- La restauración de los bosques dentro del corredor biológico Amistosa permitirá no solo que haya flujo genético en pro de la supervivencia de las especies sino también agua para calmar la sed de las comunidades y resiliencia ante el cambio climático.
- El proceso de restauración se hace de la mano de la ciencia, buscando alternativas que sean costo-efectivas e involucren activamente a las comunidades.
En la península de Osa, en el suroeste de Costa Rica, yace la mayor extensión de bosque húmedo de las tierras bajas del Pacífico que aún queda en Mesoamérica. Este resguarda el 2,5 % de la biodiversidad mundial y más del 50 % de la biodiversidad presente en el país.
Pero no siempre fue así. Tras haber perdido su cobertura forestal, debido a la agricultura y la ganadería en la década de los ochenta, la península empezó a recuperar su verdor a partir de 1990, cuando se dio el auge del ecoturismo, se comenzó a pagar por servicios ambientales —gracias a la promulgación de la Ley Forestal 7575—, se crearon áreas silvestres protegidas y varios privados compraron fincas ganaderas para dedicarlas a la conservación.
Eso permitió que, entre 1987 y 2017, el bosque secundario en la península incrementara su cobertura en un 10,4 %, según mapas generados por la iniciativa DEVELOP de la NASA. La mayoría de estos nuevos bosques (64 %) se dieron en pasturas abandonadas, las cuales fueron regenerándose naturalmente.
Con la recuperación de la vegetación vinieron los animales, ya que se fue configurando un corredor biológico que la fauna utilizaba para desplazarse de un lado a otro. Formalmente ese corredor se creó en 2010 y se llama AmistOsa, precisamente porque pretende conectar las montañas del Parque Internacional La Amistad (PILA) —pasando por territorios indígenas así como el Parque Nacional Piedras Blancas, el Humedal Térraba-Sierpe y la Reserva Forestal Golfo Dulce— con el Parque Nacional Corcovado en la península de Osa.
El reto ahora es conectar el bosque de tierras bajas y medias de la península con las tierras altas que se encuentran en las montañas del PILA. De hecho, AmistOsa busca favorecer la conectividad desde los 0 hasta los 3.549 m.s.n.m.
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Lo que cuentan los animales
En 1994, investigadores de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA) realizaron un primer estudio para monitorear las poblaciones de mamíferos en Osa. Los resultados mostraron poca fauna fuera de los límites del Parque Nacional Corcovado, el cual yace en el extremo sur de la península, casi en frontera con el mar. Sin embargo, décadas más tarde, en 2018, la Red de Cámaras Trampa de Osa (OCTN) —una iniciativa que en aquel entonces agrupaba a 25 miembros entre entidades de gobierno, organizaciones, universidades y empresas turísticas— realizó un segundo estudio donde recolectaron datos de 20 844 noches de trampeo, gracias a la instalación de 222 cámaras por toda la península.
OCTN detectó 30 especies de mamíferos, con tan buenas noticias que se observó al ocelote (Leopardus pardalis), el puma (Puma concolor) y la danta (Tapirus bairdii) fuera del parque Corcovado. Incluso se vio al saíno (Pecari tajacu) en el Parque Nacional Piedras Blancas, que se encuentra a 86 kilómetros de Corcovado, ya fuera de la península.
“Encontramos que algunas especies se estaban recuperando, lo cual demuestra que los esfuerzos de conservación han tenido éxito”, dijo Eleanor Flatt, coordinadora del Programa de Monitoreo de Vida Silvestre de Conservación Osa, una organización sin fines de lucro dedicada a labores de investigación, conservación y educación ambiental en la península.
“Ahora más que nunca es importante expandir la conservación fuera de la península y por eso es tan relevante el corredor [AmistOsa]”, comentó Flatt, y agregó: “por el momento, solo Corcovado da soporte al jaguar, pero se hace necesario expandir el corredor para asegurar el flujo genético y evitar un proceso que lo lleve a la extinción local”.
Restaurar esas conexiones entre tierras bajas, medias y altas es la prioridad de investigadores, guardaparques y algunos grupos comunales. El afán va muy en serio y, por eso, se está recurriendo a la ciencia para orientar la toma de decisiones.
