- Aunque la sabiduría popular dice que es casi imposible mantenerlos con vida en cautividad, el Pangolin Consortium ha logrado crear un hogar para 50 pangolines de vientre blanco.
- Si bien algunos conservacionistas son críticos con el proyecto, las acciones de Pangolin Consortium han conseguido elevados índices de supervivencia e incluso la cría de pangolines en cautividad.
“Cuando empezamos a hablar sobre pangolines, la gente pensó que decíamos ‘pingüinos’”, dice Amy Roberts, conservadora de mamíferos en el zoo Brookfield de Chicago. Ese es el problema, que, aún hoy, la mayoría de estadounidenses no saben cuál es el aspecto de un pangolín y mucho menos el grave peligro en el que se encuentran.
Este solo uno de los temas que aborda el Pangolin Consortium —una colaboración entre seis zoos y la ONG de Florida Pangolin Conservation. Esta alianza, que empezó en 2014, cuida de unos cincuenta pangolines de vientre blanco (Phataginus tricuspis), entre ellos, algunos nacidos en cautividad, lo cual es destacable si se tiene en cuenta que la sabiduría popular dice que los pangolines cautivos casi siempre se deterioran y mueren muy rápido.
En la actualidad, hay ocho especies de pangolines silvestres de África y Asia, todos ellos sometidos a una presión extrema del tráfico ilegal, sobre todo a causa de la caza para conseguir su carne y para utilizar sus escamas en la medicina tradicional.
Se suele hablar del pangolín como el mamífero más traficado del mundo, la UICN considera a las ocho especies amenazadas por la extinción. Las cifras de pangolín chino (Manis pentadactyla) se han reducido en un 90 por ciento, e investigaciones recientes mostraron que cada año mueren 2,71 millones de pangolines de las especies africanas en África central, un aumento de un 145 por ciento desde el año 2000.
Algunos conservacionistas afirman que los pangolines, con un desplome tan rápido de las poblaciones silvestres y los altos índices de mortalidad percibida en los zoos, no deberían estar en cautividad. Sin embargo, el Pangolin Consortium defiende lo contrario: para conservar a las especies silvestres que quedan, los científicos tienen que saber mucho más sobre estos inusuales animales, información que solo se puede obtener en condiciones controladas como las que se dan en los zoos.
El Pangolin Consortium trabaja con diligencia para conseguir esos conocimientos y ya ha hecho avances importantes. Cuanto más sepan sobre los pangolines cautivos, dicen los expertos, más esperanza habrá para los salvajes.
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La dieta del pangolín cautivo
Se creía de forma general que el mayor problema para mantener a los pangolines sanos y vivos en cautividad era la dieta, así que ese fue el primer problema que Justin Miller, fundador de Pangolin Conservation, se propuso resolver.
En la naturaleza, los pangolines comen insectos, utilizan su lengua, larga y pegajosa, parecida a la de los osos hormigueros. Puede ser complicado replicar esta dieta por varias razones. “Durante mucho tiempo, los zoos les daban de todo, desde carne picada a comida para perros, leche, huevos… nada que se hiciera a base de insectos, solo comida preparada que el pangolín aceptaba”, dice Miller.
Se había familiarizado con la investigación realizada en Taipéi, Taiwán, donde algunos zoos habían tenido éxito en mantener y criar la especie local de pangolines. Esa información aclaró algunos factores alimenticios. Sin embargo, solo adoptar la dieta de Taipéi no era una opción, ya que incluía ingredientes que no están disponibles en Estados Unidos, como larvas de abeja y pupas de gusanos de seda.
Así que Miller inició su propia investigación en 2013. Primero tuvo que averiguar qué comen exactamente los pangolines de vientre blanco salvajes. Fue a África a observar los hábitos alimenticios de los pangolines y a recoger insectos, que envió a EE.UU. para hacerles un análisis nutritivo. Miller recuerda que necesitaba muchos insectos, así que contrató a lugareños para conseguirlos, a pesar de que no fuera una oportunidad de negocio muy atractiva.
“Fue difícil convencer a gente para que capturaran hormigas”, dice. “Cuando intentaba enseñarles cómo, para ellos era entretenido ver cómo me mordían a la vez cuando fracasaba. Tuve que iniciar un sistema impresionante de oferta y demanda, cambiando los precios de las hormigas a diario, e incluso por horas, para conseguir las cantidades que necesitaba”.
