- Los indígenas Uitoto, Bora, Ocaina y Muinane, en la Amazonía colombiana, crearon desde sus saberes ancestrales un análisis de los servicios ecosistémicos en sus territorios. El resultado fue destacado por Naciones Unidas por su contribución a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
- La Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonia Colombiana (OPIAC) utilizó esta experiencia para negociar el Plan Nacional de Desarrollo (PND) con el Gobierno Nacional.
¿Es posible asignarle un valor económico a la conservación de los bosques? Aunque ya es conocido el importante papel de los pueblos indígenas en la protección de sus territorios, poco se conoce aún en Colombia de los servicios ecosistémicos que ellos proveen, es decir, del aporte que tienen sus ríos (fuentes hídricas), tierras, madera y biodiversidad para todos. Analizar estas variables resulta clave, pues permite comprender de manera integral el valor de los bosques más allá de su rol como captadores de dióxido de carbono.
Recientemente, en la Amazonía del país se realizó uno de los análisis más grandes de servicios ecosistémicos en territorios indígenas. El estudio se implementó en el sector de La Chorrera, que hace parte del resguardo Predio Putumayo en el departamento de Amazonas, con cuatro pueblos indígenas: Uitoto, Muinane, Bora y Ocaina, que a la vez están unidos en la Asociación Zonal Indígena de Cabildos y Autoridades Tradicionales de La Chorrera (Azicatch).
Los resultados han permitidos a los líderes indígenas tener mejores herramientas de negociación para establecer las razones por las que sus territorios deben ser protegidos frente a amenazas externas, como proyectos extractivos. ¿Cómo lo hicieron?
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Incidencia política del saber ancestral
Los resultados del trabajo de campo quedaron consignados en el libro ‘Análisis de servicios ecosistémicos en el territorio de Azicatch, Amazonía colombiana’, elaborado con el apoyo de WWF Colombia y la Fundación Puerto Rastrojo, en colaboración con la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA) y la Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonia Colombiana (OPIAC).
Este trabajo, en el que los indígenas fueron los principales investigadores y autores, llegó a ser tan importante que fue útil para la negociación del Plan Nacional de Desarrollo (PND) —hoja de ruta con la cual se gobierna a Colombia cada cuatro años— entre la OPIAC y el Gobierno Nacional.
Mateo Estrada, líder indígena de la OPIAC, acompañó todo el proceso y hoy asesora a su entidad en temas de minería e hidrocarburos. Primero se negoció la reglamentación del artículo 3 del decreto 870, que regula el pago por servicios ambientales. Esta figura ha sido creada para darle un valor económico a la conservación ambiental hecha por diferentes comunidades, entre ellas los pueblos indígenas. Para Estrada, el problema es que este pago consideraba el punto de vista del costo-oportunidad. “Nosotros planteamos que los indígenas salíamos perdiendo porque nosotros no producimos nada, entonces que fuera costo-beneficio. El beneficio es la conservación de los bosques”, afirma.
Adicionalmente, al reconocer que sus conocimientos ancestrales ayudan a la preservación de los servicios ecosistémicos, pidieron ser reconocidos en el Plan Nacional de Restauración que no había tenido en cuenta las prácticas ancestrales de los pueblos indígenas amazónicos. “Se acordó crear Territorios Indígenas de Conservación con el fin de proteger los recursos naturales en los resguardos de la Amazonía colombiana”, le dice con orgullo Estrada a Mongabay Latam.
Por otro lado, Estrada asegura que en el artículo 10 del PND lograron incrementar de un 5 % a un 15 % los recursos provenientes del impuesto al carbono para las áreas de conservación estratégicas de Colombia, entre las cuales están los territorios indígenas.
El reto ahora está en la formulación de una propuesta para Visión Amazonía —una iniciativa del Gobierno de Colombia que busca reducir a cero la deforestación en la Amazonía—. El análisis de los servicios ecosistémicos desde el conocimiento ancestral indígena en La Chorrera gustó tanto que quieren usarlo como base para el diseño del Plan de Manejo Ambiental de la Amazonía colombiana y completar la caracterización en los sitios donde todavía no se ha hecho.
Por otra parte, WWF está utilizando la información base de los análisis para crear materiales pedagógicos para que los niños en los colegios también puedan aprender sobre servicios ecosistémicos y biodiversidad. Llevan trabajando en esto un poco más de seis meses. “Queremos que esto no se quede guardado en una biblioteca”, recalca Pia Escobar, líder del Programa de Gobernanza y Medios de Vida Sostenibles de WWF Colombia.
