- En menos de tres semanas investigadores ecuatorianos descubrieron dos nuevas especies de anfibios para la ciencia. Se trata de Lynchius megacephalus y Pristimantis mallii.
- La investigación en anfibios y reptiles despega en el país sudamericano. Cada vez son más instituciones y biólogos dedicados a estudiar estos animales y eso explica el ‘boom’ de nuevas ranas para la ciencia y de decenas que están a punto de ser reveladas por los científicos.
Ecuador se ha convertido en la cuna de nuevas especies de anfibios para la ciencia en Latinoamérica. Hace pocos meses se descubrieron una rana de cristal en la Reserva Río Manduriacu, en la provincia de Imbabura en el norte de Ecuador, y una nueva especie en la cordillera del Cóndor, en el sur del país.
El ‘boom’ de nuevas ranas no paró allí. En marzo, y en un periodo de solo tres semanas, el mundo pudo conocer a Lynchius megacephalus en el bosque protector Tinajillas – Río Gualaceño en la provincia de Morona Santiago y a Pristimantis mallii en la reserva ecológica Río Zuñag en la provincia de Tungurahua.
Pero, ¿por qué se están descubriendo tantas ranas en Ecuador? Carolina Reyes-Puig, autora principal de la investigación que llevó a identificar a P. mallii, lo atribuye a que cada vez más en el país hay un buen número de investigadores con intereses similares, especialmente en el estudio de taxonomía y sistemática en anfibios y reptiles.
Además, Juan Carlos Sánchez, investigador principal del paper donde se relata el descubrimiento de L. megacephalus, asegura que actualmente hay muchas más instituciones haciendo investigación en diferentes regiones del país, sobre todo hacia el sur, una región que era muy poco explorada. “Ecuador es un país pequeño donde es mucho más asequible llegar a ciertas zonas. No son expediciones tan complejas como en otros países y a eso se suma la necesidad de conocer nuestro patrimonio para poder conservarlo”, comenta.
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Una rana “cabezona”
Si algo le impactó al biólogo Juan Carlos Sánchez cuando vio a la nueva rana que descubrió en la provincia de Morona Santiago fue el tamaño de la cabeza del animal: desproporcionada y mucho más grande que su cuerpo. No en vano, su nombre científico da cuenta de esa característica: Lynchius megacephalus.
Sánchez asegura que este anfibio carece de la “bella estética” de otras especies como las ranas de cristal. Una persona cualquiera podría incluso llegar a decir que es un “sapo bastante feo”. Sin embargo, su falta de belleza contrasta con características únicas que, según el investigador, dan cuenta de la riqueza natural y el estado de protección del bosque protector Tinajillas – Río Gualaceño. “Si te encuentras con algo muy peculiar que destaca entre el resto de animales, eso nos muestra que esa zona quizás tuvo procesos de evolución diferentes y tiene gran riqueza en biodiversidad. Entender qué fue lo que pasó nos ayuda a comprender qué puede pasar con otros organismos y con nosotros mismos en el futuro”, asegura Sánchez.
El biólogo ─y varios estudiantes universitarios que realizaban su tesis de grado─ decidieron conocer la diversidad de anfibios que tenía esta área protegida entre los 2000 y los 3500 metros sobre el nivel del mar (msnm). Durante las salidas de campo se encontraron con especies muy interesantes, “hasta que en una de esas expediciones un par de chicos encontraron una rana rara en el piso. La colectaron y cuando la revisamos en el laboratorio nos dimos cuenta de que era un animal muy extraño, no coincidía con otras especies de ranas terrestres por sus aspecto: tenía una cabeza muy grande, desproporcional al cuerpo. Era una rana cabezona”.
Solo encontraron un ejemplar y por más que siguieron buscando no pudieron hallar otro. Eso fue en 2014. Desde entonces Sánchez y su equipo se dedicaron a estudiar el anfibio en medio de cuidados extremos pues no podían dañar el único ejemplar que tenían en su poder. En sus palabras: “fue un análisis al mejor estilo paleontológico”. El estudio de los huesos les sirvió para concluir que se trataba de una nueva especie y era tanto el cuidado que debían tener que decidieron no abrir el animal y apoyarse en radiografías.
Sabían que era una nueva especie pero les tomó bastante tiempo determinar a qué género pertenecía. Según dice Sánchez, tenía las características del género Lynchius ─hasta el momento lo conforman solo seis especies─, pero una vez más, su cabeza los hacía dudar. No solo por su gran tamaño sino porque presentaba una condición llamada exostosis (crecimiento anormal de huesos) en el cráneo. Alrededor salían grandes espinas que asemejaban una corona. Sin duda algo muy extraño en las ranas, dado que generalmente presentan cráneos delgados y sencillos. Incluso era algo atípico en el género Lynchius, cuyas especies conocidas presentan exostosis pero mucho más ligeras, parecidas a unas pequeñas rugosidades.Finalmente, todos los análisis óseos y moleculares no solo sirvieron para determinar que se trataba de un nuevo anfibio, sino que les permitió a los investigadores inferir algunos de sus hábitos. “Estos cráneos hiperosificados, que son grandes y robustos, se presentan en ranas que se alimentan de otros animales de considerable tamaño. Este anfibio suele esconderse en un hueco a esperar que pase alguna presa para luego devorarla con su gran boca”, cuenta Sánchez. “Es una rana que solo vive en tierra, no sube árboles”, agrega.
