- El herpetólogo conversó con Mongabay Latam sobre su vida dedicada a los anfibios en Bolivia.
- El redescubrimiento de una rana de cristal que no se veía hace 18 años renueva la esperanza para la supervivencia de estas especies afectadas.
El herpetólogo boliviano Rodrigo Aguayo ha pasado más de 20 años recorriendo el Parque Nacional Carrasco y es ahí donde encontró sus dos primeras especies de ranas nuevas para la ciencia. Luego vendrían más, diez especies de anfibios en total, sumados a un sinnúmero de recorridos por varias áreas naturales protegidas del país, aunque el Carrasco siempre fue el principal.
Un largo camino desde su adolescencia, cuando leía con atención las revistas que lo convencieron de convertirse en científico y encontró que la biología era lo suyo. Ahora es investigador asociado del Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny y del Centro de Biodiversidad y Genética de la Universidad Mayor de San Simón en Cochabamba.
Recientemente, junto con el herpetólogo Oliver Quinteros, reencontró la rana de cristal de Cochran (Nymphargus bejaranoi), tras 18 años de no verla en la naturaleza. Este hallazgo abrió una luz de esperanza para los anfibios cuyas poblaciones se han reducido significativamente en la última década debido, principalmente, al mortal hongo quitridio.
En esta entrevista con Mongabay Latam, Aguayo comparte sus experiencias, sus hallazgos y sus esperanzas de conservar a los anfibios de Bolivia.
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¿Por qué se interesó en la ciencia?
De pequeño pensaba ser futbolista o algo así, pero cuando estaba en secundaria y buscaba qué estudiar aparecieron algunas revistas científicas y leía sobre científicos, sobre todo médicos, que estudiaban biomedicina. Entonces pensé: lo que quiero es ser científico. Pero no sabía que en Bolivia existía la carrera de biología y por estas revistas entendía que los biomédicos primero eran médicos y luego hacían sus investigaciones. Les dije a mis papás que primero estudiaría medicina y luego sería científico. Eso causó problemas porque mi familia decía que serían muchos años y me mandaron a la universidad para asistir a las charlas preuniversitarias, y averiguar qué quería estudiar. Como la presentación de las carreras era en orden alfabético, toco primero biología. Recuerdo que expuso una botánica muy buena, la licenciada Mirtha Cadima, y así, con escucharla y saber lo que hacen los biólogos dije: esto es lo que tengo que estudiar. No terminó la charla y yo ya estaba inscrito en biología.
Luego se especializó en herpetología…
En el segundo semestre, apenas iniciada mi carrera, ya sabía que quería dedicarme a estudiar la fauna y fui a varios laboratorios, buscando trabajar ad honorem. Así conocí al profesor Claudio Barra, que me aceptó en el laboratorio de limnología y me dijo que allí estudiaríamos caimanes y tortugas, y me habló de peces y anfibios. Ahí empecé con los anfibios, un grupo al que nadie le daba importancia. Todos los otros grupos, mamíferos, peces y aves tenían muchos estudiantes. Creo que en ese momento no había nadie antes que yo que hubiera estudiado biología y se haya dedicado a los anfibios. A mí me llamaron la atención y vi que era un grupo interesante.
Usted y Oliver Quinteros acaban de redescubrir la rana de cristal de Cochran luego de que se dejara de ver por 18 años. ¿Cómo fue este hallazgo?
Sí, es un redescubrimiento. Usted sabe que en los últimos 10 años la fauna y la biodiversidad en general han estado en problemas, pero del grupo de los vertebrados, el más amenazado es el de los anfibios. Desde hace 20 años monitoreo e investigo el Parque Nacional Carrasco y otras áreas protegidas, y vimos que el fenómeno de la declinación de especies también estaba ocurriendo en Bolivia. Eso lo plasmamos, con más de 40 investigadores nacionales y extranjeros, en el Libro Rojo de la Fauna Amenazada de Bolivia. Ahí incluimos a esta especie, la rana de cristal que, comparando con tiempos anteriores, era abundante en varios lugares. Ha sido un hallazgo muy importante. Además, el año pasado, mis colegas Teresa Camacho y Oliver Quinteros encontraron individuos de la especie del famoso Romeo (Telmatobius yuracare), que también incluimos en el Libro rojo. Había pasado mucho tiempo antes de encontrar otro. Lo mismo ha sucedido con la bejaranoi y he escuchado noticias de que colegas de La Paz han encontrado una ranita Atelopus tricolor. Las poblaciones han disminuido, pero al parecer no se están extinguiendo, eso hay que estudiar, son noticias alentadoras. Quizá se están recuperando algunas especies.
