- ¿Cuáles son las amenazas principales para este guacamayo?
- ¿Cómo afecta el cambio climático a su hábitat?
“Ellas llegan al atardecer, pasan en grupos gritando”, nos comenta Aleni Hinojosa, habitante del municipio de Pasorapa, en el Departamento de Cochabamba, mientras llegamos presurosos a un bosque cercano a la orilla de un riachuelo, esperando que nuestro largo recorrido haya dejado tiempo para el esperado avistamiento al esconderse el sol.
El reloj marca las seis de la tarde, alistamos los equipos fotográficos y de filmación, pero mientras eso sucede un grupo de seis Guacamayos Frente Roja nos sorprende volando encima de nuestras cabezas. “¡Por allá van!”, señala Hinojosa con su dedo. Las siluetas de las aves se pierden en un horizonte de peñascos y arbustos medianos, dejando atrás el eco de sus chillidos.
Es la primera vez que las vemos en su hábitat natural, y pese a ser un efímero encuentro, la emoción del avistamiento cubre nuestras expectativas, y hace que la prolongada y extenuada travesía de ocho horas haya valido la pena.
Encontrar al Guacamayo Frente Roja (Ara rubrogenys) –conocido localmente como paraba– es cada vez más complicado. Su población ha decrecido bastante la última década, hasta situarse entre apenas unos 800 a 1000 ejemplares en vida silvestre, según la Asociación Civil Armonía, ONG boliviana que trabaja por la conservación de las aves amenazadas del país. Esto ha colocado al ave en la categoría En Peligro Crítico (CR) en el Libro Rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados de Bolivia (2009). A nivel internacional se encuentra descrita En Peligro (EN) en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN, y la CITES la tiene en su apéndice I.
Apreciar el vuelo de este guacamayo es una experiencia magistral. En su cabeza presenta una franja frontal de color anaranjado rojizo con parches auriculares del mismo matiz. Mientras vuela, sus alas superiores despliegan un azul intenso, que se torna amarillo en las alas inferiores. Un verde oliváceo acompaña el resto de su cuerpo, que combina con una coloración rosácea en la poca piel desnuda que tiene su cara. Esta experiencia hasta despierta una especie de patriotismo simbólico, ya que la Frente Roja lleva sobre sí los colores de la bandera boliviana: rojo, amarillo y verde.
Lamentablemente, la beldad casi artística de los tonos de sus plumas, llama la atención no solo de los conservacionistas, sino también, de traficantes de aves.
Principales amenazas
Según reportes de Traffic USA, el 82 % de 34 625 guacamayos de todos los que ingresaron de forma ilegal a Estados Unidos entre 1979 y 1982, procedían de Bolivia. Esto significa 28 392 de estas aves, mientras que otra cantidad mayor habría sido enviada a Europa y Asia.
Francisco Rojas, comunario del municipio de Saipina, departamento de Santa Cruz, afirma que antes veía más Frente Roja en la zona. “En años anteriores para nosotros era muy normal ver sobrevolar a esta ave, pero en mayor cantidad. Frecuentaba cultivos de maíz y maní, era parte de nuestras costumbres que se mande a los hijos a espantarlas para proteger los cultivos, a pesar de que los daños no eran significativos”.
Rojas comenta que en los años 80 y 90 aparecieron comerciantes de guacamayos y uno de los más requeridos era la Frente Roja. “Ellos portaban redes para la captura, pero no podían solos, entonces contrataban algunas personas de la comunidad pagándoles el doble de su jornal de trabajo para capturar una mayor cantidad de loros”, recuerda.
En 1996 la investigadora Patricia Ergueta estimó que la población de esta especie estaba entre 5000 y 8000 individuos. Estudios posteriores en 2006 establecieron el número entre 1000 y 3000 individuos.
Si bien el tráfico internacional ha bajado considerablemente, este tuvo su impacto en la disminución de la especie. Sin embargo, el tráfico doméstico continúa siendo una amenaza para el ave. Una publicación de Armonía en 2008 reportó que 57 individuos de Frente Roja fueron comercializados en el mercado Los Pozos de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Estudios recientes de la institución han mostrado que el municipio de Toro Toro, en el departamento de Potosí, es un lugar donde existe una red de contactos locales a los cuales los traficantes recurren para adquirir individuos silvestres del guacamayo.
Armonía indica como referencia que un Guacamayo Frente Roja es vendido por traficantes dentro de Bolivia a un precio de 250 a 300 dólares americanos, mientras que en el extranjero, en la época de mayor tráfico internacional, llegaba a costar entre 1000 a 1500 dólares.
