- Cáceres fue galardonada con el Goldman Environmental Prize, un prestigioso premio por su activismo en denfensa del medio ambiente y de su pueblo Lenca.
- Durante sus últimas semanas de vida, Cáceres y COPINH se enfrentaron a crecientes amanazas y violencia.
- Cáceres se une a cientos de casos de otros activistas indígenas que han sido asesinados en Honduras por sus derechos a tierras y recursos.
Los colegas de Berta Cáceres aparentemente tenían preparado su elogio desde hace años; uno que nunca esperaron tener que usar.
“Su asesinato no los sorprendería”, se dijo el año pasado durante la presentación del importante premio Goldman Environmental Prize, el cual fue entregado a Cáceres por su activismo en defensa del medio ambiente y de los derechos de su pueblo indígena Lenca. A las primeras horas de esta mañana, dos hombres armados entraron en su casa en la ciudad de La Esperanza, en el oeste de Honduras y la mataron instantáneamente.
Desde el 2006, ella lideró una campaña interminable en contra de la presa Agua Zarca que amenazaba con desplazar a cientos de familias de la comunidad de Río Blanco. Junto a su labor, también recibió múltiples amenazas de violación y de muerte.
De acuerdo a sus colegas, Cáceres era incansable y eternamente optimista: presentaba quejas a las autoridades gubernamentales, organizaba reuniones con miembros de comunidades locales, lideraba protestas pacíficas, y llevaba evidencias de injusticias a las cortes internacionales.
Su activismo empezó hace más de tres décadas. Cáceres se crió durante las guerras civiles centroamericanas de los años ochentas. Se volvió una estudiante activista, y en el 1993, fue cofundadora del Consejo Cívico de Organizaciones Indígenas Populares o COPINH, el cual ayudaba a defender los derechos de comunidades campesinas e indígenas del oeste de Honduras mientras se enfrentaban a multinacionales, proyectos de presas, madereros ilegales, y dueños de plantaciones.
“Berta recibió miles de amenazas. Su arma era su voz”, dijo su hermano Gustavo en una entrevista con el periódico hondureño, La Prensa. “La amenazaban por su lucha valiente y por los ricos recursos de nuestro territorio. Berta era un tesoro precioso en la lucha por los derechos de la población indígena”.
Momentos después de su asesinato, Gustavo Cáceres pidió al presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, que se asegurara de que la muerte de su hermana no terminara “como una estadística más en la violencia del país”. Durante una conferencia de prensa, Cáceres recordó a los periodistas que su hermana contaba con órdenes de protección, y sin embargo fue asesinada.
Durante sus últimas semanas de vida, Cáceres y COPINH se enfrentaron a crecientes amenazas y violencia.
El 20 de febrero, en la comunidad de Río Blanco, se dio un enfrentamiento entre protestantes y fuerzas de seguridad contratadas por la compañia de construcción de presas, DESA. Cinco días después, otra comunidad Lenca en el departmento occidental de Intibucá fue violentamente desalojada y destruida.
En un país con una de las tasas de homicidio más altas del mundo, el asesinato de Cáceres se une al de cientos de otros activistas indígenas que han muerto por defender el derecho a sus tierras y recursos.
En su Reporte Anual del 2016, la organización Front Line Defenders de Irlanda encontró que el 45 por ciento de las muertes de defensores de derechos humanos en todo el mundo están conectadas con la defensa de tierras, y los derechos del medio ambiente y de los pueblos indígenas.
“Berta Cáceres era una pacífica y poderosa defensora de los derechos humanos”, dijo la directora ejecutiva de Front Line Defenders, Mary Lawlor. “Se enfrentó a más de dos décadas de amenazas e intimidación para proteger a sus propias comunidades y a miles de otros pueblos indígenas en Honduras. Creó un movimiento que no podrá ser asesinado”.