- Científicos en México desarrollaron el Índice de Amenaza de Manglares (IAM), una herramienta pionera que permite anticipar los riesgos que enfrentan estos ecosistemas frente al avance de actividades humanas.
- El IAM mide el riesgo según la cercanía de amenazas como urbanización, carreteras o acuicultura: cuanto más cerca está el desarrollo humano de un parche de manglar, mayor es su probabilidad de desaparecer.
- El equipo creó un complemento para QGIS, un software libre de georreferenciación, que permite visualizar riesgos para los manglares y planificar su conservación.
- Mongabay Latam entrevistó a una de sus desarrolladores, la investigadora Valentina Platzgummer.
El avance de las actividades humanas representa una amenaza creciente para los ecosistemas de manglar en todo el mundo. En México, un equipo científico ha logrado ir más allá de cuantificar las pérdidas y ha desarrollado una herramienta capaz de predecirlas: el Índice de Amenaza de Manglares (IAM), una metodología que permite anticipar los riesgos que enfrentan estos bosques costeros, aportando información clave para diseñar estrategias que contribuyan a frenar su desaparición.
“Más allá de medir cuántos manglares ya se perdieron, quisimos identificar patrones de desarrollo espacial”, explica Valentina Platzgummer, investigadora y especialista en manglares del Centro para la Biodiversidad Marina y Conservación (CBMC). “Quisimos ver cómo, a medida que se van acercando las amenazas antropogénicas —como el desarrollo urbano, carreteras y granjas de acuicultura, entre otras— hay mayor probabilidad de que los parches de manglar que están cercados por el desarrollo antrópico se vayan perdiendo”.

El IAM fue creado por Platzgummer en colaboración con Fabio Favoretto y Octavio Aburto, investigadores del Instituto Scripps de Oceanografía y el Aburto Lab. Juntos calcularon la distancia entre los parches de manglar y las amenazas antrópicas cercanas, proyectando un horizonte de riesgo de 10 años: cuanto más lejos esté la amenaza, menor es el peligro de pérdida. Para hacer esta herramienta accesible, desarrollaron un complemento para el software libre QGIS, permitiendo que cualquier persona, institución o tomadores de decisiones puedan visualizar el riesgo y planificar estrategias de conservación.
En el marco del Día Internacional de los Manglares, que se conmemora cada 26 de julio para destacar la importancia de estos ecosistemas únicos y vulnerables, Mongabay Latam conversó con Valentina Platzgummer sobre los hallazgos de sus investigaciones y la urgencia de acciones coordinadas para protegerlos.

—¿Cómo describiría el valor de los manglares de la manera más simple?
—Los manglares son espacios increíbles, muy fascinantes, porque dan muchísima vida. Basta simplemente con ir allá y escuchar el canto de los pájaros o ver todos los pececitos que están entre sus raíces. A pesar de haber sido siempre tachados o considerados como ecosistemas que no tienen valor y huelen muy mal, que son zonas con mucho lodo o que no aportan nada, debemos ver mucho más allá de esta primera capa y verle toda la riqueza que tienen entre sus raíces y sus ramas. Es algo súper inspirador.
No hay que dar por hecho su capacidad de resiliencia. Los manglares luchan en una salinidad increíble, en ambientes muy adversos y que nosotros ni nos enteramos, pero están diariamente en un equilibrio entre factores físicos. Ni nos imaginamos su lucha diaria, pero a pesar de eso siempre están brindando vida, apoyo y un ecosistema tan rico y tan bonito que solamente con ir ahí y escuchar todos los sonidos que hay, cerrando los ojos, ya se entiende su valor.

—El IAM ha logrado predecir con 98 % de precisión qué manglares estaban en situación de riesgo. ¿Cómo se traduce algo tan técnico en una herramienta útil para comunidades o tomadores de decisiones?
—En 2022 estuve terminando mi tesis y fue muy interesante porque me pasé mirando imágenes satelitales y midiendo distancias detrás de una computadora, pero el objetivo era justamente sacar esta herramienta y usarla en campo.
Todavía no llegamos al siguiente nivel, pero la intención es tener una interfaz sencilla de acceso a esta herramienta desde una app. Estamos utilizándola en QGIS en un caso de estudio concreto en la bahía Ensenada de La Paz, aquí en Baja California Sur. Empezamos a utilizar el IAM a nivel local para identificar cuáles son los manglares con mayor riesgo en la zona y esto nos permitió priorizar intervenciones, es decir, dónde se quería empezar a operar proyectos de conservación o haciendo una planeación espacial diferente.
Así utilizamos el índice por primera vez. Identificamos a El Comitán, una de las 17 comunidades de manglares de la bahía Ensenada de La Paz, como zona de riesgo. Luego empezamos actividades que involucraron a los vecinos para codiseñar una estrategia de conservación para esa zona de manglar, playa y estero colindante. Esa es la utilidad práctica que le sacamos hasta ahora a este índice, poniéndolo a disposición tanto para planear intervenciones como para ir con tomadores de decisiones y decir: «Estas son las zonas de riesgo».
A finales de 2022 ya estaba listo el plugin de QGIS que ahora está disponible para descarga en línea. Nuestra idea es hacer una app que se pueda descargar o lograr alguna forma aún más accesible, porque entendemos que poder utilizar QGIS o herramientas de análisis geoespacial no es tan sencillo. Todavía no estamos en la fase en que la herramienta está a la mano de todo el mundo, pero esa es la dirección que estamos persiguiendo.