Esta institución cuenta que 21 personas de Toro Toro fueron sindicadas por pobladores locales como los que mantienen guacamayos Frente Roja en cautiverio para ofrecerlos a los traficantes. Así también, 32 personas fueron señaladas como contactos de traficantes del ave por varios de los entrevistados.
El hecho de que este lugar sea un centro de tráfico ilegal se debe a que se encuentra entre uno de los sitios importantes de alimentación de la especie, ya que se ubica en la cuenca del río Caine, entre el fondo de un valle y la ribera del río, donde gran parte de los campesinos se dedican a cultivar maíz y maní.
Estudios han demostrado que los loros se encuentran entre los animales silvestres que la población local aprecia tener como aves de compañía. El investigador español José Luis Tella y otros autores reportaron en una publicación científica de 2013 que 45 Frente Roja eran mantenidas como mascotas en varias localidades a lo largo del área de distribución de la especie.
La naturaleza de esta actividad ilegal la hace difícil de cuantificar, y representa un reto. Pese a existir normativa que regula esta actividad, como la Ley del Medio Ambiente N° 1333 y los decretos de veda general N° 22641 de 1990 y el N°25458 del año 1999, los controles para disminuir el tráfico siempre han sido deficientes.
A la amenaza del tráfico se suma la degradación del hábitat de la especie.
La región de los valles secos interandinos del centro de Bolivia se encuentra en un área en medio de los Andes y el Chaco, donde convergen ecosistemas de alta biodiversidad. Esta región tiene una larga historia de asentamientos humanos que han afectado la fertilidad del suelo, luego de usos intensivos del mismo para actividades agrícolas y ganaderas.
La sobrecarga animal por ganado vacuno, caprino, ovino y equino afecta a la regeneración del bosque y de muchas especies de plantas que son la base alimenticia del guacamayo, como Pica Pica (Cnidoscolus tubulosus), Palo Borracho (Jatropha hieronymii), Soto (Schinopsis haenkeana), Lanza Lanza (Prosopiskuntzei), Abrojo (Xanthium spinosum) y Quiscaluro (Harrisia tephracantha). Esto se debe a que el sobrepastoreo, de cabras principalmente, termina afectando los tres estratos de la generación del bosque: el herbáceo, arbustivo y arbóreo.
Por otra parte, están también la extracción de madera con fines maderables, leña y carbón; y el avance de la frontera agropecuaria.
Cambio climático, la nueva amenaza
En el 2016 Bolivia sufrió su peor sequía desde 1980 y ocho de nueve departamentos sufrieron por falta de agua. La región de los Valles Secos Interandinos no fue la excepción, y a principios de 2017 la sequía del río Mizque llegó a afectar la forma de vida de más de 10 comunidades y aproximadamente 300 000 habitantes del lugar, afectando también el hábitat del Guacamayo Frente Roja.
“En mayo del año pasado en algunas comunidades no teníamos agua, en agosto y septiembre nos tuvieron que traer agua desde Omereque en cisternas. Hemos cavado pozos pero no encontramos agua”, comenta con preocupación Filemón Soto, agricultor de la comunidad Perereta, en el municipio de Omereque.
La escasez de agua suspende temporalmente el crecimiento, desarrollo y actividad física de la mayoría de las plantas de la zona, y muchas de las especies de plantas de las que se alimenta el guacamayo quedan sin hojas, frutos o semillas. En una investigación realizada por Guido Saldaña, coordinador del Programa Frente Roja de Armonía, este indica que a consecuencia de esta sequía se deteriora el hábitat del ave y se reduce el alimento en abundancia, una razón probable por la cual la especie se desplaza hacia los sitios de cultivos de maíz y maní, exponiéndola a ser perseguida por los agricultores locales.
Saldaña explica a Mongabay Latam que hace tiempo intenta llamar la atención de instituciones públicas del lugar sobre los efectos adversos de la deforestación, la expansión sin control de la frontera agrícola y el mal manejo de la cuenca.
Estos efectos adversos del clima también se sintieron en Pasorapa, en donde a causa de la sequía extrema la criadora de ganado Aleni Hinojosa perdió 20 vacas, con un valor de 40 000 bolivianos (unos 5747 dólares).
A Filemón Soto le preocupa que año tras año haya más sequía en Omereque. “Las aves se están perdiendo, no sé dónde migrarán. El año pasado no ha llovido nada y eso ha bajado un poco la población de la paraba”, dice con voz pausada.
Maíz y maní mortales
Además de una dieta de frutos y semillas de las plantas descritas, el maíz y maní forman parte de la dieta selectiva del guacamayo. Lamentablemente, esto puede llegar a costarles la vida a manos de granjeros locales, quienes perciben a esta psitácida como una plaga.
