- En un nuevo artículo, conservacionistas hacen una llamada urgente a que haya una política de deforestación cero y una agrosilvicultura sostenible en Maranhão, uno de los estados más pobres de Brasil, antes de que sus bosques amazónicos se pierdan.
- Los bosques de la región son hogar de especies únicas que están en peligro, como el jaguar (Panthera onca), el sakí barbudo negro (Chiropotes satanas) y el mono capuchino Kaapori (Cebus Kaapori), uno de los primates más raros del mundo.
- También está habitado por algunos de los grupos de indígenas más vulnerables del mundo, entre ellos comunidades indígenas en aislamiento.
- Aunque el 70 por ciento de lo que queda de bosque yace dentro de zonas protegidas, la tala ilegal y la agricultura de roza y quema son problemas constantes que amenazan a una vida silvestre que ya está fragmentada y obligan a las tribus indígenas a dejar sus tierras ancestrales.
Maranhão se sitúa en el borde más al este de la selva amazónica y es uno de los estados más pequeños de Brasil, y uno de los más pobres. En su origen, estaba cubierto de más de 110 000 kilómetros cuadrados de bosque; más del 75 por ciento ha sido talado para abrir paso a carreteras, tierras de cultivo y fincas ganaderas en los últimos 60 años.
La tala ilegal sigue siendo un problema que amenaza a un hábitat de vida silvestre que ya está fragmentado, y obliga a tribus indígenas a dejar sus tierras.
En un artículo publicado en Land Use Policy en agosto, la Red para la Conservación de la Amazonía Maranhense urgió al gobierno estatal a establecer una política de deforestación cero y agrosilvicultura sostenible para salvaguardar los bosques que quedan y para proteger a los 6,9 millones de residentes y mejorar su medio de vida.
El autor principal del artículo, Danielle Celentano, reconoce que “es un gran reto aplicar una política de deforestación cero”, pero que “es posible y es manifiestamente de interés público”.
Una parte degradada del Amazonas
La deforestación a gran escala en Maranhão empezó en los 60 con la construcción de nuevas carreteras e iniciativas del gobierno que incentivaron proyectos de agricultura en el estado.
Dos décadas después, el desarrollo de la mina de hierro Carajás en el estado vecino de Pará llevó a la construcción de una vía férrea a través de Maranhão. En la región se establecieron nuevas instalaciones de procesamiento de arrabio que requerían grandes cantidades de carbón vegetal como combustible para la fundición y añadieron presión a los bosques, cada vez más escasos, de Maranhão.
No obstante, los habitantes locales no han visto los beneficios de ese desarrollo económico. El estado cuenta con uno de los peores indicadores sociales y económicos en Brasil y la pobreza rural está estrechamente relacionada con la degradación de la tierra, según los investigadores.
El valor que permanece
Hoy en día, el 70 por ciento de los bosques que sobreviven en Maranhão están en zonas con protección legal. Una de las más grandes es la Reserva Biológica Gurupi, que cubre 270 000 hectáreas de denso bosque amazónico alrededor de los ríos Gurupí y Pindaré. Es hogar de muchas especies protegidas, como el jaguar (Panthera onca), el sakí barbudo negro (Chiropotes satanas), En Peligro Crítico, y el mono capuchino Kaapori (Cebus kaapori), considerado uno de los 25 primates más amenazados del mundo.
A pesar de su degradación, Maranhão aún posee un mosaic de tipos de hábitat variados, entre ellos el de las Selvas Maranhão Babaçu —que forman una zona de transición entre las selvas verdes amazónicas al este y los bosques secos y sabanas al oeste.
“Gurupi y las tierras indígenas que lo rodean representan el último fragmento significativo del Amazonas” en Maranhão, afirmó Eloisa Mendonça, analista ambiental en el Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), una institución federal responsable de gestionar los dos millones de kilómetros cuadrados de áreas protegidas en Brasil.
A pesar de su importancia biológica y económica, la tala ilegal en la Reserva Biológica Gurupi y en los territorios indígenas Awá, Caru, Alto Turiaçu y Araribóia es habitual, y los grupos indígenas afirman que el gobierno es peligrosamente permisivo con la aplicación de la ley.