—¿Cómo podría adaptarse y utilizarse el IAM para abordar los desafíos específicos que enfrentan los manglares en América Latina?
—Precisamente, después hicimos la validación de la herramienta a nivel global. Es decir, probando la herramienta en muchas zonas diferentes del mundo donde hay manglares, para tener un gradiente que no funcione solamente en México, sino un índice que sirva en muchos puntos más. Esta es una publicación que se encuentra en fase de revisión y que esperamos que se publique pronto. La tercera parte de la iniciativa fue cuando se empezó el proyecto para implementar el índice a nivel local, a finales de 2023 y comienzo de 2024.
Yo veo al Índice de Amenaza de Manglar como una oportunidad concreta para transitar de una lógica reactiva a una lógica anticipatoria. El IAM permite visualizar, de forma sencilla y comprensible, los riesgos que enfrentan distintos parches de manglar antes de que ocurra su degradación. En América Latina, donde la presión sobre los manglares responde a múltiples factores territoriales, esta herramienta puede adaptarse incorporando información relevante de cada contexto, como planes de uso de suelo, proyectos de infraestructura o cambios en el nivel del mar.

Lo valioso del IAM es que no se queda en el análisis técnico: puede servir como base para el diálogo entre actores diversos para priorizar acciones de restauración, justificar medidas de protección legal o territorial, orientar inversiones en carbono azul y, sobre todo, empoderar a quienes habitan y defienden estos ecosistemas desde el territorio.
Más allá de su utilidad práctica, creo que el IAM puede ayudarnos a cambiar el chip: a mover el foco de la ciencia hacia una lógica de anticipación, en lugar de documentar la pérdida una vez que ya ha ocurrido. Este cambio de enfoque es clave si queremos frenar la degradación antes de que sea demasiado tarde.

—En el marco del Día Internacional del Ecosistema de Manglares, ¿cuál considera que es actualmente la amenaza más urgente para los manglares en América Latina? ¿Qué actores deberían liderar su mitigación?
—A mi parecer, la amenaza más urgente es la transformación acelerada del uso de suelo en las zonas costeras. Muchas veces disfrazada de “progreso” o “desarrollo turístico”, esta amenaza implica la pérdida directa de manglares por proyectos mal planificados o sin consulta previa. No solo pone en riesgo la biodiversidad y el almacenamiento de carbono, sino también la identidad y el sustento de comunidades que históricamente han convivido con estos ecosistemas.
Lo más alarmante es que este tipo de transformación suele ser irreversible. Frente a esto, creo que no hay un solo actor que pueda liderar la solución: necesitamos gobiernos locales con voluntad de proteger, instituciones con capacidad técnica y legal, comunidades organizadas que defiendan sus territorios y un sector privado dispuesto a comprometerse con modelos de desarrollo regenerativo. La protección de los manglares no puede seguir siendo responsabilidad exclusiva del sector ambiental, debe estar en el centro de las decisiones sobre ordenamiento, inversión y justicia territorial.

—Usted participó en la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos (UNOC3). ¿Qué oportunidades concretas cree que se abren para la conservación y restauración de manglares en América Latina?
—Participar en la UNOC3 fue una experiencia inspiradora, pero también reveladora. Me quedó claro que los manglares están ganando protagonismo en las agendas globales, no solo por su valor ecológico, sino por su enorme potencial para articular soluciones climáticas, sociales y económicas. Uno de los mensajes más potentes que surgieron —y que me resonó profundamente— es que rumbo a la COP30 en Brasil, los manglares deben convertirse, como dijo Marina Robles, en «the sexiest thing»: el ecosistema más atractivo para canalizar inversión, generar alianzas con el sector privado e innovar en mecanismos financieros que permitan escalar la restauración.
Para llegar a Belém con propuestas ambiciosas y viables, necesitamos transitar de los compromisos generales a los instrumentos concretos de financiamiento: bonos de impacto, esquemas de carbono azul comunitario, fondos rotatorios o modelos híbridos que vinculen capital público y privado. La conexión con el sector empresarial es clave, no solo como fuente de recursos, sino como aliado estratégico en soluciones basadas en la naturaleza y cadenas de valor regenerativas. El reto está en diseñar mecanismos claros, confiables y con gobernanza inclusiva, que aseguren que los beneficios lleguen al territorio.

