- Conocido como el Batman de México, el científico Rodrigo Medellín estuvo en Lima, Perú, para hablar de los murciélagos, pero también para hacernos reflexionar sobre cómo estamos destruyendo nuestro planeta.
- El investigador asegura que los gusanos de maguey y los suris serán la proteína más importante que se consuma en el futuro.
Rodrigo Medellín es conocido como el Batman de México porque ha dedicado gran parte de su trabajo científico a componer la imagen de los murciélagos desde el día en que, aún adolescente, tuvo uno en sus manos. A los once años, dice, ya sabía que dedicaría su vida a los animales.
El sobrenombre se lo dio David Attenborough, uno de sus héroes de la infancia y excepcional difusor de la ciencia en televisión, a quien Medellín conoció en el año 2012, cuando recibió el Premio Whitley, conocido como el Óscar de la conservación.
Hace poco estuvo en Lima para dar una de esas charlas que te sacuden y luego te dejan pensando. Habló del tequila ‘batfriendly’, un proyecto que une lo más representativo de su país, México, y su pasión de toda la vida, los murciélagos. Pero también habló del valor de la biodiversidad y cómo los consumidores podríamos frenar los problemas ambientales que enfrenta el planeta.
Aunque asegura que “el golpe es inevitable” y que, en 20 o máximo 50 años, las condiciones de vida en la Tierra van a cambiar drásticamente, todavía cree que hay muchas cosas que podemos hacer para enfrentar lo que se viene. Tiene un entusiasmo que contagia y, como buen maestro, busca siempre ejemplos muy simples para explicar qué nos corresponde en esta carrera contra el tiempo. Aquí su conversación con Mongabay Latam.
¿Los murciélagos son los animales que más le interesan?
La mitad de mi trabajo tiene que ver con murciélagos y la otra mitad con jaguares y osos. Pero sí he invertido mucho en los murciélagos, por eso me conocen como el Batman de México, porque mi aporte es componer la imagen pública de estos animales.
¿Qué es el tequila amigable con los murciélagos?
Como mexicano estoy muy orgulloso de mi país y de uno de los elementos que conforman nuestra identidad: el tequila. La manera de producirlo y su impacto en el mundo natural está siendo cada vez peor, no solo por los fertilizantes y por los agroquímicos para matar las plagas, sino porque a la hora de producirlo están eliminando un elemento crucial de la historia natural del agave, que es la polinización. La reproducción sexual de los agaves está completamente fuera de la ecuación que se usa para producir tequila y se está perdiendo la diversidad genética de esta especie.
Se lo dije a la industria del tequila en los años 90 y no hicieron caso, regresamos después y tampoco escucharon hasta que llegó una plaga. Fue entonces que armamos un consorcio con Tequila Interchange Project y los productores con más conciencia nos tomaron en cuenta. Ahora, se deja florecer el 5 % de los agaves y en lugar de que esos azúcares vayan directamente a la producción de alcohol, se deja esas flores para que los murciélagos intercambien el polen con otras plantas de agave. Además, se entrega un distintivo que va en la botella que dice: ‘este es un tequila amigable con los murciélagos’. Este proceso está ganando muchos adeptos porque ya se dieron cuenta de que ese es el futuro, pero el éxito depende del consumidor, que tenga la decisión consciente de decir, voy a consumir tequila amigable con los murciélagos, y si mi bartender no conoce de esto, le llevaré la información.
¿Es suficiente destinar el 5 % de la producción para los murciélagos?
Como son grandísimas extensiones, ese 5 % le da de comer a cien murciélagos por hectárea. Si son 500 000 hectáreas de agaves nada más en el oeste de México, ya son 50 millones de murciélagos. A mí no me queda ninguna duda de que el futuro del tequila es ‘batfriendly’ y todas las empresas van a tener que hacer esto. Será un beneficio grandísimo para los agaves, para el tequila y para los murciélagos.