El estudio fue además reconocido este año por las Naciones Unidas como uno de los proyectos exitosos para alcanzar las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) principalmente por su aporte a los objetivos 13 (Acción por el clima) y 15 (Vida de ecosistemas terrestres).
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Lo que protegen los indígenas
El enfoque indígena se sustenta en la integridad del bosque y va más allá de la valoración de sus servicios a partir de la mitigación del cambio climático y el carbono que almacenan en su biomasa y suelos. Para las comunidades indígenas, se deben tener en cuenta otros servicios ecosistémicos que estos proveen, como los de abastecimiento, regulación, culturales, de sustento y climático.
Lo primero que se hizo en el análisis fue determinar los sitios de uso frecuentes de los indígenas, entre los que se encuentran su zona de vivienda, chagra (espacio destinado por los indígenas para cultivar), el río, el nacimiento de agua, los bosques de tierra firme, la sabana y sus lugares de alta importancia cultural, entre otros. En todos ellos identificaron los servicios ecosistémicos y más adelante determinaron los espacios que están en riesgo debido a actividades principalmente externas y producto de la mano del hombre.
Los indígenas Bora, Uitoto, Muinane y Ocaina señalaron varias amenazas en sus bosques. En primer lugar está el tema de orden público, seguido de otros problemas como el aumento desmedido de chagras para cubrir la demanda de productos agrícolas de poblaciones no indígenas, uso de químicos para la pesca, aumento de la demanda de pesca para cubrir necesidades de poblaciones no indígenas, aumento de la cacería, aumento de la extracción de madera, aumento de la demanda de madera para comercio, la disposición de residuos líquidos y sólidos, además de dos actividades que también preocupan en general en toda la cuenca amazónica: la potrerización para ganadería y la minería.
Aunque muchas de estas amenazas son potenciales y todavía no se presentan en los territorios indígenas que realizaron la evaluación, Pia Escobar considera que esto no significa que se deba dejar el tema en el olvido. “Que los territorios indígenas estén bien conservados no significa que no necesitan atención, hay amenazas y riesgos que deben ser atendidos y mitigados”, dice.
Escobar asegura que la vulnerabilidad que tienen estos territorios no está en la biodiversidad o en el bosque sino en la organización social y en los procesos de gobernanza. “En la medida en que rompan asociaciones y la capacidad indígena de controlar el territorio, conocerlo y transmitir sus conocimientos, esos territorios estarán más expuestos a que otras personas lleguen y lo usen de manera inadecuada”, añade.
Lo anterior se ve reflejado en el documento elaborado cuando se menciona que “de la revisión de los resultados obtenidos en la calificación de los diferentes aspectos que intervienen en la evaluación de la vulnerabilidad global del sistema socioecológico, los representantes de los cuatro pueblos concluyen que para disminuir el riesgo de pérdida de servicios ecosistémicos en sus territorios, es más importante emprender acciones para mejorar la capacidad de las comunidades y de sus organizaciones para evitar, suspender o modificar el desarrollo de las diferentes actividades”.
Los indígenas cada vez más se convencen de su papel como guardianes del bosque. “Pensamos que nuestros abuelos son los propios ambientalistas. En nuestra cultura, cada noche aprendemos que toda planta tiene su nombre, su funcionalidad y todo sobre la interacción con la naturaleza. Está en nuestras creencias, hace parte de nosotros y necesitamos que el Gobierno lo reconozca. Estos análisis nos han permitido reafirmar el valor de nuestro territorio, creencias y tarea como cuidadores”, dice José Miller Teteye, del pueblo Bora.
Por su parte, Ángel Cerityatofe, del pueblo Uitoto, reconoce que necesitan seguir capacitándose para hablar en el lenguaje institucional al que no están acostumbrados y así tener más facilidades de negociación y herramientas para defender su territorio y recursos. “Nosotros tenemos claras las cosas desde lo cultural, cómo se cuida, nuestras prácticas, pero desde lo institucional a veces esos conceptos no encajan, lo nuestro es holístico. Lo del blanco es sistemático, línea por línea”. Saber que sus conocimientos ancestrales poco a poco empiezan a ser tenidos en cuenta los llena de esperanza, a la vez que esperan recibir los pagos por cuidar ecosistemas que benefician a todo el país. Quieren que esto no sea algo pasajero.
*Imagen principal: los indígenas Uitoto, Bora, Muinane y Ocaina construyeron el análisis de los servicios ecosistémicos de sus territorios. Foto: Luisa Fernanda Ortiz – WWF Colombia.
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