- No ha bastado la creación de los Bosques Protectores de Camanti para evitar que la minería y la agricultura continúen devastando esta parte de la selva de Cusco.
- Los expertos que promueven la conservación del bosque de Camanti denuncian que se siguen otorgando concesiones mineras en un espacio destinado a la conservación y el ecoturismo.
Los católicos dicen no comer carne en Semana Santa. Sin embargo, en el restaurante Antojitos de la Selva, en el poblado de Quincemil, ofrecían como plato pagano tacacho con cecina. Una tradicional delicia gastronómica de la selva peruana. Bolas de plátano maduro frito y una carne de chancho ahumada. Para chuparse los dedos con lujuria. Este lugar es la capital del distrito de Camanti, provincia de Quispicanchi, región de Cusco. Dicen que su nombre se debe a las fuertes lluvias que se registraron en los años cincuenta, llegando a más de 15 mil milímetros por año. Hasta el día de hoy, una lluvia cotidiana puede tumbarse cerros en menos de veinticuatro horas. En el camino nos topamos con derrumbes que habían sido del tamaño de un camión. “Esto siempre pasa”, confirma el señor Demetrio, que manejaba la camioneta en la que viajábamos. Yo solo esperaba que no nos cayera uno de esos.
La carretera que recorremos es la Interoceánica Sur, construida durante los gobiernos de Alejandro Toledo y Alan García por la controvertida empresa brasileña Odebrecht, implicada en una investigación por el pago de sobornos a funcionarios peruanos para ganar esta y otras licitaciones. Y como todo lo que se hace mal, termina peor, más de una década después, este pueblo dividido entre paganos y religiosos, sufre las consecuencias: caos, desorden, desinterés y bosques que ven caer los árboles que aún quedan en pie. Lo confirmaba hace más de una década el especialista en Amazonía Marc Dourojeanni: “en condiciones de bosques tropicales, como en el caso nuestro, las carreteras son la peor opción, no porque sea la más cara, al contrario, la ferrovía es la más cara, pero sí porque atrae millares de inmigrantes, de gente sin tierra que invade sin pedir permiso y destruye el bosque”.
Fue así como el interés y la necesidad por la extracción del oro llegó hace menos de una década a estos bosques que conectan con Madre de Dios, en donde ya sabemos lo que está haciendo la fiebre de este metal llamado precioso. Solo en la zona de La Pampa, a un par de horas de Quincemil vía la bendita Interoceánica Sur, se ha deforestado entre 2013 y 2017: 4560 hectáreas. Según la ONG ECOAN, en esta selva antes ocupada por nativos Arasaires y Mashcos, existen alrededor de mil especies de aves, de las cuales nueve son endémicas de Perú. Además es el hogar de pumas, jaguares, armadillos, osos de anteojos, huanganas, sajinos, picuros y distintos mamíferos que luchan por existir en este bosque lleno de bromelias, orquídeas y ericáceas.
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El inicio
La historia de estos montes llenos de oro empezó hace unos ochenta millones de años. La cordillera era recta, se iba directo hasta Puno y los picos más altos llegaban a los 9000 metros sobre el nivel del mar. Las placas se movieron y se fracturaron. El magma se fue desbordando, ardiendo a altísimas temperaturas, capaces de freír una vaca en un segundo. Todo se fue llenando de minerales y agrupándose con sus afines. Y en este proceso, el oro se unió con el cuarzo y algunos otros minerales. Es así que estas montañas se volvieron ricas. Con los años, que fueron varios millones, se fue achatando la cordillera. Todo el material fue cayendo y se empozó en las partes bajas. Y el oro, todavía no tan valioso como hoy en día, se fue acumulando en quebradas y ríos, acostándose en unos privilegiados bosques, que en la actualidad se han convertido en uno de los puntos más biodiversos y lluviosos del planeta: el pueblo de Quincemil, capital del distrito de Camanti. Los mineros actuales viven tan agradecidos a esa fractura que han bautizado a estas vetas llenas de oro como: depósitos de placer. No es para menos. ¿Quién no se excitaría con tres kilos de oro? ¿Quién no quisiera tener medio millón de soles?
