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“Cuando ganó el Sí al Yasuní, sentí que por fin la Madre Tierra dejará de ser torturada, por fin escucharon el sufrimiento del bosque”: Nemonte Nenquimo | ENTREVISTA

Nemonte Nenquimo junto a un derrame de petróleo cerca de Shushufindi en la provincia de Sucumbíos, Amazonía ecuatoriana, el 26 de junio de 2023. Foto: Sophie Pinchetti / Amazon Frontlines

  • El 20 de agosto de 2023 será recordado como el día en que los ecuatorianos dieron un paso decisivo para el futuro del Parque Nacional Yasuní, ubicado en la Amazonía ecuatoriana.
  • En una consulta popular, el 59 % de los votantes decidió que las reservas de petróleo del bloque ITT, dentro del parque, permanezcan en el subsuelo de forma indefinida y que la industria petrolera se retire del área natural protegida.
  • Nemonte Nenquimo es una de las lideresas más visibles en la defensa de la Amazonía ecuatoriana contra la explotación petrolera. En entrevista con Mongabay Latam, resalta que por fin la sociedad civil ecuatoriana se dio cuenta de que 50 años de actividad de esta industria no han dejado desarrollo en el país. “Sólo ha habido destrucción, contaminación, enfermedades y división”, asegura.

Cuando se enteró de la noticia, Nemonte Nenquimo no pudo evitar que se le escaparan las lágrimas. Lo supo el 20 de agosto de 2023: los jaguares y las guacamayas que tanto fascinan a Daime, su hija de ocho años, podrían seguir viviendo en la selva. Ambas brincaron de alegría. La campaña por el Sí al Yasuní, había logrado su objetivo: proteger el Parque Nacional Yasuní y que el petróleo localizado en la zona se deje bajo tierra indefinidamente. Para los pueblos indígenas amazónicos del Ecuador, la decisión de no explotar más este recurso significa dar un paso para detener la destrucción de la Amazonía y la muerte para quienes la defienden.

Nenquimo, lideresa indígena waorani de 38 años, quien desde muy joven ha luchado para expulsar a la industria petrolera de su territorio en la selva amazónica, temblaba de emoción. No daba crédito a lo que la sociedad ecuatoriana había logrado con la consulta popular que ocurrió aquel domingo, tras diez años de lucha de organizaciones civiles y pueblos indígenas por la defensa del Parque Nacional Yasuní contra la industria petrolera. El 59 % de los votantes decidió que las reservas de petróleo del bloque 43 Ishpingo-Tambococha-Tiputini —mejor conocido como ITT—, se retire de la reserva.

Nemonte Nenquimo, lideresa Waorani de la Amazonía ecuatoriana, con su hija Daime. Foto: Jerónimo Zúñiga / Amazon Frontlines
Nemonte Nenquimo, lideresa waorani de la Amazonía ecuatoriana, con su hija Daime. Foto: Jerónimo Zúñiga / Amazon Frontlines

“El pueblo decidió, pero el pueblo tiene que trabajar. No se trata de que hubo una victoria y ahora vamos a esperar. Vamos todos juntos, con los pueblos indígenas, a exigir que la petrolera salga y que respete a los pueblos en aislamiento voluntario tagaeri y taromenane, que son sobrevivientes y están dando su vida frente al cambio climático”, asegura la defensora indígena.

Mongabay Latam conversó con Nemonte Nenquimo sobre el resultado histórico de la consulta popular en Ecuador y lo que significa, de ahora en adelante, continuar la lucha para proteger al Parque Nacional Yasuní.

Líderes indígenas y jóvenes activistas envían un mensaje a la sociedad ecuatoriana antes de la consulta popular sobre el destino del Parque Nacional Yasuní. Foto: Martin Kingman / Amazon Frontlines

—Este 20 de agosto las y los ecuatorianos salieron a las urnas para decidir el camino político del país y también el futuro de ecosistemas naturales esenciales, como el Yasuní. ¿Qué sabor le deja el resultado obtenido?

