En el casco urbano (950 m.s.n.m) predomina la tangara real (Tangara cyanicollis), el ermitaño verde (Phaetornis guy) y el carpintero real (Dryocopus lineatus). A medida que se asciende aparecen la urraca verde (Cyaanocorax yncas), el tucán esmeralda (Aulacorhynchus prasimus) y el ave insigne de Colombia, el Cóndor de los Andes (Vultur gryphus).

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250 aves y siguen explorando

 

Hace tres años, las investigaciones de Ortega Rozo lo llevaron a unirse con los arboledanos Pedro Antonio Goyeneche, Diego Gelves, Luis Martín Ortega y Leida Ramírez; el cucuteño, Jesús Rangel; y el caldense, radicado en un municipio al norte de Santander, Leonardo López Castro. Aunque son ingenieros, tecnólogos agropecuarios y artistas comparten un tema en común: el interés por el avistamiento, a tal punto que crearon el Observatorio de Aves de Arboledas.

Su deseo por conocer más sobre estos animales les ha permitido estar en contacto con científicos de diversas instituciones. El biólogo Luis Roberto Sánchez, quien trabaja en la Universidad de Pamplona, asegura que el observatorio genera conocimiento e información sobre las aves locales, vitales en la colonización de bosques y áreas deforestadas.

Esto es reafirmado por el también biólogo Carlos Cáceres Martínez, integrante del Grupo de Investigación en Ecología y Conservación de Fauna Silvestre de la Universidad Nacional. Según dice, generar inventarios de aves, caracterizarlas y conservar sus hábitats permite entender los procesos ecológicos. “Las aves cumplen funciones ecosistémicas como  la dispersión de semillas y el control de insectos que pueden convertirse en plaga. Además, están directamente relacionadas con las especies vegetales que brindan refugio y alimento”.

Avistar aves no es tarea fácil. Requiere de paciencia, sigilo y de entrenar la vista y el oído. ‘Los pajareros’ de Arboleda salen en grupos de cuatro y antes de internarse en los senderos cierran los ojos para identificar los trinos en el ambiente, acto seguido afinan la visión concentrándose en un espacio de la vegetación. La regla: todo movimiento es señal de un ave.

La noche anterior a sus recorridos planifican metódicamente la ruta y se encuentran en el parque de la Santísima Trinidad a las 5 de la mañana. En los inicios, cuenta López, los habitantes del campo se asustaban al verlos camuflados entre los arbustos. Llegaron a confundirlos con la guerrilla. “Salimos antes de que despunte el día porque es el momento en que las aves tienen mayor actividad, buscan alimento y adornan el paisaje”.

En ruta, mientras Ortega Rozo hace los registros con su cámara, los demás avistadores van con binoculares merodeando entre las ramas, disfrutan de sus alas extendidas o de verlas escarbando entre los árboles para extraer gusanos para ellas y sus crías. Quien más se asombra con las especies en ambiente natural es Luis Martín, quien al llegar a casa las pinta con colores sobre papel y en cuadros (óleo sobre lienzo).

En los recorridos “se registra la hora en que las vemos, el sitio, las coordenadas, el tiempo que estuvo en observación, si es macho o hembra, juvenil o adulto, si estaba sola o en grupo”, dice Ortega Rozo. Mientras anotan esta información también graban el sonido de las aves y verifican su nombre científico. En las salidas de campo siempre llevan las guías de avistamiento de Proaves y del biólogo colombiano especialista en avifauna, Fernando Ayerbe Quiñones.

Los datos consignados en diarios de campo son analizados al regresar de las caminatas de 10 kilómetros en promedio. Esta tarea rigurosa les ha permitido elaborar un inventario de 250 aves y siguen en búsqueda de más. Todas ellas han sido reportadas a la plataforma eBird, del Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell de Estados Unidos.

Allí, permanentemente se pueden subir imágenes al espacio virtual y con ellas se aporta al análisis científico de las aves en el mundo. A nivel local, el inventario y el conocimiento que han recopilado les ha permitido sensibilizar a los 10 000 habitantes de Arboledas. Los campesinos que los confundían con la guerrilla, ahora les ofrecen café y los llaman cuando ven especies no comunes en sus fincas.

De acuerdo con Ortega Rozo, el inventario de aves se convertirá en la base de una aplicación para la que actualmente gestionan financiación. “Nos postulamos a la Fundación RedCOLSI, donde obtuvimos un puntaje de 96 sobre 100. La meta es que tanto arboledanos como otros habitantes del departamento conozcan la riqueza en aves y que la herramienta tecnológica se convierta en una estrategia educativa”.