Una nueva pristimantis
Si hay algo particular en las ranas que pertenencen al género pristimantis es que son especies de desarrollo directo. Esto quiere decir que no pasan por su etapa de renacuajo y no dependen del agua para su proceso de metamorfosis. De los huevos nacen directamente pequeñas ranas que poco a poco van creciendo. Los biólogos aseguran que se trata de un salto evolutivo muy importante pues les permite colonizar muchos más nichos en un ecosistema.
Pristimantis mallii, la nueva rana descubierta por Carolina Reyes-Puig en la reserva ecológica Río Zuñag, hace parte de este grupo. En el artículo ‘A new species of terrestrial frog Pristimantis (Strabomantidae) from the upper basin of the Pastaza River, Ecuador’, publicado por la investigadora en la revista Zookeys, se relata que este género pertenece a un grupo de ranas endémicas de la región neotropical conformado por más de 525 especies. La mayor diversidad de pristimantis se encuentra en los bosques montanos de Los Andes de Colombia, Ecuador y Perú. “En Ecuador este género representa el 38,5 % de los anfibios, con 230 especies descritas, de las cuales 125 son endémicas del país. Este rápido y continuo aumento de las especies conocidas sugiere que este número seguirá aumentando, considerando las muchas regiones que aún no se han explorado en los Andes ecuatorianos”, dice el documento.
De esta nueva rana ya había algunos especímenes colectados desde 2012, pero no se sabía si correspondían a una nueva especie. “Con la Universidad San Francisco de Quito hicimos una salida de campo a la reserva Río Zuñag y ahí registramos tres individuos más. Los recolectamos, los traje al museo y me puse a revisar con más detalle las colecciones de la Universidad Católica en la misma zona y del Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio)”, cuenta Carolina Reyes-Puig. Encontró que eran los mismos.
La investigadora afirma que esta nueva especie no tiene características de color tan evidentes como en el caso de otras pristimantis, aunque las ingles son un poco amarillentas. “Lo que sí tiene son unos pliegues escapulares en el dorso que permiten diferenciarla de su especie hermana que es amazónica”, cuenta.
Su hábitat, al igual que el de la rana descubierta en Morona Santiago, está en las alturas de Los Andes. “La registramos entre los 1800 y los 2100 msnm en la reserva Zuñag que es de la Fundación Ecominga. Es un área de conservación que está entre los parques nacionales Llanganates y Sangay, justo en ese corredor ecológico. Es un bosque montano de neblina en estribaciones andinas”, comenta Carolina. La rana ocupa el estrato medio del bosque, suele permanecer en arbustos y tiene comportamientos nocturnos.
Por fortuna para los investigadores, esta nueva especie se encuentra en predios de conservación de la Fundación Ecominga por lo que cuenta con una protección significativa en el área y no tiene amenazas directas.
Sin embargo, el peligro indirecto y latente para P. mallii es la ampliación de la frontera agrícola. Por su parte, la rana “macrocefálica” descubierta por Juan Carlos Sánchez, a pesar de estar en un bosque protector, tiene muy cerca algunos proyectos mineros consensuados e ilegales que podrían afectar un área muy bien conservada. Según dice, esto podría atentar contra las fuentes de agua que están arriba en los páramos y contra la integridad de los bosques que garantizan la preservación de la especie.
“Conforme vas subiendo en las montañas llegas a zonas más amenazadas porque son más restringidas y tienen menor área. Si una afectación recae sobre ellas, muy probablemente se perjudica todo el ecosistema”, dice el investigador. Las ranas descubiertas por Carolina Reyes-Puig y Juan Carlos Sánchez se encuentran justo en lugares con estas características.
*Imagen principal: Lynchius megacephalus. Foto: Christian Nieves.
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REFERENCIAS
Reyes-Puig, C., Reyes-Puig, J. P., Velarde-Garcéz, D. A., Dávalos, N., Mancero, E., Navarrete, M. J., … & Ron, S. R. (2019). A new species of terrestrial frog Pristimantis (Strabomantidae) from the upper basin of the Pastaza River, Ecuador. ZooKeys, 832, 113.
SÁNCHEZ-NIVICELA, J. C., URGILES, V. L., NAVARRETE, M. J., YÁNEZ-MUÑOZ, M. H., & RON, S. (2019). A bizarre new species of Lynchius (Amphibia, Anura, Strabomantidae) from the Andes of Ecuador and first report of Lynchius parkeri in Ecuador. Zootaxa, 4567(1), 1-24.
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