- La castaña es el segundo producto no tradicional más exportado después de la soya en Bolivia.
- La habilitación de terrenos para la actividad pecuaria ha arrasado con más de 200 000 hectáreas de bosques en todo el departamento de Pando, con mayor incidencia en los municipios próximos a Cobija, la capital del departamento, según los expertos.
- El gobierno promueve la deforestación al facilitarle a las empresas privadas la ampliación de más áreas para la producción agrícola y pecuaria, explican los especialistas.
La castaña es el segundo producto no tradicional más exportado después de la soya en Bolivia. Eso señalan las cifras oficiales. En el 2015 se exportaron más de 20 000 toneladas de castaña, lo que significó una ganancia de 192 millones de dólares para el país. Para los que se preguntan si existe un negocio que pueda prosperar sin impactar el bosque, la respuesta es sí, los hay. La castaña es uno de esos buenos ejemplos, pero si bien es la principal actividad económica del norte de la Amazonía boliviana, señalan los expertos, que ha llegado la hora de pensar en la diversificación y de controlar las amenazas que podrían impactar los tan preciados bosques de castaña.
Juan Fernando Reyes es director de la ONG Herencia de Bolivia y trabaja desde hace más de 10 años con las comunidades rurales del norte de la Amazonía boliviana para impulsar un aprovechamiento sostenible de los bosques. Reyes confirma que “la mayor parte de los ingresos de la gente rural, local, provienen de la castaña. Eso ha ayudado sin duda a que se conserve el bosque”. Sin embargo, no hay otro producto que le haga la competencia y que implique una ganancia importante para las familias “sigue siendo el único producto que genera ingresos en la mayor parte de la gente, entonces ellos utilizan lo que han ganado con castaña para que les alcance todo el año”. La respuesta de Reyes da pistas de un problema que es evidente: las familias dependen totalmente del negocio de la castaña y no hay otro producto o actividad que se le compare.
El proceso productivo de la castaña se desarrolla entre diciembre y marzo, por lo tanto las familias deben organizarse para que los ingresos percibidos les alcancen para cubrir los ochos meses restantes o ingeniárselas para encontrar otras actividades pequeñas que les permitan asegurar su subsistencia.
A esto se suma que los árboles de castaña además son muy vulnerables y no existe una práctica de reforestación de esta especie, como explica Marco Albornoz, asesor productivo de la GIZ que ha estudiado por años el aprovechamiento de la castaña en el norte amazónico. “La mayor parte de los árboles de castaña son adultos y muy frágiles por su tamaño, la envergadura, el follaje es bastante grande, vienen vientos huracanados y los tumban y como no hay reposición la producción cada vez es más limitada, cada familia pierde cada año castaña. Entonces no hay un plan de reforestación, las propias comunidades no han tomado conciencia de la importancia a pesar que son muy importantes económicamente”, señala Albornoz.
El norte de la Amazonía boliviana abarca el departamento de Pando y el norte de los departamentos de Beni y La Paz. Estas tres regiones viven de la actividad castañera, pero Pando sin duda es el departamento más extenso. Para tener una idea de lo que significa el negocio para esta última región, Reyes señala que todas las comunidades ubicadas en el área rural dependen de la castaña. Según el último censo de 2012, aproximadamente 55 000 personas viven en el campo y la producción castañera se extiende incluso hasta dentro de las mismas reservas naturales.
Las castañas de Manuripi
La Reserva Nacional de Vida Silvestre Amazónica Manuripi es uno de los paraísos naturales del departamento de Pando. Allí vive Manuel Salvatierra, un extractor de castaña de 42 años de edad que pertenece a la Comunidad de Villa Florida. Manuel nos cuenta que para aprovechar la castaña dentro del área natural protegida “Cada comunidad […] presenta una solicitud a la dirección de la reserva para que esta autorice el aprovechamiento y poder hacer el control de la cantidad de familias que realizan la actividad”. Salvatierra explica que las cooperativas que operan dentro de la reserva trabajan bajo el sistema comercial solidario del comercio justo, lo que les permite acceder a un mejor precio por sus castañas, “esto hace que cada familia cuente con más recursos para cubrir necesidades como estudios, salud y otros servicios con los que las familias no cuentan”.
Pero incluso estas familias tienen que buscar otros trabajos al terminar la campaña de la castaña (de diciembre a mayo). Manuel Salvatierra menciona que el resto del año, los ocho meses restantes, sus compañeros aceptan contratos para hacer chacos (trabajar la tierra), participan en construcciones de proyectos municipales, preparan las tierras para cultivar sus alimentos y, algunos de ellos, se ven obligados a trabajar “sacando oro” fuera de la reserva.
