- Killen explica que diversos defensores del medioambiente se oponen sistemáticamente a la minería y al desarrollo de hidrocarburos pues consideran que la Amazonía debe permanecer intacta. Similar mirada es la de los pueblos indígenas, quienes temen que sus comunidades sean transformadas por los inmigrantes o alteradas por catástrofes que dañen sus medios de vida.
- Sin embargo, el autor señala que la mina industrial moderna posee un alto grado de ingeniería, pese a que son físicamente inseguras debido a la maquinaria pesada. Tanto en el caso de las minas a cielo abierto como las minas subterráneas, existe el reto de mejorar el diseño y gestión de las instalaciones de almacenamiento de relaves.
- Así, invertir en nuevas tecnologías refleja las crecientes demandas de las agencias reguladoras e inversores para mejorar la gestión de riesgos medioambientales.
Los defensores del medioambiente se oponen sistemáticamente a los proyectos de minería y desarrollo de hidrocarburos puesto que creen que las áreas remotas de la Amazonía deben permanecer intactas. Por lo general, esto se visibiliza durante el proceso de revisión ambiental con campañas centradas en cuestiones locales (calidad del agua), regionales (biodiversidad) y globales (cambio climático). De vez en cuando logran detener un proyecto, pero con frecuencia deben conformarse con planes de acción medioambientales y sociales que mejoran solo los peores aspectos de lo que son, esencialmente, cambios irreversibles en los hábitats y ecosistemas.
En el caso de los pueblos indígenas, éstos se oponen abiertamente al desarrollo minero ya que sus comunidades pueden ser transformadas por los inmigrantes o alteradas por eventos catastróficos que lleguen a amenazar sus medios de vida. Pese a ello, han tenido especial éxito en la resistencia a proyectos que afectan a sus territorios gracias a un principio jurídico incorporado al derecho internacional, que obliga a los gobiernos y desarrolladores obtener de parte de los pueblos indígenas el Consentimiento Libre, Previo e Informado (CLPI). No sorprende que sus éxitos en detener o retrasar varios proyectos de desarrollo altamente lucrativos hayan provocado una reacción política.
Minas Industriales
Una mina industrial moderna es un agujero cavado en el suelo con un alto grado de ingeniería. Dependiendo de los minerales que se logren extraer y del entorno geológico, la mina puede ser una compleja estructura subterránea o una excavación superficial que abarque miles de hectáreas. Todas las minas vienen acompañadas de infraestructura para transportar cantidades masivas de roca y mineral, así como molinos para moler el mineral en partículas finas que, generalmente, se mezclan con agua para crear una pasta lechosa que se procesa para concentrar el mineral objetivo en un producto industrial.
Las minas industriales son físicamente inseguras debido a la maquinaria pesada diseñada para excavar, transportar y triturar millones de toneladas de roca. Por ello, las empresas mineras gastan importantes recursos financieros para hacerlas menos peligrosas. También representan una amenaza a largo plazo para la salud de los empleados y las comunidades circundantes, especialmente si la tecnología de molienda genera grandes volúmenes de relaves. Los relaves son peligrosos porque suelen ser tóxicos, especialmente si han sido tratados con reactivos químicos para liberar y concentrar los minerales objetivo. Son extraordinariamente peligrosos si se almacenan en estanques mal diseñados que pueden tener fugas, fallar, o liberar su contenido tóxico al medio ambiente.
Repetidos accidentes han provocado desconfianza entre los habitantes que viven en zonas mineras, y los defensores del medioambiente cuestionan la integridad de las estrategias de gestión de residuos en una industria minera mal regulada. Las empresas mineras son conscientes de los riesgos medioambientales asociados a su industria, pero eso no significa que tomen las medidas necesarias para garantizar su seguridad contra los fallos.
Tipos de minas y sus impactos
Las minas subterráneas han sido la tecnología minera predominante durante siglos porque son eficientes en la extracción de minerales valiosos de vetas y filones de alta ley. En la minería moderna, la subterránea sólo se utiliza cuando el yacimiento es profundo y rico, puesto que es una tecnología consolidada y los mineros tienen acceso a una variedad de opciones tecnológicas que reducen el riesgo y maximizan la productividad. En las minas modernas, la roca estéril procedente de la construcción de pozos y áreas logísticas se utiliza para rellenar áreas previamente explotadas, una práctica que proporciona soporte estructural contra derrumbes y minimiza la necesidad de manejar la roca estéril en la superficie.
