Patricia Molina, directora general del Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Fobomade), organización de la sociedad civil que se enfoca en acciones en torno a políticas ambientales, seguimiento y fiscalización de la gestión ambiental, señala que el problema de los pasivos ambientales lleva muchos años y que incluso durante el proceso de privatización y capitalización en Bolivia, que empezó en 1985 con una serie de reformas económicas, se realizó “una auditoría petrolera que incluyó un acápite de los pasivos pero que fue un documento casi secreto, porque la idea era no pasarle estos pasivos a las empresas que estaban llegando para invertir”.

La experta explica también que hay varios vacíos en la norma vigente y que uno de ellos está relacionado a lo que debería ser considerado un impacto de la actividad petrolera. “En las normas bolivianas, inclusive la Constitución, la parte operativa es inexistente y obviamente hace nulos cualquier pasivo proveniente de la fase de exploración. Se considera impacto muy bajo, entonces, solamente se consideran los impactos de la explotación”, agrega Molina.

Los pasivos ambientales que ha dejado la actividad petrolera principalmente en el Chaco “son muy graves”, señala la experta de Fobomade. Básicamente, se trata de “pozos abandonados que están eliminando hidrocarburos, gases y desechos en una zona muy importante que es la Serranía del Aguaragüe, donde se origina toda el agua de una región que ya de por sí es seca”.

Perú: miles de pasivos sin remediación

“En algún momento encontramos un caso emblemático en Tumbes. Era un pasivo petrolero donde todavía brotaban restos de petróleo y, eventualmente, salía fuego. Y las personas lo consideraban como un atractivo turístico, como aguas termales. Adultos y niños se bañaban en ese pozo sin saber que era un pasivo petrolero”, recuerda Lissette Vásquez, adjunta en Medio Ambiente, Servicios Públicos y Pueblos Indígenas de la Defensoría del Pueblo. “Este es solo un ejemplo del riesgo que significan para la integridad de las personas”.

Desde el año 2014, Perú cuenta con un inventario de pasivos de hidrocarburos. Este inventario contiene más de 3000 pasivos ambientales en nueve regiones del país, la mayoría ubicados en la costa peruana, en las regiones de Tumbes y Piura, según la información recibida para esta investigación.

Existe, además, otra categoría para denominar a los lugares contaminados o afectados por petróleo y son los llamados “sitios impactados”, que corresponden específicamente a los puntos contaminados en el Lote 192 —antes 1AB— ubicado en la región Loreto, en la Amazonía peruana. Según el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (Oefa) actualmente existen 171 sitios y ninguno ha sido remediado.

Niño de la comunidad de Andoas, muestra un documento donde da positivo a plomo y cadmio. Foto: Patrick Wesember.

Vásquez menciona que en el año 2015 la Defensoría publicó el informe Un llamado a la remediación, en el que advertía sobre los retrasos en la atención de los pasivos ambientales y recomendaba al Estado peruano, puntualmente al Ministerio de Energía y Minas, que por lo menos se priorice la remediación de aquellos pasivos que significaban un alto riesgo para la salud, la seguridad y la calidad ambiental. Han pasado ocho años y no se ha avanzado, señala Lissette Vásquez.

“Hay una deuda histórica con la población indígena de la región Loreto por la contaminación petrolera que ha habido a lo largo de todos estos años y se requería una medida urgente que de alguna manera se ha propiciado con este fondo de remediación”, dice la funcionaria de la Defensoría, en referencia al Fondo de Contingencia para la Remediación Ambiental creado en en el 2015 y que tenía por objetivo atender los puntos de alto riesgo.

Pero también están los más de 3000 pasivos ubicados principalmente en las regiones de Tumbes y Piura, en la costa norte del país. “Estas dos regiones son, históricamente, donde se inició la exploración petrolera y las poblaciones que están asentadas en zona petrolera siempre son afectadas. Se pone en riesgo su vida, su salud, su derecho a un ambiente sano y equilibrado”, agrega Vásquez.

El marco normativo existe, lo que hace falta es gestión, que las autoridades cumplan con su labor y el Estado priorice la implementación de estas acciones, explica la funcionaria. “En Perú, ninguna entidad del Estado podría argumentar la falta de marco jurídico para lograr la remediación de estos lugares afectados por la actividad petrolera”, dice Vásquez y agrega que es el Ministerio de Energía y Minas la autoridad responsable del proceso de remediación.

Para la congresista Ruth Luque, de la bancada Cambio Democrático – Juntos por el Perú, uno de los problemas es la falta de articulación entre los sectores responsables del sector hidrocarburos. “Hay una fragilidad institucional fuerte de todo el sistema de gestión ambiental en general. No hay quien haga un monitoreo y seguimiento constante del impacto en la salud de la población afectada. Eso quedó evidenciado en el [derrame] de Repsol”, menciona la congresista y vicepresidenta de la Comisión de Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuanos, Ambiente y Ecología del Congreso de la República.