¿Qué está pasando realmente con los recursos naturales?
Somos tantos seres humanos en el mundo que nuestro impacto está llegando hasta los últimos rincones del planeta. Conforme crecemos en población, demandamos más recursos. El planeta está al borde del colapso, ya no tenemos suficientes tierras para producir cultivos, para producir alimentos y para todos los habitantes de la Tierra. Lo que tenemos que hacer es replantear la forma en la que estamos viviendo, reducir nuestros consumos de alto costo energético, reutilizar nuestros recursos y reciclar los desechos que producimos. Los países desarrollados lo tienen más claro que nosotros, en Alemania te obligan por ley a clasificar tu basura en siete botes y si no lo haces, te multan. Es la biodiversidad defendiéndose y diciéndonos: ‘por favor, ordenen la manera como nos están llenando de basura el mundo natural porque esto les va a pegar a ustedes’.
¿Cuánto tiempo tenemos?
El golpe viene. La sexta extinción masiva está encima de nosotros, ya hemos perdido muchas especies, muchas más de las que se perdieron en las cinco extinciones masivas previas, que fueron causadas por procesos geológicos y extraplanetarios. En esta ocasión, es un proceso biológico causado por el ser humano. Ya estamos recibiendo los primeros impactos. Tristemente, hay países que ya son estados fallidos porque perdieron sus recursos naturales. Hoy los medios muy poco hablan de Haití o de Somalia. Son solo dos ejemplos, pero ambos están en crisis porque ya no tienen recursos naturales, se acabaron. En Haití arrasaron hasta el último árbol, no hay nada, entonces la gente está hambrienta y permanentemente están migrando a República Dominicana y a otros países. Algo parecido sucede en Somalia, un país en el este de África, que es un Estado fallido y depende de la piratería. Las películas de Mad Max son la pesadilla de lo que nos puede pasar si no cambiamos nuestra manera de relacionarnos con el mundo natural. No tenemos mucho tiempo, en 20 años, máximo 50, las condiciones de vida para los seres humanos en este planeta van a cambiar drásticamente.
¿Hay otro Haití en camino en Latinoamérica?
Sí, seguro. Triste es decirlo, pero probablemente el siguiente Haití en Latinoamérica sea El Salvador. Creo que quedan 4000 hectáreas de bosque en todo el país. Y Honduras viene ahí detrás. En parte por el despojo que ha causado la clase política sobre los dueños de la tierra, en parte porque la palma africana entró como un tren, nadie la paró, y hoy están llenos de plaguicidas, de hormonas de crecimiento, de fertilizantes químicos y se perdió toda la selva hondureña.
Hablando de la palma africana, ¿qué hacer, cómo enfrentar el problema?
Como tantas otras cosas, el cambio comienza con uno mismo. Donde vivo, en Ciudad de México, debo pelearme con mis vecinos para que se den cuenta que tienen que reciclar la basura. Son gente con dinero que dicen: ‘para qué reciclar, para qué clasificar si llega el camión y echan las bolsas juntas’. Pero no se dan cuenta que cuando llegan al tiradero, los pepenadores (recicladores), gente de muy bajos recursos, clasifican la basura y separan el plástico, el metal y otros. Si tu separas la basura, les haces la vida más fácil a ellos.
Yo he visto a niños de siete años que están esperando con ansias el camión que viene de determinada colonia porque saben que ahí clasifican. Y en cuanto abren el vehículo los niños chiquitos se lanzan a sacar todo el metal, todo el plástico, a reciclar. Todos tenemos algo que hacer, el cambio depende de que cada persona empiece hacer cambios pequeños en su vida. Yo llevo ya 12 años sin comerme un langostino, porque sé que cada kilo de langostinos representa 40 kilos de animales del mar extraídos, muertos, desperdiciados y regresados al mar. Cada quien decide qué cambios hacer en su vida. Lo único que no se vale es no hacer cambios.
