Descubrir un mundo perdido
Desde los ocho años, Valeria Souza decidió que lo suyo era la biología, carrera que estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde también hizo su maestría en ciencias y el doctorado en ecología. Además, realizó estancias postdoctorales en la Universidad de California y en la Universidad Estatal de Michigan.
Su interés científico se enfocó en las bacterias y, en especial, en tratar de entender la evolución molecular de los microorganismos. Hoy —junto con su esposo, el también científico Luis Eguiarte Fruns— dirige el Laboratorio de Ecología Evolutiva y Experimental del Instituto de Ecología de la UNAM.
En 1999, cuando su atención estaba en el estudio de la Escherichia coli —bacteria que se aloja en el sistema digestivo del ser humano—, Valeria Souza conoció a Wendell L. Minckley, experto estadounidense dedicado al estudio de los peces. Fue él quien le presentó ese “laboratorio vivo” que es Cuatro Ciénegas.
¿Cómo fue su primer encuentro con los microorganismos de Cuatro Ciénegas?
Investigadores de la NASA buscaban a un microbiólogo evolutivo mexicano que pudiera colaborar con ellos en un proyecto. Nos contactaron y así conocí a Wendell L. Minckley (1935-2001); para entonces, él ya había identificado muchas nuevas especies de peces, tortugas y caracolitos. Cuando llegué al lugar, Minckley me llevó a la Poza La Bercerra —uno de los manantiales que hay en el valle—, me ordenó que entrara y mirara lo que había en el fondo. Lo que vi eran caracoles chiquitos saliendo del manantial. ¡No podía creerlo! Minckley creía que se trataba de caracoles marinos y que ahí se habían quedado atrapados desde que se abrió Pangea —hace 200 millones de años— comiendo las mismas bacterias que en el mar. Acepté el reto de estudiar esos microorganismos. Y Minckley tenía razón: ahí se quedó guardado el pasado marino. Pero él no sabía que ese pasado era aún más remoto ni que la diversidad microbiana era inmensa.
¿Qué hay en Cuatro Ciénegas que usted lo defiende con tanto empeño?
Cuatro Ciénegas es el lugar más diverso del planeta y donde están los microorganismos más antiguos. Es un lugar donde es posible encontrar millones de virus, de bacterias, microorganismos que nadie había visto antes. Es el mundo perdido que guardó las primeras formas de vida. Durante los 20 años que hemos dedicado a estudiarlo hemos integrado muchos datos sobre esos primeros microorganismos. Es un lugar que guarda claves para entender cómo es que la vida persistió.
¿Cuáles fueron las condiciones que permitieron que Cuatro Ciénegas resguardara a esos microorganismos?
En la zona que ahora se encuentra Cuatro Ciénegas, hace millones de años se encontraba un mar. Los diferentes movimientos tectónicos que formaron los continentes llevó a que parte de ese mar, y sus microorganismos, quedaran atrapados en medio del continente, en medio de las sierras.
Los manantiales o pozas —como se les conoce a los cuerpos de agua de Cuatro Ciénegas— tienen agua de origen fósil, aunque no de miles de millones de años. Lo que sí es que el sistema aisló a este experimento de vida solo aquí, debido a que la montaña guardó en sus sedimentos marinos las condiciones de esos mares ancestrales y sus microbios. El agua sube al humedal, porque debajo de la montaña hay magma; el calor y la presión provocan que suba el agua, eso forma las pozas.
Las condiciones de Cuatro Ciénegas han permitido mantener un ecosistema primitivo. Los microorganismos que ahora viven ahí son descendientes de las bacterias que habitaron ese mar antiguo. En Cuatro Ciénegas están los microorganismos que han sobrevivido a los diferentes cambios que ha presentado el planeta.