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Una reserva protectora

 

En febrero de 2019, la Alcaldía de Arboledas declaró ocho de las 16 hectáreas de la finca La Granja, de propiedad del municipio, como reserva natural. La llamaron Piedra Gorda. La declaratoria fue resultado del intenso trabajo que lidera el Observatorio de Aves. “Al alcalde, Carlos Danilo Esteban Galvis, se le presentó un proyecto con sustento teórico y científico. El documento y la sensibilidad de la población con las aves fueron claves para que se hicieran ajustes al Plan de Ordenamiento Territorial y la zona quedara como protegida a nivel local”, reseña Ortega Rozo.

En el proyecto se sustentó que la zona era el hábitat del saltarín cabecidorado (Ceratopipra erythrocephala), ave representativa del área, y que allí está su fuente de alimentación: el árbol mínigo (Acnistus arborescens). Las vallas que producen son un manjar para las aves y fuera de la reserva los árboles son escasos, de ahí la importancia de este lugar. Según Ortega Rozo “los ejemplares de mínigo han desaparecido en otras zonas rurales por la tala y quema que hacen los campesinos para cultivar cítricos y aguacate”.

En la reserva habitan en promedio 50 especies de aves. Entre ellas están el carpinterito escamado (Picumnus scualmulatus), el cara cara moñudo (Caracara cheriway), el colibrí (Chalybura buffonii) y el carpintero (Colaptes rubiginosus), no reportado antes para Arboledas. Este último se caracteriza por tener la mitad de la cabeza negra y la otra roja. El lomo es verde oliva y el pecho blanco con negro.

Ortega Rozo cuenta que “el ave representativa de la reserva, el saltarín cabecidorado tiene un canto que se asemeja al sonido de un pito, puede alcanzar los 12 centímetros, es de color azul petróleo en el cuerpo y del pico hacia arriba es amarillo dorado. La cola es mocha y el ojo blanco. La hembra es difícil de ver porque sus plumas son del color de los árboles. Cuando el macho corteja a la hembra danza dando saltos”.

El área protegida se cercó para evitar que el ganado ingrese a la zona, fue señalizada y se habilitaron senderos para los recorridos educativos y de avistamiento. Al ingresar por la tupida vegetación el caminante siente cómo cambia la temperatura. Si en el exterior el clima bordea los 25 grados centígrados, en la reserva es de 15. El ambiente es agradable, las aves dan un concierto y el paisaje es un regalo para los amantes de la naturaleza.

El ruido de las motosierras con las que tumbaban árboles para obtener leña desapareció y el ganado fue llevado a potreros en fincas. Eso ha favorecido el avistamiento frecuente de los saltarines. “En cinco meses la reserva se ha convertido en garantía para la preservación de las aves, tal como se planteó en el proyecto presentado a la Alcaldía. Además, se está aprovechando el espacio, bajo criterios de sostenibilidad, para hacer recorridos con niños con el fin de que conozcan la importancia de las aves en los ecosistemas y como dispersoras de semillas”, dice Ortega Rozo.

En la reserva volvió a avistarse el cuco ardilla (Piaya cayana). Es un ave que no se ve frecuentemente cerca de los cascos urbanos y su presencia es un indicador del buen estado de conservación de la zona. De acuerdo con Leonardo López, tecnólogo agropecuario que llegó hace 11 años a Arboledas y quedó enamorado del paisaje, el cuco ardilla es un ave exótica, con una cola de 40 centímetros, pico amarillo y plumas naranjas de un tono muy parecido a las ardillas.

“La reserva conecta con el corredor biológico de la Múcura, una montaña de bosque virgen a 1700 m.s.n.m. El grado de conservación de la vegetación es alto y esto favorece el tránsito de especies como el aguililla cabecigrís (Leptodon cayanensis) y el aguililla tijereta (Elanoides forficatus)”, resalta López.

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A reforestar con mínigo

 

El vivero de Arboledas, manejado por la Alcaldía, es un ejemplo de cómo las sinergias entre la sociedad civil y el Estado pueden tener impactos positivos en el ambiente. Se creó en 2016 para reproducir especies como el aguacate y cítricos (limón, naranja, mandarina) con los que se cubre la demanda en las 49 veredas del municipio. En la actualidad el alcalde ejecuta un programa para repoblar zonas deforestadas con especies como el mínigo y ahora este arbusto nativo es reproducido en el vivero.