Usted ha dicho que los gusanos son el futuro de la alimentación…
Definitivamente. Pensemos en la América precolombina y cómo desde Perú, Uruguay, Paraguay, Argentina y hasta México, los insectos han sido una fuente de proteína importantísima. Pero cuando llega la cultura europea, la cultura occidental, con las vacas, los burros, los caballos, los cerdos, las cabras, nuestra manera de consumir la proteína animal cambia y, claro, esos animales grandes tienen un impacto mucho mayor sobre el ecosistema; eso está acabando con todo, la cantidad de tierra que se necesita para producir un kilo de carne de res es inmensa, mientras que nuestra cultura perdió esa conexión con los insectos. Hoy, en algún lugar de la Amazonía, están los suris, en algunos lugares de México están los chinicuiles, pero seguimos perdiendo ese vínculo. No nos queda de otra, ese es el futuro, desde los chapulines, hasta los gusanos de maguey y los suris serán la proteína más importante que se consuma dentro de 20, 30 o 50 años, cuando el golpe llegue. Y repito, el golpe ya llegó, ya está en Haití, ya está en Somalia, ya está en muchos otros lugares, pero viene paulatinamente. Las películas de Mad Max ya son realidad en Somalia.
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El valor de la biodiversidad
También ha dicho que consumimos todo y no reconocemos lo que hace la biodiversidad por nosotros
La gente no aprecia ni valora ni incorpora en su toma de decisiones los aportes que la biodiversidad hace en nuestra vida diaria. Por ejemplo, el algodón que se usa para nuestra ropa; el choclito que comemos o la chicha que tomamos, esos son vínculos directos con la biodiversidad que no analizamos. Y esa chicha morada tan deliciosa nos conecta con los murciélagos, porque son los controladores de las plagas más importantes del maíz. Invito a la gente a pensar en esos vínculos, que se siente en la mesa y que mientras come su lomo saltado piense de dónde vienen las papitas, de dónde viene el arroz, qué pasó allá afuera, qué animales y plantas intervinieron para que yo pueda comer esto.
Entonces, ¿cuál es el valor de la biodiversidad?
El valor de la biodiversidad es intangible y depende de cada persona, de cómo la percibimos. Hay gente que cree que la biodiversidad no tiene valor, pero están equivocados. Todos recibimos sus beneficios. Estimaciones muy valientes sugieren que la biodiversidad nos proporciona bienes y servicios por un total de 16 billones de dólares al año. Realmente el valor es intangible porque el precio lo pones tú. Por ejemplo, qué valor le pones al hecho de que estés en tu cama en Lima y puedas sentir esa tranquilidad de pensar que hay un jaguar paseándose en el Manu; eso es absolutamente invaluable.
¿Qué nos corresponde hacer?
Reflejar los beneficios que recibimos en nuestra vida diaria y racionalizarlos es una práctica que no hacemos los humanos. Lo que pagamos es lo que nos cobran. Llega el recibo de luz a tu casa y tienes que pagar porque de lo contrario te cortan la luz. La naturaleza no te está mandando un recibo para decirte ‘págame lo que estás recibiendo’. El agua limpia, el aire puro, los cultivos y los suelos fértiles no te están cobrando y como nadie ve eso, ya se están viniendo para abajo los servicios y beneficios que ofrece la biodiversidad. Depende de que cada uno de nosotros, de que tengamos conciencia de decir, por ejemplo, hoy no voy a comer cosas que vengan de Norteamérica, de Asia o de Europa, voy a comer productos que vengan exclusivamente del Perú.
¿Por qué?