Una mina a cielo abierto es una operación a gran escala en roca dura de donde se extrae un recurso mineral a la superficie de la tierra. Operar minas a cielo abierto es consecuencia de una disminución en la disponibilidad de recursos minerales de alta ley que pueden ser explotados de manera rentable en una mina subterránea. Un yacimiento mineral de ley moderada o baja exige una explotación basada en las economías de escala, razón por la cual las minas a cielo abierto tienden a ser extraordinariamente grandes. Los pozos individuales se abandonan al cabo de unos diez años, y las minas que funcionan durante períodos más largos lo hacen abriendo pozos adicionales sobre los yacimientos adyacentes. El impacto más obvio, un gigantesco agujero en el suelo, acompañado de una gran cantidad de roca estéril y relaves improductivos, los cuales deben alojarse en áreas adyacentes a los pozos mineros.
A diferencia de las minas subterráneas, la roca estéril, llamada sobrecarga, no puede utilizarse para rellenar el pozo, que se hace más ancho y profundo a medida que la mina crece.
Afortunadamente, la roca estéril suele ser químicamente inerte y simplemente se puede depositar en alguna área cercana donde se puede plantar césped o árboles para controlar la erosión. La gestión del riesgo asociado a los relaves es más difícil porque el procesamiento químico los vuelve tóxicos, mientras que su estado físico (lodo de roca pulverizado) dificulta su almacenamiento.
En algunos casos, en las minas a cielo abierto el mineral se encuentra como una capa subsuperficial que se extiende sobre una área relativamente grande y homogénea (bauxita, fosfato o casiterita). Esta categoría de minas a cielo abierto es más susceptible de recuperación porque la sobrecarga se utiliza para rellenar áreas previamente explotadas. En este sentido, antes de la elaboración y aplicación de las leyes medioambientales, los operadores no hacían ningún esfuerzo serio para recuperar esta clase de minas a cielo abierto. En la actualidad, las multinacionales mineras invierten importantes recursos financieros para restaurar una apariencia de vegetación natural.
La química de la concentración de minerales
Las instalaciones de almacenamiento de relaves son el más pernicioso de los pasivos medioambientales que aturde y desconcierta al sector minero. No todos los relaves son igual de malos o igualmente voluminosos. La cantidad depende de la concentración mineral del yacimiento, mientras que el grado de toxicidad depende de los elementos químicos utilizados para extraer el mineral objetivo del mineral pulverizado.
Los metales básicos, como el cobre, zinc y níquel, se caracterizan por ser minerales con grados de mineralización extremadamente bajos, típicamente entre el 0,5 y 2,5%. En consecuencia, estas minas producen grandes cantidades de roca que deben ser pulverizadas y procesadas utilizando soluciones ácidas y estanques de flotación que demandan grandes volúmenes de agua y una tecnología de molienda conocida como flotación, en la que se añaden reactivos químicos a una lechada aireada impregnada de burbujas. Las partículas minerales liberadas por los reactivos se adhieren a las burbujas y flotan en la superficie, donde posteriormente el residuo se hunde hasta el fondo y se retira como un lodo espeso que se vierte en un estanque o embalse denominado instalación de almacenamiento de relaves.
Los relaves son nocivos porque el reactivo (ácido sulfúrico) es tóxico, pero también porque el proceso libera otros metales pesados, como arsénico, cadmio, plomo y antimonio. El volumen de relaves producidos por una mina a cielo abierto que explota un yacimiento de cobre de baja ley (menor al 2%) es enorme, porque aproximadamente el 95% del mineral original se convierte en relaves. Es importante notar que esta tecnología es ampliamente utilizada en Perú y Brasil.
Una tecnología menos perjudicial es el proceso de lixiviación en pilas, en el que el mineral triturado se coloca en una “pila” sobre una plataforma que se riega con reactivos que lixivian los minerales de la roca pulverizada. El mineral objetivo se extrae químicamente del disolvente, que se recicla y almacena en pequeños estanques, mientras que los residuos se inmovilizan en la pila.
Superficialmente, una pila de relaves puede parecerse a la roca estéril de la sobrecarga, pero los montículos de relaves son tóxicos y deben aislarse indefinidamente con una geomembrana. Las minas deben construir y mantener un estanque de contención debajo de una pila de relaves para recolectar y reciclar el reactivo (a corto plazo) y evitar la liberación de residuos tóxicos en las cuencas hidrográficas regionales (a largo plazo). Esta tecnología es utilizada por muchas de las minas de oro a gran escala en Perú y se utilizará cada vez más a medida que el sector formal aurífero expanda sus actividades en Brasil, Guyana y Surinam.
El grado de toxicidad depende de los procedimientos químicos utilizados para liberar los metales objetivo de la mena mineral. El hierro y la bauxita tienen leyes minerales que oscilan entre el 40 y 65%, lo que disminuye significativamente el volumen relativo de relaves en comparación con el volumen original del mineral extraído. No obstante, el gigantesco tamaño de estas minas, que se encuentran entre las más grandes del planeta, genera enormes volúmenes de relaves. Debido a su alta ley, el proceso de concentración es en gran medida mecánico y, con muy pocas excepciones, los relaves son menos tóxicos que en las minas que utilizan procesos químicos.
