- Científicos lograron obtener muestras de la Orca tipo D que vive en mares aislados y casi inaccesibles.
- Durante 40 días nueve expedicionarios se aventuraron en la búsqueda de estos desconocidos animales.
Por primera vez un equipo de científicos logró obtener muestras de grasa y de piel de un tipo de orca que podría ser una nueva especie. Se trataría del “animal más grande del planeta que aún queda por describir y una señal clara de lo poco que sabemos sobre la vida de nuestros océanos”, dice el investigador Bob Pitman, del Centro Científico de Pesquerías del Sudoeste dependiente de National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA).
No todas las orcas que nadan en los océanos del mundo tienen las misma características físicas. De hecho, existen varios ecotipos distintos de estos animales cada uno de los cuales tiene particularidades morfológicas, de coloración, de distribución geográfica y de dieta. A pesar de esas diferencias se considera que todas pertenecen a una misma especie. Sin embargo, una duda ha permanecido hasta ahora sin resolver: la orca tipo D es tan distinta de las demás que los científicos creen que se trataría de una especie diferente. El 6 de enero de este año, un equipo de nueve personas, liderado por Bob Pitman, zarpó desde Ushuaia, en la Patagonia argentina, hacia las gélidas aguas del Cabo de Hornos decididos a resolver la incógnita.
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Uno de los animales más desconocidos del océano
Más allá de algunos avistamientos aislados en Nueva Zelanda y en el océano Índico, las orcas viven en regiones sub-Antárticas de muy difícil acceso debido a sus fuertes vientos y mares peligrosos. De hecho, estas zonas han sido escenario de innumerables naufragios. Es por ello que los avistamientos de estas orcas son raros y, hasta ahora, había sido imposible obtener muestras de estos animales. “En los otros ecotipos de orca sí se había podido realizar biopsias porque viven en lugares mucho más accesibles”, explica Mariano Sironi, director científico del Instituto de Conservación de Ballenas de Argentina y miembro de la expedición. “Si quieres encontrar una orca B2 puedes irte al estrecho de Gerlache, te pasas un día o dos y las vas a ver con casi toda seguridad. En cambio, si estás buscando una de tipo D puedes pasarte dos semanas enteras navegando la zona y no ver ni una sola”, sostiene Sironi. Aún así los nueve expedicionarios, entre ellos seis científicos provenientes de Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Argentina e Inglaterra, navegaron durante 40 días hacia el sur de Cabo de Hornos en las proximidades de las islas Diego Ramírez, uno de los lugares con peor clima del mundo, con el objetivo de buscar y encontrar orcas tipo D. “No nos conocíamos entre nosotros y convivir todo ese tiempo en un velero de 24 metros de largo, en una especie de ‘Gran Hermano’ oceánico, fue una experiencia personal interesante”, cuenta Sironi.
Durante la primera semana el clima estuvo relativamente bueno y los expedicionarios pudieron navegar por la zona llamada punto D, un sitio en el mar abierto que coincide con el borde del talud donde las profundidades se desploman hacia miles de metros de oscuridad donde viven estas misteriosas orcas. “Nos comunicamos varias veces por radio con los capitanes de los barcos pesqueros que buscan el bacalao de profundidad, porque ellos suelen ver las orcas que se acercan para depredar sobre su pesca”, cuenta Sironi. Sin embargo, los pescadores solo habían visto últimamente animales tipo A y la primera semana de expedición acabó sin éxito. Los siguientes ocho días el velero debió anclarse en una bahía de las islas Wollaston a esperar que pasara el mal tiempo pronosticado para toda la segunda semana de expedición. El día 16, tras confirmar una ventana de relativo buen tiempo, la embarcación zarpó nuevamente hacia el punto D. Esa madrugada, a las 5:40 de la mañana, aparecieron las tan buscadas orcas. “A esa hora todos estábamos durmiendo y fue el capitán quien las detectó. A los gritos nos levantamos, todos con mucha excitación, y en tres minutos estábamos vestidos y preparados en la cubierta del barco. ¡Teníamos las orcas totalmente al lado nuestro! Eran 30 animales dando vueltas alrededor del barco. Se alejaban 200 metros y luego volvían a acercarse. Eso duró tres horas y media”, cuenta Sironi.
Las diferencias de la orca tipo D
Con una ballesta que dispara un dardo inofensivo para los animales, los científicos lograron obtener por primera vez tres biopsias de piel y grasa que serán analizadas en un laboratorio para poder, por fin, confirmar si se trata o no de una nueva especie.
“Las orcas pertenecientes al ecotipo A o regular tiene el patrón de coloración blanco y negro mientras que las tipo B2 son más amarillentas”, explica el científico. Pero de todas las diferencias que es posible encontrar entre los diferentes animales, el ecotipo D tiene las características físicas más distintivas: un parche ocular mucho más pequeño que la regular, una aleta dorsal más curva y puntiaguda y una cabeza más redonda y robusta. Por lo poco que se sabe de ellas, se cree que se alimentan de calamar y de pescado y que no se entrecruzan con los otros ecotipos de orcas debido a lo aislado de su hábitat. Esto último es, de hecho, otra de las razones por las que se cree que pueda tratarse de una especie diferente. “Si es que este aislamiento se ha dado durante el suficiente tiempo, en términos evolutivos es posible que este ecotipo haya evolucionado al punto de separarse en una especie distinta”, explica Sironi.
Fue en 1955 que los científicos descubrieron las orcas tipo D, cuando 17 de estos animales vararon a la orilla de una playa en Nueva Zelanda. Sin embargo, durante muchos años los investigadores pensaron que se trataba de una mutación genética puesto que no se conocía de otros avistamientos similares. No fue hasta 50 años más tarde que Pitman descubrió la presencia de este tipo de orcas en el océano índico observando fotografías recopiladas por el científico francés Paul Tixier. Su localización a un cuarto de vuelta al mundo de Nueva Zelanda sugería que parientes de aquellas orcas varadas estaban vivas y tal vez tuvieran amplia distribución. Desde entonces, el creciente turismo en la Antártida ha generado fotografías de una calidad y cantidad sin precedentes. Pitman y colaboradores compilaron y catalogaron las imágenes de orcas, incluyendo las obtenidas desde barcos turísticos, y entre las decenas de miles de imágenes que colectaron encontraron seis registros adicionales de las orcas de Nueva Zelanda.
Además, los científicos compararon los genomas de la orca tipo D, rescatados del esqueleto de uno de los animales varados 1955, con los de los orcas más comunes A, B, y C. Los resultados arrojaron que las diferencias genéticas del tipo D se remontan a casi 400 000 años. Aun así, era necesario recolectar más evidencias para poder confirmar si se trata efectivamente de una nueva especie. Ese momento ha llegado y esta exitosa expedición en Cabo de Hornos podrá finalmente entregar la información necesaria, tan esperada por la ciencia, para poder descifrar el misterio de la orca tipo D.
Foto principal: Orcas tipo D. Foto: Jean Pierre Sylvestre
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