- La Alianza Territorial Mapuche (ATM), liderada por Alberto Curamil, ha organizado varias movilizaciones para “reivindicar los territorios ancestrales” y se ha adjudicado ataques incendiarios a maquinaria privada de empresas forestales.
- El líder acusa la expansión de la industria forestal que, en Chile, ocupa más de tres millones de hectáreas con pinos y eucaliptus. Especies exóticas para la producción de celulosa que, según estudios científicos, han disminuido la disponibilidad de agua en los territorios.
El líder o lonko mapuche, Alberto Curamil, recibió en abril de 2019 el premio Goldman, uno de los más prestigiosos otorgados en el sector ambiental. Irónicamente, Curamil recibió el reconocido premio mientras se encontraba en prisión preventiva.
El galardón reconoce las “acciones extraordinarias” que realizan hombres y mujeres para proteger la naturaleza, muchas veces arriesgando su vida. Esta vez, el lonko de 45 años fue reconocido por su trabajo en defensa del río Cautín, ubicado en la región de la Araucanía, que impidió la construcción de dos proyectos hidroeléctricos: Alto Cautín y Doña Alicia.
Desde el 2013, Curamil, miembro de la Alianza Territorial Mapuche, organizó protestas callejeras, marchas y bloqueos de rutas para poner en evidencia que el gobierno había violado la ley que garantiza que las comunidades indígenas accedan al consentimiento libre, previo e informado de proyectos de desarrollo que los puedan afectar.
Si las centrales se hubieran construido “habría significado el desvío cada día de cientos de millones de litros de agua, dañando ecosistemas y agravando sequías en la región», asegura la reseña del Goldman. Además, como la misma justicia chilena reconoció, las hidroeléctricas habrían afectado la cultura del pueblo mapuche debido a que en el territorio donde los proyectos hidroeléctricos pretendían instalarse, las machis —curanderas mapuches— obtienen importantes hierbas medicinales.
Curamil, quien fue acusado de haber cometido robo con porte de armas a una Caja de Compensación, una entidad administradora de prestaciones de la seguridad social, de cometer homicidio frustrado a carabineros (la policía de Chile) y de portar ilegalmente armas y municiones, fue absuelto por la justicia y dejado en libertad en diciembre pasado.
Desde su casa, en la comunidad Pancho Curamil del lof Radalco, en la comuna de Curacautín, Alberto Curamil conversó con Mongabay Latam sobre sus días en prisión, sobre las causas por las que sigue dispuesto a pelear e ir a la cárcel nuevamente si es necesario y la emoción de recibir uno de los mayores reconocimientos ambientales.
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¿Qué pasó el día de su detención?
Esa noche yo tuve un sueño en el que carabineros me tomaban detenido y no tenía como salirme del lugar. Era algo muy real ese sueño, así es que me desperté muy temprano. Anduve caminando desde muy temprano.
Fue un día lunes. Estábamos recolectando leña para el invierno y para vender. Teníamos algunas herramientas de trabajo en malas condiciones así es que decidí llevarlas al taller a la ciudad de Curacautín, pero como no me sentía seguro después de forrajear a los animales le dije a mi compañero, Alvaro Millalén, “hermano, acompáñame a Curacautín para que cualquier cosa que pueda suceder usted pueda avisarle a mi familia y a mi gente”.
¿Por qué no se sentía seguro?
Nos dábamos cuenta de la persecución que existía hacia mi persona, toda la presencia policial de civil circulando en nuestra zona, así es que estábamos atentos a lo que se pudiera venir.
¿En qué consistían esas persecuciones?
Lo primero es cuando [los] carabineros te provocan. Te empiezan a hacer control dos veces, tres veces, hasta cuatro veces en el día y por donde vas te hacen control para pedirte los documentos.
Aparecen personas que te visitan en la casa como buscando algo. Un día llegó acá un civil, un joven, buscando a otra persona. Nunca le dije cómo me llamaba, pero de pronto él menciona mi nombre. De inmediato supe que era policía porque además mencionó un nombre mío que lo conocen solo mis cercanos.
¿No era su nombre Alberto?
No, no era mi nombre Alberto. Los civiles recorrían los caminos y todo el rato me perseguían. Mi hija se dio cuenta un día, salió del colegio y me dijo: “Papá, acá había unos carabineros civiles y cuando tú pasaste se fueron detrás de ti”. “Sí, hija, —le dije— sé que ellos me persiguen”.