Es así que varios de los agricultores que se dedican a estos cultivos terminan matando individuos de la especie en un intento por defender sus sembradíos. Datos de Armonía indican que de 200 granjeros entrevistados, 96 reconocieron haber matado al ave, sin embargo, según datos de la institución “todos los entrevistados han mostrado una resistencia a declarar la cantidad de individuos que han sacrificado en los últimos 12 meses”.
Guido Saldaña afirma que es necesario generar mayor conciencia, pero a la vez mejores condiciones y oportunidades de vida para los agricultores. El ornitólogo explica que si bien la especie puede ser considerada dañina para los productores, esto no es algo común en su comportamiento, ya que este consumo se debe a que su alimento natural es cada vez más limitado a causa del mal manejo de las personas sobre el ecosistema.
Saldaña explica que la percepción negativa de los agricultores hacia el Guacamayo Frente Roja es aún amplia, ya que él cree que los agricultores no cambiarán de percepción mientras no se les demuestre los beneficios que pueden obtener en retorno si conservan a esta ave. Para ello, el biólogo ve necesaria una mayor inversión económica en proyectos productivos alternativos y de conservación del ave.
Municipios lideran políticas de conservación
Pasorapa es uno de los varios Macondos que resguardan las montañas y los exuberantes valles de Bolivia. La amabilidad y hospitalidad es algo que caracteriza al pasorapeño.
En el 2010 este pueblo del departamento de Cochabamba asumió un liderazgo de conservación importante: declararon como ícono del municipio al Guacamayo Frente Roja.
“La Paraba Frente Roja es algo que representa al pasorapeño”, comenta orgullosa Cinthia Ávila, exalcaldesa del municipio. “Es una especie endémica y tenemos la fortuna de tenerla todavía aquí, además que está en extinción. Entonces, nosotros la estamos protegiendo. Por eso tenemos ordenanzas que prohíben la captura del ave”, añade a Mongabay Latam.
Gracias a estudios anteriores realizados por investigadores del Centro de Biodiversidad y Genética de la Universidad de San Simón, se identificaron especies endémicas que habitan el municipio de Pasorapa, una de ellas es el Guacamayo Frente Roja. Esto dio lugar para que el 75 % del territorio municipal sea declarado Reserva Natural. Todo el territorio es de unas 2000 hectáreas, de las cuales 1500 son ahora una reserva.
Inspirados por este entusiasmo y liderazgo, y con el apoyo de la Asociación Armonía e instituciones públicas y privadas, los municipios de Omereque en Cochabamba, y Saipina en Santa Cruz, han promulgado también leyes municipales que declaran al Guacamayo Frente Roja como Patrimonio Natural de sus lugares.
“El municipio de Omereque puede promover el turismo responsable con la Paraba Frente Roja, al mismo tiempo que promueve la conservación”, comenta Ana Serrano, ingeniera civil que desde hace casi 20 años es activista a favor de los derechos de los animales, la conservación y la vida silvestre. Serrano ayudó a la Asociación Armonía a promover con las autoridades locales la aprobación de la ley municipal que declara a la Frente Roja como patrimonio natural de Omereque.
Reserva Paraba Frente Roja
Al amanecer dejamos Pasorapa. Nos dirigimos ahora a uno de los sitios de anidamiento más importantes del guacamayo, la comunidad de Perereta, en el municipio de Omereque, Cochabamba. En el trayecto observamos el característico paisaje de los valles secos interandinos, hogar del Guacamayo Frente Roja, que viene acompañado de bosques secos y espinosos, en donde abundan las cactáceas, chaparrales y tierras erosionadas. Esta majestuosa vista tiene también pintorescas mesetas, colinas y valles, que dibujan un horizonte surrealista.
La distribución de este guacamayo en Bolivia es restringida. Investigadores indican que se ubica al centro del país, en ciertas áreas de los ríos Mizque, Caine, Pilcomayo y Grande, entre los departamentos de Cochabamba, Santa Cruz, Potosí y Chuquisaca de la provincia biogeográfica de bosque tucumano boliviano, específicamente en los Valles Secos Interandinos del país. Las cuencas del río Mizque y el Caine fueron declaradas como Áreas Importantes para la Conservación de la Aves (AICA), según BirdLife International.
Su área de distribución potencial es de aproximadamente 25 000km2, sin embargo, la totalidad del territorio donde habita actualmente es mucho más pequeña, y se encuentra en alrededor de 5000 km2, entre los que prefiere hábitats ribereños y los valles de los ríos, entre los 1000 y 3000 metros de altura. Parte de su hábitat coincide con dos Áreas Protegidas Nacionales: El Parque Nacional Toro Toro en el departamento de Potosí y el Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) El Palmar en Chuquisaca.
