- Mongabay Latam conversó con el científico Carlos Gaymer quien ha impulsado la creación de cuatro áreas marinas protegidas en Chile.
Carlos Gaymer recuerda la primera vez que se sumergió bajo el mar para bucear. El niño que, años después se convertiría en ecólogo marino, quedó maravillado por los misterios que se esconden en la profundidad del océano. Su pasión por ese mundo desconocido lo impulsó a la investigación científica y luego a la conservación.
Para Gayner, la ciencia debe estar al servicio de las personas y esa convicción lo ha convertido en uno de los principales impulsores de la creación de cuatro de las más grandes áreas protegidas marinas de Chile, entre ellas, el el Área Marina Costera Protegida de Múltiples Usos Rapa Nui.
Aquí la conversación que tuvo con Mongabay Latam en la que cuenta sobre su apasionante relación con el mar.
¿Qué sintió la primera vez que buceó?
Desde muy niño me amarraba una máscara de snorkel y me metía debajo del agua. Pero nunca había bajado con un tanque de aire. La primera vez que me quedé abajo, escuchar el silencio, ver los colores y las formas tan llamativas, tan distinto a lo que ocurre sobre la tierra, como otro universo, es una de las cosas que siempre recuerdo. Es un universo que no te imaginas. Son las tres cuartas partes del planeta Tierra, que debería llamarse planeta Océano. Todo ese mundo desconocido es la mayor parte de nuestro planeta y poder llegar a lugares que nunca han sido explorados, es sentirse como un astronauta cuando llega a un nuevo planeta, exactamente lo mismo. La maravilla de la creación del mar es algo muy difícil de describir, hay que experimentar y si no se puede bucear hay que buscar otras maneras, pero hay que vivir eso.
Entonces, ¿descubrió otro planeta?
Sí, otro planeta y me encantaría que todos conocieran ese planeta por varias razones: por lo maravilloso que es y porque conocerlo te haría tomar un poco más de conciencia para cuidarlo. Nadie ve lo que hay en el fondo del mar y, sin embargo, toda la gente es capaz de botar basura o contaminar el mar sin tener idea de lo existe ahí.
¿Por qué decidió ser biólogo marino?
Siempre fui un amante del mar. De niño recuerdo siempre ir con mi papá al mar, a ver animales, plantas. Siempre me apasionó la biología, desde que estaba en el colegio. En algún momento conocí a un destacado investigador que trabajaba en biología marina y por él me enteré de las posibilidades de estudiar esta carrera en Chile. Cuando estaba en pregrado trabajaba en temas asociados a la reproducción de invertebrados, luego, hice un doctorado en ecología marina en Canadá y me especialicé en ecología submareal. Así empezó mi pasión sobre los sistemas bajo el mar, cómo se organizan y estructuran las comunidades. Después de muchos años tuve oportunidad de volver a Chile para ser académico en el mismo lugar donde estudié mi pregrado, en la Universidad Católica del Norte, en Coquimbo. Luego, con unos colegas fundamos el Centro de Ecología y Manejo Sustentable de Islas Oceánicas (Esmoi), el único centro que genera ciencia para el manejo y la conservación de los sistemas insulares chilenos.
¿Qué investigación está desarrollando actualmente?
En los últimos años me he dedicado a aplicación de la ecología marina para la conservación y la toma de decisiones. Por eso, toda la información que he ido levantando desde el punto de vista científico, como ecólogo marino, la he puesto a disposición de la creación, el manejo y la implementación de áreas marinas protegidas.
Mi trabajo se centra ahora en la conservación marina, la creación de áreas protegidas y la elaboración de planes de manejo.
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Defensor del mar
¿Cuántas áreas marinas protegidas se han creado gracias a su trabajo?
