- El entómologo Giovanni Onore es conocido como el ‘padre’ de los insectos en Ecuador y en 1982 fundó el museo QCAZ que tiene una de las colecciones de invertebrados más grandes de América Latina.
- Onore asegura que Ecuador todavía es "tierra virgen" en el estudio de los insectos y aún hay muchas trabas para la investigación. Hoy dirige la Fundación Otonga con la que conserva más de 2000 hectáreas en el Chocó, Andes y Amazonía del país.
Pocas personas en el mundo podrían recordar a los escarabajos como el “amor de su juventud”. El entomólogo italiano Giovanni Onore es uno de los pocos. No en vano varios escarabajos, como el Onorelucanus aequatorianus y el Onorelucanus onorei, llevan en su nombre el apellido del reconocido científico, que ha dedicado su vida a estudiarlos. La fascinación de Onore por los insectos se remonta a la niñez, cuando ayudaba a su padre que era apicultor. Entre risas, reconoce que su piel es capaz de resistir hasta 50 piquetes de abejas.
Desde hace 40 años, Onore, agrónomo y especializado en entomología, vive en Ecuador, donde enseñó zoología de invertebrados y fundó el Museo Quito-Católica-Zoología (QCAZ), cuyas colecciones incluyen uno de los bancos de genoma animal más grandes de Latinoamérica ─más de 62 000 muestras mantenidas en ultracongeladoras a -80ºC─.
¿Qué está sucediendo con los insectos hoy? ¿Cuánto nos falta aprender de ellos? Mongabay Latam habló con él.
¿Cómo está el estudio de insectos en Ecuador?
Giovanni Onore (G.O.): El top de la entomología en la región es Brasil, seguido por Chile y Argentina. Creo que Ecuador, Bolivia y Venezuela estamos entre los que menos información tenemos en esta área. Yo fundé el primer museo entomológico en Ecuador, el QCAZ de la Universidad Católica, y en los últimos 20 años, a causa del empuje que di, algunos de mis alumnos ya se esmeran por estudiar afuera para luego volver y aplicar todos esos conocimientos en el país.
En Ecuador todo es para estudiar, somos tierra virgen. Cuando llegué, en la década de los 80, el Ministerio decía que sabía sobre los insectos en el país, pero en realidad no se sabía nada. Tenían una que otra información pero pocos estudios completos. Cuando uno va y pone el dedo en la llaga todo es desconocido. Yo diría que el 90 % de los insectos en Ecuador, o quizás más, son para describir. Hay mucho orgullo por la biodiversidad pero poco conocimiento.

¿Cuáles son los principales impactos que viven hoy los insectos?
G.O.: La destrucción del medio ambiente por muchas causas: la agricultura, el petróleo, las minas, las carreteras y el cambio climático; que es un problema global.
¿Cuáles son los insectos más susceptibles a estas presiones?
G.O.: Todos dicen, todos hablan, pero nadie sabe. En mi caso, modestamente, hice un estudio sobre mi especialidad: los lucánidos (una familia de escarabajos con cerca de 930 especies descritas) y encontré que están desapareciendo. Antes se les encontraba a 2500 o 3000 metros sobre el nivel del mar en las montañas de los Andes y ahora se desplazaron más arriba. Cuando llegan al tope, desaparecen. En 40 años se han desplazado más de 300 metros.
Muchos colegas dicen lo mismo. Por ejemplo, los apoideos (conocidos comúnmente como abejas y abejorros) que eran comunes en Quito, ya están desapareciendo también. Se tiene esa sensación pero mediciones certeras hay pocas. También trabajé mucho en apicultura y estimo que todos los abejorros que habitaban en Quito están desapareciendo, pero hay que medirlo, hasta ahora eso no se ha hecho.
¿Por qué nadie los mide?
G.O.: La ciencia aquí en el Ecuador no es muy cotizada. Si uno es biólogo, y peor aún entomólogo, vas al Ministerio y cualquier funcionario tiene más importancia que tú. Te miran como el ‘pobre científico’. Existen muchas trabas, te dicen: ‘esto es prohibido’, ‘esto no se puede transportar’, etc. Por ejemplo, para mover una hormiga desde la Amazonía hasta Quito se necesita una guía de transporte como si se tratara de un animal enorme como el oso o un loro en peligro de extinción.
Nuestros países suelen copiar todas las trabas posibles. Ecuador copia de Colombia, Colombia copia de Brasil y así sucesivamente. Pocos construyen pero para crear obstáculos sí somos muy ágiles.
Financiación tampoco hay. A pesar de eso se tratan de hacer esfuerzos y en medio de muchos funcionarios ineficientes hay otros muy buenos, que desafortunadamente terminan enredados en una red de compañeros parásitos. Pero creo que esas son problemáticas comunes a toda América Latina.
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¿Cuáles son los ecosistemas ecuatorianos donde los insectos se encuentran en mayor peligro?
G.O.: Todos aquellos donde hay tierras aptas para agricultura. Ahí se arrastra con todo. Todos los Andes hacia la parte oceánica está muy afectada, la región del Chocó ecuatoriano está arrasada en más de un 90 %, solo quedan algunos pequeños parches aislados.
Con la agricultura llegan aguas contaminadas, pesticidas y demás. Ahora la ganadería también se está convirtiendo en un problema pues la tendencia es subir más y más con pastos hacia las montañas.