El biólogo de la Universidad de Pamplona, Andrey Enrique Ojeda Rodríguez, experto en estudios de vegetación y taxonomía vegetal, explica que la importancia de volver a sembrar esta especie radica en que las especies nativas son tolerantes a las condiciones ambientales, contribuyen a la estabilidad de los ecosistemas y a mantener la cadena alimenticia.

Por su parte, el administrador del vivero, Juan Laguado Hernández, de 25 años y tecnólogo agropecuario del Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), cuenta que el mínigo es una de las plantas más apetecidas por las aves que se reproducen exitosamente. “Es un arbusto que crece hasta seis metros, tiene un fruto redondo y  pequeño y en vivero demora dos meses para que agarre firmeza. Luego se trasplanta en los corregimientos Villa Sucre, Barrientos y San José de Castro”.

Hasta el sector turismo se ha involucrado en la propagación del mínigo. De acuerdo con el coordinador de Turismo de Arboledas, Edwin Ortega Carrillo, para favorecer el crecimiento de este árbol en las veredas y generar fuentes naturales de alimento para las aves, se están creando barreras naturales con esta especie en los alrededores de los cultivos de café (principal fuente económica del municipio).

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Educación ambiental para niños

 

Las vivencias de ‘los pajareros’ y el insumo científico del Observatorio de Aves de Arboledas permitió diseñar estrategias de educación ambiental para niños, quienes replican la información en las casas. “Los menores acuden a la Biblioteca Municipal y se concerta un espacio los jueves en la tarde para enseñar el inventario de aves y la importancia de las especies en los ecosistemas locales. Los niños adoptan un ave, investigan y en pequeños grupos son llevados a pajarear”, precisa Carlos Cáceres, biólogo de la Universidad de Pamplona.

Los más pequeños fueron los que promovieron la elección del ave municipal para sensibilizar a los adultos de Arboledas. Se seleccionaron 20 aves de diferentes pisos térmicos y se hizo la votación en el parque de la Santísima Trinidad, con urnas y tarjetones. La ganadora, con más de 100 votos, fue el Toche Pico de Plata (Ramphocelus dimidiatus).

“Es un ave típica en la zona que generalmente se observa en los solares de las casas. Es de color rojo con negro y el pico plateado. Las aves se convirtieron en eje de la vida diaria en Arboledas, aprendemos sus nombres científicos y los comunes”, dice Michelle Sierra Urbina, una niña de 12 años y estudiante de octavo grado en el Colegio San Juan Bosco.

El sentido de pertenencia de los niños con las aves locales es tal que recorren las casas incentivando a no tener animales en jaulas, no matarlas con caucheras (como se llaman a las hondas) y no comprarlas a traficantes de fauna.

En la vivienda de Hernando Galvis, donde aparecieron dos pichones del exótico carpintero real (Dryocopus lineatus), los cuidaron mientras podían defenderse solos, jamás estuvieron en jaulas y luego volaron al bosque. “Antes los hubieran capturado como mascotas. Ahora el pensamiento es diferente. El carpintero real puede medir hasta 33 centímetros y con su pico le saca enormes esquirlas a los árboles”, dice Ortega Rozo.

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Quetzales: nunca antes vistos

 

El 6 de febrero de 2019 fue uno de los días más felices para los observadores de aves de Arboledas. En el bosque de niebla que rodea al páramo Santurbán, entre 1800 y 2000 m.s.n.m., avistaron cinco quetzales cabecidorados (Pharomachrus auriceps), especie no reportada para Arboledas según las guías de Proaves y del biólogo Fernando Ayerbe Quiñones, las más actualizadas en Colombia.

“En la vereda San Onofre, finca San Miguel, los campesinos reportan el avistamiento de un ave verde con rojo que no era común, posiblemente un trogón. Wilson Ortega con su cámara y yo con los binoculares salimos a pajarear”, dice Leonardo López sobre la extraña ave que resultó ser un quetzal.

En la vereda los recibió Nelson Humberto Peña, un hombre que lleva 10 años viviendo en la zona. “Acá no talamos y el Observatorio de Aves nos ha ofrecido capacitaciones para identificar a las especies”, dice.

En la travesía por el bosque de niebla, ‘los pajareros’ registraron tucanes y en un árbol de trompillo, Ortega vio una figura metalizada de color aguamarina dando la espalda. “Desde un árbol cercano logré la fotografía. Al revisar la pantalla de la cámara vi que no era un trogón, sino un quetzal. La sensación fue similar a la de ganarse la lotería. Se revisaron las guías y era inconfundible: un bello quetzal cabecidorado. En el pueblo las registramos en eBird y ahora hacemos avistamientos periódicos en la zona para estudiarlas a profundidad”.

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