Fotografías que me fueron tomadas en otras casas, yo entrando de visita, que generaron incluso muchas situaciones incómodas. Dijeron que una de las personas que yo visitaba era mi amante.
Drones sobrevolando la comunidad, mi casa especialmente. Era algo muy intimidante.
¿Cómo fue el momento de su detención?
Cuando nos fuimos a Curacautín, pasaron los carabineros de civil en una camioneta gris. Yo le comenté a mi compañero, al hermano que también cayó ese día [Alvaro Millalén], “mira, ahí van los pacos [carabineros]. Me imagino que van a ir a la faena forestal”.
Cuando las empresas forestales van a hacer sus cosechas de madera, donde hay un mayor conflicto o donde las comunidades defienden sus territorios, ellos instalan sus bases de policía militar. Son de las fuerzas especiales de carabineros que llegan con todo su equipo blindado y había una muy cerca de donde nosotros estábamos, a tres kilómetros de mi comunidad.
Pero yo tenía un mal presentimiento por todo el movimiento policial que venía percibiendo desde hace tiempo.
Íbamos llegando a la carretera principal que une Victoria y Curacautín y ahí estaba nuevamente la misma camioneta que había visto pasar antes. Estaban ahí esperándome y cuando entré a la ruta de pavimento ellos me persiguieron por detrás y antes de llegar a Curacautín me adelantaron y ya estando en la ciudad vino otra camioneta. Yo en algún momento pensé que podía ser algún sicario, alguien que quería dañarme, pero no, efectivamente eran carabineros que me hicieron una encerrona. Fue un momento muy confuso. Nos mantuvimos en silencio y nos leyeron la razón por la que nos estaban deteniendo: asalto violento a la caja de compensación los héroes en Galvarino. Quedamos en shock.
La acusación era grave y éramos inocentes. No teníamos responsabilidad sobre esa acusación. Nosotros no habíamos estado ahí, en ese asalto. Estábamos lejos, estábamos en nuestra comunidad.
Nuestra detención fue a las 11:30 h y nos mantuvieron como hasta las cuatro y media de la tarde y después nos trasladaron a la comisaría de Victoria. Ahí nos tuvieron por más de una hora hasta que nos trasladaron a la segunda comisaría de Temuco, donde nos tuvieron durante la noche para formalizarnos al día siguiente en el tribunal de garantía de Lautaro.
Nos formalizaron con la misma acusación que nos había dicho carabineros. Supuestamente había testigos que nos habían reconocido. Una llamada anónima [al Ministerio del Interior] había dicho que nos habían visto por ahí, días antes del asalto, organizándonos y trasladando armas. Que manejaban muchos antecedentes para poder involucrarnos en ese asalto.
También se les acusó de porte de armas y homicidio frustrado a carabineros.
Sí, por asalto violento en lugar habitado pedían 20 años de cárcel. Por homicidio frustrado a carabineros, 10 años más, y por porte ilegal de armas prohibidas, de munición, receptación de armas, otros 18 años. En total eran 48 años, pero después se pidió aumentar a 52.
¿Dónde encontraron esas armas?
El día de mi detención carabineros (un policía) ingresó a mi casa cuando no había nadie y supuestamente encontró muchas municiones, armas de diferente tipo.
La abogada Manuela Royo llegó con mi familia como a las cinco de la tarde a mi casa cuando ya carabineros se había retirado después de registrar todo. Un desorden tremendo que quedó en mi casa.
¿Qué tipo de armas eran?
Escopetas hechizas, municiones de nueve milímetros, de diferente calibre más otras evidencias como computadores, radio portátil, evidencia que demostraba mi participación en ese asalto.
Era muy contradictorio porque en primer lugar yo tengo un hijo chico y tengo una base militar muy cerca de mi casa. Era absurdo que yo tuviera toda esa evidencia dentro de mi casa.
¿Qué pasa por su mente cuando la fiscalía pide 52 años de cárcel para usted?
Era tan absurdo que me causaba risa estando en prisión. Nos mirábamos con los otros compañeros y decíamos: “¡Cómo somos de peligrosos!” Por supuesto durante el juicio me causaba mucha impotencia la mentira que se había montado y también la prepotencia del tribunal. Humillaban a nuestra defensa con voz muy alterada y eso nos causaba mucha impotencia. De hecho, nos retiramos de una jornada de juicio en forma de protesta exigiendo que se hiciera un debido proceso por nuestra causa.