Después, Miller tuvo que convertir ese análisis nutricional en un producto alimentario utilizando ingredientes que estuvieran disponibles en Estados Unidos. Obtener esos ingredientes requería conexiones y creatividad. Un consultor importante fue John Gramieri, curador general del Zoo de Austin, Texas, y antiguo director del grupo de asesores del taxón de la Asociación de Zoos y Acuarios a cargo de los xenartros (hormigueros, armadillos y perezosos), oricteropos y pangolines.
Gramieri había ayudado a desarrollar una dieta parecida derivada de los insectos para armadillos cautivos, apartando a los animales de la dieta de carne que se les suele servir en los zoos. “Lamentaba el hecho de que hubiera tan poca posibilidad de comprar materia insectívora en este país de forma rentable”, dice Gramieri. “Si querías dar de comer a un armadillo, todo lo que no fueran gusanos de harina era increíblemente caro”.
Entonces, un día, alguien le mostró un informe de las Naciones Unidas sobre insectos para consumo humano que mencionaba una empresa llamada EnviroFlight. La compañía criaba moscas soldado negras y producía fertilizante para rosas a partir de sus excrementos y comida peces con las larvas. Envió un correo electrónico a EnviroFlight para preguntar si podía conseguir insectos crudos sin procesar.
“Me llamaron y me dijeron: ‘tenemos dos toneladas de esta cosa en el congelador, ¿qué quieres hacer?’”, cuenta.
Eso llevó a un par de años de investigación para desarrollar una dieta ideal a base de insectos para armadillos, lo cual situó a Gramieri en la posición perfecta para aconsejar a Miller y conectar al experto en pangolines con los proveedores. De nuevo, Enviroflight fue un colaborador y proveedor excelente, pero las larvas de insectos que entregaron causaron algunos problemas prácticos.
“Primero [las larvas] nos llegaron enteras y rompieron muchas máquinas porque se atascaban”, dice Jennifer Watts, directora de nutrición en el Zoo Brookfield.
“La única forma de molerlas de manera efectiva, por el [elevado] contenido graso, era ponerles hielo seco, congelarlas y después molerlas”, explica Miller. “Pero EnviroFlight nos dijo: ‘podemos utilizar una prensa fría, prensar la grasa y daros lo que quede’”. La empresa también fue capaz de modificar la cantidad de proteínas y nutrientes en las larvas según lo que les daban de comer.
Una vez que Miller hubo diseñado una dieta para pangolines completa nutricionalmente, acostumbró a los animales mientras seguían en África. “Empecé dándoles su dieta de hormigas y termitas y después fui cambiando lentamente a la dieta preparada”, dice. Así, cuando los animales llegaron a EE.UU. no tenían que ser persuadidos para comer algo extraño a la vez que se aclimataban a un nuevo entorno. Los investigadores aprendieron que reducir el estrés significaba tener pangolines más felices y sanos.
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Preparar la gran mudanza
Otro motivo por el que los pangolines no habían vivido bien en cautividad históricamente es que, a menudo, los animales cautivos eran rescatados de confiscaciones de tráfico de especies, así que ya llegaban con mala salud y solo empeoraban.
Los pangolines confiscados “han estado en condiciones de estrés, extraídos de mercados de carne o de cazadores”, explica Miller. “Pueden pasar por miopatía por captura, una acumulación de estrés que acaba dañando los músculos del corazón”. Cuando eso pasa puede parece que los animales están bien, pero hay daños cardíacos, “y cualquier tipo de acontecimiento estresante puede llevarles a tener un fallo cardíaco”.
Este déficit de salud y algunos otros causados por el tráfico de especies pone a los animales en riesgo de morir en el tránsito o poco después.
En cambio, el Pangolin Consortium hizo todo lo posible por asegurar que los animales que llegaran a EE.UU. a principios de 2015 empezaran con buena salud. Mientras seguían en sus países nativos, los pangolines fueron tratados para combatir parásitos e infecciones, y Miller evaluó cada ejemplar. “Cualquier espécimen que mostrara señales de estrés u otros factores que los hicieran ser un mal candidato, se liberaban en áreas seguras cerca del sitio donde fueron capturados [en la naturaleza]”. La cifra acabó siendo de un treinta por ciento. El resto de pangolines cautivos se adaptaron lentamente a la presencia de personas y ruidos inusuales, “principalmente provenientes de la NPR [radio pública nacional] y los ventiladores [eléctricos]”, cuenta Miller.
