Basta sumar las cifras de las últimas dos décadas del Ministerio de Medio Ambiente para concluir que este ecosistema ha perdido alrededor de cinco millones de hectáreas de bosque nativo.Científicos y ambientalistas sostienen que las irregularidades administrativas y el incumplimiento de las normas permiten la constante ampliación de la frontera agrícola-ganadera. Las consecuencias: impacto en la biodiversidad, sequías, inundaciones y pobreza. 25 de marzo de 2020. La pandemia producida por el Covid-19 atraviesa el mundo dejando su rastro de muerte y tristeza. Argentina no es ajena al drama. Cinco días antes, el gobierno ha decretado el aislamiento social, preventivo y obligatorio en todo el país. Un estado de emergencia que no detiene los intereses de quienes tumban el bosque en el Gran Chaco argentino. Las imágenes tomadas por los satélites Landsat 8 y Sentinel 2 dejan poco margen a la duda. En la fronteriza provincia de Formosa, en el extremo norte del país, una topadora o bulldozer ignora la cuarentena forzada y aprovecha la soledad del monte para abrir “picadas”, trochas que superan los diez metros de ancho. Los rectángulos amarillos marcan exactamente las “picadas” abiertas en la finca La Fidelidad en marzo de este año, durante la cuarentena por el Covid-19. Imagen: Greenpeace Argentina. Los árboles derribados se encuentran apenas a 7 kilómetros de distancia del río Bermejo, exactamente frente al Parque Nacional El Impenetrable, en un territorio que funciona como la zona de amortiguamiento del área protegida pero que para la provincia tiene una categoría de baja de protección, según el plan de Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos (OTBN). “Lo que están haciendo es ilegal a todas luces”, se indigna Riccardo Tiddi, físico italiano que lleva muchos años radicado en el Gran Chaco argentino e integra la plataforma ciudadana Somos Monte, cuyo objetivo es la defensa de los ecosistemas y los habitantes de los bosques chaqueños. Lo explica con datos concretos: “No solo incumple la obligación de quedarse en casa por el coronavirus, sino porque según la ley provincial 1660 cualquier actividad que implique un cambio de uso de suelo debe superar una audiencia pública previa que resulta imposible que se haya efectuado con el país paralizado por cuestiones sanitarias”. Cuatro “picadas” o trochas paralelas de 4 kilómetros de largo cada una y una transversal de 7 kilómetros fueron abiertas en la finca La Fidelidad, en Formosa. Imagen: Greenpeace Argentina. El predio forma parte de La Fidelidad, gigantesca finca que, hasta el asesinato en 2011 de su último dueño, ocupaba un total de 250 000 hectáreas a ambos lados del Bermejo. Dueña de una enorme riqueza en biodiversidad, el esfuerzo de varias organizaciones medioambientales logró que 128 000 hectáreas del sector sur, perteneciente a la provincia del Chaco, se convirtieran en Parque Nacional. Las 100 000 del sector norte, en cambio, quedaron desprotegidas y, en consecuencia, expuestas al trajín de las topadoras que vemos ahora. En diciembre de 2019, el ex director de Recursos Naturales de Formosa, Franco Del Rosso, manifestó que “la finca todavía está en trámite sucesorio. Tenemos noticias de que podría convertirse en una reserva privada en el futuro”. Este testimonio deja en evidencia el valor ecológico del lugar que se está deforestando. Para Ricardo Tiddi, sin embargo, “el tipo de ‘picada’ que han abierto no parece ir en ese sentido”. La cuarentena por la pandemia de Covid-19 impidió el contacto con las nuevas autoridades de la provincia. Medidos desde el aire, los senderos abiertos recientemente en La Fidelidad suman 40 kilómetros lineales y enmarcan un perímetro de alrededor de entre 7000 y 8000 hectáreas de bosque nativo que lo más probable es que se conviertan, según lo observado y la tendencia de los últimos años, en campos de soja o maíz o se destinen a la explotación ganadera.