- Los incendios en la Amazonía son casi el doble que el año pasado, pero siguen siendo moderados dentro del contexto histórico. Los 41 858 incendios registrados hasta el 24 de agosto de este año son el número más alto desde 2010, cuando se registraron 58 476 fuegos en el mismo periodo de tiempo.
- Los satélites utilizados para el seguimiento de puntos zonas críticas en Brasil tienen una capacidad limitada para detectar incendios por debajo de las copas de los árboles.
Los incendios en la Amazonía captaron la atención mundial debido al “apagón” del mediodía que se vivió la semana pasada en la zona urbana de Sao Paulo —a más de 2500 kilómetros de esta gran selva húmeda tropical—. A pesar de esto, los datos sugieren que los incendios están dentro del rango histórico de los últimos 20 años.
El análisis realizado por Mongabay, con información del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) de Brasil, muestra que el número de focos de incendios registrados este año en el bioma amazónico suman 41 858 hasta el 24 de agosto. Esto representa un aumento del 89 % respecto al mismo periodo del año anterior, aunque todavía falta casi una semana para que se acabe agosto. (Si el mes mantiene su ritmo actual, la Amazonía registrará cerca de 50 000 incendios).
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Los 41 858 incendios registrados en lo que va del año en la selva amazónica brasileña es el número más alto desde 2010, cuando se registraron 58 476 hasta fines de agosto. Sin embargo, 2019 está muy por debajo de los registros que se dieron a mediados de la década de 2000, cuando los fuegos generalmente superaron los 60 000 para esta época del año.
De hecho, 2005 fue el año más crítico de las últimas dos décadas debido a una severa sequía inducida por el fenómeno de El Niño. Tiene el récord de 94 780 incendios hasta agosto. Actualmente, 2019 se encuentra aproximadamente un 4 % por encima del promedio de los últimos 20 años y está en camino a terminar el mes con alrededor de 50 000 incendios, es decir, un 19 % por encima del promedio.
La situación es similar en el Cerrado —un bioma con características de sabana y que se encuentra al oriente y sur de la Amazonía—. Hasta el 24 de agosto se habían registrado 23 322 incendios, aunque también es un poco menos que el promedio de los últimos 20 años.
En términos del alcance de las quemas, el INPE publica datos mensualmente, por lo que Mongabay solo pudo ver los números hasta fines de julio, poco antes de que se diera el aumento en la cantidad de incendios. Con 1 862 900 hectáreas quemadas en la Amazonía hasta julio, 2019 presentó un 62 % más de fuegos que 2018, pero la cifra estuvo por debajo de la oficial en 2016.
Una advertencia importante
Estas cifras vienen con una advertencia importante: los satélites utilizados para el seguimiento de focos de incendios en Brasil tienen una capacidad limitada para detectar fuegos por debajo del dosel —copas y regiones superiores de los árboles de un bosque—. Esta es una limitación significativa porque el área más baja, conocida como sotobosque, se quema y se estarían perdiendo bosques intactos y saludables: un estudio de la NASA de 2013 y publicado en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society B encontró que los incendios del sotobosque acaban con más cobertura vegetal que la agricultura y la ganadería.
Estos incendios causan daños a largo plazo en la selva tropical, preparando el escenario para incendios más destructivos, extinción de bosques y eventual deforestación. Una investigación de largo aliento iniciada por el científico Daniel Nepstad cuando trabajaba en el Woods Hole Research Institute, descubrió que los bosques que se habían quemado anteriormente tienen el doble de probabilidad de ser deforestados en contraste con los bosques que nunca han sido afectados.
Nepstad, ahora jefe del Earth Innovation Institute, explicó el contexto de la situación actual en un blog.
“Los satélites NO detectan la mayoría de los incendios que ocurren debajo del dosel de los bosques en pie. Y son estos incendios bajos, que rara vez llegan a la rodilla, los que causan el mayor daño, quemando todo lentamente cerca al suelo, matando árboles gigantes con corteza delgada”, escribe. “Una vez que estos árboles mueren, caen al suelo, abriendo enormes brechas en el dosel del bosque, lo que permite que llegue más luz solar y haciendo que el bosque sea propenso a quemarse aún más”, agrega.
Nepstad señala que todavía no tenemos una buena comprensión del daño de la actual temporada de incendios, pero hay mucho de qué preocuparse con base en la evidencia preliminar. Por ejemplo, los incendios son más persistentes que en los últimos años, lo que indica que son más calientes y hay mucho más humo.
“No sabemos con certeza cómo se compara el área de incendio con años anteriores, [pero] es importante tener en cuenta que la temporada de incendios acaba de comenzar, y la mayoría de fuegos ocurren de septiembre a diciembre”, escribe en el blog. Según dice, con las previsiones de una larga estación seca, el número de incendios continuaría siendo mayor de lo habitual.
“También sabemos que es una temporada de mucho humo. Probablemente esto esté relacionado con la gran cantidad de ‘incendios de deforestación’: quemas destinadas a deshacerse de parches de bosque previamente talados, para luego dar paso a pastos para ganado o campos de cultivo”, dice Nepstad. Además, asegura que el humo liberado por un incendio que quema una hectárea de bosque talado es mucho mayor que el generado por un incendio que quema una hectárea de pastizales degradados. “No conocemos el área de bosque en pie que se ha quemado. Sin embargo, los incendios forestales generalmente ocurren más adelante en la estación seca”, dice.
Si bien las quemas actuales no están fuera de los registros de la línea base histórica, sí son preocupantes. El lado positivo de la crisis es que los cielos nublados y oscuros sobre Sao Paulo despertaron la atención mundial sobre las crecientes tasas de deforestación que ahora se producen en la Amazonía, así como las políticas a favor de la deforestación que lidera el presidente de Brasil Jair Bolsonaro.
La presión política de la Unión Europea, las protestas callejeras y la presión sobre las empresas brasileñas han obligado a Bolsonaro a retroceder en su discurso acalorado de la semana pasada (donde culpó a las ONG de los incendios) y comenzar a tomar medidas, incluido el envío del Ejército a la Amazonía y el Cerrado para que combata los incendios. Los bomberos voluntarios, conformados por terratenientes, indígenas y miembros de ONG, ya han estado luchando contra los incendios durante semanas.
Según el INPE, la deforestación de 2019 en Brasil muestra una tendencia del 57 % superior a la vivida hasta julio del año pasado. Se trata de la tasa de deforestación más alta desde 2008. Pero los datos, al parecer, son menos transparentes porque el INPE ha dejado de divulgarlos públicamente desde que Bolsonaro despidió a Ricardo Magnus Osório Galvão, el jefe de la Agencia, a principios de agosto.
*Imagen principal: Altamira, Para, Brasil. Incendio en Cerra do Cachimbo REBIO. Foto: Victor Moriyama/Greenpeace.
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