—Me dio mucha emoción. Lloré y me abracé con mi hija. Estuvimos rezando juntas, poniendo velas. Cuando escuché el resultado, dije: “¡Ganó la vida!”. Mi hija se quedó sin palabras. Ella ama mucho al jaguar, al águila arpía y al guacamayo, que son sus favoritos. Luego empezó a decir: “¡Mamá! ¡Mi guacamayo va a seguir viviendo!”. Era una emoción muy grande. Ella, desde muy pequeña, ha acompañado esa lucha, al frente conmigo. Ha sido un motor y yo lucho por ella, para que tenga un ejemplo. Yo lucho para que la gente escuche y entienda lo que sufrimos como pueblos indígenas. La sociedad ecuatoriana tuvo un desafío, un reto grande, y también pensaron en sus hijos, en el futuro. Ellos querían ver un cambio, no sólo en la Amazonía, sino en el país. Mi corazón está lleno de mucha alegría, estuve temblando y saliéndome las lágrimas.

El líder cofán Emergildo Criollo, la lideresa siona Flor Tangoy y la lideresa waorani Nemonte Nenquimo, junto a su hija, al borde de un pozo de desechos tóxicos en el norte de la Amazonía ecuatoriana. Foto: Mitch Anderson / Amazon Frontlines

—¿En qué contexto surge el movimiento para detener la extracción petrolera en el Parque Nacional Yasuní?

—Antes de la conquista, nuestros abuelos, nuestros antepasados vivían en el Yasuní. Es un lugar sagrado. Los evangélicos los contactaron para civilizar y algunos miembros —que son familiares de nosotros— se quedaron porque no querían hacer contacto con el mundo. Actualmente hay dos grupos, los tagaeri y los taromenane, que todavía están en aislamiento voluntario. Luego, con el paso de los años, empresas petroleras descubrieron en la Amazonía un tesoro para extraer petróleo para la economía de las ciudades del Ecuador y del mundo.

Esa lucha viene desde entonces y, hasta hoy en día, como pueblos indígenas waorani estamos luchando porque sabemos que esta selva nos ha dado vida, no sólo a nosotros sino al planeta. Como indígenas hemos sobrevivido del río, de la pesca y los recursos silvestres como las plantas medicinales. Así como en las ciudades hay mercados y ferreterías, la selva es lo mismo para nosotros. Este es el lugar más hermoso en donde viven los jaguares, las arpías, las ranas, las boas y los peces. También existe una conexión espiritual y de sanación. Por eso ha sido una lucha de muchos años, con mucho amor y respeto hacia la selva como pueblos indígenas.

Esa lucha es de un siglo y, por fin, la sociedad civil ecuatoriana se dio cuenta y descubrió que en 50 años no ha habido desarrollo en el país con las petroleras. No es una herramienta que pueda beneficiar a las comunidades, sólo ha habido destrucción, contaminación, enfermedades y división. Es una pena. No ha habido un presidente que gobierne bien ese recurso, más bien, ha habido mucha corrupción y muerte.

Nemonte Nenquimo junto a las Pekinani (autoridades tradicionales) Obe Pa y Omanca (a la izquierda), y a la activista antiminera Shuar Arutam Josefina Tunki, en el Parque Nacional Yasuní, como parte de un viaje para organizar los esfuerzos de campaña para la consulta popular. Foto: Sophie Pinchetti / Amazon Frontlines

—¿Esta fue una exigencia, sobre todo, de las comunidades indígenas?

—La sociedad ecuatoriana hizo conciencia y apoyaron el sí a la vida, para las futuras generaciones, para que los hijos puedan vivir bien, defendiendo otro modelo, otra estrategia de trabajo para que no solamente dependamos del petróleo. No hablo solamente del Ecuador, sino del mundo. Las petroleras sólo han destruido el ambiente, han traído contaminación y, a través de eso, también aumenta el calentamiento global. Creo que se dieron cuenta y dijeron: “No más explotación, la Madre Tierra y la selva necesitan respeto”. Los pueblos indígenas somos seres humanos que queremos vivir, la naturaleza y los animales también.

