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La ardua tarea de conservar ocho especies de árboles que están a punto de desaparecer en Colombia

Cybianthus cogolloi. Foto: David Sanin

  • Investigadores del Instituto Humboldt y habitantes de la cuenca del río Claro, en el departamento de Antioquia, trabajan en la conservación de ocho especies de árboles en grave peligro de desaparecer en Colombia.
  • Estas especies son endémicas del país, pues no se conoce su presencia en otras partes del mundo. Cinco de ellas sólo se encuentran en la cuenca media del río Claro, mientras que otras tres cuentan con algunos registros en los departamentos de Santander y Caldas.
  • Entre las ocho especies analizadas, la Matisia serpicostata presenta la situación más preocupante: sólo se ha encontrado un árbol en la cuenca del río Claro.

En enero de 2020, Luis Carlos Galeano recorría con su familia la cuenca del río Claro, en el departamento de Antioquia, Colombia, cuando se encontró con un árbol particular en el camino. Viviana Aguirre, su esposa, lo señaló porque le pareció extraño. Empezaron a indagar: vieron la forma de sus hojas, su tronco marrón de unos 15 metros y el pequeño tamaño de su fruto. Era el raro y muy escaso Rhodostemonodaphne antioquensis, conocido como chupo colorado.

“Reconocimos el árbol y lo fuimos mirando para ver si encontrábamos semillas para sembrar. Es el único árbol que conozco en ese sector y en toda mi vida, es más, no conozco otro”, narra Galeano, campesino del municipio de San Luis, al oriente de Antioquia. Lo que la familia había encontrado no era precisamente una muy buena noticia.

A inicios de 2022, su hallazgo se integraría a un monitoreo científico de árboles, organizado entre habitantes de San Luis y un grupo de científicos del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, interesados en estas especies. En una expedición posterior de la institución, se ubicó únicamente un árbol adulto adicional de la especie, para un total de dos ejemplares en la zona. Esto preocupó a los investigadores. El Rhodostemonodaphne antioquensis está categorizado en Peligro Crítico, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y su población, endémica de Antioquia, está al borde de la desaparición.

Las hojas del Rhodostemonodaphne antioquensis. Foto: David Sanin

Este árbol no es la única especie que enfrenta el mismo riesgo en Colombia. El Instituto Humboldt ubicó las poblaciones de otras siete especies de árboles endémicos que están en peligro de extinción en el país. La situación es crítica: tres de estas especies se encuentran en un estado de alta vulnerabilidad por lo reducidas que están sus poblaciones. Además del chupo colorado, también alarma la situación de la Matisia serpicostata, árbol del que sólo se encontró un ejemplar adulto, y del Melicoccus antioquensis, del que se logró ubicar únicamente a doce individuos, la mayoría jóvenes. Todos estos ejemplares son endémicos del departamento de Antioquia y fueron localizados en la cuenca media del río Claro.

Los árboles llegaron a esta situación por varias amenazas. Las principales son la deforestación, la sobreexplotación de la madera de varias especies, así como la destrucción y degradación del hábitat por la ampliación de la frontera agropecuaria. Sin embargo, las comunidades que habitan estos espacios y que, a lo largo de su historia, han sido de vocación campesina y maderera, ahora se dedican a la conservación. Juntos desarrollaron métodos de propagación y crearon tres viveros. Uno de ellos está a cargo de la familia Galeano.

El fruto maduro del Rhodostemonodaphne antioquensis. Foto: David Sanin

“El vivero nació con la idea de devolverle a la naturaleza lo que se le había quitado. Empezamos a reproducir árboles en vía de extinción. A partir de ahí estamos trabajando y sacando cosas interesantes”, comenta Galeano respecto a los métodos de reproducción de árboles que han aprendido y con los que, a prueba y error, han obtenido éxito.

Frente a este panorama, el Instituto Humboldt, financiado por la Fundación Franklinia —dedicada a la conservación de árboles en peligro alrededor del mundo—, y en colaboración con las comunidades de la cuenca del río Claro, promueven una nueva iniciativa para salvarlos de la extinción. En equipo, diseñaron el Plan de acción para la conservación de ocho especies de árboles amenazados en la cuenca del río Claro, Antioquia.

