- Actores armados y poderosos estarían detrás de plantaciones de palma en zonas deforestadas de Meta. Los indígenas aseguran que el monocultivo ha secado sus fuentes hídricas. Mongabay Latam estuvo en el resguardo Caño La Sal.
- Los indígenas tienen una disputa por la tierra con varias familias de colonos que dicen tener títulos dentro del resguardo Caño La Sal. La Agencia Nacional de Tierras debe dirimir la situación.
Los Jiw cada vez tienen menos territorio. Las épocas en las que cazaban y vivían de lo que el bosque les daba, quedaron atrás. De seminómadas pasaron a sedentarios. De comer dantas, tatabros y saínos, ahora se resignaron a tener “al menos” maíz y fariña —harina de yuca—. Las 3275 hectáreas que conforman el resguardo Caño La Sal, ubicado en el municipio de Puerto Concordia, del departamento del Meta, están rodeadas de palma de aceite, ganado, coca y varios actores armados ilegales que intentan tomar el control del territorio. De la selva solo queda una frágil y difusa ilusión.
“No tenemos monte para trabajar la tierra, hay mucho potrero. Tampoco bosque porque los colonos talaron los árboles y explotaron la fauna y la flora. Antes pescábamos, ahora los ‘blancos’ (o colonos) nos prohíben utilizar los ríos. La palma que está alrededor ha secado los caños y no tenemos casi agua”, se queja Hugo*, miembro del resguardo, y agrega que en su territorio solo tienen 200 o 300 hectáreas para cultivar, una cifra muy pequeña para las más de 380 personas que viven allí.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
Los Jiw están inconformes, pero tienen que guardar silencio. Y no se refieren solo a la pelea con los campesinos por la tierra, o a la inconformidad por la expansión del monocultivo de la palma, o la pérdida del bosque —pues Meta y Guaviare son los dos núcleos donde más preocupa la deforestación en el país, después de Caquetá, según el último informe del IDEAM—; sino también a la presencia de los grupos al margen de la ley que han cooptado el territorio, como los frentes Primero y Séptimo de las disidencias de las FARC y los remanentes del paramilitarismo, como las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) y los ‘Puntilleros’.