Miller también minimizó el estrés y el riesgo del viaje sustituyendo los amortiguadores de los vehículos de transporte para que el trayecto fuera más plácido. “Todas las furgonetas tenían aire acondicionado y también hice que nos siguiera otra furgoneta de más por si teníamos problemas en la carretera. Solo viajábamos durante la noche para que las carreteras estuvieran vacías y se pudiera acortar el tiempo de tránsito y que hubiera un clima más fresco en caso de tener problemas con el aire acondicionado”, explica. “No perdí de vista a ningún ejemplar hasta que los cargaron en el avión. E incluso entonces, me quedé en la bodega hasta que el avión despegó”.
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La instalación
Una vez en Estados Unidos, la prioridad era asegurar el bienestar de los pangolines. Solo uno se dejó para visitas del público en Brookfield mientras los otros permanecían recluidos.
“Todo el mundo se ha comprometido a asegurar que estos animales están bien instalados entre bastidores”, dice Gramieri. “Queremos hacer un análisis completo y detallado de su comportamiento, sus valores hormonales y su consumo de comida. Queremos poder evaluar eso en un espacio privado sin tráfico, para que si los enseñamos al público podamos ver si su comportamiento cambia en algo”.
En Brookfield, los investigadores analizarán las hormonas del estrés, determinarán el ciclo estral y supervisarán los embarazos —procesos naturales que nunca se han observado científicamente es esta especie de pangolín africano, ni prácticamente en ninguna otra.
“Vamos a recolectar material fecal de todos cada día durante el primer año”, dice Roberts. Los animales están en entornos ligeramente diferentes para ver si pequeñas variaciones afectan su comportamiento y su salud. Por ejemplo, dos de los emplazamientos utilizan iluminación invertida para simular condiciones nocturnas, mientras que en otro se permite que entre algo de luz del exterior. “Hay diferencias en la actividad de los cuidadores, la humedad, el ruido. Estamos haciendo un seguimiento [de todo eso] para, más adelante, poder correlacionarlo con los resultados hormonales de la materia fecal”.
Mientras tanto, el centro de Miller está empezando un estudio que analiza las hormonas del estrés de cualquier pangolín que se haya utilizado en presentaciones públicas para asegurar que no se ven afectados de forma negativa.
Se espera que toda esta planificación previa, la atención a los detalles y la cuidadosa investigación aumenten las posibilidades de éxito con el Phataginus tricuspis, al igual que ayudan la coordinación y comunicación dentro del consorcio.
“Nunca hemos estado en una posición mejor con la comunidad zoológica para intercambiar información rápidamente entre centros y analizar datos como los requisitos nutricionales”, informa Miller. “Por ejemplo, digamos que analizamos la sangre de nuestros animales y hay una deficiencia nutricional. Podemos alterar la dieta rápidamente, enviarla a analizar y hacer un seguimiento con nuevos análisis de sangre las semanas siguientes”.
Además, la investigación de Gramieri lo ha llevado a cuestionar la sabiduría popular que dice que los pangolines están mal en cautividad. De hecho, dice, su esperanza de vida en los zoos estaba mejorando ya desde antes de que empezara el proyecto de Pangolin Consortium. Ha analizado los informes de longevidad y ha encontrado estadísticas de supervivencia que son mucho mejores que las cifras que se suelen citar, las cuales, según dice, interpretan de forma incorrecta datos de animales que están vivos. Al analizar los informes de 296 pangolines mantenidos en zoos desde que el animal apareció en los registros por primera vez en 1954, descubrió que la esperanza de vida ha aumentado constantemente. Los 45 animales en zoos en el momento de su análisis habían estado en cuidado de humanos una media de 7 años y 8 meses, y había muchos que llevaban en cautividad más de 10 años hasta entonces.
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Criar pangolines
Ayudar a los pangolines a sobrevivir mejor en cautividad es una cosa, pero criar pangolines en cautividad es otra. Miller dice que la cría en cautividad nunca antes había sido una posibilidad real en zoos occidentales porque la mayoría de centros tenían muy pocos animales con los que trabajar y porque muchos habían sido rescatados en incautaciones ya con mala salud.