La economía de Ecuador no puede depender del petróleo, porque se va a agotar. Después que destruyamos todo, ¿qué vamos a dejar para las futuras generaciones? Esta reserva le está dando vida y oxígeno al mundo. Que el pueblo pudiera decidir una mejor vida para el país, ha sido una victoria. No podemos permitir que la política, que el presidente, decidan nuestra vida, arriesgándola.

No va a ser fácil transicionar, porque en las ciudades dependen del dinero, de la gasolina, pero no es el fin del mundo. Trabajando con los pueblos indígenas, respetando a la Madre Tierra, podemos tener ingresos sanos, sustentables y respetuosos, además de regenerar, recuperar y sanar. La selva necesita un tiempo, porque ha sido una tortura, una tristeza y ahora los pueblos en aislamiento voluntario van a ser libres, alegres y seguirán viviendo.

Como mujer waorani, sentí que mi pueblo, que la gente tagaeri y taromenane, y los animales vivirán libres y en armonía. No más muerte, no más contaminación y no más cambio climático. Es una alegría fuerte para mí y lloro de emoción, porque por fin la sociedad ecuatoriana escuchó nuestras voces, nuestro llanto, que hemos venido sufriendo por décadas, en carne propia, la extracción petrolera. Ha causado muchos problemas, no solamente impactos ambientales, sino también división en las comunidades. Debemos mirar otra forma, otro mecanismo de vida, de bienestar para todos. Podemos dar un ejemplo para otros países: México, Colombia, Ecuador, Perú, que también viven con esta amenaza a los pueblos indígenas por las petroleras.

La emoción es muy fuerte, se me salen las lágrimas y no puedo parar, porque esa lucha ha sido desde hace mucho tiempo, desde nuestros abuelos y abuelas. Ahora esta tercera generación waorani seguimos luchando, porque sabemos que la Madre Tierra, el bosque, nos ha dado la vida.

Para la gente de las ciudades va a costar, pero para la gente de las comunidades, es una alegría, qué felicidad decir ya no más contaminación, ya no más muerte tagaeri y taromenane, ya no más muerte de animales, ya no más confusión. Queremos seguir siendo waorani, queremos seguir viviendo, teniendo nuestro idioma y nuestro conocimiento muchos años.

Nemonte Nenquimo y el Pekinani Memo Ahua en la selva tropical del Yasuní. Foto: Nico Kingman / Amazon Frontlines

—¿Qué ha sucedido con los pueblos indígenas no contactados que habitan dentro del parque?

Los tagaeri y taromenane, los no contactados, son los más vulnerados. Ni siquiera han recibido esa economía del petróleo. Ellos van a sentir alegría de que ahora van a tener espacio para seguir viviendo. Si ganaba el “No”, ellos se iban a enfrentar a la muerte misma.

Es realmente triste porque Yasuní también es un lugar en donde se crían los animales para expandirse hacia otros lados. Cuando esta empresa petrolera descubrió al Yasuní, hicieron un estrecho grande, una carretera destruyendo la selva, contaminando la tierra. Querían seguir invadiendo y matando a todos los grupos en aislamiento.

Los waorani que sí fueron contactados, han dependido de esa industria. Luego, si se agotaba el recurso, ¿de qué dependerían? El dinero no los va a salvar. Ahorita dependen del poco trabajo que les dan y ni siquiera se dan cuenta de que están perdiendo su territorio, el territorio que los abuelos y sus papás defendían. Los pueblos indígenas vivimos libres, nosotros respetamos. Hay épocas que la selva nos da fruta para comer, nos brinda pescado, por eso queremos vivir en armonía. Por eso es un triunfo grande que no habrá más extracción, para seguir viviendo.

Desde la comunidad, miro hacia afuera y veo que hablan mucho de que las petroleras traen desarrollo y buen vivir, pero durante 50 años de explotación petrolera en el Ecuador no ha sido así. Más bien, los extranjeros se han llevado nuestro petróleo y, frente a eso, ha habido mucha corrupción, muchas mentiras.

La petrolera no es la solución, porque el petróleo se agotará y, después, cuando volteemos no habrá verde, no habrá riqueza, no habrá biosfera. Vamos a ser como mendigos, afectados. En un planeta muerto no hay ningún futuro. Ahora la sociedad ecuatoriana ha hecho algo histórico: sí hay futuro para progresar, para estructurar respetando y juntándonos en la primera línea de soluciones al cambio climático.