¿Cuál es la importancia de los insectos en la vida tal como la conocemos?
G.O.: Es una cadena. Los insectos son la base de la cadena trófica, si se rompe ese equilibrio vamos a terminar afectados.
Decía Einstein que si desaparecen las abejas, un día nosotros también correremos ese riesgo. Y tenía razón. Pero Einstein se refería a la Apis mellifera que es de Europa. En América podemos vivir sin esta especie. Es un animal introducido que hace daño como cualquier especie invasora. De hecho, compite con nuestros propios apoideos y acarrea enfermedades.
Entonces, las especies invasoras también son una amenaza para los insectos en Ecuador…
G.O.: Los apicultores pueden decir que se ganan 2 millones de dólares con la miel, pero, en términos de dinero, seguramente los daños ecológicos son mucho mayores. Los animales alienos (introducidos) son otra gran amenaza. Hasta las vacas y las gallinas, todos los animales ‘importados’ tienen un impacto y eso incluye a los insectos, ya sea que se trate de especies introducidas voluntariamente por el humano como Apis mellifera, por una cuestión económica de aprovechamiento de su miel, o aquellas que llegan por error.
Usted se ha especializado en el estudio de los escarabajos, ¿por qué su interés en este insecto?
G.O.: Fueron cosas de la vida. Cuando yo estudiaba Agronomía hice una tesis en la que analizaba cómo algunos escarabajos parasitoides causaban daños en las abejas. De ahí en adelante no los dejé porque me resultaron fascinantes.
Pero abrí mis horizontes y también empecé a trabajar con abejas, libélulas y mariposas. Aún así los escarabajos quedaron, tal como queda en el recuerdo el gran amor de la juventud (risas).
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Cada vez hay más conciencia sobre la importancia de las abejas pero, ¿cuál es la importancia de los escarabajos?
G.O.: Normalmente tienen un papel ecológico muy importante. Por ejemplo, los peloteros entierran los excrementos, reciclan abono y cumplen una función higiénica. Hasta eran sagrados por los egipcios debido a esto.
Otros escarabajos son polinizadores; otros frecuentan hojas y son limitantes de la propagación de algunas plantas para lograr un equilibrio ecológico; otros sirven de alimento para aves; otros, que son subterráneos, comen raíces y limitan el crecimiento de ciertas especies vegetales; y otros comen troncos podridos, así que reciclan la materia orgánica. En este último caso, si desaparece el escarabajo, la selva estaría llena de un montón de madera que no se descompone nunca. Claramente no es el único animal que tiene esta función, pero sí es vital.

Su padre era apicultor, ¿eso influyó en su interés por los insectos?
G.O.: Era un campesino y se ocupaba de abejas. Tuve esa ventaja desde niño. Ya estoy un poco inmune a las picaduras de abejas, aguanto hasta 50 piquetes (risas). Pero sabe, hoy trabajar con abejas es muy difícil, están presentando muchas patologías que no se curan fácilmente y aún son muy desconocidas.
Para crear el museo QCAZ usted se dedicaba a recolectar insectos en sus fines de semana, vacaciones y tiempos libres, ¿por qué era tan necesario un espacio como ese?
G.O.: Porque es la base de conocimiento, es como la biblioteca. Viene el agrónomo, el patólogo, el veterinario, un agricultor o sencillamente un turista y sirve de punto de referencia.
Ahora la tecnología ha ayudado muchísimo y es mucho más fácil. Incluso, yo mismo veo un insecto, tomo una foto y la envío al especialista y me ahorra todos los trámites burocráticos para trasladar un insecto a análisis y que luego regrese a mí. Pero el insecto verdadero, el que está en la colección, sigue siendo muy importante.
La situación actual de los museos no es fácil. Requiere de actividades de mantenimiento y muchas instituciones no tienen dinero para tener un curador y un especialista o para garantizar un clima apto, generar contacto con científicos, etc.
Si yo envío un paquete con una hormiga a Londres para saber qué es, la Aduana lo abre, me pone algo adentro y me destruye el insecto. Tener un museo es una gloria, pero implica obligaciones que no muchos quieren asumir. El museo QCAZ actualmente tiene cerca de un millón y medio de insectos.

