- El 80 % de los 173 ríos afectados duplicó su carga de sedimentos, lo que ha causado problemas como cambios en la composición de la biodiversidad acuática, un mayor alcance en el recorrido del mercurio aguas abajo, daño a infraestructuras, muerte de peces y alteración en el curso de los ríos.
- La carga de sedimentos se elevó al menos en el 23 % del recorrido total de los 173 ríos, lo que se traduce en una afectación de aproximadamente 35 000 kilómetros de cuerpos de agua dulce. Los investigadores consideran que faltan más estudios en las regiones tropicales y mayores controles ambientales.
Durante 37 años (1984-2021), un grupo de investigadores realizó lo que hoy representa el estudio más exhaustivo sobre las afectaciones de la minería en los ríos. A lo largo de casi cuatro décadas, los científicos monitorearon todos los cuerpos de agua dulce con un ancho mayor a 50 metros. Además, analizaron más de siete millones de imágenes satelitales. Gracias a ello, lograron identificar 396 puntos con actividad minera en 49 países.
El estudio también encontró que más del 80 % de los sitios en donde hay actividad minera se encuentran en las regiones tropicales de Sudamérica, Asia, África y Oceanía.
El 90 % de esas actividades mineras corresponden a extracción de oro y están afectando 173 grandes ríos, de los cuales el 80 % duplicó su carga de sedimentos al compararlos con los años anteriores a la minería.
Otro de los hallazgos de la investigación es que, en 30 países donde la minería afecta ríos, la carga de sedimentos se elevó al menos en el 23 % del recorrido total de estos cuerpos de agua, lo que se traduce en una afectación de aproximadamente 35 000 kilómetros de ríos.
“Habiendo trabajado mucho tiempo en sitios con problemas graves como Madre de Dios [en la Amazonía peruana], nos preguntábamos si estas situaciones con la minería eran problemas locales o hacían parte de un problema global”, explica Luis Fernández, ecólogo tropical, director ejecutivo del Centro de Innovación Científica Amazónica (CINCIA) y coautor del artículo científico publicado en agosto pasado en la revista Nature.
Fernández resalta que el estudio permitió identificar que en la mayoría de los países hay un aumento de sedimentación en los ríos. “Cuando tienes algo muy parecido en varios países, que tienen miles y miles de kilómetros de distancia, incluso ubicados en diferentes continentes, eso te indica que hay un factor global que controla la dinámica”.
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El aumento de los sedimentos trae graves consecuencias
En los 396 puntos mineros identificados en el estudio, las imágenes revelaron deforestación a lo largo de los ríos y una excavación extensa de los lechos, orillas y zonas ribereñas que provocan un aumento de la erosión, con consecuencias para la calidad del agua de los ríos y el transporte de sedimentos.
“El transporte de sedimentos es un proceso natural en los ríos que es fundamental para mantener la forma física y el hábitat del río. Sin embargo, una alta sedimentación hace que los ríos parezcan fangosos, disminuye la claridad del agua y puede provocar una sedimentación perjudicial aguas abajo. Los sedimentos en suspensión en exceso también pueden quedar atrapados en los embalses de las presas, lo que reduce la capacidad de almacenamiento y, por lo tanto, limita las funciones de control de inundaciones y suministro de agua, además de degradar potencialmente la producción de energía hidroeléctrica”, indica el documento.
El aumento en la sedimentación de un río puede llevar incluso a que cambie su forma y su curso. Fernández menciona que no solo se trata de cambios físicos, sino biológicos, pues se alteran los hábitats de diversos animales. “Hay cambios en el plancton, que es la base de toda la cadena alimenticia. Por supuesto, esto tiene efectos en los mamíferos, reptiles y aves que se alimentan de peces”.
El estudio también destaca que la alta sedimentación causada por la minería está asociada con un aumento en las enfermedades y mortalidad en la vida acuática que no está adaptada a esas condiciones. Por ejemplo, las consecuencias negativas para los peces, particularmente larvas y peces juveniles, incluyeron branquias obstruidas, visibilidad reducida y degradación del hábitat. Los investigadores hallaron que la extracción de minerales en los ríos puede impulsar, durante años, aumentos de los sedimentos suspendidos en el agua que provocan efectos graves y hasta letales en cuestión de días o semanas, los cuales pueden afectar no solo a especies de peces de aguas claras sino a peces adaptados a altas concentraciones de sedimentos.
Otro de los resultados que más llama la atención en la investigación es que el aumento de sedimentos generado por la minería puede facilitar el transporte del mercurio, metal tóxico que contamina el agua y puede afectar a los humanos, pues es consumido por peces e invertebrados que sirven de alimento a muchas comunidades.
Fernández destaca que lo que ocurre con los sedimentos y el mercurio es un efecto multiplicativo pues “donde tienes mercurio conectado con los sedimentos vas a tener peores problemas”. Además, recuerda que hay diversos estudios que muestran cómo una alta carga de sedimentos ayuda a que el mercurio pueda transportarse, incluso, cientos de kilómetros aguas abajo. “Más sedimentación, más mercurio disponible y más transporte de ese mercurio aguas abajo”.