La ciencia detrás
Hilary Brumberg también trabaja en Conservación Osa. Entre otros proyectos, coordina una iniciativa con la NASA para mapear el uso del suelo —histórico y actual— en AmistOsa.
Los mapas revelaron un mosaico que incluye bosques primarios y secundarios, humedales, plantaciones forestales, cultivos agrícolas y pasturas. Si bien la península ha recuperado su verdor con los años, la realidad en el resto del corredor es otra.
En el caso de las tierras medias del corredor, entre 1987 y 2019, la fragmentación de hábitats ha aumentado y la cobertura boscosa ha bajado (6,25 %), mientras que la cobertura agrícola se ha incrementado. “Aumentó la ganadería, el café y la piña”, detalló Brumberg.
A pesar de esto, los mapas revelan que la turbidez del agua decreció en el área costera del Parque Nacional Piedras Blancas, tras su creación en 1993. El agua en el Golfo Dulce también mejoró después de que la Ley Forestal estableciera 15 metros de protección boscosa en las márgenes de los ríos. “En esos años [1987-2019] se incrementó la cobertura boscosa en determinados lugares y los mapas nos muestran que, donde aumentó la cobertura forestal, disminuyó la turbidez”, destacó Brumberg y añadió: “es un servicio ambiental que están brindando los bosques al mar”.
Esto demuestra que los esfuerzos deben enfocarse tanto en la gestión de los bosques como de las cuencas hidrográficas. “Los arrecifes de coral necesitan sol y cuando hay mucho sedimento en la columna de agua, pues llega menos luz a las aguas profundas y esto afecta su crecimiento, aparte de que el resto de la biodiversidad tiene menos calidad de agua”, explicó la investigadora.
Aunque se hizo fototrampeo en la península de Osa, existe un vacío de información sobre lo que ocurre en el resto del corredor, entre el Parque Nacional Piedras Blancas y el PILA. Una vez más la OCTN —ahora con 35 miembros— levantó la mano para colaborar y en 2019 se sumó a la Red de Cámaras Trampa de AmistOsa para ejecutar el monitoreo titulado “Del Arrecife a la Cordillera” (Reef-to-Ridge Mega Survey, en inglés).
Desde 2019 se están instalando cámaras trampa, cada kilómetro, para monitorear lo que pasa a nivel de suelo. También se está recurriendo a sistemas acústicos que se colocan en el dosel del bosque, en la copa de los árboles, cada tres kilómetros.
Asimismo, se están tomando datos de temperatura para medir cambios a medida que se asciende en las montañas. “Ahora, con el reto del cambio climático, esta información será muy interesante para ver cuáles especies hay, a cuáles altitudes y a qué temperatura. Se puede repetir el estudio en unos cinco años y ver qué ha cambiado”, comentó Eleanor Flatt.
Sumado a esto, Conservación Osa analiza los ríos, tomando muestras del suelo y recolectando estiércol de los escarabajos peloteros cada cinco kilómetros. En conjunto con la Universidad de Florida (EE.UU.), y con ayuda de drones, los investigadores también están generando mapas en 3D de la vegetación a lo largo del área de estudio.
Todo esto tiene el propósito de determinar las áreas prioritarias para la conservación, la reforestación y la refaunación —atracción de animales que favorecen la restauración—, así como obtener información clave que oriente una plataforma de restauración para los próximos 5-10 años.
“Venimos a ser los ayudantes de la naturaleza. Tratamos de colaborar con la biodiversidad en su proceso para recuperarse. Eso es lo que me encanta de la restauración, nos da la oportunidad de ayudar en la creación del bosque”, mencionó Hilary Brumberg de Conservación Osa.
En este sentido, Conservación Osa ejecuta un experimento en parcelas donde siembra árboles de balsa (Ochroma pyramidale) como especie nativa de crecimiento rápido y pionera en la sucesión ecológica, lo cual crea condiciones favorables de sombra, hojarasca y conectividad para especies dispersoras de semillas como los monos.