En los últimos años me ha tocado asesorar la creación de cuatro áreas marinas protegidas de las islas oceánicas chilenas. La primera que se creó es Parque marino Motu Motiro Hiva, en el año 2010, alrededor de la isla Salas y Gómez; luego me tocó asesorar la creación del Parque Marino Nazca Desventuradas, en 2016; y este año se crearon el Parque Marino Juan Fernández y el Área Marina Costera Protegida de Múltiples Usos Rapa Nui. Son cuatro mega áreas protegidas que significa el 75% de la zona oceánica económica exclusiva y en ellas me ha tocado participar asesorando científicamente el proceso de creación. Pero debo aclarar que no trabajo solo, sino con todo un equipo que me acompaña en Esmoi.
¿Y en la creación de áreas marinas, cómo intervienen las comunidades?
Nosotros empezamos a trabajar en islas oceánicas por solicitud de la comunidad. La verdad es que estábamos concentrados en los sistemas costeros y, casualmente, en mi primer viaje de turismo a la Isla de Pascua conocí algunos buzos interesados en conservación marina en las islas oceánicas. Entonces ellos nos pidieron ayuda, nos dijeron: “ustedes son biólogos, quizá hay cosas que se pueden hacer acá”. Y así nació nuestro interés por trabajar en esas áreas oceánicas.
¿Cómo fue el trabajo con la comunidad?
Levantamos información basándonos en inquietudes que surgían de la misma comunidad. Por ejemplo, los pescadores querían saber por qué capturaban más en unos lugares y no en otros, o por qué en ciertas épocas del año las masas de agua se comportaban de determinada manera. Entonces, las preguntas de ciencia que formulamos más bien fueron respuestas a interrogantes de los mismos habitantes del territorio. Ellos se han incorporado a las investigaciones. Salen al terreno, levantan data con nosotros, participan en las campañas. Muchos de ellos han participado en los procesos de análisis y de publicación de la información.
¿Qué ha encontrado en el mar?
Inicialmente, he tratado de entender cómo se organizan y cómo se estructuran las comunidades submarinas, cómo interactúan las distintas especies y cuáles son las competencias entre ellas. Todo para entender cómo funciona el sistema. En lugares como las islas remotas, ni siquiera se llega a esos niveles porque son zonas absolutamente inexploradas, vírgenes, desconocidas. Mi trabajo en islas oceánicas ha sido de exploración, de descubrir, desde cero, que existe allí. Y hemos encontrado sorpresas. Por ejemplo, en las islas Desventuradas descubrimos grandes praderas que nadie sabía que existían, áreas claves para la crianza de jureles juveniles. La primera exploración en Chile a esas islas la hicimos invitados por National Geographic y Oceana. Fue clave para poner en valor esas zonas y apoyar la creación de las áreas protegidas y su estrategia de conservación.
¿Por qué se hizo esta expedición inicial?
Surgió de un programa de National Geographic denominado Pristine Seas, que se dedica a investigar lugares prístinos en los mares del planeta. En una reunión en Estados Unidos sobre áreas protegidas conocí al creador de este programa y me comentó que había interés de explorar en Chile. Así, me contactaron en el 2010 para la primera expedición y luego vino otra en 2012 y otra en 2013 y el año pasado hubo dos más para estudiar los últimos ecosistemas prístinos de nuestro océano. Luego, con Esmoi empezamos investigaciones propias cien por ciento chilenas y en el año 2016 realizamos la primera expedición con científicos nacionales, organizada por el Comité Oceanográfico Nacional (CONA).
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En busca de mares lejanos
¿Aún existen áreas prístinas en el mar?
Sí, porque las estudiamos y se crearon áreas protegidas antes de perderlas. Se está preservando un tesoro para la humanidad. En el sistema de islas Desventuradas encontramos el más alto endemismo de peces costeros del planeta, que fue una de las razones para crear y proteger esa zona, porque si los peces que están ahí desaparecen, se pierden de todo el planeta.
¿Qué otros descubrimientos hicieron en estas áreas?
Encontramos zonas de crianza de los juveniles del jurel, un recurso tremendamente importante para los países del Pacífico Sur como Chile y Perú. Sabemos que los jureles son demandados y hay zonas en las islas Desventuradas que están protegidas donde habita esta especie. Además, alrededor de la isla Salas y Gómez están los límites sur de distribución de los corales tropicales, en excelente estado de conservación, por tanto, se está asegurando que estos corales permanezcan para el futuro. Algo también importante ha sido la exploración de los montes submarinos asociados a las islas oceánicas del centro del Pacífico, que son las aguas más pobres de este mar y los lugares que aumentan o generan la productividad, son los montes submarinos.