Nemonte Nenquimo muestra evidencia de contaminación por petróleo crudo cerca de un pozo de desechos tóxicos en el norte de la Amazonía ecuatoriana, junto con dos mujeres líderes de la nación Siona. Foto: Mitch Anderson / Amazon Frontlines

—¿Cómo ha sido el trabajo que han realizado, desde las organizaciones indígenas y de la sociedad civil, para conseguir que el Yasuní sea protegido?

—En la lucha, los pueblos nos hemos unido con los activistas, con las organizaciones, con la sociedad civil ecuatoriana, con los jóvenes y estudiantes, con las madres y con otros pueblos también. No hubiéramos logrado el triunfo sin la unidad, porque no sólo estamos hablando de los pueblos indígenas que dependen de la selva, sino que estamos hablando del equilibrio del planeta. La selva no está esperando que la rescatemos, sino que la respetemos. Nosotros tenemos este conocimiento y una conexión muy profunda con la naturaleza. Nuestros ancestros nos lo han enseñado. Si no la respetamos, la selva nos tragará a nosotros, así lo dice un ritual de los abuelos. Eso tenemos que entender, toda la lucha que hacemos es por una sola causa: detener el cambio climático y seguir viviendo.

Al frente estaban las mujeres, la mayoría. No había muchos hombres, pero los jóvenes sí salieron a hacer campaña. Eso era lo más motivante. Muchas veces veo que en la lucha somos mujeres bastante firmes, no solamente al hablar, sino en la toma de decisiones. No se trata de ser protagonistas, sino que las mujeres siempre pensamos en el bienestar y en el futuro ver a nuestros hijos con alegría, teniendo un espacio y libertad. Ese ha sido un trabajo bastante grande.

Queremos agradecer a toda la sociedad, especialmente a los estudiantes, a los biólogos, a los antropólogos que estudian estas carreras y que asumieron bastante en Quito, en Guayaquil, en Cuenca. Mi corazón estaba con los estudiantes. Son héroes que llevaron la voz a las ciudades y a sus familiares. Ha sido un trabajo en conjunto y yo siento que así debemos tomar las decisiones de nuestras vidas, como pueblos, y no que las tome un político, porque se trata de nuestra vida, de nuestra sociedad ecuatoriana, para hacer el cambio y vivir bien.

Pueblos indígenas amazónicos en un encuentro por el Yasuní en la ciudad de Cuenca, Ecuador, en julio de 2023. Foto: Helena Gualinga

—¿Cuáles han sido los efectos ambientales y sociales de tantos años de explotación petrolera en la Amazonía ecuatoriana?

—En la Amazonía, lo que yo he visto muy cercanamente y también parte de los pueblos waorani y otros pueblos indígenas en contacto con las petroleras, es que yo no veo que algo haya cambiado. No hay “buena calidad de vida” —como dicen, entre comillas—, que habrá salud, educación o vivienda. Más bien se ha reducido el territorio, más bien siguen los derrames diarios y que no se pueden remediar. Más bien ha aumentado la enfermedad, como el cáncer, que antes nunca hubo, jamás existieron enfermedades. Por la contaminación, ahora las mujeres no pueden tener hijos y los niños nacen con deformaciones, no están buenos y sanos.

También la pérdida del idioma. Seamos realistas: los primeros indígenas que tuvieron contacto con la empresa Chevron, de Estados Unidos, que sacó petróleo de la zona norte del Ecuador, perdieron hectáreas de su territorio para cultivar, han perdido su idioma propio, a diario han estado derramando en el río donde ellos se bañan y pescan. ¿Eso es buena vida? Para mí no. Para mí es muerte, enfermedad y división entre la familia. Para mí no hay desarrollo.

La empresa ha hecho que se desconecten de su propia cultura, su propio idioma, que no vayan como antes a cazar, a comer, a reunirse para hacer ceremonias. Ha sido muy triste. Pero en la Amazonía todavía tenemos zonas verdes y nuestra cultura es fuerte, no queremos que esto se pierda. Hay que palpar y entender el sufrimiento de la tierra en la Amazonía. Los derrames y la contaminación son impactos que tenemos que analizar. Nunca han sido remediados, nunca han sido limpiados.