De pronto ya se pudo controlar y el tribunal empezó a cambiar su forma de expresarse ante nosotros, porque se fue dando cuenta cómo los testigos tenían mucha contradicciones en su declaración. Ahí nos fuimos relajando.
¿Cómo era un día normal durante los 16 meses que estuvo en prisión?
Dentro de la prisión conversábamos mucho con los compañeros que estaban en la misma situación. Los imputados mapuches, que éramos siete, estábamos en la misma celda. Por el caso del asalto éramos tres en total: José Cáceres, Álvaro Millalén y yo. El resto iban por otras causas.
Nos levantábamos, tomábamos mate hasta el medio día y en todo ese tiempo era pura conversación.
El día de su absolución, ¿qué pensaba antes de recibir el veredicto?, ¿creía que se le declararía inocente?
Nosotros teníamos plena seguridad de nuestra inocencia, pero cuando nosotros decidimos luchar, dar un paso por defender nuestro territorio, también nos dábamos cuenta de con quienes nos íbamos a enfrentar. Era probable una condena basada en mentiras.
Minutos antes del veredicto pasó nuestro abogado defensor a nuestra celda, al calabozo donde estábamos encerrados en el tribunal de Temuco. Él estaba muy nervioso. Fue un minuto de mucha emoción porque yo le dije: “Estamos en un proceso de lucha y ustedes han hecho una defensa impecable. No tengo nada que decir contra ustedes porque lo hicieron muy bien. Si hoy voy a ser condenado no va a ser por tener una mala defensa o porque ustedes hicieron mal su trabajo, simplemente va a ser porque el enemigo que nosotros enfrentamos maneja todos los poderes acá”. Si yo iba a ser condenado había que enfrentarlo con fuerza y esperanza.
Pasamos con esa energía a escuchar el veredicto que finalmente salió a favor de nosotros y pudimos ser absueltos y recuperar nuestra libertad.
Al momento que se dicta el veredicto, ¿se hace referencia a cuáles fueron los motivos que desestimaron las acusaciones?
Simplemente el tribunal dice que las acusaciones no tienen fundamentos, no tienen pruebas, y que por lo tanto se absuelve de toda acusación a los imputados, en este caso a mí y Álvaro Millalén.
¿Cree que el premio Goldman que se le adjudicó fue determinante en su juicio?
Jugó un rol bastante importante dentro de nuestro juicio. Fue un tremendo reconocimiento que sin duda alguna generó mucha presión en el proceso que me tocó enfrentar. Sirvió también para sacarme a la luz pública y me inyectó de mucha energía, mucha fuerza.
La mejor persona para representarme era mi hija mayor que recién había cumplido 18 años. Belén. fueron momentos fuertes en lo emocional. Todavía me genera mucha emoción, porque es mi hija.
¿Pudo entrevistarse con la gente de Goldman?
Un equipo de prensa de Goldman me entrevistó en la cárcel. No querían dejarlos pasar y ya estábamos casi rendidos con todas las gestiones que tuvimos que hacer para que ellos entraran a entrevistarme. Yo no sé qué fue lo que pasó que hubo un cambio de opinión, pero al final pudieron ingresar.
Luego una segunda vez vino un representante de Goldman a saludarme y entrevistarme sin cámara, sin teléfono, sin nada, pero no se le permitió ingresar y no pude tener un contacto con los representantes de Goldman estando yo en prisión.
¿Cómo nace su motivación por querer liderar la defensa de un territorio?
Yo nací y crecí en la comuna de Ercilla donde estábamos invadidos por las empresas forestales y eso generaba mucha represión contra las comunidades mapuches. Debido a todo eso el espacio se nos redujo bastante y nosotros decidimos cambiarnos, trasladarnos a la comuna de Curacautín el 2007. Ese año logramos recuperar un espacio de 80 hectáreas, pero nos dimos cuenta que de la misma forma las empresas forestales estaban ya poniendo sus plantaciones. Compraron tierras muy cerca de la comunidad donde actualmente estoy viviendo ahora.
¿Eso fue después que ustedes llegaron o cuándo se trasladaron ya estaban las forestales ahí?