En estas parcelas se combina la balsa con otras 60 especies nativas como espavel (Anacardium excelsium), sangrillo (Pterocarpus officinalis), aguacatillo (Nectandra umbrosa) y ron ron (Astronium graveolens). También se han ubicado 280 cajas para que sean utilizadas por aves e insectos, así como otras 20 para murciélagos, animales reconocidos como excelentes dispersores de semillas. También se han sembrado plantas con flores para atraer polinizadores.
Según los científicos, este experimento no solo permite probar metodologías de restauración y refaunación sino que también brindará información para diseñar el plan de restauración para AmistOsa. La idea, según Brumberg, es compartir los resultados del estudio con las comunidades locales.
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Bosques para tener una mejor agua
Paralelo a estos esfuerzos, los investigadores están trabajando en conjunto con organizaciones locales y comunidades en recuperar y reforestar los 15 metros correspondientes a los bosques riparios que yacen en las márgenes de los ríos; esto a lo largo de los 100 kilómetros que recorren estos cauces de agua. “Los ríos corren de las partes altas a las bajas, entonces naturalmente ya son corredores altitudinales”, señaló Brumberg.
Al sobreponer el mapa de las cuencas hidrográficas con el del uso del suelo de AmistOsa, los investigadores notaron que existen unas 1534 hectáreas con potencial de reforestación en las márgenes de los ríos. Hipotéticamente, si se planta un árbol cada nueve metros cuadrados, se tendrían que sembrar 1,7 millones de árboles para reforestar los bosques riparios. “Con solo hacer eso, ya tendríamos la conectividad necesaria para que los animales se desplacen por esos corredores”, explicó Brumberg.
A manera de ensayo, se está reforestando también el Corredor Biológico Osa —ubicado en la península— para conectar el Parque Nacional Corcovado con el Parque Nacional Piedras Blancas. “Lo que estamos haciendo en el Corredor Biológico Osa es lo que haremos luego en AmistOsa: identificar áreas prioritarias, trabajar con las comunidades para asegurar que la conservación se mantenga a largo plazo y monitorear el impacto de las acciones mediante el mega monitoreo con cámaras trampa que estaremos repitiendo cada cinco años”, detalló la investigadora.
De acuerdo con Brumberg, la idea no solo es reforestar o tener cercas vivas sino también tener sistemas silvopastoriles más completos, tal vez con vainilla, mora o cacao como productos de valor agregado para las comunidades locales.
De hecho, la Red de Restauración Ecológica Osa, que reúne a entidades de gobierno, una cooperativa agrícola, trabaja con fincas de privados en los cantones de Osa, Golfito y Corredores. Ya ha sembrado más de 5000 árboles nativos y 300 miembros de las comunidades se han involucrado en el proceso.
Además, la recuperación de los bosques que rodean las fuentes hídricas incide en la disponibilidad y calidad del agua para consumo humano. Por ejemplo, en la comunidad de La Palma, en el distrito de Puerto Jiménez —a unos 60 km de Corcovado, en la península—, la asociación administradora del acueducto comunitario o ASADA provee agua a 6200 personas. En total, la ASADA vela por la disponibilidad hídrica para 12 comunidades en los cantones de Golfito y Osa.
“Tenemos mucha montaña, pero las nacientes son muy pequeñas. De hecho, ahorita tenemos déficit de agua porque, cuando aquí llueve, llueve demasiado fuerte. En 15 minutos cae un torrencial de agua. Entonces, esa agua se va por escorrentía y no se cargan las fuentes. Eso nos afecta mucho”, comentó Lineth Picado, presidenta de la ASADA de La Palma.
Lo que dice Picado es un reflejo de que se necesita recuperar la cobertura forestal pues esta ayuda a amarrar los suelos, mientras que la dinámica de las raíces funciona como una esponja que retiene el agua lluvia para luego liberarla paulatinamente en las cuencas hidrográficas. Los bosques riparios no solo influyen en la disponibilidad del agua sino también en su calidad.
En un estudio, recientemente publicado en Journal of Environmental Management, se demostró que esos bosques tenían un efecto positivo en los parámetros de calidad de agua en la península de Osa. Cuanto mayor era la longitud de esa zona de amortiguamiento boscoso a lo largo de los ríos, mayor era el servicio ecosistémico relacionado a calidad hídrica, asegurándola, incluso, hasta un kilómetro aguas abajo.