Grupos indígenas en peligro
El 31 de agosto, se informó de que un grupo indígena, los Guardianes Guajajaras, habían tomado el control de las oficinas locales de FUNAI, la oficina federal para los indígenas, en la ciudad de Imperatriz para protestar contra las incursiones de taladores ilegales. “Estamos ocupando FUNAI para exigir nuestro derecho a los territorios y protección para el medioambiente”, dijo uno de los líderes de la protesta. “Necesitamos ayuda urgentemente. Nuestra tierra está siendo invadida mientras hablamos. El gobierno brasileño se ha olvidado de nosotros, es como si no existiéramos”.
“Los Guardianes se están jugando la vida […] pero necesitan ayuda de las autoridades brasileñas desesperadamente —recursos para sus expediciones y apoyo de funcionarios del gobierno que puedan arrestar a los taladores”, dice Sarah Shenker, activista sénior de Survival International.
La tala ilegal lleva de la mano violaciones de los derechos humanos y encuentros violentos con pueblos indígenas. “En cada región de este mosaico de áreas protegidas tenemos […] un historial de conflictos”, sobre la tierra y la madera, afirma Mendonça.
Brasil es el país más mortífero de la Tierra para los activistas que protegen los derechos sobre el territorio y los recursos naturales, y casi la mitad de las víctimas son indígenas. En 2015, la muerte de Raimundo dos Santos Rodrigues, voluntario en el consejo de asesores de la Reserva Biológica Gurupi, ocupó titulares en todo el mundo.
Quizás las peores atrocidades se han dirigido a los indígenas awá. Los awá son una de las 240 tribus indígenas que se calcula que hay en Brasil, son atípicos porque muchos de sus miembros nunca han tenido contacto con el mundo exterior. Survival International considera a los awá el grupo indígena más amenazado en la Tierra. “Los awá en aislamiento son uno de los pueblos más vulnerables del planeta”, dice Shenker. “Si su tierra no se protege, se enfrentan a la catástrofe”.
Cuando las personas del exterior establecieron contacto con ellos por primera vez en los 70, los encuentros fueron seguidos rápidamente de brotes de gripe, malaria, neumonía y otras enfermedades para las cuales los awá no tenían resistencia. Familias enteras fueron diezmadas en cuestión de semanas y muchos de los supervivientes se apartaron, comprensiblemente, de más contacto. Sin embargo, su derecho a permanecer sin molestias se está violando repetidamente cada vez que los taladores invaden territorios indígenas y devastan los recursos del bosque de los que dependen.
La agricultura de roza y quema es otra amenaza para los bosques de Maranhão, dice el estudio. La técnica ancestral es el principal modo de subsistencia para muchos propietarios de pequeñas fincas, pero los incendios suelen descontrolarse y extenderse a zonas protegidas. Además los taladores utilizan el fuego de forma deliberada para forzar a los indígenas a dejar sus tierras. En 2016, más de 30 000 focos de incendio fueron visibles en imágenes satelitales de Maranhão, según el gobierno.
Las leyes forestales actuales son inadecuadas
En el foro de innovación sostenible de la COP21 en el 2015 en París, Brasil se comprometió internacionalmente a reducir la deforestación ilegal en el Amazonas a cero y a restaurar 12 millones de hectáreas de bosque despejado para 2030. A pesar de las promesas, algunos representantes del gobierno en Maranhão han impulsado leyes que reducen la protección de las zonas protegidas y los territorios indígenas.
Aunque la mayor parte del bosque que queda en el estado está en áreas protegidas, alrededor de un 20 por ciento existe como pequeños fragmentos en propiedades rurales privadas. Esos fragmentos se están degradando y perdiendo paulatinamente, aunque se requiere a los propietarios de tierras en bosques del Amazonas, según la Ley federal de Protección de Vegetación Nativa, que protejan el 80 por ciento de su tierra como reserva legal y tienen un límite en el área que pueden utilizar legalmente para agricultura o ganadería.
La Ley de Protección de la Vegetación Nativa entró en vigor en 2012, sustituyendo al Código Forestal de 1965, que era más estricto, pero ha sido criticada por los conservacionistas por debilitar la protección ambiental al ofrecer amnistía sobre las multas por violaciones pasadas bajo el antiguo Código Forestal y al eliminar las protecciones de algunos ambientes frágiles como lagos y manantiales intermitentes.