Washington Campero en sus sesenta años se ha dedicado a explorar. Conocedor de toda la Amazonía sur y poblador de este lugar, cuenta que en Camanti hace 20 años solo había siete casas. No existía carretera asfaltada, solo una trocha que conectaba Cusco y Puerto Maldonado. Y que en épocas de lluvia (que es casi todo el tiempo), un viaje Cusco-Camanti podía demorar hasta un mes, porque todo se convertía en una esponjosa torta de chocolate. “Había días que solo avanzábamos 100 metros de estar empujando”, recuerda el popular ‘Wachi’, que también resalta la naturaleza minera de sus vecinos. Ahora llegas a Camanti en menos de cinco horas. Y así de rápido, también fueron llegando otros vicios.
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La vida se acelera
A partir de diciembre de 2010, con la vía finalizada, Camanti se conectó con el mundo. Cuando se construía esta carretera, decían que iba a ser una de las mejores obras de infraestructura de la última década. Por ese entonces, Enrique Cornejo, ministro de transportes y comunicaciones en el segundo gobierno de Alan García, aseguraba que beneficiaría a 8 millones cuatrocientos mil peruanos y crearía más de 15 000 puestos de trabajo. La realidad ha sido otra. Solo el 2 % de todo el comercio que Perú tiene con Brasil pasa por acá. Los más beneficiados, como es evidente cuando recorres esta carretera, son los mineros y taladores ilegales que ahora sacan su mercadería con mucha facilidad.
“Se hizo la carretera y eso facilitó la depredación el bosque. No estuvimos preparados para tremendo impacto. Nunca se hizo un levantamiento de información de cuántos pueblos hay alrededor y qué cultura tienen. El problema no es la carretera en sí, el problema es que no se hicieron proyectos ni planes sostenibles previendo lo que se iba a generar”, afirmó para Mongabay Latam, el alcalde de Camanti, Dante Jhoel Garate Chambi. Y lo que generó en esta parte del Tramo 2 de la Interoceánica Sur viene preocupando a muchos.
De parte de distintas instituciones, como el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp), PNUD, la ONG Conservación Amazónica-ACCA y la Asociación Camanti Sostenible, están buscando la conservación de este lugar. Existe un sentido de urgencia. “Es la gran fábrica de agua. Es una de las zonas donde hay mayor producción de agua en las yungas peruanas. A su vez, es la parte más estrecha de nuestras yungas. Y por no ser muy grande y tener tanta producción de agua, se vuelve más importante la conservación en torno a ella”, comentó la bióloga Heidi Rubio, Especialista en áreas de conservación del Proyecto Amazonía Resiliente (SERNANP-PNUD).
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Cambio de categoría
En 2002, bajo Resolución Ministerial número 0549-2002-AG, se crearon los Bosques de Producción Permanente (BPP) en San Martín, Huánuco, Pasco, Junín, Ayacucho, Cusco y Puno. Y los de Camanti estaban en ese saco. Se convirtieron en un BPP de 171 644 hectáreas destinado para “el aprovechamiento preferentemente de la madera y de otros recursos forestales y de fauna silvestre”. No se podía hacer agricultura, tampoco conservación. Sin embargo, nadie fiscalizó de buena forma la zona y, como sucede en todo el Perú, distintas actividades se fueron desarrollando contra la ley. “Había personas que querían dedicarse a conservar en Camanti, pero al ser un BPP no pudieron. También se fueron creando asociaciones agrícolas que trabajaban en el BPP. Y también se fueron metiendo los mineros ilegales. A partir de 2008, empezaron a entrar las primeras maquinarias de minería”, declaró para Mongabay Latam, Christian Rohner, miembro del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) Cusco y responsable de la Administración Técnica Forestal y de Fauna Silvestre de la región, con años de experiencia en la zona. Recuerda cuando se podía pescar en las quebradas de aguas cristalinas de Camanti y se lamenta de la destrucción incontrolada en esta parte de la selva.