Luis Carlos Galeano es uno de los investigadores locales de San Luis que trabajan en la conservación de árboles en peligro de extinción. Foto: Jorge Bedoya

Río Claro y sus árboles

De acuerdo con el Instituto Humboldt, Colombia es el segundo país con el mayor número de plantas en el mundo, con un registro de 26 900 especies nativas. De este total, las especies endémicas representan un 24 %, es decir, más de 6 000 plantas sólo se encuentran en este país. Sin embargo, la entidad destaca que algunas de las especies de árboles endémicas son poco conocidas y altamente vulnerables a las actividades humanas y a los factores de cambio global, pues en su mayoría tienen distribuciones restringidas, e incluso tienden a encontrarse sólo en una localidad. El Instituto Humboldt señala que, de los 860 árboles y arbustos endémicos registrados en Colombia, el 45 % se encuentra en alguna categoría de amenaza.

Matisia serpicostata es el árbol con mayor riesgo de desaparecer; se encontró sólo un ejemplar adulto. Foto: Mónica Florez

La cuenca del río Claro, en el departamento de Antioquia, se ubica entre los municipios de Puerto Triunfo, San Luis, San Francisco y Sonsón. Jorge Bedoya, investigador del Centro de Colecciones y Gestión de Especies del Instituto Humboldt —quien coordina el proyecto de conservación de árboles en peligro—, explica que se trata de una región con características geográficas y geológicas que han propiciado la evolución de múltiples especies de flora, incluidas varias de distribución restringida y en categoría de amenaza.

“Río Claro se ubica en un ecosistema al que se le conoce como zona cárstica. Geológicamente hablando, su base —en el suelo y subsuelo—, es una roca muy particular porque es como mármol y hace que las condiciones sean bien especiales por su pH, por los minerales y los nutrientes que tiene. Allí hay una condición de microclima bien extraña, con otras condiciones de humedad y temperatura, y hace que se den estos endemismos de flora”, detalla el especialista.

Jorge Bedoya, investigador del Centro de Colecciones y Gestión de Especies del Instituto Humboldt. Foto: Archivo

Estas ocho especies que habitan el sureste de Antioquia —sobre la cordillera central, en una extensión aproximada de 85 106 hectáreas y a una altitud entre los 118 y los 2 288 metros sobre el nivel del mar—, fueron inicialmente identificadas entre 1980 y 2003 por el investigador colombiano Álvaro Cogollo, quien, con su trabajo de más de 40 años en la región, ha realizado numerosos aportes significativos a la ciencia y a la investigación, para así crear proyectos de conservación.

“En Colombia es muy conocido el trabajo de investigación que hace el profesor Cogollo, quien es un experto en plantas. Él expresó que había encontrado nuevas especies para la ciencia y de las que no se tenía buena información ni registro. Cuando se hace la valoración de las especies, nos damos cuenta de que entran en un grado de amenaza de la UICN, que las categoriza en Peligro, en Riesgo y en Vulnerabilidad”, explica Bedoya como antecedente al trabajo de investigación que el propio profesor Cogollo les invitó a hacer en conjunto.

Las especies y sus amenazas

Las especies de árboles que hoy son estudiadas por el Instituto Humboldt son el zapote de monte (Matisia serpicostata)con un único individuo registrado, de unos 12 metros de altura, con tallo marrón y hojas gruesas—, enlistado en Peligro Crítico. También se encuentra el yumbé (Caryodaphnopsis cogolloi), en Peligro Crítico por causa de la deforestación y la sobreexplotación de madera. El Cybianthus cogolloi es la especie más conocida por la comunidad, un árbol de hasta 12 metros de alto, que se incluyó en la Lista Roja de la UICN como En Peligro. Otra de las especies es la Duguetia colombiana, conocida como guanabanito, por su fruto en forma de guanábana pequeña y cuya presencia está disminuyendo debido a la ganadería, el aprovechamiento hidroeléctrico, y la explotación y exploración de hidrocarburos.

