- Mongabay Latam publica una serie dedicada a abordar la crisis del agua en el Gran Chaco Argentino. Dos entregas que abordarán el drama de las lluvias extremas, de las sequías prolongadas, el uso de agroquímicos y el impacto en dos áreas naturales protegidas.
El ritmo habitual de lluvias escasas y largas sequías se ha agudizado en el Gran Chaco argentino. Los pobladores que padecen este problema narran cómo suelen ver en la temporada de sequía a los animales escapando de las áreas protegidas para buscar agua. También, hablan de la muerte de parte de su ganado.
“Todo está seco, muy seco. Hay que andar como 20 kilómetros para encontrar un pozo que todavía tenga agua”, cuenta Daniel Jaimes, dueño de un pequeño campo en el corazón del monte chaqueño. “Los animales están empezando a sentir el hambre, están flacos. Nosotros teníamos unas 300 vacas y tuvimos que venderlas antes de que se murieran”.
Los científicos relacionan estos problemas con los 5 millones de hectáreas de bosques nativos arrasadas, en las últimas dos décadas, para introducir pasturas para la cría de ganado vacuno o campos de soja.
Las consecuencias se ven en los suelos más pobres y en las áreas protegidas convertidas en islas en medio del desmonte.
Julieta Rojas, ingeniera agrónoma e investigadora del Departamento de Suelos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Sáenz Peña, Chaco, explica que la falta de bosque nativo es más grave de lo que se piensa, pues este cumple además una función clave para contener, por ejemplo, el impacto de las lluvias extremas. “El suelo del monte nativo tiene mayor porosidad, es como una esponja: forma una hojarasca que, cuando llueve, absorbe todo. En cambio, el suelo agrícola está más compactado y filtra muy poco”, indica.
Las inundaciones que azotaron a las distintas regiones chaqueñas en la primera mitad de 2019 y en febrero de este año obligaron a las autoridades a evacuar a miles de personas.
Mientras tanto, vastas extensiones de bosques nativos han sido reemplazadas por soja en el Chaco. Este cultivo ocupa una superficie de 1,75 millones de hectáreas, lo cual representa cerca del 50 por ciento de toda el área cultivada en las provincias de Santiago del Estero, Chaco y Salta.
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Lluvia de agroquímicos
A esto se suma, las fumigaciones con agroquímicos para hacer más productivos los suelos deforestados, los contaminantes provenientes de desechos industriales o explotaciones petroleras que descienden desde la cuenca del Pilcomayo, y el arsénico presente en las napas más profundas.
“El hecho de que no exista una ley nacional que regule las fumigaciones es un problema grave”, explica Mariana Schmidt, socióloga e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
Los parques nacionales Chaco y Copo también son seriamente afectados, ya sea porque los ríos que arrastran contaminantes atraviesan estas áreas o porque las fumigaciones que se realizan en los campos de cultivo que rodean a los parques afectan a estos ecosistemas.
Un cóctel explosivo que será abordado por Mongabay Latam en el ESPECIAL Crisis del agua y la maldición de los agroquímicos en el Gran Chaco argentino
Lea las dos entregas de este especial aquí:
Imagen principal: La tierra reseca en las orillas de un río muestra los efectos de la escasez de lluvias. Foto: Hernán Pérez Aguirre/Greenpeace.
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