Sin embargo, a fines de año de 2017, se recategorizaron los BPP de Cusco y se convirtieron en los primeros Bosques Protectores (BP) del país. Tendrían exactamente las mismas coordenadas y la misma área que el BPP. En palabras sencillas, los BPP son lugares exclusivos para la producción forestal, principalmente madera. Y por ahí aprovechar otros recursos de manera sostenible. En los BP se restringen estas actividades y lo único permitido es ecoturismo y conservación, además de aprovechamiento de productos forestales no maderables. Es por ello que al conocer esta noticia, los ambientalistas peruanos saltaron en un pie de la felicidad. Más hectáreas protegidas, más vida en este planeta. Sin embargo, este nuevo Bosque Protector sigue resistiendo sin nadie que lo defienda. “Fue una decisión tomada desde Lima sin saber la realidad de esta zona. Se cambió de BPP a Bosques Protectores, todo bien, pero Serfor en Lima piensa que este sigue siendo un bosque intacto y que ahí los monos están saltando con los otorongos. Este es un bosque bien degradado principalmente por minería, agricultura y madera”, vuelve a resaltar Rohner, que confirma con imágenes satelitales y fotos, que la deforestación del bosque avanza y nadie lo detiene. En las oficinas de Serfor Lima, ante estas declaraciones, respondieron por correo electrónico que “el proceso de la recategorización de esta área viene de años atrás y la realización del inventario del BPP contó con el conocimiento de la ATFFS Cusco y de las autoridades del gobierno regional”.
En los registros del Ingemet (Instituto Geológico Minero Metalúrgico), las cifras hacen temblar a los que se preocupan por la protección y conservación de esta imponente fábrica de agua. Existen en todo Camanti hasta marzo de 2018, cuatrocientas treinta y nueve (439) concesiones mineras (algunas adjudicadas dentro del mismo bosque), que suman casi un millón y medio de hectáreas. De estas solo 185 están tituladas. Y 225 están en trámite. Es decir, el cielo parece ser el límite.
Ronald Catpo, ingeniero forestal y Director de Áreas para la Conservación de la ONG Conservación Amazónica-ACCA, que trabaja fuertemente en temas de conservación en la selva de Cusco, es realista con respecto a los Bosques Protectores. “Perfecto que ya existen Bosques Protectores. Esa debió ser su categoría desde un principio. No entendemos por qué le dieron la categoría de BPP, para aprovechamiento forestal. Su vocación no es tal. Son cabeceras de cuenca. Lamentablemente se ha convertido en tierra de nadie. Le han sacado el ancho”.
Al optimismo de Catpo, se une Heidi Rubio de PNUD. Sin embargo, también se hace algunas preguntas. “Nosotros estábamos muy contentos con el bosque protector. Pero ahora nos damos cuenta que a pesar de ser bosque protector, se siguen otorgando concesiones mineras. ¿Entonces cuál es la categoría? ¿O solo es un enunciado? ¿El bosque protector realmente protege?”, comentó Rubio para Mongabay Latam. Desde la oficina de Serfor Lima, responden a Mongabay Latam que “la condición de Bosque Protector (BP) ayuda mucho porque no será posible otorgar autorizaciones de desbosque debido que en los BP solo es posible realizar actividades de ecoturismo, conservación y aprovechamiento de productos forestales no maderables o actividades que no impacten”. Sin embargo, no mencionan cómo harán para frenar el otorgamiento de concesiones en esta área.
Si vemos Camanti desde el Google Earth, es como si fuera un tejido incaico de colores. Todo está repleto de concesiones mineras, de pedidos mineros, de montes pelados y ríos blancos, que te confirman que mucho está depredado. También se reconoce un gran predio privado en medio de estos bosques protectores. “Un poco antes de la creación de los BPP, la Dirección Regional de Agricultura, se tituló un predio que se llama predio Quincemil Araza (92 060 hectáreas), que es la mitad de los BPP. Ahora los bosques protectores tienen ese predio encima. Valgan verdades se debería de excluir porque está titulado. Y bueno, muy buena parte de Quincemil Araza está ya invadido o depredado”, comenta Rohner. Según Serfor Lima, “la Dirección de Catastro, Zonificación y Ordenamiento del SERFOR solicitó a la SUNARP y otras instituciones para ver si existe superposición de títulos en la zona antes de convertirse en BP. La información remitida por la SUNARP no evidenció alguna superposición”.
Para ir entendiendo la problemática. Existe un Bosque Protector (dividido en tres zonas). Sobre el mismo espacio de tierra hay varios derechos superpuestos y también otros derechos previos a los bosques protectores: concesiones mineras, predios privados, agricultores y mineros ilegales, además de concesiones para conservación y hasta campos de cultivos de coca, que se empiezan a expandir hacia los límites con Puno. Una realidad que si se mantiene desencadenaría muchos problemas sociales y ambientales en muy corto tiempo.