El petróleo se transporta en barcos entre los sitios de extracción a lo largo del río Napo, en la selva tropical de Yasuní. Foto: Nico Kingman / Amazon Frontlines

—Lo que viene ahora es la salida progresiva de los proyectos petroleros del Yasuní, ¿qué sucederá con los impactos que ha dejado esta actividad? ¿Habrá una exigencia de remediación?

—Claro, nosotros vamos a exigir. Por eso nos tenemos que unir, exigir que eso se sanee tal como estaba nuestro bosque, intacto. Queremos que devuelvan, que curen, que traten de remediar, de sembrar. ¿Cómo se sentirían esos dueños si llegamos a su casa sin permiso, nos aprovechamos y tiramos todo a la basura, deforestamos y matamos? Eso tiene que ser remediado, pero se necesitan años para sanar. No es fácil. Para volver a crecer un árbol grande y fuerte en donde se deforestó, puede costar 20 o 25 años. No se puede recuperar un árbol primario.

En este lugar intangible, yo escuchaba que decían que lo que están extrayendo se hacía “como chupar una flor, con un pico de picaflor”, con tecnología que no estaba afectando. Eso es mentira. ¿Quién controla eso? ¿El Ministerio del Ambiente? Son calumnias, mentirosos. Ellos son quienes dan las licencias para que las petroleras exploten, para que sacaran la madera en el bloque 43. Yo lloré viendo eso. Cuatro o cinco camiones sacando madera fina, de cedro, de laurel, en donde nuestros abuelos defendieron y protegieron los árboles sagrados y grandísimos. Me dolió ver eso y lloré de rabia.

Una vez que entra una petrolera, no solamente está explotando el petróleo, sino sacando árboles sagrados. Hacen caminos intensos cortando árboles, contaminando las laguna en donde hay todo tipo de animales que ayudan a mantener a la tierra, al bosque. Cuando ganó el Sí al Yasuní, sentí que por fin la Madre Tierra dejará de ser torturada, por fin escucharon el sufrimiento del bosque. Hemos sufrido tanto.

Pero ellos se adueñan y hacen lo que quieren, habiendo leyes y normas para los impactos ambientales, para proteger al bosque, pero sólo está escrito. Realmente no están cumpliendo, el Ministerio del Ambiente no protege, ellos son los que dan licencia a los petroleros, a los maderos que siguen sacando recursos en lugares sagrados donde están viviendo los tagaeri y taromenane. Nosotros, como pueblos indígenas, tenemos todo el derecho de reclamar al Estado ecuatoriano y a las empresas petroleras, queremos que reparen ese daño que han hecho por 50 años de explotación petrolera en nuestro hogar, en nuestra vida.

Contaminación por petróleo cerca del campo petrolero Suzuki, en Sucumbíos, Amazonía ecuatoriana. Foto: Mitch Anderson / Amazon Frontlines

—¿Se mantendrán vigilantes de lo que ocurra en el Yasuní en adelante? ¿Qué acciones prevén desde las organizaciones indígenas? 

—Estamos pensando en estrategias desde la comunidad. Creo que ni el Estado ecuatoriano ni el Ministerio del Ambiente nos van a garantizar la vigilancia. Nosotros desde la comunidad vamos a ser vigilantes de nuestra casa y nosotros vamos a exigir que cumplan la remediación del daño que han hecho. Vamos a estar unidos con todos los pueblos que viven alrededor del Yasuní. Nosotros vamos a controlar nuestra casa, no vamos a esperar que el Estado ecuatoriano nos venga a remediar, muchas veces nos han vulnerado, nos han violado nuestro derecho a la vida y la naturaleza, ¿por qué vamos tener esperanza de que se nos van a acercar a decir que se disculpan?