El Cybianthus cogolloi Pipoly se encuentra En Peligro debido a la ampliación de la frontera agropecuaria. Foto: David Sanin
Fruto de la Duguetia colombiana Maas, especie Vulnerable por efectos de la ganadería, el aprovechamiento hidroeléctrico y la explotación y exploración de hidrocarburos. Foto: Mónica Florez

También está el Melicoccus antioquensis o mamoncillo de monte, otra de las especies más amenazadas, ya que sólo se ubicaron doce individuos —dos adultos y diez juveniles—, por lo que está categorizado en Peligro Crítico. La Pseudoxandra sclerocarpa es una especie de la que se han recolectado semillas y se ha iniciado su propagación, aunque su periodo de germinación y crecimiento es muy lento; se le conoce como “garrapato” o “frísolo” y está categorizado como Vulnerable.

El Rhodostemonodaphne antioquensis es sumamente escaso en la zona —con sus dos individuos adultos identificados y del que se desconoce si puede haber plántulas—, por la extracción de rocas calizas y arcillas, la deforestación y la ganadería. Se le conoce como chupo colorado o laurel. Por último está el Simira hirsuta, que tiene una de las mejores expectativas, pues cuenta con el mayor número de individuos y plántulas en crecimiento. Son árboles de hasta 25 metros de alto y están categorizados como En Peligro.

Los frutos de Simira hirsuta C.M.Taylor, especie cuyo hábitates afectado por la explotación de roca caliza y arcillas. Foto: Carolina Castellanos

“La idea es recoger semillas de todos los ejemplares, germinarlas, propagarlas y así distribuirlas en la región con fines de conservación”, indicó el profesor Álvaro Cogollo al Instituto Humboldt al inicio del proyecto.

Cinco de las ocho especies de árboles son exclusivas del río Claro, en Antioquia. Sin embargo, tres de ellas —C. Cogolloi, D. colombiana y P. sclerocarpa—, también cuentan con registros en los departamentos de Santander y Caldas.

Las hojas de Pseudoxandra sclerocarpa. Se han reportado usos de este árbol para la industria farmacéutica por ser una planta medicinal, puesto que contiene diversos tipos de alcaloides. Foto: David Sanin

Esperanza para los árboles

Para crear el Plan de acción para la conservación de los árboles, que se ideó a finales de 2021, se organizaron talleres con la comunidad. Las ocho especies fueron sometidas a todo un monitoreo y análisis del Instituto Humboldt junto a los investigadores locales de río Claro, para conocer sus características y georreferenciarlos.

“En la zona había una gran demanda de tala de bosques para la obtención de madera comercializable económicamente y que tenía una rentabilidad para la comunidad. La gente no conocía qué especies estaban allí, pero identificaban algunos árboles con nombres comunes. Lo segundo, que es lo más crítico en algunos puntos, es la falta de conocimiento sobre esa flora local. Por eso, el Instituto Humboldt ha querido trabajar la ciencia participativa y la investigación aplicada con las comunidades, para generar estrategias de conservación”, comenta Bedoya.

Distribución de especies objeto de conservación, a partir de registros biológicos en colecciones biológicas y observaciones en campo. Mapa: Instituto Humboldt

Entre los tres viveros creados, el comunitario —llamado El Porvenir—, es el más grande y fue creado en 2022 por iniciativa de la comunidad de San Luis. Los otros dos son liderados por familias: les llaman veredas o parcelas de propagación familiar —creadas entre 2020 y 2021—, y también reproducen distintas especies del proyecto en una menor escala.

“Dentro del proyecto tenemos a 12 personas. Ellos nos acompañan a identificar las especies y a ubicarlas en sus territorios, pues ellos son quienes siempre han estado presentes en la zona. Son investigadores locales que nos apoyan en el seguimiento, monitoreo y registro de las especies para saber, por ejemplo, cuándo un árbol florece y cuándo fructifica. Así nosotros podemos cosechar esos frutos en el momento justo y trabajar en la propagación”, explica Bedoya.

A partir del conocimiento de la fenología de estos árboles —es decir, la relación entre sus ciclos de vida y los factores climáticos—, se han logrado propagar tres especies por medio de su semilla y trabajar con otras dos especies por propagación vegetativa. No ha sido un proceso sencillo, dice Bedoya, pues al tratarse de especies “raras” o “únicas”, es difícil encontrar semillas para su propagación, motivo por el que han tenido que recurrir a otros métodos.