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La indiferencia rebalsa
Eran los primeros días de marzo y la oficina de la Dirección Regional de Agricultura del Gobierno Regional de Cusco, tenía un nuevo director: Orlando Cortez. No tenía idea del predio que les pertenecía y mandó llamar a dos expertos de su oficina para que le explicaran sobre Quincemil Araza: Froilán Huamán y Raymundo Ferro, el director y el abogado de la Dirección de Infraestructura y Saneamiento de la Propiedad Agraria (DISPA), respectivamente. Se miraban dubitativos ante las preguntas de Mongabay Latam. No tenían respuestas, solo más dudas. En conclusión: no tienen planes para este lugar. Mientras tanto, perro, gato y pericote, hacen lo que quieren con su terreno (y sin su permiso).
“Lo que debería hacer el Serfor es decirle al Ingemet, al Ministerio de Energía y Minas, y a la Dirección Regional de Energía y Minas, que ya no establezca más concesiones y elimine todas las solicitudes (…) Además, el Serfor debería empezar a iniciar una acción de desalojar a todos los ilegales: mineros, taladores, agricultores. Si no haces respetar el BP, entonces, ¿para qué lo creas?”, comenta Catpo, mientras mira en su computadora el mapa de Camanti y señala todos los lugares degradados, incluyendo la zona de amortiguamiento de la Reserva Comunal Amarakaeri (RCA), parte del distrito, donde la minería ilegal está haciendo lo que quiere.
“Cuando vienes de Cusco, empiezas a ver todas las maquinarias a la altura de Ocongate en la orilla del río. A vista y paciencia de todos. Las autoridades no hacen nada. Vinieron las ministras Mercedes Aráoz y Elsa Galarza, y nadie hizo nada. El Serfor está reducido al miedo, al temor. ¿Qué puede hacer con una sola persona metida en su oficina de Quincemil? Ya se ha depredado gran parte de estos bosques. Todo está contaminado, como si hubiera pasado un gran cataclismo”, declaró para Mongabay Latam, el Padre René Salízar, de la Parroquia de Quincemil. Él mismo se frustra al hablar de estos temas. “He traído científicos para que hablen de la conservación, del cambio climático. Pero no les interesa. Importa la plata y el oro. El oro compra todo. Policías, jueces, fiscales, justicia, gobierno nacional, candidatos, todo”, dice con un aire de reclamo, pidiendo que una vez por todas exista un cambio en la política.
El Alcalde de Camanti, Dante Jhoel Garate Chambi, declaró para Mongabay Latam que estaba comprometido con la conservación, “pero igual los mineros tienen derechos”. En el pueblo de Quincemil lo relacionan con los mineros. Él dice que conserva y busca el bienestar de la gente.
“Hay que tener mucho cuidado cuando hablemos de las concesiones mineras. No todo es ilegal en la zona. Cada caso es particular. Por ejemplo, cuando tienes una concesión minera, no quiere decir que puedes empezar la actividad. Luego tienes que cumplir con otros requisitos para empezar. Y si no has cumplido con todos los requisitos y empezaste a extraer oro, eres informal. Y eso sucede mucho en Camanti. Además de los que se meten sin ningún tipo de autorización”, comentó para Mongabay Latam, Anahí Oroz, asistente de la Dirección de Áreas para Conservación de Conservación Amazónica-ACCA. En ese contexto, Gárate Chambi resaltó que “acá el Estado promueve la ilegalidad. No formaliza a los mineros y a los que quieren formalizarse, se les complica la vida”.
Ante eso, Ronald Catpo plantea una alternativa para el predio de Quincemil Araza: “queremos motivar a que la DRAG le done este terreno a la UNSAAC (Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco) para que haga un centro de investigación, de capacitación. La universidad tiene canon para invertir y conservar. Estamos bastante preocupados por la conservación de esta zona, ya que es un lugar con alta biodiversidad y uno de los lugares con mayor captación de agua en el Perú y tal vez de Sudamérica. Es parte de un corredor biológico importante, junto a Tambopata, Bahuaja Sonene, Amarakaeri y el Manu”.