Lo que pasó es que habían unos vecinos acá que se enteraron que venía gente de Ercilla a instalarse muy cerca de su predio y que supuestamente éramos gente muy mala que les íbamos a robar todo. Ellos tenían ganado y decidieron vender sus campos porque les metieron miedo. Quien compró ese predio fue la empresa forestal. Por lo tanto, antes de que nosotros llegáramos acá, la forestal ya había puesto sus plantaciones en ese predio nuevo frente a nuestra comunidad.
Eso significaba que nuestra lucha tenía que continuar. Teníamos que avanzar, porque las plantaciones de pino y eucaliptus atentaban contra nuestra sobrevivencia. Existían aguas, vertientes acá y eso inmediatamente se vio amenazado.
Un día nos dijeron [otras comunidades] que si tanto defendíamos los recursos de agua entonces qué posición íbamos a tomar frente a las empresas hidroeléctricas que pretendían instalarse en el río Cautín.
Comenzamos a levantar información para saber si eso era real o no y efectivamente era real. Estaba el proyecto de la central de paso Alto Cautín. Comenzamos a informarnos y con las otras comunidades decidimos luchar contra esta empresa hidroeléctrica […] Pero también estaba el proyecto Doña Alicia que fue mucho más insistente. Eso significó mucha movilización acá en Curacautín. Nos tuvimos que tomar la carretera, tuvimos que hacer marchas, muchas protestas organizadas. Al contrario de Alto Cautín, lo de Doña Alicia se resolvió en tribunales. Estos fueron los que fallaron contra la empresa hidroeléctrica.
¿Estos dos proyectos hidroeléctricos en el río Cautín eran centrales de paso?
Eran centrales de paso.
Existen estudios que aseguran que las centrales de paso no causan daño, puesto que si bien se desvía una cantidad de agua del río, esta pasa por la turbina y luego vuelve al cauce. ¿Por qué se oponen ustedes entonces?
Por supuesto que afecta […] Los científicos pueden explicar cómo se le quita la fuerza al río cuando este es intervenido. Pero por otra parte, para nosotros el agua es sagrada, los ríos son sagrados. Desde el lugar que nace hasta donde termina su curso entonces no podemos nosotros permitir que el lugar por donde circula la vida sea intervenido.
¿Cómo se organizaron para defender el río?
Somos una organización Alianza Territorial Mapuche (ATM) que reúne a muchas comunidades y dentro de ella estoy yo a la cabeza. Como organización tenemos a profesionales que ayudan en la parte técnica para enfrentar todo tipo de situaciones que se viven acá en el Wallmapu. Abogados, geógrafos y antropólogos que pueden elaborar informes que fueron importantes para paralizar estos proyectos hidroeléctricos […] Este pueblo mapuche no se va a dejar desaparecer por las ambiciones de los empresarios que destruyen nuestros recursos naturales.
¿Cuáles son los impactos que ustedes perciben de la industria forestal?
Es tremendo. Estos son suelos agrícolas y ellos los transforman en un terreno infértil porque secan las napas subterráneas, disminuyen las fuentes de agua. Prácticamente secan todo el suelo y si uno ve dentro de aquellas plantaciones no existe nada. Es como un desierto. Además, cuando ellos vienen a cosechar sus maderas vienen con la fuerza policial y equipo mecanizado. La contaminación, los ruidos que ellos generan ahí, le destruyen la vida no solo a nosotros sino también a la fauna que ahí intenta sobrevivir. Los impactos son graves, son fuertes y destruyen nuestro Wallmapu.
Nosotros hablamos acá de Wallmapu, del Wallontun mapu. Eso significa un concepto muy amplio, que no se puede lograr explicar. Pero la palabra que más se acerca es el “territorio” en el idioma huinca. Cuando hablamos de Wallmapu hablamos de una persona, de una nación, de una cultura, pero todo esto está siendo invadido por las empresas forestales, empresas hidroeléctricas y por supuesto también por la empresa minera que se instala en la cordillera de nuestro Wallmapu.
*Imagen principal: Alberto Curamil. Foto: Goldman Prize Awards
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Citación
Alvarez-Garreton, C., Lara, A., Boisier, J. P., & Galleguillos, M. (2019). The Impacts of Native Forests and Forest Plantation on Water Supply in Chile. Forests, 10(6), 473.