- Nueve comunidades se unieron al proyecto de Manejo y Conservación de Tortugas Charapa que comenzó en el 2008, al noroccidente del Parque Nacional Yasuní.
- El número de tortugas registradas en las riberas del río Napo y Tiputini se ha incrementado de tres a cinco veces, desde el inicio del programa.
La época seca ha llegado al noroccidente de la Amazonía ecuatoriana. La arena de las playas del río Napo y Tiputini, en el Parque Nacional Yasuní, está lista para albergar cientos de huevos de tortugas charapa. Las hembras dejan sus huellas sobre la arena seca tras haber enterrado un promedio de 32 huevos en cada nido. Después de aproximadamente 60 días, las cáscaras de calcio eclosionarán y de ellas saldrán pequeñas tortugas.
El destino que le depara a cada cría es diferente. Algunas nunca verán la luz del sol pues caerán en manos de los traficantes de huevos de tortugas. Otras serán víctimas de la cacería. Unas pocas saldrán de su nido y si la suerte las acompaña, y no son capturadas por garzas o caracaras, llegarán vivas al agua. Sin embargo, hoy muchas lograrán sobrevivir gracias al esfuerzo de nueve comunidades que desde el año 2008, han liberado y salvado a más de 15 200 individuos.
Se trata del proyecto de manejo y Conservación de Tortugas Charapa en comunidades asentadas en la zona noroccidental del Parque Nacional Yasuní. Esta iniciativa nació con la fundación Wildlife Conservation Society (WCS) hace casi una década, debido a la sobreexplotación de los huevos de dos especies de tortugas acuáticas: la charapa pequeña (Podocnemis unifilis) y la charapa grande (Podocnemis expansa). Son tortugas acuáticas que poseen un cuello largo lateral al cuerpo, conocidas localmente como tortugas charapas. Las tortugas de cuello lateral deben su nombre a su incapacidad para meter completamente sus cabezas dentro de sus caparazones
El programa comenzó hace nueve años, en la provincia de Orellana, en las comunidades kichwa de Pompeya, Indillama, Nueva Providencia, Pilchi, Sani Isla y San Roque, todas ellas asentadas en el río Napo; también en la comunidad Kichwa de Mandaripanga asentada a las orillas del río Tiputini; y, finalmente, en las comunidades waorani de Guiyero y Timpoka, asentadas también cerca al río Tiputini. Todas estas poblaciones indígenas han trabajado para repoblar de charapas las riveras de los afluentes.
El trabajo que desarrollan es clave,tomando en cuenta que desde hace décadas estas cotizadas tortugas se han convertido en víctimas del tráfico de huevos y animales. Hace diez años, en el 2007, un año antes de que comenzara el proyecto de conservación, el biólogo de WCS Rubén Cueva y su equipo contabilizaron, en un fin de semana, la venta de 7000 huevos de tortugas acuáticas en el mercado de Pompeya, provincia de Orellana. Por un huevo de charapa, en la temporada de inicio del desove (agosto-diciembre), se paga USD 0,30, y a medida que diciembre se acerca el precio se incrementa a USD 0,50.
A pesar de que el tráfico de huevos ha disminuido gracias al esfuerzo de las comunidades y a un mayor control del Ministerio del Ambiente de Ecuador (MAE), Cueva cuenta que entre agosto y diciembre de 2016 registraron 10 000 huevos comercializadas en los mercados de Pompeya, Puerto Providencia y en la ciudad del Coca. Según el MAE, en el 2014 el número fue menor, se contabilizaron 400 huevos de las dos especies de charapas, en la provincia de Orellana. Eduardo López, quien lleva 17 años trabajando como guardaparque en el Parque Nacional Yasuní, cuenta que ahora el tráfico funciona bajo pedido. No existe un día o lugar específico donde los traficantes venden los huevos y muchas veces logran esquivar los controles del MAE. Por ello el control se hace más difícil.
La sobreexplotación de los huevos para consumo humano, así como la captura y venta de los individuos adultos ha situado a las especies dentro de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). La tortuga de río conocida por poseer unas manchas amarillas en la cabeza (Podocnemis unifilis) está clasificada como Vulnerable. La tortuga más grande (Podocnemis expansa), cuyo caparazón puede llegar a medir hasta un metro de largo, se considera bajo Preocupación Menor. Sin embargo, en el noroccidente de la Amazonía ecuatoriana, según el experto de WCS, hay que tener suerte para encontrar un nido o un individuo adulto de esta última especie. Una de las razones, sostiene el biólogo, es que posiblemente las charapas grandes son capturadas antes de que puedan reproducirse, pues alcanzan la edad fértil a los ocho años.
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La siembra de huevos de tortugas
En la comunidad kichwa Sani Isla, la casa de madera de Benito Coquinche es una guardería de charapas pequeñas. Desde el pórtico se puede observar el correr del agua entre los bancos de arena del río Napo durante la época seca. En el patio trasero de su vivienda se levanta una pequeña piscina de arena construida a mano con tableros de madera y rodeada por una malla metálica colocada artesanalmente. De un palo cuelga un frasco con insecticida que sirve para controlar que las hormigas no se acerquen al arenero. Enterrados a 20 cm de profundidad en la arena, reposan pacíficamente más de 200 embriones de tortugas prestos a salir de su cascarón. Cada nido, que resguarda entre 30 y 46 huevos, está etiquetado con cintas anaranjadas que cuelgan de un palo y que son usadas para indicar la cantidad de huevos que hay en el nido, el día que fueron recolectados, dónde y quién los recogió.
Coquinche ha dedicado 9 años de los 50 que tiene a sembrar huevos de charapas pequeñas y cuidar de las crías para luego de 20 días liberarlas en el río Napo. “No debemos mantener a las tortugas mucho tiempo en cautiverio, porque pierden algunas características, como la forma en la que consiguen alimento”, contó Coquinche, mientras levantaba una tina llena de pequeñas tortugas con poco menos de una semana de vida.