Una de las amenazas para el Caryodaphnopsis cogolloi es la sobreexplotación de su madera, la cual es considerada de alta calidad, por su dureza natural. Foto: Carolina Castellanos / Instituto Humboldt

En la propagación vegetativa hay dos posibilidades: la primera es el trasplante de pequeñas plántulas que crecen alrededor de un árbol “madre”, que ha tirado semillas que germinaron en el suelo y que son llevadas al vivero, para posteriormente ser relocalizadas en otras zonas de la cuenca, y así ampliar su rango de distribución. La segunda, según Bedoya, tiene que ver con los esquejes, “es decir, cortar partes de ramas del árbol y aplicarles algunas hormonas que estimulan el crecimiento de raíces. Luego las sembramos en bolsas, se les hace un proceso en vivero y esas plántulas las llevamos a campo”.

También están ensayando una tercera estrategia. Para el caso de la especie más vulnerable —la Matisia serpicostata, de la cual sólo se tiene un individuo—, se pretende realizar ensayos de propagación vegetativa con acodos aéreos. Esto consiste en raspar la corteza de algunas ramas, aplicarles hormonas y medios de cultivo como tierra y musgo para que, justo en ese punto, pueda salir una nueva rama. Esa parte se corta y se siembra en un nuevo espacio.

Hasta ahora, han logrado germinar 345 plántulas a partir de semillas de Simira hirsuta, Pseudoxandra sclerocarpa y Rhodostemonodaphne antioquensis en los viveros. La especie que ha tenido éxito en el caso de la relocalización, es la Cybianthus cogolloi, de la que se han obtenido 50 individuos. Por ahora, sólo se han podido sembrar diez individuos de Rhodostemonodaphne antioquensis en campo y otros diez de Cybianthus cogolloi. La gran mayoría de los que han sido reproducidos a través de semillas en los viveros, todavía no han alcanzado la madurez suficiente para ser sembrados en su hábitat natural.

El Melicoccus antioquensis es un árbol de hasta 26 metros de alto. Foto: Mónica Florez

“Para poderlos sembrar, estamos proyectando lograrlo máximo en un mes. Nos toca esperar que nos caiga algo de lluvia, porque hace bastante calor y el clima todavía está un poco seco, por lo que no podemos arriesgar las plántulas”, explica Bedoya.

Luego de sembrarlas, el siguiente paso es una vigilancia integral: plagas, enfermedades, mantener una hidratación constante y monitorear “otras plantas que puedan competir con ellas y que pueden hacer que la plántula crezca de manera deficiente”, agrega el experto.

Estos trabajos, además, han derivado en compromisos de conservación. A la fecha, varias de las personas que trabajan en el proyecto han firmado actas que oficializan la protección de casi 178 hectáreas de bosque, “donde la comunidad dijo: ‘yo pongo mi predio, pongo mi bosque al servicio de la conservación’”, afirma el científico.

Como estrategia final se tiene un acompañamiento continuo con la comunidad. “Se les da seguimiento, los motivamos, les damos información y capacitaciones”, agrega Bedoya.

Holas de la Matisia serpicostata. Foto: David Sanin

Luis Carlos Galeano explica el proceso que realiza en su parcela junto a sus hijos. El primer paso es observar y poner atención en el hábitat del árbol a trabajar. “Tratamos de copiar el material donde crece: mezclamos tierra con un poquito de arena para darle drenaje. La germinación se hace en tierra y se vigila su hidratación bajo la sombra, para preservar la humedad y que no se dañe”, explica el campesino.

Han aprendido a hacer “camitas” para cada especie. A veces utilizan recipientes provisionales para germinar o siembran directamente en la tierra, cambiando cuidadosamente de sitios, buscando siempre nuevas maneras de obtener mejores resultados.

“Es importante conservar estos árboles porque hay muy pocos individuos. Ahora que hemos conocido a especies como el chupo y la Matisia, debemos reproducirlas porque se pueden perder y también para poder contarles a nuestros hijos sobre ellas, que estén interesados en conocerlas y cuidarlas”, concluye Galeano.

Flor de la Duguetia colombiana Maas. Foto: Mónica Florez

* Imagen principal: Cybianthus cogolloi. Foto: David Sanin

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