Una vez arribamos a Perereta nos ubicamos cuidadosamente en el suelo entre medio de algunos cactus y otros arbustos espinudos, en frente de dos farallones, y muy próximo a un precipicio de unos 100 metros. Esperamos agazapados a los guacamayos, lo que demanda de cautela, paciencia y concentración. Son casi las ocho de la mañana, pasan unos 30 minutos y vemos arribar a un grupo de cuatro.
Su tamaño pequeño (entre 55 a 60 cm, y peso entre 450 a 650 gramos) no impide que sus chillidos se escuchen a la distancia. El eco de sus alaridos retumba en la roca de los despeñaderos, como anunciando el dominio sobre su territorio. Las aves se asientan sobre la percha de uno de los arbustos, pero al percatarse de nuestra presencia huyen rápidamente. Así transcurrirán tres horas, hasta que logremos retratar los colores de esta ave surcando cielo boliviano.
Gracias a los primeros reportes de investigadores extranjeros 20 a 25 años atrás fue que se reportaron los primeros sitios de anidamiento. Esto dio lugar a que se inicien trabajos de conservación e investigación de la especie por parte de Armonía y otras instituciones. En el 2009 se logró establecer la Reserva Paraba Frente Roja, con una superficie de casi 49 hectáreas, ubicada al sur del departamento de Cochabamba, entre las comunidades de San Carlos, Perereta y Amaya, del municipio de Omereque.
Un paisaje de valles, despeñaderos y cultivos es atravesado por el cauce del río Mizque, una de las cuencas que cuenta con la mayor cantidad de nidos, según estudios. Si bien la superficie de esta reserva es pequeña, dentro de ella se está logrando proteger una población importante de la especie y uno de los sitios con la mayor cantidad de nidos, 54 aproximadamente.
“Lo más apasionante de mi trabajo es despertar el interés de la gente local que convive con la especie, para que puedan protegerla, valorarla y aprovecharla de manera sustentable, y que al final se convierta en una alternativa de alto valor ecológico, económico y cultural para ellos”, menciona Saldaña.
Desde el año 2009, Saldaña trabaja como coordinador del Programa Paraba Frente Roja en Armonía, en donde ha concentrado sus esfuerzos y conocimientos en luchar junto a las comunidades rurales y autoridades para que la población silvestre del guacamayo pueda restablecerse. Al mismo tiempo, su trabajo se enfoca en mejorar la calidad de vida de la población local, ya que los agricultores de la zona donde habita el guacamayo son de bajos ingresos y en algunos casos viven en la pobreza.
Protegiendo nidos
Al estar Bolivia dentro de la región de los Andes Tropicales y albergar porciones significantes de la mayoría de biomas y ecoregiones de Sudamérica, el país se ha favorecido también con una extensa lista de 1435 especies de aves registradas hasta julio de 2016. Esto sin duda ha atraído a observadores de aves de diferentes lugares del mundo.
Armonía, en alianza con las comunidades, llevó a cabo la construcción de un albergue en la reserva, que permite la llegada de observadores de aves, quienes vienen atraídos por la posibilidad de apreciar una especie endémica y en peligro crítico en su medio natural.
De las ganancias obtenidas por el turismo, las comunidades han incursionado en el cultivo de papaya, diversificando la producción local y generando nuevas alternativas económicas para la población. También con el apoyo de Armonía, los agricultores han incursionado en la apicultura. Estas actividades han permitido mejorar la calidad de vida de las comunidades y también fueron fundamentales para que las comunarios protejan los sitios de anidamiento de la reserva.
Los visitantes tienen la posibilidad de observar la interacción de la Frente Roja con sus congéneres. La etapa de cortejo comienza en el mes de septiembre, junto con la llegada de la primavera. Durante esta temporada los guacamayos escogen sus nidos en cavidades de las paredes rocosas en sitios apartados e inaccesibles. Luego entre noviembre y diciembre, colocan de dos a tres huevos que incuban por un periodo de 26 días. El periodo de cría de los pichones dura entre 70 a 78 días, actividad en la cual participan ambos padres.Los ornitólogos indican que durante este tiempo la pareja se encuentra muy activa y alerta, compartiendo roles como el cuidado del nido mientras la otra busca el alimento.
Son casi las 11 de la mañana, el intenso sol del valle comienza a calentar las piedras sobre las cuales llevamos tres horas recostados, es hora de partir. Las parejas de guacamayos comienzan también su retirada, van en busca de árboles y sombra donde descansarán durante las horas más calientes del día mientras toman una silenciosa siesta, hasta regresar de nuevo a sus sitios de dormidero: los inaccesibles cañones del río Mizque.
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