¿Encontraron solo una rana de cristal?
Hemos encontrado cinco individuos. Dos los liberamos en un área donde estarán bien, en el campo. Las otras tres las llevamos al centro de custodia del Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny para monitorearlas hasta saber si hay una población más grande, en lugares cercanos.
¿Qué cree que está pasando con la rana de cristal y otras especies?
Presumo que con el cambio climático y la interacción con el hongo quitridio han bajado tanto las poblaciones y hasta se han extinguido localmente algunas poblaciones […] pero han quedado remanentes y se están empezando a recuperar, es lo que puedo presumir. También es posible que se haya encontrado la última población. Pero prefiero pensar que se están recuperando las poblaciones de todas estas especies que se están reencontrando y que la crisis que provocó su disminución está pasando. Tal vez están siendo más resistentes a este hongo, han logrado defenderse y están empezando a recuperarse. Es un rayo de esperanza y espero que sea así, ojalá no me equivoque, creo que estos nuevos hallazgos son un rayito de esperanza para los anfibios.
¿Antes veía con frecuencia estas especies redescubiertas?
Sí, la rana de cristal era abundante. La Telmatobius yuracare podías encontrarla con frecuencia. Hay un sapito, Rhinella quechua, del Parque Nacional Carrasco, que también era abundante. Hace unos años, a finales de los noventa y principios del 2000, apenas llovía había un camino que se llenaba de estos sapitos en amplexo, casi podías pisarlos. Luego hubo un declive grandísimo y para encontrar algunos tenías que buscar días y semanas hasta encontrar uno o dos individuos y algunos renacuajos. En estos tres últimos años de monitoreo estamos encontrando más individuos. Tenemos que hacer pruebas estadísticas y plasmarlo en artículos científicos, pero es la percepción que tengo con varias especies.
¿Cuándo empezaron a desaparecer las especies?
Justo cuando empezamos las investigaciones para el Libro rojo. Antes con una pequeña llovizna empezaban los coros, los cantos eran abundantes. Pero cuando se inició el declive había muy pocos cantos. Era triste, decepcionante, frustrante. Queríamos hacer algo, pero no sabíamos qué, porque no encontrábamos a los individuos. No solo yo, sino todos mis colegas percibíamos esto. Ha sido dramático.
¿El principal responsable fue el hongo quitridio?
De las 54 especies que incluimos en el Libro rojo de especies amenazadas, por lo menos el 90 % estaba afectada por el quitridio.
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Nuevas especies para la ciencia
¿Usted ha descubierto varias nuevas especies para la ciencia?
Apenas estaba terminando la carrera y ya tenía dos nuevas especies para la ciencia. El doctor Michael Harvey, un herpetólogo norteamericano, me dijo que tenía razón, que eran nuevas especies, y me preguntó qué pensaba hacer. ‘Bueno’, le dije, ‘quiero describirlas, nunca lo he hecho, pero quiero hacerlo’. Entonces me dijo: ‘vente conmigo al laboratorio de Estados Unidos, llevas un curso, yo te enseño y lo haces’. Así abiertamente. Impresionante. Apenas había defendido la tesis y ya estaba en Estados Unidos describiendo mis dos primeras nuevas especies para la ciencia. Hasta ahora he descrito más o menos 10 especies, anfibios todos.
¿Cómo fue ese primer descubrimiento?