Pero Manuel Salvatierra nos cuenta que los bosques de castaña de la Amazonía boliviana están amenazados por las actividades ganaderas. “Es importante el aprovechamiento de la castaña, esta no induce a la deforestación, sin embargo la ganadería es la que más atenta contra la castaña y la deforestación”. Si bien esta actividad no ha ingresado dentro de la reserva, Salvatierra ha podido ver sus efectos en otros sectores de la Amazonía.
El avance de la deforestación en Pando
Para Marco Albornoz, asesor en desarrollo productivo de la GIZ que ha estudiado por años el aprovechamiento de la castaña en Pando, lo que impulsó la deforestación en la Amazonía boliviana fue una ley promulgada en 1996. “La ley Inra de 1996 establecía que para reconocer un derecho propietario (las comunidades) tenían que cumplir la Fes, que es la función económica social, y lamentablemente para muchos de esos barraqueros o de las propiedades privadas la Fes era tener ganadería, tener una mejora en el territorio. Entonces, este ha sido un incentivo perverso para el bosque porque muchas familias desmontaron (deforestaron) solo para cumplir la función económica social”.
Lo más sorprendente, como advierte Albornoz, es que para acceder al reconocimiento de sus territorios, algunos comuneros incluso deforestaron en lugares en los que ni siquiera era viable tener ganado. “A veces se prestaban ganado cuando llegaba la comisión para hacer la verificación. Movían al ganado a un predio, después a otro y así. Pero eso ha sido un incentivo perverso porque mucha gente que preservó el bosque quedó prácticamente sin área, y muchas de esas familias, de los barraqueros que tenían 100 000 hectáreas, 50 000 hectáreas, se redujeron a 50 hectáreas porque solo les reconocieron el lugar donde estaba la infraestructura”.
Albornoz calcula que la habilitación de terrenos para la actividad pecuaria ha arrasado con más de 200 000 hectáreas de bosques en todo el departamento de Pando, con mayor incidencia en los municipios próximos a Cobija, la capital del departamento.
Juan Fernando Reyes de la ONG Herencia considera también que las actividades ganaderas son una de las principales causas de deforestación en Pando, es “una práctica económica que va en contra”. Según el último estudio realizado por Herencia, 345 465 hectáreas de territorio han sido deforestadas entre 1985 y el 2013 en la región del norte amazónico. “Podemos decir que la actividad ganadera ha partido de un desbosque, de quitar áreas de bosque donde había castaña también, toda la actividad ganadera es contraria a la castaña. Los principales quemadores, la deforestación principal viene de la ganadería y en algunos casos por incendio”, señala Reyes.
Hoy la amenaza cobra mayor relevancia con una nueva legislación que, según explica Pastor, sigue la misma lógica que la ley promulgada en 1996. “El problema de la deforestación es un problema serio porque de un lado el gobierno firma un convenio con la CAO (Cámara agropecuaria del oriente) para desmontar (deforestar), porque bajo la lógica de la soberanía alimentaria se requieren más áreas para la producción agrícola y pecuaria, entonces firman convenios para facilitar el acceso al desmonte por parte de los empresarios privados”, explica Albornoz.
Reyes señala también como una amenaza el cambio de uso de suelos promovido desde el Estado y el gobierno departamental. “Diría que el principal riesgo en este momento son las políticas públicas, que vienen del gobierno departamental o nacional, que está promoviendo cada vez de mayor manera el cambio de uso de suelo. En el caso de Pando, están hablando de poner grandes extensiones de soya, se habla de comprar maquinaria, entonces son políticas públicas que no están de acuerdo ni con este producto (la castaña) que es tan importante ni con mantener el bosque como bosque”, precisa.
El futuro de la castaña
Existen nuevos frutos que podrían ayudar a diversificar la producción en el norte amazónico de Bolivia. Los especialistas de la ONG Herencia trabajan con seis comunidades de Pando en la recuperación de los suelos degradados para desarrollar allí cultivos alternativos, propios de la zona, como el asaí, el cacao, el sinini y el camu camu. Algunas de las comunidades prioridades y con la que vienen trabajando son Porvenir, Bella Flor, Puerto Rico y El Sena.
Lo que se busca es evitar relacionar la diversificación con la pérdida de superficie boscosa. “No tienes que desboscar más, en estos suelos recuperados lo que se está promoviendo son justamente los frutales amazónicos, a parte de combinados con cultivos anuales. Tenemos experiencia en seis comunidades con el tema de recuperación de suelos y el tema de los frutales es una cosa nueva y los plantines desarrollados están por los dos años, estamos partiendo de productos que ya tienen un mercado”, sostiene Reyes.
Los productos alternativos pueden convertirse en una opción económica interesante para las familias castañeras, una salida que no promueve la deforestación y que implica recuperar los terrenos que las comunidades tienen olvidados.