- 224 especies de aves locales y 8 migratorias del norte de los EE.UU. han sido identificadas en los bosques que ahora están certificados como áreas de cultivo de café amigable con el medio ambiente.
- 40 familias recuperan cultivos abandonados con una producción orgánica, ecológica y económicamente sostenible, generando hábitats seguros para aves en peligro.
Luis Arrieta siempre quiso encontrar un punto en común entre las dos cosas que más le apasionan: el café y las aves. Y fue un grupo de científicos el que le demostró que su idea no era descabellada, que con dedicación y una propuesta sostenible lograrían traerlas de vuelta a los bosques de La Florida y Piedra de Cachimbo, dos comunidades del estado Vargas, en la costa centro de Venezuela.
Parte de las tierras en las que Arrieta planeaba fomentar el cultivo estaban degradadas, eran bosques deforestados y el reto era convertirlos en bosques de café nuevamente.
Para ello llamó la atención de la ONG Provita, organización dedicada a la conservación de la diversidad biológica de Venezuela, que había estado involucrada, junto a una docena de instituciones científicas estadounidenses, en el desarrollo de un proyecto para proteger el hábitat del endémico Cardenalito (Spinus cucullatus), una pequeña y vistosa ave en peligro de extinción.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
Luis Arrieta se juntó entonces con Miguel Árvelo de Provita y se pusieron a trabajar. La aventura comenzó en el 2017. Detectaron en ese momento que era clave sumar a los productores locales, convencerlos de que decidieran sembrar café y que apostaran por una agricultura amigable con el medio ambiente.
La buena noticia es que hoy no solo han logrado conseguir un mercado especial para su café, sino que los científicos ya han identificado más de 220 aves en el área y que los investigadores de Provita, además, estiman que más de 30 aves migratorias estarían visitando los bosques de las comunidades.
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Convencer a las comunidades locales y encontrar un mercado
Arrieta y Árvelo sabían que para lograr convencer a las comunidades de que se sumen al proyecto, necesitaban asegurar un mercado para su café especial. Por eso se reunieron con Verónica Nouel, directora de proyectos especiales de Café Arábica, y le propusieron que comprara la producción de grano orgánico. Le dijeron también que parte de su plan era recuperar parte del bosque para crear un importante refugio para las aves y eso lo harían trabajando con el café en sombra. Ese día salieron de la reunión con su primera tarea cumplida.
El siguiente punto en la lista era acercarse a las comunidades. Iniciaron varias reuniones y talleres con los habitantes de la zona, les explicaron qué era lo que querían hacer y las ventajas que tendrían si dedicaban por lo menos una parte de su terreno a sembrar café. Al poco tiempo ya tenían 25 familias de Piedra de Cachimbo —que vivían de cultivar hortalizas y verduras— comprometidas. Ellas se sumaron a la producción de un grano orgánico de café de alta calidad, y para ello recibieron asesoría técnica y acompañamiento para obtener una cosecha especial.
“Buscábamos apuntalar la prosperidad económica de comunidades y empresas venezolanas con una alternativa más amigable con el ambiente”, asegura Arrieta, agrónomo y coordinador técnico del proyecto.
Alfredo Cárdenas es uno de los productores que creyó en la propuesta. Él se dedicaba al cultivo tradicional de duraznos y vendía su producción en los mercados de frutas y verduras de La Colonia Tovar, pero cuando asistió a uno de los talleres se convenció de que se trataba de una buena idea.
“Lo mejor de este proyecto es que después de 25 años produciendo durazno, nunca supe de otros productores, pero con solo un año aquí me he conectado con muchísima gente, abriendo muchas posibilidades”, cuenta Cárdenas.
Hoy este productor, que trabaja a 1800 metros de altura, reemplaza poco a poco sus cultivos por plantas de café. “Este proyecto me hizo entender que estoy en una zona de café, no de durazno”, dijo.
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Las aves volvieron
El café ha promovido la recuperación de tierras degradadas, abandonadas o plantaciones simplemente olvidadas. Y, además, la siembra de café en sombra ha sido clave para atraer a las aves.
Desde que empezó a funcionar el proyecto “Aves y café”, ocho especies de aves migratorias del extremo sur de Canadá y del norte de los Estados Unidos han sido identificadas en los bosques de las comunidades.
Las especies que acompañan al chipe cerúleo, ave migratoria que vuela cada año desde Estados Unidos y que esta considerada como Vulnerable por la UICN, son: el chipe trepador (Mniotilta varia), chipe charquero (Parkesia noveboracensis), chipe cabecigrís filadélfico (Geothlypis philadelphia), reinita gorjinaranja (Setophaga fusca), pibí boreal (Contopus cooperi), reinita de Tennessee (Oreothlypis peregrina) y pavito migratorio (Setophaga ruticilla). Muchas de estas aves han sido identificadas por su canto con la ayuda del ornitólogo Jhonathan Miranda de Provita.
“Hasta la fecha el proyecto ha reportado la presencia de 224 especies de aves venezolanas residentes y ocho migratorias estadounidenses, aunque se presume que puede haber hasta 35 especies de aves migratorias en esta región”, dice Arrieta, mientras esperan resultados del segundo monitoreo. Por Venezuela transitan 75 aves migratorias boreales, lo que resalta la importancia de estos cultivos.
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Sacándole la vuelta a la crisis
Los habitantes de La Florida y Piedra de Cachimbo tenían miedo al inicio, pero decidieron hacerle frente a la crisis y apostar por una mejora sustancial, no solo en sus bosques sino también en sus economías.
Para entender la valentía de este grupo de productores, hay que volcarse a las cifras. La caída en la producción de café en Venezuela es importante: pasó de 95 toneladas durante la zafra de 1998-1999 a tan solo 33 toneladas en la de 2017-2018, como lo reportó la Organización Internacional del Café (ICO por sus siglas en inglés).
La solución entonces era producir un café orgánico y certificado que pudiese escapar a la regulación oficial de precios, lo que había llevado al abandono de cultivos.
Los que aceptaron unirse fueron capacitados en técnicas de mejoramiento agroforestal y sustentabilidad, en el control de plagas mediante la cría y el cultivo de biocontroladores, en la propagación de micorrizas —simbiosis entre un hongo y las raíces de una planta— para mejorar el suelo, la producción de humus y compost, agroforestería para la biodiversidad, administración de pequeños negocios y hasta técnicas para la conservación de alimentos.
Volcar todo este aprendizaje en el campo fue lo que les permitió elevar el rendimiento de dos quintales a siete quintales por hectárea, pero esta vez de calidad premium.
Desde que comenzó el proyecto, se han sembrado 26 000 plantas de café: 14 000 para sustituir cultivos dañados y 12 000 para establecer nuevos. “El mayor indicador de éxito es el compromiso en la implementación de prácticas orgánicas y amigables con el ambiente”, precisa Arrieta, quien no pierde de vista uno de los principales objetivos del proyecto: la generación de “hábitats seguros” para las aves.
“El efecto positivo de las ventas de café a mejor precio —resalta Arrieta— es un incentivo para recuperar bosques deforestados y convertirlos en bosques de café nuevamente”.
Lea aquí el reportaje original.
Imagen central: 40 familias recuperan cultivos abandonados con una producción orgánica, ecológica y económicamente sostenible, generando hábitats seguros para aves en peligro. Foto: Provita.
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