Porque estás vinculada con tu país y cuando decides comerte una manzana de Estados Unidos, se gastó un montón de combustible de avión o de barco. Además, estas beneficiando a los productores del estado de Washington y no a los de tu país. Por último, comer un producto de tu región incrementa la conexión que tienes con tu país. No quiero decir, de ninguna manera, que tenemos que hacer lo que está haciendo Trump, aislarse, pero sí tenemos que reducir la huella ecológica de nuestra vida diaria, y parte de eso es reducir la distancia del transporte de los bienes y servicios para pegarle menos a la biodiversidad.
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El premio de los 64 mil pesos
¿Cómo llega usted a toda esta relación con la biodiversidad?
Mi historia es muy antigua. Yo tengo lo que he llamado una deformación desde chiquitito. Mi primera palabra no fue mamá, ni papá, ni caca. Mi madre lo reflejó en el libro del bebé, yo estaba viendo unas fotos de unos flamencos y dije “flamingo”. Conforme fui creciendo siempre quería ver animales, cada Navidad y cada cumpleaños pedía como regalo un libro de animales, ir a verlos en el campo o al zoológico.
Luego, cuando tenía once años, en la televisión nacional mexicana había un programa que se llamaba El gran premio de los 64 mil pesos, donde elegías un tema para que te hicieran preguntas. Un día le dije a mi mama “yo quiero que me pregunten”, y mi mama me dijo “de qué quieres que te pregunte”. Respondí: “que me pregunten de mamíferos”. Mi madre me llevó con los productores del programa. Ahí sacaron un libro, me empezaron a preguntar y yo a contestar y contestar. Al ratito me dijeron “felicidades porque eres el primer niño en el programa”. Entonces, los sábados todo México me veía en televisión, incluida una persona que realmente marcó mi vida: el doctor Bernardo Villa, creador del estudio de los mamíferos en México.
Él me vio, me habló y me dijo, ya vi que tienes interés en los mamíferos, porque no vienes al Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México, y te llevamos al campo para que veas los animalitos y aprendas allí. Como comprenderás, para un niño como yo, eso fue como un sueño hecho realidad y jamás volví a cuestionarme qué sería en mi vida. Desde entonces dije: “yo de aquí soy y aquí voy a seguir trabajando, cuidando, entendiendo, protegiendo a los mamíferos… y ahí sigo”.
¿Y ganó el premio?
No gané. Iba por 32 000 pesos y me hicieron una pregunta que hasta la fecha se la hago a mis alumnos. Yo tenía 11 años y me preguntaron por seis características diagnósticas de los mamíferos y yo dije cuatro. Ahí me quedé. Pero el premio que me dio el programa nadie me lo quita, pues aquí sigo, y para fines prácticos, soy una de las personas más felices que conozco.
Pienso que no he trabajado un día en mi vida porque lo que hago es exactamente lo que quiero hacer. Ahora vengo a dar un curso en la Amazonía para estudiantes de Latinoamérica sobre murciélagos. Ver los ojos de un muchachito o una muchachita que ve por primera vez un murciélago en sus manos me llena de energía, no sabes cómo, eso me da plenitud.
Usted acaba de regresar de la Amazonía de Perú, ¿cómo ve el futuro de esta región?
Perú y todos los países que tienen Amazonía tienen un reto muy grande porque las presiones sociales y económicas son muy fuertes sobre ella. Es muy fácil para los tomadores de decisiones irse por la vía rápida y sacar la mayor cantidad de recursos y de beneficios en el corto plazo para enriquecerse ellos y enriquecer a un grupo muy pequeño a costa de destruir el patrimonio natural de las futuras generaciones de peruanos. Entonces, una vez más, como en tantos casos, el poder es de cada persona. Cada quien tiene algo que hacer.
Por ejemplo, el oro del Amazonas está matando al mundo, lo extraen de una manera no sustentable. ¿Qué necesidad tienes de que tu novio te dé un anillo de oro con todo el impacto que eso trae? Mitiguemos su consumo. Pero ahí viene la avaricia, porque es el metal más caro del mundo. Es cuestión de que los peruanos y todos en el mundo detengan ese consumo completamente irracional.