Legado de las instalaciones de almacenamiento de relaves
El 19 de agosto de 1995, un dique de contención de relaves de la mina de oro de Omai, en Guyana, se derrumbó y vertió al río Esequibo tres millones de metros cúbicos de efluentes cargados de cianuro y metales pesados. Se especuló mucho sobre la causa del desastre, pero finalmente ingenieros independientes atribuyeron el fallo a una combinación de diseño y mantenimiento deficientes, además de lluvias extremas que desbordaron las instalaciones de almacenamiento de relaves de la mina. El dique de contención fue reconstruido y la mina continuó operando hasta 2007, cerrada debido al bajo precio del oro y la disminución de la productividad. La acción legal interpuesta en Canadá a nombre de ciudadanos guyaneses fue desestimada por motivos jurisdiccionales, mientras que la Corte Suprema de Guyana desestimó el caso por falta de pruebas, mientras que la empresa operadora, Cambior Inc., nunca fue considerada responsable del incidente.
Los ingenieros de minas son conscientes desde hace tiempo de la necesidad para mejorar el diseño y gestión de las instalaciones de almacenamiento de relaves (TSF), y la inversión en nuevas tecnologías refleja las crecientes demandas de las agencias reguladoras e inversores para mejorar la gestión de riesgos medioambientales. A pesar de las numerosas iniciativas e importantes inversiones, el número de incidentes clasificados como “graves” o “muy graves” ha aumentado en los últimos 30 años.
Irónicamente, la incidencia de fallas en la estructura de contención ha disminuido, sin embargo, la severidad de los impactos ha aumentado porque: (1) la expansión en la escala de las operaciones mineras impulsada por la reducción de la ley del mineral está generando cantidades cada vez mayores de relaves mineros; y (2) la presión financiera para controlar los costos motiva a los operadores a ampliar la capacidad de las instalaciones de gestión de residuos.
El principal activo de infraestructura en una instalación convencional de almacenamiento de relaves es una presa. Éstas rara vez se construyen con las dimensiones finales requeridas, sino que se elevan gradualmente a medida que la mina va creciendo. Los ingenieros utilizan uno de los tres enfoques principales.
Históricamente, los diseños aguas arriba han sido los más frecuentes puesto que son los más económicos de construir. Lamentablemente, son inestables ya que los cimientos de la presa se construyen sobre los relaves. Los diseños aguas abajo son considerados los mejores, pero muchas instalaciones modernas, y todas las TSF que se han modernizado, utilizan el diseño de línea central puesto que minimiza la cantidad de roca necesaria para reforzar la presa de contención y evita la reconstrucción de toda la estructura.
Independientemente del diseño, cualquier solución de ingeniería puede fallar cuando las condiciones hacen que la presa se rompa o se deslice cuesta abajo debido a un incidente de licuefacción.
Hay tres causas de falla superpuestas y sinérgicas: (1) la estructural, que ocurre cuando hay una ruptura física del material del terraplén; (2) la hidráulica, que describe el impacto erosivo de las aguas superficiales y la lluvia; (3) y la infiltración, que es la consecuencia de la erosión interna de las partículas finas a través de un proceso denominado “tubería”. El colapso de una presa puede ocurrir repentinamente si el monitoreo ha sido inadecuado o el mantenimiento se ha retrasado. Por lo general, ocurre durante un episodio de lluvia o terremoto a escala decenal, que revelará rápidamente las debilidades de una TSF.
El shock financiero causado por las recientes fallas de represas en Minas Gerais ha obligado a las empresas mineras a revisar y reforzar de manera proactiva todas las represas de contención en su cartera activa e inactiva. También motivó a los gobiernos a realizar inventarios de los vertederos de relaves en minas cerradas, en ruinas y abandonadas. En el área amazónica de Brasil, esta situación incluye más de cien instalaciones de almacenamiento de relaves con un propietario corporativo claramente identificado. Entre ellas se encuentran las balsas de relaves en constante expansión de las minas y refinerías de bauxita de Pará y la mina Pitinga, en el estado de Amazonas, así como las minas de cobre del distrito minero de Carajás. Sin embargo, este inventario no incluye los miles de estanques informales en los afluentes del río Tapajós, ni la herencia de décadas de la minería de casiterita en Rondônia.
La situación es más complicada en Perú, donde un reciente inventario nacional identificó más de 8.500 sitios con algún tipo de pasivo medioambiental, donde alrededor del 75% de ellos se encuentran al lado de un afluente del Amazonas. Más de 800 de estos sitios son minas abandonadas que carecen de un sujeto jurídico que pueda responsabilizarse de su gestión y rehabilitación. Los más destacados, y mayor tamaño, están asociados a las minas polimetálicas que utilizan ácido sulfúrico como reactivo para extraer los minerales objetivo de la mena pulverizada.