Usted dejó el museo y ahora está dedicado a trabajar en la Fundación Otonga, ¿qué está haciendo allí?
G.O.: Unos locos industriales italianos me dijeron que comprara un pedazo de selva para conservar porque se sentían en deuda con la naturaleza. En ese momento les dije que no tenía tiempo suficiente para dedicarme a algo así, pero ellos insistieron. Finalmente compré un terreno y me dieron más recursos para seguir ampliando la reserva y ahora estoy dedicado por completo a esto.
Es una responsabilidad grande. No es fácil administrar una reserva de 2000 hectáreas. Está protegida pero también nos enfrentamos al problema de los campesinos que quieren invadir. Pero sé que en algún momento puedo irme tranquilo de este mundo porque, por lo menos, ayudé a conservar un pedazo de selva. Mi huella sobre esta tierra ha sido suave.
Como profesor a veces digo en broma que un día la gente vendrá a verla como si fuera un templo, un monumento o una cosa rara.
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¿Qué se conserva en la Reserva?
G.O.: Por suerte esta reserva va desde los 600 hasta los 3000 metros sobre el nivel del mar. Hay un poco de todos los pisos ecológicos, lo cual permite conservar la biodiversidad y hacer estudios.
Con el tiempo me di cuenta de que había una problemática social alrededor. Hay campesinos con sus hijos que por falta de oportunidades un día podrían llegar y destruir la reserva, así que ahora tengo a 200 niños a los que les pago el estudio porque sin educación de nada nos sirve conservar.
A través de la educación trato de darles herramientas para que ellos mañana puedan continuar con la conservación de la reserva. Esa es un poco mi filosofía de vida y ha dado resultados muy interesantes.

¿De dónde salió el nombre Otonga?
G.O.: Fue interesante porque le pregunté a los indígenas tsáchilas o colorados, que viven acá, cómo se decía lombriz de tierra y me dijeron: otonga. Me pareció un buen nombre porque la lombriz trabaja día y noche y no reclama derechos, tal y como ocurre con muchos padres de familia que contribuyen a la sociedad, nadie los nombra, pero son ellos detrás de de tu éxito y de mi éxito. Se llama Otonga porque es una reserva que quiere trabajar, es una contribución humilde a la naturaleza.
Muchos insectos e incluso plantas y anfibios llevan su nombre, ¿qué se siente saber que le han hecho tantos honores?
G.O.: Es una pequeña recompensa sobre esta tierra. Pero más importante que el hecho de que lleven mi nombre es que esas especies están vivas y que es nuestra obligación asegurarnos de que sobrevivan.
REFERENCIAS
Filippini, V., Onore, G. I. O. V. A. N. N. I., & Guidolin, L. (2017). Larval and pupal descriptions of Anomalini (Coleoptera: Scarabaeidae: Rutelinae) species from Ecuador. Zootaxa, 4227(2), zootaxa-4227.
Donoso, D. A., Onore, G., Ramón, G., & Lattke, J. E. (2014). Invasive ants of continental Ecuador, a first account. Revista Ecuatoriana de Medicina y Ciencias Biológicas: REMCB, 35(1), 133-141.
Onore, G., Bartolozzi, L., & Zilioli, M. (2011). A new species of the genus Syndesus Macleay, 1819 (Coleoptera, Lucanidae) from Ecuador. Kogane, 12, 43-48.
Onore, G. (2003). Historia de la Escarabaeidología en el Ecuador. In Escarabeidos de Latinoamérica: estado del conocimiento (pp. 9-14). Sociedad Entomológica Aragonesa, SEA.
Imagen principal: Anisoscelis flavolineata. Foto: Rhett A. Butler / Mongabay.
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