, sino que también experimentan un choque cultural y condiciones laborales difíciles.
Panazzolo dice que cuando trabajó en Sumatra Septentrional, una región conservadora en lo cultural y lo religioso, estaba “confinada en una habitación” y no podía salir por la noche porque era peligroso para una mujer occidental. También la acosó un extraño que la espiaba e incluso, una vez, entró en su habitación.
Las mujeres se enfrentan a más retos
Las mujeres en particular se enfrentan a obstáculos distintos en el campo de la conservación, lo cual no es sorprendente.
“Nunca olvidaré la vez que en Sumatra Septentrional alguien me dijo que estaba orgulloso de mí, pero como hombre. Me dijo ‘Jessie, pensamos en ti como un hombre’. Fue realmente chocante que no pudieran estar orgullosos de mi como mujer”, dice Panazzolo.
No hay duda de que la experiencia de Panazzolo en Sumatra Septentrional habría sido diferente si hubiera sido un hombre, pero el machismo flagrante no es algo exclusivo de países conservadores o en desarrollo. Panazzolo dice que ha sufrido mucho el machismo en su país natal, Australia.
“Creo que es algo de lo que se debería seguir hablando y tomar medidas para hacer que las mujeres se sientan más incluidas. Eso no significa discriminar a los hombres. Solo significa educar a los hombres y defenderse cuando se dan esas conversaciones”, dice, y reconoce lo difícil que puede ser defenderse en el momento.
Para entender mejor cómo lo viven las mujeres conservacionistas, Panazzolo dedicó un tiempo a analizar las publicaciones de mujeres en Lonely Conservationists. Descubrió que el factor que podía hundir a las conservacionistas era el mismo que las podía hacer despegar.
“En los blogs escritos por mujeres el año pasado, lo más inspirador en sus recorridos eran sus supervisores y profesores, y también lo que más les podía destrozar el ánimo y frenarlas eran sus supervisores y sus profesores”, dice.
Panazzolo tiene experiencia en eso. Tuvo un supervisor académico que “me hundía constantemente” y le hizo no querer volver al mundo académico jamás.
Por desgracia, muchos jóvenes conservacionistas tienen historias parecidas de supervisores o profesores que los desprecian, están celosos de sus logros e incluso cometen abusos emocionales. Según Panazzolo, los supervisores y profesores pueden tener un gran papel a la hora de ofrecer un ambiente sano y de apoyo, uno que dé pie a conversaciones sobre salud mental sin estigmas.
Contar historias
Lonely Conservationists como comunidad online no pretende solucionar todos los problemas del sector, sino ofrecer una comunidad, apoyo y recursos a los que están en las trincheras. En esencia, Lonely Conservationists consiste en crear una comunidad de historias.
“Para mí, el poder de las historias es increíble porque crea un entorno honesto, crea una confianza inmediata”, dice Panazzolo. Dice que contar sus propias historias, reconocer sus problemas, ha hecho que otros confíen en ella y cuenten las suyas. A partir de ahí, se desarrolló todo. Las historias empezaron a llegar desde Kenia y Florida, Costa Rica y Francia.
El alcance de Lonely Conservationists podría llegar incluso más allá de crear una comunidad; podría cambiar la industria, persona a persona. Panazzolo cuenta cómo una persona se desmoronó en una entrevista de trabajo al tener problemas para hablar de los efectos del cambio climático. La persona que la entrevistaba, en lugar de mandarla fuera, le recomendó Lonely Conservationists y acabó por contratarla.
“Cuando me enteré de eso, sentí que todo el trabajo que había hecho había valido la pena porque estas historias, obviamente habían creado esta noción de lo importante que es la empatía en la industria”, dice Panazzolo.
Washington dice que la comunidad de Lonely Conservationists le dio la confianza para solicitar un trabajo en el que va a empezar pronto y que podría acabar siendo permanente. Con su mentalidad de naturalista, dice que la comunidad ha pasado de ser un único organismo a ser un ecosistema.
“De la misma forma que un pólipo hace un coral que hace un arrecife, Jessie [Panazzolo] ha encontrado un lugar para plantar el primer pólipo y de ahí salió un arrecife que sigue creciendo”.
El artículo original fue publicado en Mongabay News. Puedes leerlo aquí.
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