Desde agosto hasta diciembre, cuando el sol está a punto de ocultarse, Coquinche sale a buscar nidos de charapas pequeñas. En ocasiones debe dormir en las playas dentro de una tienda de acampar para hallar los huevos antes de que lo hagan los traficantes. A veces sale acompañado de su esposa, otras de sus hijos o de sus colegas de trabajo: Humberto y Mario.
Con la luz de la linterna, ellos alumbran los bancos de arena más altos, pues son las zonas predilectas para desovar, de esta forma las tortugas hembras se aseguran de que sus nidos no se inunden con la crecida del río. La búsqueda se debe realizar después de una jornada soleada. La arena está seca y las huellas que dejan las charapas permanecen intactas. En cada expedición, Coquinche lleva un balde con 10 cm de arena. Ahí coloca los huevos en la misma posición en la que los encontró. “Los huevos tienen una manchita blanca que es el embrión. Este debe estar siempre en la misma posición, no voltearlo caso contrario puede alterar el proceso de incubación”, explicó Cueva.
Una vez lleno el balde, Coquinche entierra los huevos en su arenero. Después de ocho semanas nacerán las tortugas. Las crías deben permanecer de dos a tres días más en la arena hasta que el “ombligo”, una hendidura que tienen al nacer y que las conecta al saco vitelino, cicatrice. La siguiente parada es la tina de crianza. Ahí son alimentadas con hojas de malanga, papa china, hoja de camote o de ortiga.
El próximo destino y, probablemente, el último antes de ser liberadas, es el centro de exposición de artesanías del grupo de mujeres kichwa llamado Sani Warmi. La asociación está conformada por 30 mujeres. Están organizadas en cinco grupos. Entre ellas se turnan para cuidar a las charapas recién nacidas y para luego liberarlas en la misma playa donde se colectaron los huevos.
Desde hace aproximadamente un año, la liberación se lleva a cabo a través del programa de adopción de tortugas charapa, en el que los turistas que visitan la zona son informados del proyecto de conservación y pagan un mínimo de USD 5 para liberar un individuo. “Dependiendo de la temporada, la asociación recauda USD 80 (por semana)”, comentó Marlene Gualinga, presidenta de Sani Warmi.
Con el 40 % de los ingresos se compran alevines de cachamas (pez nativo) y pollos para compensar el trabajo de Benito Coquinche, Mario, Humberto y otras personas que al igual que ellos recolectaron los huevos. Por cada unidad, ellos reciben tres alevines y por tres huevos, un pollo. El 60 % restante es destinado a la organización de las mujeres y es reinvertido también en el programa.
Un grupo de 15 personas de la comunidad kichwa, Nueva Providencia, ejecuta el programa de manejo de tortugas acuáticas de una manera similar a la de Sani Isla. Ellos llevan cinco años en el proyecto y han liberado 3800 tortugas, según Sergio Alvarado, encargado del programa en esa localidad. Al igual que muchas de las comunidades vecinas, han elegido la vía del turismo para buscar un mejor futuro. Disponen de un centro de interpretación y de educación ambiental llamado Yaku Kawsay (Mundo bajo el agua). Desde hace un año, los visitantes que llegan al centro ayudan a financiar el programa de liberación de charapas con un donativo mínimo de USD 5. “La voluntad de los pasajeros que han apoyado me ha motivado a seguir con la repoblación de esta especie”, afirmó Alvarado.
Tras varios aciertos y errores, el cuidado y la liberación de estos reptiles ha mejorado a lo largo de los años en las diferentes comunidades. Actualmente, según Cueva, el porcentaje de huevos que sobreviven es del 86 %, mientras que al inicio bordeaba el 60 %.
Desde el primer día que Coquinche recibió las capacitaciones técnicas de WCS, en el 2008, hasta el día de hoy, la comunidad Sani Isla ha liberado en el río Napo más de 6000 individuos. “Estoy muy feliz, me gusta este trabajo porque estos animalitos se estaban terminando y ahora gracias a la conservación hay muchas tortugas”, dijo Benito. Luego sacó de un balde blanco una charapa de pocas semanas de vida y la colocó, delicadamente, sobre la arena húmeda de la playa del río Napo que se encuentra delante de su casa. Permaneció de pie observando como la pequeña tortuga corre hacia el agua y se pierde en ella.
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La población de charapas crece
Hace pocos años era raro observar charapas tomando el sol en las orillas del río Napo o Tiputini. Desde que se inició el proyecto de manejo y conservación de tortugas charapa en el Parque Nacional Yasuní los técnicos y científicos de la WCS han realizado un conteo de estos reptiles a lo largo de los dos ríos. “Cuando todavía no empezaban las liberaciones encontrábamos una charapa por cada kilómetro recorrido. En el 2015 registramos que los números se incrementaron. En el caso del río Napo observamos cinco tortugas por kilómetro recorrido. En el río Tiputini registramos tres individuos por cada kilómetro”, contó Rubén Cueva.
El biólogo añade que en los nueve años de trabajo de las comunidades y de WCS se han recolectado aproximadamente 20 000 huevos y que han logrado liberar más de 15 200 individuos.
Actualmente el proyecto se encuentra en la fase de empoderamiento, en el cual las comunidades toman las riendas del programa y buscan alternativas económicas para seguir salvando a más tortugas, como es el caso del programa de adopción. WCS ha dejado de financiar el proyecto desde hace aproximadamente un año y ahora supervisa la parte técnica. El objetivo es contribuir a la conservación a largo plazo de las tortugas de río en la región noroccidental del Parque Nacional Yasuní.