- A mediados del siglo XX, la combinación de pobreza y desigualdad generó una inestabilidad política que dio origen a movimientos socialistas y nacionalistas en diferentes países amazónicos.
- Para Killeen, en sociedades tan estamentales como las de la Panamazonía, moldeadas por la clase, la etnia y la geografía, la desigualdad se sostiene en barreras estructurales muy reales y concretas.
- Esto ha derivado en el crecimiento exponencial de la economía informal, que se traduce en mercados callejeros y en la prestación de servicios por artesanos independientes.
- Además de las empresas a gran escala, los pequeños agricultores también tienen un papel importante, siendo responsables del 70% al 80% de la deforestación actual.
Uno de los principales desafíos sociales y económicos que enfrentan los países amazónicos es la desigualdad. Aunque los niveles de vida de los sectores más vulnerables han mejorado en comparación con cualquier otro momento de la historia, decenas de millones de personas en la región aún viven en condiciones de pobreza o al borde de ella. Peor aún, enfrentan barreras estructurales reales que dificultan la mejora de su situación económica. La reciente pandemia, junto con la posterior inestabilidad económica, ha reducido la capacidad de los gobiernos para implementar políticas efectivas destinadas a mitigar la desigualdad mediante transferencias de ingresos, subsidios, e inversiones en reformas educativas, estas últimas esenciales para superar los obstáculos estructurales a la movilidad social.
La pobreza en América Latina es un legado de una sociedad profundamente estratificada, moldeada por factores de clase, etnia y geografía. En Brasil, por ejemplo, las personas de color del noreste (llamados nordestinos) tienen una probabilidad significativamente mayor de ser pobres y recibir menos educación que sus compatriotas blancos del sur y el sureste. En los países andinos, las élites suelen ser de ascendencia europea o mestiza con una fuerte identificación con las culturas occidentales, mientras que las comunidades más desfavorecidas tienden a ser quechuas o aimaras de la parte alta de los Andes.
A mediados del siglo XX, la combinación de pobreza y desigualdad generó una inestabilidad política que dio origen a movimientos socialistas y nacionalistas. De hecho, las experiencias económicas fallidas y la deficiente gobernanza no solo agravaron estas problemáticas, sino que también incrementaron la pobreza durante varias décadas. La falta de oportunidades empujó a millones de personas a buscar una vida mejor en la frontera amazónica.
La entrega de tierras gratuitas fue una política deliberada para abordar barreras estructurales de larga data en el desarrollo nacional, al tiempo que sirvió como una estrategia conveniente para desviar el descontento social frente al estancamiento económico y la rígida estratificación social. No obstante, las mayores tasas de migración hacia la Amazonía coincidieron con la llamada década perdida de los años 80, un período marcado por una severa desaceleración económica que limitó drásticamente la capacidad de los gobiernos para brindar soluciones a sus ciudadanos. Esto acentuó el movimiento de personas hacia la región amazónica, en busca de nuevas oportunidades frente a la creciente desesperanza en otras partes del continente.
Las zonas urbanas de la región se distinguen por una economía informal que se manifiesta en mercados callejeros y en la prestación de servicios por artesanos independientes. Ante la imposibilidad de acceder a un empleo estable, muchas personas recurren a actividades fuera del ámbito formal para ganarse la vida. Lejos de ser delincuentes, son hombres y mujeres trabajadores que contribuyen significativamente al PIB nacional. La economía informal, sin embargo, opera como una vía de doble sentido: tanto vendedores como compradores participan para evadir impuestos y regulaciones. Este fenómeno, aunque beneficia a ambas partes en el corto plazo, también los priva de las protecciones que ofrece la legislación laboral y la normativa de defensa del consumidor.

Si bien la mayoría de los estudios sociales sobre la economía informal se enfocan en su dimensión urbana, sus efectos también se extienden en el ámbito rural. Por ejemplo, los pequeños agricultores cultivan productos que se comercializan en mercados no regulados, sin pagar impuestos sobre su producción ni sobre sus tierras. A menudo, carecen de apoyo de las agencias gubernamentales y de acceso al crédito formal, dependiendo en su lugar de intermediarios inescrupulosos que venden insumos agrícolas a precios inflados o prestamistas que imponen tasas de interés abusivas. En relación con las regulaciones sobre el uso de la tierra y la deforestación, estos agricultores suelen compartir la perspectiva de sus contrapartes urbanas: consideran que las normas están diseñadas para grandes operaciones, no para ellos.
En los últimos años, buena parte de la deforestación en la Amazonía ha sido causada por empresas o productores a gran escala. A ellos se suman los pequeños agricultores también tienen un papel importante, siendo responsables del 70% al 80% de la deforestación actual. Aunque esta cifra es menor que en las décadas de los años 80 y 90 y principios del 2000, sigue siendo suficiente para causar daños graves y permanentes al ecosistema amazónico. En las estribaciones andinas, estos agricultores talan sistemáticamente bosques en pendientes extremadamente empinadas, sin considerar la sostenibilidad a largo plazo ni los efectos de la erosión sobre infraestructuras como carreteras y embalses. En algunas regiones, pueden estar exentos legalmente de las regulaciones sobre el uso de la tierra; no obstante, incluso donde existen leyes, rara vez se aplican de manera efectiva.
Un comportamiento similar se observa en el sector de la minería informal de oro. En este ámbito, el impacto medioambiental es grave y las normas de seguridad y laborales suelen ser ignoradas. Aunque en años recientes se han intensificado los esfuerzos para recaudar regalías destinadas a los gobiernos municipales y regionales, la mayoría de los mineros no pagan, y quienes los hacen tienden a declarar ingresos inferiores a los reales. Los programas diseñados para mejorar el desempeño social y medioambiental suelen centrarse en la seguridad, dejando de lado las responsabilidades medioambientales. No es sorprendente que los mineros a pequeña escala perciban que la remediación, mitigación y compensación son obligaciones exclusivas de las grandes empresas, consideradas frecuentemente ‘extranjeras’ y ‘ricas’.
Modificar el comportamiento de los pequeños agricultores y mineros representa un desafío considerable. Las razones son diversas, pero están vinculadas a su percepción de estar en desventaja. Muchos consideran que lo que han logrado es fruto de su arduo trabajo, a pesar de haber enfrentado la falta de acceso a una buena educación y la carencia de oportunidades para lograr un empleo digno. A menudo, han pagado una tasa para obtener títulos de propiedad de sus tierras o concesiones mineras. Pese a ello, en numerosos casos dichos documentos carecen de validez legal. Esto se debe a que eran las únicas opciones disponibles, ya que el Estado no ofrece un mecanismo accesible y asequible para formalizar la tenencia de estas propiedades.
El gran número de pequeños agricultores y mineros, que asciende a cientos de miles, hace que los funcionarios electos sean reacios a imponer cambios obligatorios en sus estrategias de producción. Forzar estas modificaciones mediante la aplicación estricta de la ley resulta complicado, ya sea por su influencia electoral, su capacidad para movilizar protestas sociales o, en el caso de los mineros, su habilidad para reponer rápidamente el equipo y reanudar operaciones tras una redada policial.
Imagen destacada: La recientemente talada zona del Cerrado, en Brasil. Crédito: Rhett A. Butler.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons -licencia CC BY 4.0).