Tal vez el riesgo más destacado, y del que rara vez se habla, es el fracaso catastrófico debido a los fenómenos meteorológicos periódicos relacionados con El Niño y el cambio climático. Los terremotos ocurren con regularidad a escala decenal y representan una responsabilidad a largo plazo para todas las estructuras de contención.
A lo largo de toda la Panamazonía, no se ha hecho ningún esfuerzo serio para mitigar los impactos medioambientales, ni para restaurar las áreas ribereñas que han sido transformadas por las minas aluviales irregulares. No se ha llevado a cabo ningún intento de remediar sus impactos mediante inversiones en reforestación, recuperación de suelos o restauración de humedales.
La regulación de la minería informal es ineficaz puesto que las agencias gubernamentales no tienen los recursos para imponer un control efectivo. Los funcionarios electos no tienen la voluntad política para enfrentar a grandes poblaciones que se han acostumbrado a operar al margen de la ley.
Ecología de rehabilitación y restauración
La industria minera gestiona el riesgo medioambiental inherente a sus operaciones aplicando la denominada “jerarquía de mitigación” que se traduce en evitar, minimizar, remediar y compensar. La incorporación de estos conceptos en sus operaciones comerciales ha permitido a las empresas mejorar su rentabilidad, al tiempo que limitan su exposición a los pasivos a largo plazo, en particular los relacionados con las minas abandonadas e instalaciones de almacenamiento de relaves. Pese a ello, no todos los impactos pueden evitarse o mitigarse por completo. En consecuencia, los pasivos a largo plazo deben ser remediados o compensados. Por ejemplo, la pérdida de hábitat causada por una gran mina a cielo abierto podría compensarse mediante la creación de un área protegida con una biodiversidad similar. Por el contrario, las instalaciones de almacenamiento de relaves no pueden ni deben compensarse, ya que el riesgo de algún accidente catastrófico debe eliminarse mediante una corrección efectiva.
La opción más simple y menos costosa es desmantelar un estanque de relaves reforzando la presa y eliminar el exceso de agua para garantizar su seguridad. No obstante, incluso una TSF desmantelada requerirá un mantenimiento rutinario, y donde una solución definitiva, conocida como descaracterización, requiere la desintoxicación de los relaves, la eliminación de la presa y la transformación del sitio para que se integre con el área circundante. La “descaracterización” parece absurda cuando la TSF se encuentra al lado de una mina a cielo abierto abandonada, pero podría ser una solución lógica para instalaciones de almacenamiento de relaves más pequeñas asociadas con minas subterráneas, o las llanuras aluviales afectadas por minas de casiterita en Rondônia y Amazonas.
Restaurar un paisaje a su estado original es, quizás, un objetivo idealista e inalcanzable en la mayoría de los casos. Pero hay excepciones. La más grande minera de bauxita de Brasil, Mineração Rio Norte (MRN), ha invertido décadas, y decenas de millones de dólares, trabajando para restaurar la funcionalidad ecológica y parte de la biodiversidad que caracterizaba los paisajes anteriores a la explotación en la mina de Trombetas, en Oriximiná. Entre las medidas adoptadas figuran el almacenamiento y reutilización de la capa superficial del suelo, y la dispersión de escombros leñosos y detritos en la superficie del suelo para reintroducir hongos en el suelo. Las comunidades arbóreas nativas se reensamblan utilizando plántulas germinadas en viveros a partir de semillas recolectadas localmente. Las epífitas y lianas se recuperan cuando se abre la mina y se mantienen en colecciones vivas para su reintroducción.
Según el sitio web de MRN, más de 5.750 hectáreas han sido incorporadas al proceso de restauración de un total de 8.600 hectáreas que han sido explotadas desde el inicio de las operaciones en 1979. Esfuerzos similares se están llevando a cabo en la mina Alcoa, que inició actividades mineras en 2010 en el lado opuesto del río Amazonas, en el municipio de Juruti. De la misma manera, presumiblemente la mina de Paragominas, en el este de Pará, operada por Norsk Hydro, también cuenta con un programa de restauración forestal. En contraste, la mina de bauxita, actualmente inactiva, en la mina Los Pijigüaos en Venezuela, está siendo remediada con pastos cultivados y especies de árboles comerciales.
Imagen destacada: El tamaño de la mina de hierro a cielo abierto de Carajás Serra Norte, en Parauapebas (Pará) queda ilustrado por las dimensiones de los camiones utilizados para transportar el mineral desde la mina a cielo abierto hasta el molino. Crédito: © T Photography, Shutterstock.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons -licencia CC BY 4.0).