- ¿Cuántas personas tuvieron que ser rescatadas en las últimas horas?
- ¿Cómo han afectado las inundaciones a los habitantes del casco urbano y del Bajo Piura?
Piura está totalmente inundada y devastada por el desborde de su río, cuyo caudal llegó a superar los 3400 metros cúbicos por segundo (M3/S). Urbanizaciones, asentamientos y centros poblados de los distritos de Piura, Castilla y Catacaos fueron anegados por la crecida del río.
El número de fallecidos tras las inundaciones está por confirmarse, según el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN). Lo que sí se sabe es que cientos de familias se han visto obligadas a salir de sus viviendas para ponerse a buen recaudo. Y aunque por dos días las lluvias han cesado, la alerta continúa y la población teme lo peor.
Desde que las tormentas eléctricas comenzaron a fines de enero, entre 35 000 y 40 000 familias lo han perdido todo. Según la información oficial del Centro de Operaciones de Emergencia Regional (COER), institución que monitorea las pérdidas ocasionadas por las lluvias en la región Piura, existen 400 000 familias afectadas, es decir, que han presentado daños en sus viviendas mas no se han quedado en la calle. Además, hasta la madrugada de hoy 28 de marzo fueron rescatadas más de 10 000 personas a través de helicópteros y aviones que dispuso la Fuerza Aérea del Perú.
En este momento el sector del Bajo Piura que comprende el distrito de Catacaos y sus caseríos Cura Mori, Pedregal Grande, Pedregal Chico, Chato Chico, Molino, Santa Rosa, Nuevo Catacaos y Viduque son los más afectados por el desborde del río. Los diques de contención que colocó el Gobierno Regional para proteger esta zona no resistieron el fuerte caudal y el alto nivel del agua mantuvo a los pobladores, por varias horas, encima de los techos y a la espera de un helicóptero que pudiera rescatarlos. “Lo que ha sucedido es algo extraordinario que realmente no esperábamos”, expresó el gobernador de Piura, Reynaldo Hilbck Guzmán.
Horas antes del desborde, la noche del 26 de marzo, los principales puentes de la ciudad, Cáceres y Sánchez Cerro, cuyas bases están en el río, todavía controlaban el incremento del caudal. Sin embargo, al día siguiente se desató la inundación. El río empezó a salirse por una compuerta de la Universidad Nacional de Piura (UNP), ubicada a metros del río, y más tarde el agua rebasó el puente Cáceres provocando súbitas inundaciones en las urbanizaciones de Piura y Castilla.
El panorama continúa siendo desolador en Castilla, el agua sigue discurriendo y no hay forma de drenarla. Un concurrido centro comercial ha quedado inundado; las avenidas Andrés Avelino Cáceres, Guillermo Irazola y Guardia Civil se han convertido en riachuelos. Todos los puentes de Piura tienen restringido el pase vehicular, solo por el puente Bolognesi se permite el ingreso de los personas. Los distritos de Piura y Castilla han quedado casi incomunicados.
Y aunque en este sector se presentaban las primeras inundaciones, para el Bajo Piura llegó lo peor. Como su nombre lo dice, por ser la parte más baja de la ciudad, los diques de contención y sacos terreros que se colocaron para evitar la salida del río fueron rebasados por el caudal de 3400 metros cúbicos por segundo. No hubo más protección para las familias que subir a los techos de sus viviendas y esperar que alguien los rescatara.
“En Pedregal Grande no pensamos que el agua nos llegaría al cuello, no pudimos sacar nada, solo salimos con lo que teníamos puesto (…) he perdido mi casa, mis chanchos, patos, gallinas, todo lo he perdido”, narró Juana Timaná Morales, una pobladora de 65 años que asegura jamás haber vivido tamaña inundación, ni siquiera en los Fenómenos El Niño de 1983 y 1998. “No sé dónde estarán mis hermanos y mis hijos, ellos son de Cura Mori y no tengo comunicación con nadie”, se lamentó la señora. Su esposo, Juan Sandoval Chero, de 53 años, se mantiene firme junto a ella, lo único que pide es un trabajo estable luego de que pase la tragedia. “Nosotros somos gente del campo, no tenemos trabajo fijo y ahora nos hemos quedado sin nada”, dijo.