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Los hombres de fe
Entre paganos, siempre encontramos al misionero. Compadre de muchos en Camanti, va y les habla a todos sus vecinos, y a los que tiene oportunidad, de la conservación. Del beneficio de proteger los bosques llenos de agua. Se llama Rafael Pilares. Un terco bueno. Cusqueño. Viajero. Aventurero. Con su esposa Ana Cecilia se metieron a un monte difícil para empezar a soñar pisando tierra. Conformaron una empresa. La llamaron Herpiro. Y pidieron al Estado esta concesión. Le pusieron de nombre Soqtapata (seis terrazas en quechua) por los distintos pisos altitudinales que tiene esta área. ¿Los socios? Sus cinco hijos. Cada uno aportando desde su experiencia. Ayudando a aterrizar los sueños.
La creación los bendijo y le puso en su camino a Soqtapata. Hace cinco años, cuando ingresé a esta concesión por primera vez y no tenían ninguna comodidad para recibir a los visitantes, Rafael acababa de ver dos pumas y un oso al lado del río. Su esposa Ana Cecilia nos contaba que durante muchas noches el rugir de los jaguares no la dejaban dormir. Y ha pasado el tiempo, pero las cosas no han cambiado en ese aspecto. Unos días antes de esta última visita, obtuvieron imágenes de tigrillos, pumas, osos de anteojos, sajinos, aves, jaguares, armadillos. Con una sola cámara trampa. Puesta en un solo lugar. Y eso que todavía no exploran ni el 10 % de las más de 9000 hectáreas que el Estado les otorgó en esta concesión. Según Ronald Catpo, es tanta la presión en el bosque de Camanti debido a la minería y agricultura principalmente, que la fauna se empieza a mover y es lógico que se vayan a los lugares donde el bosque está en mejor estado.
La creación también pone obstáculos. Para la familia Pilares, el primero fue el mismo Estado. Rafael, religiosamente, iba todos los días a la oficina del INRENA para que le salga la concesión. Con toda su insistencia, se demoraron cinco años en todo el proceso para lograr la Concesión para Conservación. A pesar de ello, Rafael Pilares no baja la guardia ni la motivación. Convenció a dos de sus vecinos para que creen Áreas de Conservación Privada (ACP) en sus predios. Y ahora no está solo. Tiene al ACP Machusaniaca I y II, y al ACP Fundo Cadena como sus principales aliados. Con los que trata de fortalecerse y no perder el buen ánimo.
“El Estado debe de ser promotor de la conservación. Pero lo único que hace es entorpecer y hacer todo más difícil. Mira cómo está Camanti. Todo está de cabeza. Hay un grupo de gente que quiere proteger y conservar nuestra naturaleza, pero el Estado nos hace todo más difícil. Pareciera que le conviene el desorden”, afirmó Rafael Pilares, para Mongabay Latam, señalando su propia experiencia.
Además de los Pilares, también está Mario Ortiz, que desde hace un tiempo, en sus 15 hectáreas, busca promover otras actividades en el pueblo. También es un conocedor de la selva y un explorador que ha viajado por casi todo el país. Es decir, una voz autorizada. “Recuerdo el río Nuciniscato, era un paraíso. Maravilloso. Estabas en el río y en un día despejado podías ver los glaciares. Lleno de quebradas hermosas, agua cristalina. Ahora lo han hecho tiras. Todo el cauce del río lo han dejado como una guerra, puro hueco”, recuerda aquellos días. Sin embargo, también tiene algo de optimismo en sus palabras. “La minería se va a acabar en algún momento. Mete tu plata en turismo que ahí vas a hacer billete para toda tu vida. ¿Acaso Machu Picchu se ha terminado?”, repite Ortiz para Mongabay Latam, algunas frases con las que trata de convencer a algunos vecinos mineros.
Para el regreso a Cusco, nos cayó la lluvia. Felizmente nada más encima. Nos esperaba un zigzagueante camino repleto de vistas impresionantes. Pasando al lado del Nevado Ausangate y sintiendo el cambio entre los diferentes bosques. Vas del calor al frío. Y también te vas mareando. Aunque en estas épocas, mejor rezar que quedarse dormido por estos nada santos caminos.