- Aunque los avasallamientos o invasiones empezaron a afectar los límites de la reserva hace unos ocho años, Mongabay Latam pudo comprobar que estas ocupaciones ilegales ya penetraron el área protegida.
- Al menos el 3% de la reserva está tomada por personas que llegaron del occidente boliviano para cultivar granos.
- Los avasalladores aseguran tener el permiso de ingreso emitido por las autoridades bolivianas, pero las entidades los desmienten.
Los árboles todavía arden. Están caídos en medio de un panorama terrorífico. La Reserva Municipal de San Rafael, ubicada en el departamento de Santa Cruz, en Bolivia, lamenta la pérdida de su bosque debido a los avasallamientos que, según el alcalde de San Rafael de Velasco, Jorge Vargas, ya se han extendido en al menos el 3% de su área total correspondiente a 69 143 hectáreas. La causa principal de estos asentamientos, en los que participan personas llegadas del occidente boliviano, es el cultivo de maíz y soya, pero también la tala ilegal y la comercialización de maderas preciosas.
Valentín López sabe que está en un área protegida y admite que hace 15 años trabaja la tierra de la Reserva Municipal de San Rafael. Él tiene 63 años y vive con su esposa. Cultivan maíz, pero la tierra que ahora están trabajando es nueva y no de hace 15 años, como dicen. Su vivienda es precaria. Está hecha de madera y su techo es de calamina de metal. La madera todavía está entablonada al lado de su casa. Recientemente la cortaron, aseguran, para venderla a un “intermediario”, quien luego la lleva a la ciudad de Santa Cruz para comercializarla.
López niega ser un avasallador. El campesino, que llegó del occidente boliviano a este lugar, acusa al Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) de haberle autorizado el asentamiento en esta reserva natural. Dice tener documentos, pero al pedírselos, no los muestra. Cuenta que siembra maíz para venderlo en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, pero también para consumo propio.
Mongabay Latam llegó a la Reserva Municipal de San Rafael, un área protegida de cuidado municipal, dependiente del municipio de San Rafael de Velasco, en la Chiquitania del departamento de Santa Cruz, para comprobar las 15 119 alertas de deforestación arrojadas por el sistema de monitoreo satelital Global Forest Watch en los últimos dos años.
Los hallazgos son contundentes. No solo Valentín López y su esposa están asentados en el área sino al menos unas 100 personas, según información de la Alcaldía de San Rafael de Velasco. “Nosotros trabajamos orgánicamente, acá estamos organizados por subcentrales. Esto no funciona (de manera) individual, todo es con el sindicato”, asegura López. Según él y las demás personas que este equipo periodístico sorprendió junto al bosque recién tumbado, “toda la culpa la tiene el INRA. Nosotros no somos avasalladores, señor. Nosotros legalmente hemos solicitado y el INRA nos autorizó”.
Esa versión, sin embargo, es negada en el INRA, la entidad estatal boliviana que regula la tenencia de tierra. Es más, el director de esta institución, Eulogio Núñez, aseguró que el INRA no autoriza el ingreso de comunidades a áreas protegidas, ya sean de control nacional o subnacional. “Recalco que el INRA no autoriza el ingreso de personas y asentamientos en áreas protegidas. Estas áreas son inviolables por ley y se debe proceder a su retiro en caso de que se confirmen”, dijo .
Pagos por desmontes
Para deforestar 14 hectáreas, López pagó 4900 dólares (350 dólares por hectárea) a personas que operan con maquinaria pesada. En ese espacio pretende cultivar maíz, pero la mayor parte de la madera ya la vendió. “Nosotros necesitamos comer, necesitamos trabajar. Por mí hay que arreglar. Somos humanos y podemos llegar a acuerdos. El INRA nos dice que trabajemos, pero la alcaldía nos quiere sacar. ¿A quién hacemos caso?”, se pregunta.
López llegó a la Chiquitania desde el municipio de Colomi, que está en el departamento de Cochabamba, al centro de Bolivia. Dice que vive en este lugar desde hace 15 años y asegura tener tierras y una casa en la comunidad Kilómetro 30, que está fuera del área protegida y que también pertenece al municipio de San Rafael de Velasco. El hombre no piensa moverse sin una orden judicial, dice, puesto que invirtió en ese espacio. “Cómo nos podemos ir si acá vivimos, acá tenemos nuestra tierra, nuestra casita hemos hecho. Nosotros no sabemos si es o no un área protegida, no sabemos, no sabíamos. Acá estamos hace mucho tiempo”, dice su esposa mientras agarra un machete que utiliza para cortar la maleza.