—¿Vio señales claras de compromiso político o financiero en este sentido?
—En este proceso, México ha comenzado a tomar liderazgo. Hace apenas dos meses, el país se sumó formalmente a la iniciativa internacional Mangrove Breakthrough, con la que se busca movilizar 4 000 millones de dólares para conservar y restaurar 15 millones de hectáreas de manglar hacia 2030. Alicia Bárcena [secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales de México] ha declarado que la restauración de manglares es una prioridad nacional y anunció un Plan Nacional de Restauración en tres fases que abarcará 300 sitios prioritarios, con atención especial a ecosistemas marinos en Yucatán, Quintana Roo, Nayarit, Sinaloa, Campeche, Tabasco y Guerrero.
Esta adhesión es más que simbólica: representa un compromiso multiactor, alineado con marcos internacionales y con visión de futuro. Es una oportunidad para generar alianzas, escalar iniciativas exitosas y posicionar a México como referente en restauración ecológica. Pero también hay que ser realistas: si bien la restauración es fundamental, lo más importante sigue siendo evitar la pérdida de manglares en primer lugar. Esa prevención debe comenzar desde el rol de la ciencia, desarrollando herramientas anticipatorias, sistemas de alerta temprana y análisis espaciales que nos permitan actuar antes de que la degradación ocurra.
Aquí es donde la diplomacia científica cobra un valor estratégico. Eventos como la UNOC3 o la próxima COP30 son espacios clave para que la ciencia no solo esté presente, sino que sea visible, influyente y aliada de quienes toman decisiones. La representación activa de la comunidad científica —especialmente desde América Latina— permite articular evidencia con narrativas que conecten con actores políticos, financieros y comunitarios. Solo así podremos construir acuerdos ambiciosos, informados y legítimos.
Evitar nuevas pérdidas debe estar en el centro de cualquier estrategia efectiva, con todos los actores navegando en la misma dirección —gobiernos, comunidades, ciencia aliada, sector privado y organismos multilaterales— para que los manglares de América Latina dejen de estar al margen y se conviertan en protagonistas de la acción climática y del bienestar costero.

—A propósito del trabajo con comunidades como El Comitán, en La Paz, ¿qué aprendizajes le ha dejado la organización comunitaria?
—Las comunidades paceñas son toda una sorpresa porque son muy, muy firmes con su visión, con su lugar, con sus conocimientos y también muy proactivas a la hora de decir: «Tenemos que hacer algo».
Realmente todos los elementos ya estaban ahí. Era una comunidad de vecinos y usuarios de playa bien preocupados por su entorno. Había actores de la comunidad local, como las Guardianas del Conchalito, que ya tenían mucho conocimiento directo sobre lo que funciona o no en el manglar. Y también muchos más actores como las organizaciones Es mi playa, mi barrio o como Mar Libre, que estaban abiertas a colaborar y a aportar su granito de arena en movilizar la zona de El Comitán.
El aprendizaje ha sido justamente que ya había muchos aprendizajes, muchas acciones y muchas cosas que se estaban haciendo. Entonces, en nuestro caso, fue nada más facilitar y juntar estos elementos. Resultó que todo esto ha llevado a una mayor atención de las instituciones públicas hacia esta zona específica.

—A pesar del contexto complejo para los manglares, ¿qué le trae esperanza respecto a su futuro?
—Me traen esperanza los ejemplos, los casos de éxito que se conocen aquí en La Paz, en el Golfo de California y también de otras comunidades en otras partes de México. Hace poco estuve en el Congreso Mexicano de Ecosistemas de Manglar, en Tapachula, Chiapas, donde también se presentaron otros ejemplos de lugares donde el manglar se recupera muy rápido después de darle el tiempo, darle las formas y estar cuidándolo con presencia y atención comunitaria, pero también de todos los demás actores.
Hay que complementar esta esperanza con un realismo y no olvidarse de que la regeneración tarda muchísimos años, pero talar un manglar se hace en nada. No debemos perder nunca de vista que el riesgo siempre está ahí, que nada más hay que tomarlo en cuenta para evitar que se pierdan a futuro. No dejarnos llevar por un optimismo desenfrenado, si no estar ahí midiendo con una planeación realista.

REFERENCIA:
Platzgummer, V. (2022) Mangrove Threat Index: an easy-to-use tool for local decision-makers to predict the likelihood of mangrove loss. Tesis de maestría. Universidad del País Vasco UPV/EHU.
Imagen principal: vista aérea del manglar de Balandra, Área Natural Protegida en La Paz, México. Foto: cortesía Benigno Guerrero