El documento también menciona que los propietarios locales, muchos de los cuales dependen de la agricultura como principal fuente de ingresos, pueden estar más dispuestos a conservar las zonas ribereñas estrechas que las áreas más amplias si consideran que es un pequeño sacrificio “con el que reciben un sinfín de beneficios como la prevención de la erosión y las inundaciones, la conservación de la calidad del agua y la sombra”.
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Un bosque para doña Celedonia
A veces, para convencer a la gente es más sencillo mostrarles resultados que insistir con palabras. La propiedad de Celedonia Téllez es un ejemplo de ello y se convirtió en una finca modelo de conservación.
“Yo tuve un sueño y de pronto empecé a pensar que sería lindo hacerlo”, declaró esta adulta mayor, apoyada en su hija Yisel Anchía. “Todo el tiempo hemos querido reforestar la orilla del río, porque para nosotros la belleza era aquel pozo azul que está ahí, pero ya no es lo que era antes”, exclamó Anchía con melancolía.
Por recomendación de Lineth Picado de la ASADA La Palma, y con ayuda de Conservación Osa, la finca de Celedonia Téllez fue seleccionada como proyecto piloto. La propiedad alquila sus pasturas a ganaderos, pero resguarda 15 metros a ambas orillas de la quebrada La Palma para recuperar el bosque ripario de este cuerpo de agua que atraviesa la finca.
En 2019 se sembraron 1200 árboles nativos a lo largo de un kilómetro y se creó una cerca viva para evitar que el ganado se coma las plantas en crecimiento. Todos los árboles que se sembraron se geolocalizaron; la idea es que se hagan monitoreos periódicos para determinar su salud y medir su mortalidad.
“Se seleccionaron entre 20-25 especies nativas, una mezcla entre especies pioneras de crecimiento rápido y otras de lento crecimiento para que fueran creando estructura. Sembramos cedro maría, espavel y balsa, una especie con la que ya hemos trabajado y sabíamos que daría sombra, hojarasca e iría cambiando el terreno para, más adelante, ir sembrando más especies”, explicó Jonathan Navarro, quien fuera el coordinador del programa Ríos Saludables de Conservación Osa.
Para medir el impacto de la reforestación se establecieron cuatro puntos de monitoreo a lo largo del río. Allí se están realizando censos de aves, escarabajos peloteros y también de vegetación. Además, se toman muestras de suelo para medir carbono y químicos completos.
“Hay muchas iniciativas buenas de reforestación o restauración a nivel mundial, pero no se monitorean. No se sabe si tuvieron éxito o fallaron, o si el sitio se convirtió en un pastizal. Entonces, pensamos en crear una línea base antes de la restauración, y luego hacer monitoreos periódicos para ver cómo está cambiando”, comentó Navarro.
Los datos recolectados en esa línea base dan cuenta de 35 especies de aves, entre las que destacan Dacnis cayana, Tapera naevia y Euphonia luteicapilla por ser especies de bosque. En cuanto a escarabajos peloteros, se contabilizaron cuatro especies: dos especies del género Coprophaeus (C. telamon y C. solisi), así como Canthon mutabilis y Ontophagus acuminatus. Todas son especies características de sitios en restauración inicial. “En lo relativo al análisis de suelos, se esperan ver cambios conforme avance la restauración para comparar el incremento en los nutrientes”, indicó Navarro.
Celedonia Téllez y su familia son pacientes con respecto a los resultados. Se necesitan varios años de datos para que los investigadores se animen a brindar conclusiones. Sin embargo, en 2019 recibieron una grata noticia: la quebrada donde se realizó la siembra de árboles obtuvo el galardón de Bandera Azul Ecológica, el cual reconoce el esfuerzo y el trabajo voluntario de personas y comités locales en pro de mejorar las condiciones ambientales.
“La fe mía es que, un día, podamos poner unos puentes sobre la quebrada para unir ambas orillas, entonces ya queda muy bonito. Espero que Dios me dé la fuerza para hacerlo”, aseguró Yisel Anchía.
*Imagen principal: Península de Osa resguarda aproximadamente un tercio de las especies de árboles de Costa Rica, incluyendo la mitad de las especies amenazadas. Foto: Nina Cordero.
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