Lo más reciente en Perú es la propuesta para modificar la Ley de Áreas Naturales Protegidas y permitir la exploración y explotación de hidrocarburos en las áreas protegidas de mayor nivel de conservación como son los parques nacionales, santuarios nacionales y santuarios históricos. Esta propuesta de cambio en la legislación ha sido planteada por el Ejecutivo y pone en evidencia el interés de abrir los espacios más biodiversos a las actividades de extracción de petróleo y gas.

Colombia: una ley en camino

“La deuda no es solo ambiental sino que también es una deuda legislativa, de reconocimiento de esas afectaciones ambientales”, explica Cristian Avendaño, del Partido Verde en la Cámara de Representantes de Colombia. “Se tiene que empezar esa caracterización de los pasivos, superar el déficit legislativo que hay para el reconocimiento de los pasivos y abrirle paso a una reglamentación por parte del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible a los mecanismos de compensación ambiental”, agrega.

El legislador se refiere al proyecto de ley presentado en octubre de 2022 por su agrupación política con el fin de regular y gestionar los impactos ambientales que han dejado las actividades extractivas, así como los rellenos sanitarios acaba de ser aprobada en el Senado de la República de Colombia y ha sido enviada al presidente Gustavo Petro para su aprobación final.

En Colombia estaba pendiente una legislación que caracterice de manera concreta los impactos ambientales dejados por las actividades petroleras, así como por la minería y otras actividades extractivas. En el caso del sector hidrocarburos se conoce como “impactos no resueltos” a los daños causados por esta actividad que, según la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, suman 161 en los departamentos de Antioquía, Boyacá, Putumayo y Santander.

Con la propuesta de ley se busca saldar la ausencia de información y crear un registro oficial que reúna los impactos causados por las actividades extractivas. “De acuerdo con esta ley,  el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible tendrá la responsabilidad de clasificar y determinar los pasivos ambientales. Luego, con esta clasificación, el Congreso tendrá la responsabilidad de redactar otro proyecto que permita darle una vía mucho más amplia y específica a las compensaciones ambientales”, dice Avendaño.

Cuando se le pregunta a Avendaño por qué se ha tardado tanto Colombia en atender ese vacío legal, responde que lo que ha primado en el país ha sido una “visión conservadora y extractivista de los gobiernos. Todo esto tiene que ver con una visión antropocentrista de desarrollo de los ecosistemas”.

Armando Sarmiento, profesor del departamento de Ecología y Territorio de la Facultad de Estudios Ambientales de la Universidad Javeriana, explica que la actividad petrolera en Colombia, en términos de volúmenes y campos de producción, es reciente. Según el portal de la Agencia Nacional de Hidrocarburos, la baja producción de petróleo a inicios del siglo XXI llevó a pensar que el país tendría que importar combustibles. Esto no ha sido así y, actualmente, según el Ministerio de Minas y Energía, “las reservas probadas de petróleo pasaron de 2039 millones de barriles reportados en 2021 a 2074 millones de barriles en 2022”.

En cuanto a la normativa actual, Sarmiento asegura que “la autoridad ambiental es rigurosa, pero aún hay cosas por mejorar. Sin embargo, en los últimos 30 años ha tenido una evolución importante y tenemos instrumentos de control y seguimiento”. El experto menciona, por ejemplo, que con la Ley Ambiental de 1993 —mediante la cual se crea el Ministerio del Ambiente— surge la figura de la licencia ambiental y se comienzan a desarrollar los estándares metodológicos que rigen actualmente la actividad petrolera.

Mauricio Cabrera, asesor en Relaciones de Gobierno y Relaciones Internacionales del Fondo Mundial para la Naturaleza Colombia (WWF por sus siglas en inglés), señala que lo principal de esta ley que acaba de ser aprobada es “contar con una definición de pasivo ambiental, porque sin definición adoptar acciones es muy complejo. En un año debe tenerse la reglamentación y la definición de pasivo ambiental por subsectores. Han sido 20 años peleando por esta ley”.

Cabrera también considera que la aprobación de la ley en Colombia es un mensaje para  el resto de países de la región que no cuentan con leyes para los pasivos ambientales. “Es importante que se avance a nivel regional y se reglamente el manejo de los pasivos en toda Latinoamérica, además que se cuente con legislación para otras actividades extractivas como la minería ilegal, que es un generador de pasivos principalmente en la Amazonía”, precisa el experto.

Imagen principal: Derrame sucedido en la quebrada Huayruri, en los alrededores de la base Shiviyacu del Lote 192 en Perú. Foto: Patrick Wesember.

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