El nuevo código también relaja los requisitos para la restauración de tierras en propiedades rurales con un déficit de tierra en reserva legal al permitir a los propietarios que lo compensen con vegetación nativa en otra propiedad. La tierra de compensación podría estar en otra cuenca o incluso otro estado, lo cual ignora el impacto de la pérdida de bosque en los servicios ecosistémicos locales y la biodiversidad local.
Soluciones sensatas para la gestión de territorios
En su artículo reciente, la Red para la conservación Conservación de la Amazonía de Maranhão, un grupo multiinstitucional de investigadores, pidió una política de deforestación cero en el estado que va mucho más allá de los requisitos de la Ley de Protección de Vegetación Nativa de 2012. La red también pidió la aplicación de leyes ambientales en zonas protegidas existentes y la restauración de los bosques dañados.
La forma más fácil de restaurar tierras degradadas, dicen los investigadores, es eliminar la causa de la degradación —la tala ilegal y la agricultura de roza y quema— y permitir que la sucesión natural sustituya a la vegetación original, un proceso que puede llevar de 30 a 80 años.
Los bosques secundarios en recuperación solo cubren en la actualidad 20 000 kilómetros cuadrados en el estado —el 27 por ciento de la zona deforestada— y esas áreas se ven como algo esencial para la recuperación de los bosques de Maranhão.
Los bosques secundarios también ayudan a mantener la conectividad entre parches de bosque primario, ofrecen refugio a las especies silvestres y proporcionan servicios naturales vitales.
“En un paisaje muy degradado y fragmentado, [regenerar] los bosques secundarios tiene un papel fundamental tanto en la conservación de la biodiversidad como a la hora de ofrecer servicios ecosistémicos”, como secuestro de carbono y regulación del agua, dijo Celentano.
Sin embargo, estos bosques secundarios están completamente desprotegidos con la ley actual. En 2015, el estado de Pará estableció una prohibición sobre el desmonte de vegetación secundaria más antigua en las etapas medias y tardías de la reforestación, lo cual sentó un precedente que Celentano espera que se reproduzca en Maranhão.
El artículo también defiende la implementación de sistemas de agrosilvicultura sostenible que unan plantaciones agrícolas con una mezcla complementaria de árboles locales como alternativa a la restauración del bosque nativo. Esos sistemas emplean una mezcla de árboles de fruta y de madera, junto con plantas fijadoras de nitrógeno, dando como resultado un ecosistema funcional que enriquece el suelo en lugar de degradarlo mientras que produce cultivos y productos valiosos.
Si se hace bien, la agrosilvicultura sostenible puede sustituir los métodos de subsistencia de roza y quema, y ofrecer modos de vida alternativos en las zonas rurales.
Se necesita una combinación de enfoques, dicen los científicos, para proteger a la gente vulnerable, la vida Silvestre y el hábitat forestal del estado de Maranhão. El bosque primario y los territorios indígenas que quedan deben ser protegidos de la tala ilegal, y hacen falta incentivos del gobierno que favorezcan las técnicas de agroforestaría por encima del método de roza y quema. Los fragmentos de bosque secundario deberían ser protegidos y los programas de recuperación enfocados a la creación de corredores ecológicos que conecten grandes fragmentos de bosque primario.
En particular, una proposición de ese tipo va contra las políticas favorables a las grandes empresas agrícolas y de ganadería que el gobierno brasileño de Michel Temer está aplicando. Sin embargo, concuerdan los científicos, un enfoque de agrosilvicultura sostenible —que fomente la deforestación cero— podría cambiar a mejor la vida de algunos de los agricultores más pobres de Brasil y podría ser la única esperanza del pueblo awá y otros grupos indígenas en Maranhão.
Referencia:
Celentano, D., Rousseau, G. X., Muniz, F. H., van Deursen Varga, I., Martinez, C., Carneiro, M. S., … & Adami, M. (2017). Towards zero deforestation and forest restoration in the Amazon region of Maranhão state, Brazil. Land Use Policy.