Para salvar su vida y las de sus sobrinos, Matilda Silva Victoriano tuvo que correr hacia el cementerio ‘Los Ángeles’ de Pedregal Grande, donde una loma los logró proteger de la furia del río Piura. “Hemos perdido toda la casa, seguro ya se cayó porque es de carrizo. Dejé a todos mis animalitos y algunos de mis hijos se quedaron allá (…) todo se ha perdido, no creo que puedan sacar toda esa agua”, lamentó. La pobladora logró comunicarse con uno de sus hijos, quien le dijo que continúa en la loma del cementerio cuidando del ganado, pero le dio la mala noticia de que la mitad de ellos ya se había perdido en medio del agua.
Y es que durante las labores de rescate, varios lugareños se negaron a ser evacuados porque no querían dejar su ganado. Para la mayoría de familias, la venta de cabras, ovejas, gallinas, chanchos y patos es su único sustento económico. El Bajo Piura es una de las zonas con más pobreza en la ciudad de Piura, su población se dedica a la agricultura y a la venta de ganado.
Antes de la inundación, Felipa Yamunaqué Sosa recibió en su casa la visita de su hijo Marín, quien fue a verificar que todo estuviera bien. Pero de pronto, los vecinos empezaron a correr y pedir auxilio para subir a los techos de las viviendas. “Logramos subir al techo de un vecino y por horas esperamos la ayuda hasta que llegó el helicóptero y le hicimos señas para que nos rescatara”, cuenta Felipa. A ella le preocupa Diana, su nuera embarazada, y sus dos nietos, pues no sabe nada de ellos. Por la sorpresiva inundación, Marín no logró regresar a su casa para ayudar a su esposa e hijos. La familia no sabe si Diana y los niños están a salvo.
Similar situación vive María Luisa Palacios, esposa de Rafael Astudillo Saavedra de 83 años de edad quien se quedó en Pedregal Grande y no quiso ser rescatado. “Dijo que si iba a morir, iba a morir allá”, narró su hija Deysi Astudillo. “Para salvarnos tuvimos que correr hacia los nichos de los muertos en el cementerio”, dijo y luego recordó cómo fue rescatada de la inundación que ha desparecido todo el pueblo de Pedregal.
Por ahora, las familias sobreviven con las donaciones que el resto de piuranos les está entregando gentilmente. Están refugiados en el colegio Miguel Cortés de Castilla y esperan prontas noticias de sus familiares desaparecidos. Saben que no podrán recuperar sus viviendas ni pertenencias, que tendrán que volver a empezar.
Los ministros de Salud, Educación y Agricultura se encuentran en Piura brindando la ayuda que requieren los damnificados. El gobernador Reynaldo Hilbck explicó a través de un comunicado en sus redes sociales que ha solicitado balsas, motobombas, el apoyo de más unidades de rescate y helicópteros para sacar a las familias que han quedado atrapadas en los techos de las viviendas, sobre todo en el Bajo Piura.
“Me siento muy apenado y les pido disculpas por este momento que están pasando, sé que es un momento de tragedia para tantas familias, pero tengan la seguridad que saldremos adelante, vamos a trabajar hasta el último esfuerzo para volver a la normalidad”, se lee en el mensaje que Reynaldo Hilbck envió ayer a los piuranos.
Piura que hace tres meses pedía agua a gritos por la amenaza de sequía, ahora ruega para que no llueva más, para que el caudal del río disminuya y cesen los desbordes e inundaciones. No hay un cálculo sobre las pérdidas materiales, pero entre todos los piuranos existe la certeza de que el mal momento pasará.