De hecho, la investigación destaca que, en promedio, los sedimentos suspendidos en el agua del río permanecen elevados durante 162 kilómetros, pero que esta distancia promedio es probablemente una cifra conservadora porque muchos de los tramos fluviales mapeados terminan en el océano. “En varios tramos, los efectos de la minería son detectables a más de 500 kilómetros aguas abajo de las operaciones mineras activas”, se lee en el artículo.
Miles Silman, profesor e investigador del departamento de Biología de la Universidad Wake Forest en Estados Unidos y otro de los coautores del artículo científico, comenta que “todo el mundo piensa en mercurio, pero también hay otros metales pesados que son liberados por la actividad minera y no sabemos nada de esto, ni de sus líneas bases ni de todos sus efectos”.
No se conocen en detalle los verdaderos problemas ambientales
Colombia figura en el cuarto lugar de los países con más zonas mineras (24), en ríos de más de 50 metros de ancho, y detectadas a través de imágenes satelitales. En los primeros tres lugares están Indonesia (51), Myanmar (36) y República Democrática del Congo (29).
Luis Fernández destaca que Colombia es uno de los países con un boom de la minería de oro, que ha seguido los patrones de otras naciones como Perú y Brasil, donde el aumento de la extracción aurífera, al ver de manera integral los 37 años de análisis, está muy relacionado y controlado por las variaciones que se dan en los mercados internacionales de los commodities (materias primas y bienes básicos).
El investigador también dice que hay que prestarle atención a la minería de materiales de construcción como la arena, pues a pesar de tener un menor valor que los metales preciosos, se necesitan en grandes cantidades, sobre todo en países en desarrollo donde se están dando grandes procesos de urbanización “y muchas veces los ríos pagan el precio”, asegura.
Este es el primer gran estudio que analiza los cambios en los ríos a través de un largo periodo de tiempo. Los investigadores consideran que es un gran esfuerzo y que aporta nueva información para los ecosistemas acuáticos de agua dulce, los cuales, dicen, se encuentran en mayor riesgo que muchos ecosistemas terrestres, pero están menos estudiados.
“El monitoreo ambiental se ve obstaculizado por el vasto alcance global de la extracción de minerales fluviales, la falta de datos de referencia históricos y las dificultades para acceder a las regiones afectadas. Por lo tanto, el alcance global, la intensidad y la cronología de los impactos ambientales asociados a la minería en los ríos globales siguen siendo en gran medida desconocidos”, destaca el informe.
Una de las tareas pendientes es hacer un análisis como este para los ríos y quebradas más pequeños que, como indica Luis Fernández, son más numerosos que los grandes. El investigador comenta que no pudieron hacer ese análisis pues, hasta el momento, los satélites no tienen la suficiente resolución para tener imágenes de confianza a esas escalas. Sin embargo, cree que la tecnología está evolucionando vertiginosamente y dentro de unos años se podrán tener esos datos.
Es por eso que en el estudio solo pudieron hacer proyecciones que sugieren que la minería podría alterar aproximadamente 24 000 kilómetros de ríos pequeños. “Aunque la pequeña anchura de estos ríos impidió evaluaciones sistemáticas de la calidad del agua utilizando archivos [de satélite] Landsat, el trabajo de campo, la interpretación de fotografías de alta resolución, publicaciones en redes sociales e informes de noticias sugieren que estos pequeños arroyos también se han degradado y alterado, posiblemente más que los grandes”, señala el estudio.
Los investigadores consideran que el rápido aumento de la extracción de minerales fluviales en las últimas dos décadas se ha producido durante un período de mayor inseguridad mundial y alta demanda de minerales preciosos. En el estudio mostraron cómo a pesar de algunos esfuerzos para regular y formalizar la extracción de minerales, las consecuencias ambientales se pueden ver en casi todos los ríos alrededor del planeta.
Más allá de los impactos ecológicos, Silman también cree que es urgente trabajar en el control de otros problemas y delitos como el uso del mercurio, la desestabilización de los gobiernos y crímenes transnacionales como la trata de personas, “cosas que están vinculadas con la minería y que están pasando en zonas como Madre de Dios en Perú, pero también en Colombia, en Ecuador y en Venezuela. Casi que en cualquier país en los trópicos que tenga la geología para la minería de oro y otros metales, se tendrán estos mismos problemas”.
REFERENCIA
Dethier, E. N., Silman, M., Leiva, J. D., Alqahtani, S., Fernandez, L. E., Pauca, P., … & Lutz, D. A. (2023). A global rise in alluvial mining increases sediment load in tropical rivers. Nature, 620(7975), 787-793.
*Imagen principal: La comunidad nativa Tres Islas perdió más de 500 hectáreas de bosques en los dos últimos años por causa de la minería ilegal. Foto: FEMA Madre de Dios.
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