¿Montes bajo el mar?
Las islas son montes sumergidos que tienen la punta sobre el agua, pero alrededor está lleno de montes bajo del agua, varios cientos o miles de metros bajo la superficie del mar. Si uno ve el mapa, frente a Perú, lo que se llama la cordillera de Nazca va directamente hacia el oeste. Estamos hablando de un cordón de montes de prácticamente cuatro mil kilómetros, las cordilleras submarinas Nazca y Salas y Gómez son impresionantes porque tienen mucha productividad.
¿Qué amenazas existen en las zonas prístinas del mar?
Una amenaza clave tiene que ver con la contaminación por basura y plástico fundamentalmente. Martin Thiel es un investigador que se dedica a trabajar en esos temas y la principal amenaza a esas zonas remotas y prístinas no se generan ahí, sino en el continente. Uno va a Isla de Pascua, a Sala y Gómez, incluso a Hawai, que están protegidas, y están llenas de basura. También hay riesgos por el cambio climático.
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Trabajo pendiente en las reservas
¿Qué se espera de la creación de estas reservas?
Ahora hay que hacer los planes de administración de las áreas. Estamos trabajando en el plan del Parque Motu Motiro Hiva y también vamos a trabajar en los planes de Rapa Nui y Juan Fernández. Además, debemos seguir con la investigación que es fundamental para conocer estas áreas. Hay muchas zonas absolutamente inexploradas. En Rapa Nui hay lugares de los que no se tiene ni idea. El desafío es seguir investigando estas áreas y utilizar esa investigación para el manejo de esos lugares. Chile tiene el 44% de su zona económica exclusiva bajo alguna figura de área protegida, pero cuando analizamos cuánto de esa superficie cuenta con plan de administración, pasamos al 0,01% de esa superficie tiene planes de administración. El resto son áreas decretadas y que no están siendo administradas, pero como son recientes esperemos que la situación cambie. No es un problema exclusivo en Chile, todos los países están creando áreas gigantescas y tienen también un problema para su administración.
¿Cree que la creación de áreas protegidas es una esperanza para las comunidades nativas?
Sí y no. Depende de cuál ha sido la visión de las comunidades. Hay muchas donde ellos mismos han propuesto su creación. Comunidades locales como Juan Fernández y Rapa Nui donde hubo un porcentaje enorme de la comunidad que apoyó la propuesta. Pero también hay otras comunidades que no quieren esa figura clásica de área protegida, sino que apuestan por las ‘áreas marinas manejadas localmente’, una experiencia de Micronesia, Melanesia y Polinesia, que tienen más de 500 áreas manejadas por las comunidades costeras. No hablamos de parques marinos, sino que la comunidad, a través del conocimiento ancestral y de regulaciones y acuerdos internos logra administrar sus océanos con buenos resultados para mantener la biodiversidad y asegurar la provisión de recursos para la comunidad.
¿Para usted qué es lo mejor de ser científico?
Cada vez que hablo con los nuevos estudiantes les digo que es la mejor profesión. Me gusta contar que cuando mi padre se jubiló –un ingeniero industrial que toda su vida trabajó en empresas– me dijo que quería acompañarme en mis viajes a bucear. A los 60 años aprendió a bucear y descubrió que era lo que siempre quiso hacer, porque es lo que le gusta, viajar, estar con la naturaleza. Eso me hizo apreciar más lo que hago y me di cuenta lo privilegiado que es ser biólogo marino. Es una profesión que te permite conocer la naturaleza, investigar, compartir información, viajar mucho, conocer el mundo.
¿Qué mensaje daría a los jóvenes que quieren dedicarse a la ciencia?
Les diría que es fundamental pensar realmente en la vocación y que no pongan por delante los intereses económicos. Que vean exactamente lo que harán y lo que quieren hacer para conservar la biodiversidad del planeta.