No obstante, había pruebas de que era posible: el zoo de Táipei crió pangolines chinos hasta la tercera generación y, en efecto, el Pangolin Consortium ya ha visto nacimientos prósperos en zoos. La mayoría de las crías, como dos que fueron destetadas hace poco en Brookfield, nacieron de madres que ya estaban embarazadas cuando llegaron al zoo. Sin embargo, en noviembre, el centro de Miller vivió el nacimiento de un animal engendrado tras la llegada.
Mantener la diversidad genética es importante para las poblaciones cautivas, y se está desarrollando una planificación anticipada para asegurarla. “Estamos haciendo trabajo genético en todos y cada unos de los individuos de todos los animales fundadores para averiguar a cuáles emparejar para que haya la máxima cantidad de diversidad”, dice Miller. “Para muchas especies no tenemos [datos de referencia] para el grupo fundador”.
Aunque en la actualidad no hay planes para liberar a los animales cautivos a la naturaleza —donde la situación de los pangolines sigue siendo grave—, esta atención a la salud genética de una población cautiva será importante para cualquier reintroducción futura.
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Embajadores y más
Algunos conservacionistas han hecho objeciones a la estrategia de llevar a los pangolines a la cautividad.
Junto con las preocupaciones para mantenerlos en buena salud en cautividad —un tema que el trabajo de Pangolin Consortium parece estar abordando con éxito— otra preocupación que se ha expresado es que llevar pangolines a los zoos añade presión en las poblaciones salvajes. Gramieri piensa que vale la pena observar las estadísticas: según cálculos conservadores “se caza más de un pangolín por hora”. Si se compara con las cifras de caza que se sitúan en los millones, el número de animales que se han llevado a zoos es minúsculo.
Los participantes de Pangolin Consortium sostienen que la contribución de sus esfuerzos para preservar a los pangolines en la naturaleza supera de lejos el daño que pueda hacer la captura de unos pocos ejemplares, y han dado pasos significativos hacia ese objetivo. Por ejemplo, cada zoo estadounidense que ha recibido pangolines tuvo que prometer que apoyaría la conservación in situ. “Todas las instalaciones firmaron un serie de acuerdos estrictos para asegurar que este consorcio colaborativo facilite los objetivos de investigación y conservación”, dice Miller. Esto incluye una donación anual obligatoria que se acumula y distribuye a los candidatos seleccionados que llevan a cabo proyectos de conservación in situ y ex situ.
El consorcio también ayuda a la conservación en la naturaleza de otras formas. Los conocimientos que se obtienen sobre los comportamientos y la cría de pangolines cautivos seguramente aporten información útil que ayudará a sus parientes salvajes.
“Estamos llevando a cabo investigaciones que serían muy difíciles en la naturaleza”, dice Miller. Por ejemplo, los “datos de reproducción eran muy inexactos, como la gestación, edad de madurez, modelaje básico de la población y qué es sostenible. [Ahora] no se sabe nada de eso y todo se puede obtener de la información [reunida] con nuestra población cautiva”.
La cuidadosa atención veterinaria que se da a los pangolines cautivos y los conocimientos veterinarios que se obtienen también tienen el potencial de ayudar a las poblaciones salvajes, sobre todo a los animales confiscados a los traficantes y que necesitan atención médica inmediata y rehabilitación antes de volver a la naturaleza.
Miller dice que no está claro si las prácticas actuales de rehabilitación son efectivas, pero señala que la información de referencia sobre la salud que se ha recopilado en los zoos podía ser crucial para contribuir a mejorar la salud de las poblaciones confiscadas y salvajes. Apunta que esta es información que no se puede reunir ni analizar fácilmente en centros de rehabilitación.
Puede que los centros de rehabilitación “nunca hayan visto un corazón de pangolín sano”, dice. “Podrían estar liberando especímenes que no logran sobrevivir porque tienen el corazón dañado”. La información de una población cautiva sana hará que sea posible evaluar con mayor exactitud la salud de los animales rehabilitados antes de su liberación, aumentando así sus posibilidades de sobrevivir de vuelta en la naturaleza.
Hay un último argumento que apoya el programa de pangolines cautivos de Pangolin Consortium y que nos lleva de vuelta al principio de esta historia: nadie se va a preocupar de conservar a los pangolines si nunca han oído hablar de ellos y ni siquiera pueden distinguirlos de los pingüinos.
En la conservación, la educación del público, el reconocimiento y la concienciación importan. Claramente, ese es el motivo por el que, en la actualidad, el gorila de montaña recibe una cantidad considerable de financiación para la conservación en la actualidad y el gibón ágil de Borneo, no.