Nosotros como pueblos indígenas, autónomamente, nos vamos a unir para estar vigilantes y exigir que cumplan y que respeten. Actualmente no estamos luchando como nuestros ancestros lo hacían, con las lanzas, ojo por ojo, diente por diente. Ahora, con nuestra sabiduría y con nuestro conocimiento, estamos unidos más que nunca con el mundo, con los ambientalistas, con los abogados, con los ancianos. No pueden esperar que los indígenas estemos solos.

Muchas veces nos han tratado como “los indios emplumados que andan caminando y reclamando”. Esos indios —como nos llaman y nos tratan— somos dueños, por miles de siglos, de nuestra selva. Le hemos tenido un amor muy profundo. Los indios somos los que solucionamos, en primera fila, el cambio climático. Los científicos en el mundo recién se dieron cuenta de que el cambio climático nos está afectando, pero los indios somos científicos, somos sabedores.

Nemonte Nenquimo en el territorio ancestral de su pueblo en la Amazonía ecuatoriana. Foto: Mitch Anderson / Amazon Frontlines

—¿Cuál ha sido el costo de defender la selva?

—Antes de la conquista, éramos luchadores, protectores y cuidadores de esa selva, pero cuando hicimos eso, el gobierno nos vio como una amenaza. Eso creyeron y dicen que somos terroristas, rebeldes contra la ley del Ecuador, pero eso es mentira. Nosotros estamos defendiendo nuestra casa, nuestro derecho. Ha sido una lucha visible, haciendo demandas, haciendo paros, caminando en Quito, exigiendo que respeten.

Nuestros compañeros —que lucharon por la vida— también han sido asesinados. De eso tampoco hablan. Les matan porque es más fácil para poder seguir aprovechándose y destruyendo nuestro hogar, destruyendo nuestra vida, nuestra casa y nuestro planeta. No ha sido una lucha fácil para nosotros. Hasta hoy en día estamos arriesgando la vida.

El desarrollo de la economía del país, el modelo de minería, de agricultura, de la madera para negocio, nos está matando y nos afecta. Tenemos que pensar otra forma de desarrollo para que la selva viviente, que siente, esté sana.

Pensamos que volando en avión, teniendo un coche y dinero, somos fuertes, pero no es verdad; lo que sostiene la vida es la tierra. Tenemos que pensar más allá, en el futuro, no sólo en el presente. El petróleo se agotará y lo que seguirá viviendo es la selva.

Nemonte Nenquimo, principal demandante en el histórico caso de su pueblo contra el gobierno ecuatoriano, lleva la demanda en sus manos durante una marcha hacia el juzgado provincial en Puyo, Pastaza, Amazonía ecuatoriana, en 2019. Foto: Mitch Anderson / Amazon Frontlines

—¿Qué retos se vienen para la defensa del Yasuní?

—Es una oportunidad de hacer conciencia, no más destrucción, no más consumir lo que está dañando al planeta. Como indígena, veo que la gente de la ciudad depende de esa economía, así como nosotros dependemos de la selva. Ahora toca a ellos sacrificarse. Es su turno, nosotros tuvimos paciencia. La gente de la ciudad ahora tiene la oportunidad de entender qué dolor tan profundo hemos sufrido los amazónicos. Por fin, la sociedad nos respetó a los pueblos indígenas, a la naturaleza y a la diversidad de flora y fauna.

Será difícil estructurar para vivir bien en el país, para no tener más corrupción, no más muertes, no más contaminación. Tenemos la oportunidad de ser ejemplo como un país pequeño en la primera línea de detener el cambio climático. Tenemos que pensar con los pueblos indígenas, con las bases y con las sociedades, con los presidentes, con las autoridades para hacer nuestro modelo de diseño para que el Ecuador sea vida. El Ecuador es color verde, como olas de mar. Hay que buscar que otros países nos apoyen para preservar, de generar otra forma de economía pensando en el futuro de nuestros hijos, pensando en construir juntos el buen vivir.

Atardecer en la selva tropical del Yasuní. Foto: Nico Kingman / Amazon Frontlines

* Imagen principal: Nemonte Nenquimo muestra los efectos de un derrame de petróleo cerca de Shushufindi, en la provincia de Sucumbíos, Amazonía ecuatoriana, el 26 de junio de 2023. Foto: Sophie Pinchetti / Amazon Frontlines

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