Fue mientras hacía mi tesis de licenciatura. Quería hacerla con anfibios y apareció un proyecto para estudiar varios grupos en el Parque Nacional Carrasco y me escogieron a mí para anfibios y reptiles. Ahí me di cuenta de que había poca información sobre anfibios en Bolivia. Si quería saber algo, tenía que escribir un correo electrónico al autor del paper y esperar que me lo mande por correo postal. A veces llegaba dos o tres meses después. Cada nueva rana que encontraba en el parque Carrasco era nueva para mí y trataba de identificarla con la bibliografía que recibía de grandes científicos como William Duellman e Ignacio De la Riva, con eso constataba de qué especies se trataba y así, comparando con lo que estaba publicado, me di cuenta que tenía dos ranitas nuevas para la ciencia, muy pequeñas, lindas.
De todas las especies que ha descubierto para la ciencia, ¿cuál lo emocionó más?
Ha sido muy lindo encontrar cada una de ellas, pero creo que las primera dos, justamente por ser las primeras y por la gran emoción que me despertó darme cuenta de ello. Solo viéndolas intuí que eran nuevas: Microkayla adenopleura y Microkayla iatamasi. Esas dos las recuerdo con cariño.
¿Cuál es el centro de sus investigaciones?
Hago sistemática de anfibios y reptiles, ecología y algo de geografía. Sobre todo, de los anfibios y reptiles de las yungas.
¿Y cuáles han sido sus principales hallazgos?
Además del descubrimiento de nuevas especies, encontrar ciertos comportamientos. Ver el cuidado parental que tienen ciertas especies de ranas con sus huevos. Los anfibios tienen una enorme cantidad de modos reproductivos, algunas especies de ranas ponen huevos y de ahí salen las ranitas pequeñas. Otras tienen renacuajos que después de la metamorfosis se convierten en adultos. La morfología y ecología de los anfibios es fantástica.
¿Sus investigaciones se han centrado en el Parque Nacional Carrasco?
Sí, principalmente. También he ido a Pilón Lajas, al Tipnis, Potosí, entre otros. Pero estudios a largo plazo y periódicamente en el Parque Nacional Carrasco, ahí se concentra un gran endemismo.
¿El Parque Nacional Carrasco es el de mayor endemismo en Bolivia?
De anfibios con seguridad. De las 54 especies de anfibios amenazados de Bolivia, 21 están en el parque Carrasco. Además, de las 66 especies de anfibios endémicos de Bolivia, casi el 50 por ciento, 31 especies, están en el Carrasco.
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El difícil camino de los científicos en Bolivia
¿Cree que sus investigaciones pueden cambiar la vida de las personas?
Creo que sí. De la sociedad en general. En el campo tratamos de hablar con la gente y nos cuentan sus vivencias, sus percepciones. Creo que nuestras investigaciones deberían cambiar la percepción sobre la biodiversidad.
¿Para usted qué es lo mejor de ser científico
Es interactuar con las plantas, los animales, los paisajes, eso me llena. Estuve cinco años trabajando en el servicio público y a los dos años extrañaba volver al campo. Soñaba con estar en el campo, me veía buscando ranas y encontrándolas. Entonces me dije tengo que volver a esto, de lo contrario me voy a morir poco a poco.
¿Es difícil ser científico en Bolivia?
Sí, muy difícil, por eso tuve que trabajar en el sector público. Por cuestiones políticas bajaron los recursos para financiar investigaciones y hay pocos espacios en universidades. Tampoco hay una carrera de ciencia y tecnología como en Argentina o Chile.
¿Qué le diría a un joven que quiere dedicarse a la ciencia?
Le diría que si se esfuerza, logrará sus metas. Que será feliz, probablemente no será rico, pero sí muy feliz. Ser científico realmente llena el espíritu.
¿Qué científico lo ha inspirado?
Cuando era niño veía las películas y videos de Jacques Cousteau. Eso me inspiró. Luego mis referentes fueron el norteamericano William Duellman y conocí a Michael Harvey, a Ignacio De la Riva, el herpetólogo español que trabajó en Bolivia.
¿Cuál ha sido la escena, momento o instante más inolvidable para usted?
El momento cuando agarras una rana y te das cuenta que es una nueva especie. Ese es el momento que me ha llenado, es una alegría muy grande. Estaba en el campo, pero estaba feliz, divagando, pensando ‘qué haré, cómo lo haré’.
*Imagen principal: Rodrigo Aguayo. Foto: Archivo personal
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