Gramieri señala que aunque solo haya un pangolín expuesto al público, cuando sea posible mostrar más, los zoos del consorcio podrían exponer este animal con armadura de queratina a más de siete millones de visitantes al año.
“Creemos que es una forma importante de hacer que la gente se involucre en la difícil situación del pangolín”, dice Gramieri.
Si se unen ese potencial educativo con el apoyo económico y de investigación para la conservación in situ, el Pangolin Consortium podría convertirse en un innovador atrevido: ofrece un modelo proactivo de conservación con el que los zoos apoyan la supervivencia de las especies in situ. Según Gramieri: “esto es exactamente lo que se supone que tienen que hacer los zoos”.
Nota: Algunos lectores han pedido la lista completa de participantes en el Pangolin Consortium. Son el Zoo Brookfield, el Zoo Gladys Porter, el Zoo Columbus, el Zoo de Pittsburgh, el Zoo Turtle Back, el Zoo de Memphis y Pangolin Conservation.
Respuesta al artículo de Mongabay (Publicada en inglés el 9 de febrero de 2018)
De Lisa Hywood, Directora Ejecutiva y Fundadora de Tikki Hywood Foundation en Zimbabue, y Thai Van Nguyen, Director Ejecutivo de Save Vietnam’s Wildlife, Vietnam.
Escribimos en respuesta al artículo de Mongabay publicado el 5 de enero titulado “Zoos en EE.UU. aprenden a mantener con vida a pangolines cautivos y ayudan a los salvajes”.
El artículo, que excluye cualquier opinión de grupos de conservación especialistas en pangolines, afirma que el Pangolin Consortium —una colaboración entre seis zoos estadounidenses y una organización no lucrativa— salva a los pangolines llevándoselos de su hábitat natural en Togo y manteniéndolos en zoos en Estados Unidos.
Uno de los problemas principales de ese razonamiento (que se puede salvar a los pangolines trasladándolos a entornos en cautividad) es que los pangolines tienen un alto índice de mortalidad durante su captura y en cautividad. Por lo tanto, mostrarlos en los zoos haría que fuera necesario un flujo constante de pangolines salvajes que pasan a vivir encerrados. No podemos arriesgarnos a eso, ya que los pangolines están en riesgo de extinción y son el mamífero más traficado de la tierra; en la última década se cazaron más de un millón para obtener sus escamas (utilizadas en la medicina tradicional china) y su carne. En efecto, los pangolines corren un peligro tan grave que el grupo de especialistas en pangolines de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) —el grupo principal de expertos en pangolines— expresó su gran preocupación con las acciones del consorcio en una carta reciente a la Asociación de Zoos y Acuarios (AZA).
Por suerte, en un encuentro reciente entre organizaciones que trabajan en la conservación del pangolín y el consorcio, los zoos se comprometieron a dejar de importar pangolines de la naturaleza. En otras palabras, si los que tienen mueren, no los sustituirán con pangolines capturados en la naturaleza. Aunque seguimos preocupados por la forma en que el consorcio consiguió los 45 pangolines originales, este paso es muy positivo.
Tenemos la esperanza de que el consorcio se una a los planes de acción de conservación mundiales desarrollados para los pangolines por el grupo especialista de la UICN, que destacan las prioridades para salvar a la especie, como reducir la demanda de los consumidores y frenar el tráfico ilegal. De hecho, los zoos pueden y deben involucrarse en la protección de las especies —como hacen con otros animales amenazados— a través de acciones como apoyar los centros de rescate, rehabilitación y liberación en países que conforman el hábitat de los pangolines como la Fundación Tikki Hywood en Zimbabue y Save Vietnam’s Wildlife; promover iniciativas en las naciones consumidoras para ayudar a reducir la demanda de pangolines, y desarrollar medios digitales y campañas de concienciación para aumentar la visibilidad de los pangolines en el mundo.
Las poblaciones de pangolín han sufrido descensos tan grandes que necesitan toda la ayuda posible para evitar que se llegue a la extinción de este animal único. Eso significa trabajar juntos para llevar a cabo los planes de conservación desarrollados por los expertos en pangolines, que priorizan la protección de poblaciones silvestres y su hábitat y luchar contra el comercio, no extraer a los pangolines de su hábitat.
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